En octubre de 2015, la pop star juvenil Selena Gomez presentó Revival, su primer disco solista después de romper relaciones con los que habían sido responsables de su carrera hasta ese momento: Disney y su madre. También con su novio de los últimos tres años, Justin Bieber. En el álbum, que debutó en la cima del ranking de Billboard 200, la cantante y actriz declaraba desde el tema principal: “I feel like I’ve awakened lately/ The chains around me are finally breaking/ I’ve been under self restoration/ I’m becoming my own salvation” (“Siento que me he despertado últimamente/ Las cadenas que me rodean finalmente se están rompiendo/ Estuve bajo auto-restauración/ Me estoy convirtiendo en mi propia salvación”).
A los 23 años, la chica que debutó en la industria con solo 10 como una de las amigas del dinosaurio Barney regresaba al ruedo con una declaración de principios: para salvarse necesitaba ser fiel a sí misma, sentirse más real. Y poder adueñarse de su propia voz.
Venía de tiempos difíciles, y los había atravesado en silencio. A fines de 2013 había cancelado abruptamente su gira Stars Dance, alegando que quería “tener más tiempo para ella y su familia”. En enero de 2014, ingresó en el centro de rehabilitación de traumas y adicciones juveniles The Meadows, en Arizona. Mientras su representante aseguraba que su internación era voluntaria y que no se debía al abuso de sustancias, los tabloides no dejaban de especular: tomaba pastillas, era alcohólica, drogadicta, depresiva, no lograba superar su separación de Bieber, o bien una suma de todas las anteriores.
Al dejar la clínica, la estrella texana firmó contrato con nueva discográfica, se mudó de la casa que compartía con su madre y su padrastro y se fue a vivir a Calabasas con dos amigas ajenas al mundo del espectáculo (Ashley y Courtney, una empleada de una ONG y una agente inmobiliaria), y pasó el siguiente año y medio escribiendo y grabando el disco sobre su resurgimiento.
Cuando finalmente aquel álbum vio la luz, las ruedas promocionales la llevaron a revelar la verdad de la internación sobre la que tanto había fantaseado la prensa: “Fui diagnosticada con lupus y tuvieron que hacerme quimioterapia. Eso es lo que me pasó y fue eso lo que me llevó a los Meadows”. Así, mientras el mundo conjeturaba sobre sus supuestas adicciones, Gómez –que debe su nombre a la mítica reina del tex-mex Selena Quintanilla– había estado recibiendo uno de los tratamientos habituales para esa enfermedad autoinmune que afecta y ataca a células y tejidos sanos por error, una afección que puede dañar muchas partes del cuerpo, incluyendo las articulaciones, piel, riñones, corazón, pulmones, vasos sanguíneos y el cerebro.
¿Por qué había permitido que los rumores corrieran durante más de un año cuando una sencilla declaración hubiera terminado de inmediato con las especulaciones? “Tenía tantas ganas de decirles: ‘Ustedes no tienen idea. Estoy haciendo quimioterapia. Son unas basuras’ –se sinceró entonces con la revista Billboard–. Pero me enojaba incluso tener la necesidad de decir eso. Es horrible entrar a un restaurante y que todos te miren, y saber lo que están diciendo de vos. Me encerré hasta que pude volver a sentirme segura y confiar en mí de nuevo”.
En esa entrevista de 2015, Selena también dijo haber sentido que había tocado fondo: “Creí que lo había perdido todo. El hecho de que no lo contara no significa que no haya tenido mis momentos. Pero es casi inseguro para mí siquiera hablar de eso, porque se aprovecharían de mí”. ¿Quién podía culparla por esa inseguridad –que ahora, confiaba, era “extrema”–, si en su peor momento hasta su propia madre la había dejado sola?
Por entonces se aferró como parte de su terapia a las maratones de comedias feministas de Amy Schumer con sus amigas y se obsesionó con la serie Girls, al punto de llegar a hablar como el personaje de Lena Dunham (más tarde se harían inseparables como parte del grupo Girls Squad, comandado por su íntima Taylor Swift). “Esta es una cultura muy machista y hay un doble standard en el que si yo hiciera la mitad de las cosas que hacen los varones, seguramente no tendría un contrato con Pantene. Hablo porque lo he vivido. Necesitamos empezar a hablar”, decía quien se había convertido en la estrella más seguida en Instagram.
Se refería también a alzar la voz sobre su enfermedad, de la que se convirtió en una vocera también desde esa plataforma. La usó, por ejemplo, en septiembre de 2017 para contarle a sus seguidores que en junio de ese año se había sometido a un trasplante de riñón a causa de una nefritis, una de las complicaciones más comunes a causa del lupus.
En el posteo en el que le agradecía a su amiga y donante, la actriz Francia Raisa, con quien también se la veía de la mano en la foto del día de la intervención, aprovechaba para señalar lo mucho que aún queda por investigar sobre ese padecimiento crónico y dar información al respecto. Con increíble entereza, en una entrevista junto a su amiga para el programa Today, en octubre de ese año, declaró: “Al final del día, las cosas por las que pasé definieron quién soy hoy. Creo que eso es hermoso y trato de recordármelo a mí misma. Me repito eso: que no es una experiencia negativa.”
Un mes más tarde, sería también Raisa quien la acompañaría a recibir el premio Billboard a la Mujer del Año “por contribuir a inspirar a generaciones a través de su carrera en la música”. En el escenario, Selena se quebró por primera vez ante su público. “Creo que esto debería haberlo ganado Francia por salvarme la vida –dijo entre, otras cosas, durante su discurso–. Me siento increíblemente afortunada porque en algún momento también me sentí confundida: tal vez si hablaba demasiado, no hacía lo suficiente. Y la verdad es ahora sé que tengo esta posición que me fue dada y la respeto; quiero ser parte de algo grande y agradecerles por haber estado en los momentos realmente duros. Por dejarme ilustrar lo que siento con mi música y creer en mí incluso cuando yo no podía hacerlo”.
El año anterior había sido muy clara al respecto ante la revista People cuando dijo que había decidido tomarse un tiempo porque quería “ser proactiva y poner el foco en mantener Ia salud y la felicidad”. En ese momento, confió que su enfermedad la había afectado de muchas otras maneras: “Descubrí que la ansiedad, los ataques de pánico y la depresión pueden ser efectos colaterales del lupus, y eso puede presentar sus propios desafíos”. Era su manera de decirle a sus fans y a otras personas que sufrían problemas de salud mental que estaba bien nombrarlos y enfrentarlos. “Gracias por su apoyo, saben lo especiales que son para mí, pero necesito hacerme cargo de esto y asegurarme de que estoy haciendo todo lo posible para estar mejor. Sé que no estoy sola al compartir lo que me pasa, y espero que otros que atraviesan situaciones parecidas también puedan encararlas”.
Pese a sus problemas de salud, su trabajo de los últimos años no se limitó a lo musical. Gomez también fue la productora ejecutiva del drama adolescente de Netflix 13 Reasons Why –que concientizaba sobre bullying y suicidio–, y se embarcó en una incansable tarea filantrópica que no se agota en los millones que lleva recaudados para la investigación sobre el lupus. Ha sido embajadora de UNICEF desde 2009, y más recientemente participó de campañas por los derechos de la comunidad LGBT, Blacks Lives Matter, el aborto legal y la distribución de vacunas contra el Covid-19.
Como parte de sus actividades solidarias, suele recorrer hospitales de niños, donde todavía es recordada con admiración por sus papeles en Hannah Montana y Wizards of Waverly Place. Fue en una de esas visitas donde habló por primera vez con un extraño sobre su diagnóstico. “Había un niño que no me miraba a los ojos –contó en un reportaje con GQ–. Yo soy muy expresiva con las emociones, así que quería atraer su atención. Y le dije: ‘Preguntame lo que quieras’. Él fue la primera persona a la que se lo conté, a excepción de mi mejor amiga y de mi familia, porque su pregunta fue: ‘¿Alguna vez has lidiado con algo como esto?’. Yo le contesté: ‘Tengo lupus. Estuve en la UCI dos semanas y media. Estuve en esta misma habitación’. Y entonces logré que me mirara por primera vez”.
Su filosofía para transitar la enfermedad es tan simple como humana: hacer lo que puede. Tratar de respetar sus tiempos, sus rutinas de ejercicios para fortalecer los músculos, no negar el dolor e intentar que no sea el centro de una vida que desborda talento. “Realmente no me gusta sentarme y obsesionarme con mi experiencia –ha declarado–. ¿Fue divertido que me pasara? No. ¿Es divertido tenerlo? No”.
Hace unos meses, mientras grababa una cápsula de cocina para su programa de HBO Max, la intérprete de Lose You To Love Me no tuvo fuerzas para exprimir un limón. “Lo siento, tengo las manos débiles. Tengo lupus, pero para eso tengo a papá”, dijo a su audiencia sin perder el ánimo, mientras recibía ayuda de su abuelo. A los 28 años, no necesita ocultar ni dramatizar el desafío cotidiano de convivir con el lupus: sabe que aunque sus manos se hayan debilitado, hace tiempo que su fortaleza reside en otra parte.
SEGUIR LEYENDO: