Antonella Contreras tiene 28 años y es profesora de artes plásticas de niñas y niños de quinto grado. Estuvo en pareja el año pasado pero antes y después de ese hombre tuvo citas, a veces mediante las clásicas aplicaciones, otras a través del tradicional y ponderado “cara a cara”. En todas, cuenta, hay algo que aclara inmediatamente después de las presentaciones de rigor: “Soy libre de hijos”.
“Cuando tengo una cita con alguien una de las primeras preguntas que hago es ‘¿tenés hijos?’. Si la respuesta es ‘no’, le pregunto ‘¿pero querés tenerlos a futuro?’, ‘¿qué es lo que esperás de una relación con una mujer?’. Y la mayoría me contesta: ‘Bueno, eh... sí, quiero, quiero conocer a una mujer con la cual compartir…’. En ese momento pienso: ‘Perfecto, listo. Nos vemos”.
Es el mediodía de un martes de marzo, ya hay sol de otoño y Antonella charla con Infobae desde San Vicente, al sur de la provincia de Buenos Aires, donde vive. Es docente y trabaja con niños, sí, y además es integrante de lo que ella llama “la ideología” child free, un movimiento mundial que se traduce no tanto como “libre de niños” sino “como libre de hijos”. Su currículum, sostiene, es la prueba concreta de que no es una hater, lo que en la jerga sería una “odiadora de niños”.
“Siempre lo aclaro de entrada, en la primera oportunidad que encuentro: ‘Yo no quiero tener hijos’. Y lo advierto porque es un eje muy transversal en mi vida. Muchas veces te dejan de hablar o te bloquean o te dicen ‘bueno, ahora no querés, cuando nos conozcamos más….’. Como si vinieran con una especie de rayo evangelizador a querer cambiarle el pensamiento a la mujer: ‘Conmigo sí vas a querer’. Y la verdad es que no, no quiero ser madre, ni con vos ni con el que venga después”.
El origen
Antonella recuerda perfectamente cuándo fue que salió “del clóset de los child free”: cuándo fue que lo dijo explícitamente. Sin embargo, cree que ya había algunos indicios de lo que es hoy en su primera infancia.
“Cuando tenía 5 años, que es el primer recuerdo que tengo en el jardín, mis compañeritas jugaban a ser las mamás de los muñecos y yo quería ser la maestra, no la madre. Nunca se me pasó por la cabeza la idea de maternar, de cambiar pañales o de darles la mamadera. No, yo sentaba a los muñecos en fila, les daba una hoja a cada uno y les enseñaba”.
Tenía 14 años cuando lo puso en palabras y, como en las citas que vinieron después, lo que le volvió fue el descrédito, la subestimación: “Ya era la niña que se convierte en señorita, que va camino a ser una mujer y entonces alguien me dijo ‘bueno, después vas a tener sus propios hijos, tu propia familia’. Y yo contesté ‘pero yo no quiero tener hijos’. La respuesta del otro lado fue risas”.
Siguió una lista de frases hechas que fueron mutando con el tiempo: “Eso decís ahora porque sos muy chiquita”, “ya va a llegar alguien que te haga cambiar de opinión”, “cuando conozcas al amor de tu vida vas a querer”. Hasta las que le dijeron de adulta, por ejemplo “que seguramente no me creo lo suficiente mujer como para darle hijos a un hombre, por eso estoy reprimiendo esta parte mía’. Qué te puedo decir...si vos crees que una mujer es del todo mujer cuando es madre, se lo dejamos para que te analice tu psicóloga”.
Antonella no sólo había ido a un colegio católico -“tuve una educación religiosa y el modelo era la mamá, el papá de la familia y bla bla bla”- sino que el bombardeo de mandatos venía también de las mujeres de su propia familia: abuelas, mamá, tías, incluso vecinas.
“Y claro que en un momento pensé: ‘Si todos dicen lo mismo ¿estaré equivocada yo?’. Pero al mismo tiempo me preguntaba ‘¿por qué tengo que seguir estas imposiciones, si no es lo que yo siento, no es lo que yo quiero?’”. Fue cuando empezó el profesorado de Artes Plásticas en la facultad y conoció a otras personas “que este sentimiento que venía gestando empezó a tomar forma. Llegué a esta conclusión y cada año lo reafirmo más, te podría decir que brindo los 31 de diciembre y digo ‘otro año sin hijos’, y me siento feliz”.
Le dio forma concreta a una idea, aunque se sintió “muy sola” contra la corriente hasta hace poco, que encontró un grupo en Facebook llamado “Libre de hijos Argentina”, en donde había muchas otras mujeres que pensaban igual. Algunas, como ella, también planeaban esterilizarse voluntariamente o ya habían logrado tirar las barreras y acceder a un derecho escrito en una ley de hace 15 años: ligarse las trompas.
Antonella tiene una lista de razones por las que no quiere ser madre, pero no siempre tiene ganas de dar ese debate en una cita, mucho menos cuando la miran como si fuera rara, estuviera fallada o tuviera un trauma oculto.
“En uno de los últimos encuentros que tuve cara a cara con un hombre me dijo ‘¿pero vos sabías que a determinada edad la mujer ya no puede tener hijos? Se te va a pasar el tren’”, se ríe ella. “¿Qué tren?”, pregunta después, “si yo no no me quiero subir a ningún tren. No saqué ningún boleto. A veces les contesto que ‘soy joven y todavía quiero estudiar, viajar y después veré’, pero eso es para no ponerme a explicarle las razones que vengo pensando y viviendo desde hace 15 años”.
Razones para no ser madre
“El primerísimo motivo es que creo que el mundo está terriblemente jodido como para seguir trayendo humanos. Yo no voy a traer alguien más a sufrir a este mundo, que andá a saber cuánto tiempo le queda”, piensa. Más allá del ambientalista, hay motivos económicos:
“Si yo no tengo una estabilidad económica, una casa o un trabajo estable, ¿qué le puedo ofrecer a un hijo? Nada. Y el gasto es enorme, más para las mujeres que muchas veces no tienen la colaboración del progenitor”, sigue. “También es cierto que tengo muchísimas cosas que hacer todavía y un hijo acortaría todos mis tiempos. ¿Puede ser un poco egoísta pensar en mí? Puede ser. Pero no es un deseo que estoy aplazando: directamente nunca jamás sentí el deseo de ser madre. Parece que es difícil de entender, a los varones que deciden hacerse la vasectomía no los cuestionan tanto como a nosotras”.
Ni “odiadora de niños” -porque además de haber sido docente de chicos de 3 años asiste a chicos con pocos recursos económicos en un merendero-, ni odiadora de madres: “Es que mi posición es ‘la maternidad será deseada o no será’. Valoro mucho a las que sí lo deciden porque lo desean, lo que digo es que si hacés algo obligada o por un mandato es lo peor que te puede pasar”.
¿Lugares libres de niños?
Dentro del movimiento child free hay, como en todo movimiento, posturas más y menos radicalizadas. Hay, por ejemplo, quienes sostienen que deberían haber aviones, restaurantes o cines 100% libre de hijos, así como hay “libres de humo” o lugares donde las mascotas tienen la entrada prohibida.
“Lo que básicamente se plantea es que ya que hay ‘espacios familiares’, ¿por qué no hay espacios ‘libres de hijos’? Para que vos te puedas, no sé, ir a tomar un café sin que te estén revoloteando chicos al lado, gritando, llorando o pateando el asiento del avión. No me parece mala idea que haya espacios así, lo que no me parece es querer desplazarlos de absolutamente todo, prohibirles la entrada a todos lados: son niños”.
Con tanta gente cuestionando la decisión a lo largo de la vida y con la amenaza del “te vas a arrepentir” siempre latente, muchas mujeres anulan la posibilidad de ligarse las trompas. No es, sin embargo, el caso de Antonella, que tiene la decisión tomada, aunque sigue saltando obstáculos.
“Cuando lo digo, básicamente piensan lo mismo que cuando yo tenía 14 años: que es una joda, que no me atrevería nunca a hacer semejante cosa con mi cuerpo. O sea, ¿cómo me voy a ligar las trompas? ¿Cómo? Si soy mujer…”, imita. No sólo eso: aunque la ley dice que no hace falta haber tenido ningún hijo para decidir esterilizarse, la creencia es que sólo es un método válido para las que ya tienen varios, especialmente sin son mujeres pobres.
La ley de 2006 también aclara que ningún novio, marido o pareja debe autorizar nada, aunque no es lo que suele suceder en la práctica. “Le pasó a una de mis primas mayores, que ingresó a la sala de partos a tener a su tercer hijo y manifestó su deseo de ligarse porque no quería tener más. Y lo primero que le dijo el médico fue ‘¿pero tu marido está de acuerdo? Yo no lo podía creer cuando me lo contó. ¿Cómo le van a preguntar a tu marido si está de acuerdo en algo que vos querés? Si es tu cuerpo…”
Fue hace unos siete años y a Antonella le dejó cierta bronca estancada en las tripas. “Desde ese día yo dije ‘¿estamos todos locos?’. Yo no le pienso delegar absolutamente a nadie la autonomía sobre mi cuerpo. Es mi cuerpo y es mi decisión. Si el resto lo quiere aceptar, es cosa de cada uno. Nadie va a vivir mi vida por mí”.
Por eso, y más allá de que también una enfermera de su espacio de militancia le dijo “pero vos estás loca”, “si sos mujer”, “ningún médico te lo va a autorizar si no tenes hijos”, Antonella lo conversó con su ginecóloga y arrancó a informarse. “Avancé, ya tengo toda la información que necesitaba, pero quedó frenado por la pandemia, porque mi ginecóloga es personal de riesgo y dejó de trabajar y porque entiendo que no estamos en un contexto en donde esto sea una prioridad. Igual la decisión está tomada: si no quiero tener hijos ¿para qué me voy a exponer a un embarazo no deseado?”.
Sabe, claro, que es una cirugía que no está pensada para arrepentimientos. Por eso dice que si eso llegara a pasarle, tiene la opción de adoptar chicos que ya existen y ya tienen necesidades, “a menos que creas que lo importante de ser madre es que sea con tus genes”.
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