Y un día, los pájaros se volvieron locos. Dejaron de ser esos animalitos bucólicos y contemplativos, enigmáticos, agrestes pero idílicos, inescrutables como las gallinas, pero apacibles y hasta resignados, y empezaron a atacar al hombre, a arrancarles los ojos, a matarlos.
Y no lo hacían en bandadas, eran miles y miles de aves, una nube negra, voladora y fatal, que convirtió a la realidad en una jaula, a la sociedad encerrada en ella y a los pájaros libres, dueños del terror y de la angustia. Eran el miedo.
Por suerte, todo pasó en una película de la que se cumplen ahora cincuenta y ocho años de su estreno: Los pájaros ¿cómo iba a titularse, si no?, de Alfred Hitchcock, aquel gordito simpático, astuto y diabólico que filmó más de cincuenta películas, algunas de ellas obras de arte, que siempre jugó con el suspenso, la intriga, el crimen, el espionaje, la duda, la traición y la pasión, entre otras cosas, pero que con Los Pájaros se metió de lleno, acaso primerizo, en el pantano del terror. No le salió mal.
En 2016, la película fue declarada “cultural y estéticamente significativa” por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y conservada en el National Film Registry. Una obra maestra que se une a otras tantas de “Hitch”, como llamaban en la industria al director británico, había nacido en Londres el 13 de agosto de 1899 y murió en Los Ángeles el 29 de abril de 1980.
Cómo se filmó esa película, cómo se eligieron los actores, cómo se logró que miles de pájaros se portaran como una escuadrilla de aviones asesinos en un mundo que no contaba con ninguno de los adelantos técnicos de hoy, cómo se adaptó la idea original de la breve novela de Daphne Du Maurier y algunas desventuras del rodaje, son parte de la historia del cine que bien vale la pena recordar. Porque la película, que acaso no figure entre las más grandes de Hitchcock, es parte de su legado como su inmortal Psicosis, o como Los 39 escalones, Rebecca, La ventana indiscreta, Vértigo o Para atrapar al ladrón, entre tantas otras.
Primero, la historia, sin hacer demasiado spoiler. Melanie Daniels (la actriz Tippi Hedren en el film) es una chica mimada que no conoce el no por respuesta. Un día, en una pajarería, oh casualidad, conoce a Mitch Brenner (Rod Taylor) un abogado exitoso del que Melanie se enamora a primera vista, con el desenfreno de quienes no aceptan un no por respuesta. El abogado no está para esas cosas, pero la muchacha se las ingenia para llegar al pueblo y a la casa donde vive. Hasta aquí, una típica comedia americana, si quieren, de las de enredo.
Una vez en el pueblo, Bodega Bay, en la costa californiana, que es el pueblo donde también se filmó la película, las cosas se complican un poco. Allí vive también Annie Hayworth (Suzanne Pleshette) profesora de la escuela local y antigua novia del abogado que además, de otra forma no habría cine, sigue enamorada de él. Hay una tercera mujer en discordia: es Lydia Brenner (Jessica Tandy), la mamá del abogado, esas madres omnipresentes y posesivas de Hitchcock, que mira a la intrusa como la enemiga que llega para robarle al hijo. Adiós comedia americana, hola thriller psicológico.
Pero esta vez, Hitchcock no estaba interesado ni en la psicología ni en las madres posesivas. Los Pájaros es la película que siguió a la monumental Psicosis, que si trata sobre algo es sobre una madre, y ambas están separadas por tres años de sequía creativa del director, que quería volver con todo al ruedo. No, nada de psicología. Hitchcock añade ahora a sus alforjas su nuevo juguete: el terror. Ni bien llega a Bodega Bay, Melanie es atacada por una gaviota que la hiere en la frente. Era una gaviota mecánica, manejada por cables, de las tantas aves falsas usadas en la película. Pero el cachivache hirió de verdad a la actriz Tippi Hedren y el rodaje se paralizó tres días.
Entre paréntesis, no era Tippi la actriz en la que pensó Hitchcock para encarnar a la protagonista. La elegida era Grace Kelly, de la que Hitchcock estaba perdidamente enamorado y que había sido su musa inspiradora en tres películas: Para atrapar al ladrón, La llamada mortal y La ventana indiscreta. Pero Grace había dejado el cine, ya se había casado con el príncipe Rainiero y la película de su vida estaba ahora en Mónaco. No estaba ya ni para filmar, ni para soportar los devaneos de Hitchcock, que era además muy enamoradizo y solía echar sus galgos a las protagonistas de sus películas.
Otro dato al pasar, antes de que los pájaros vuelvan: Tippi Hedren, la actriz que hasta hoy tiene 91 años, es la mamá de Melanie Griffith, también actriz, que nació en 1957, tenía cinco o seis años en el momento de la filmación de Los Pájaros y a quien Hitchcock le regaló una muñeca igualita a la mamá, metida en una caja de madera. A Melanie, que tiene como nombre el mismo que su mamá usó en la película, le pareció que Hitrchcock le regalaba una escultura de su madre en un ataúd. Pero quién puede pensar algo así del bueno de Hitchcock. Tippi es también abuela de la modelo Dakota Johnson, hija de Melanie Griffith.
Estábamos en que una gaviota enloquecida ataca a Melanie, el personaje de la película. Y a partir de ese ataque, miles y miles de pájaros empiezan a rodear y atacar el pueblo de Bodega Bay, matan a un par de sus habitantes, por el drástico procedimiento de vaciarles los ojos primero y comérselos después, que todo alimenta. No se salvan del ataque ni los chicos de la escuela, ni los ancianos, ni nadie: las aves, todas, están desbocadas, atacan sin tregua, desatan una catástrofe.
El pueblo entero se refugia en la cafetería: la gente está enjaulada y los pájaros libres. Es una de las escenas cumbre de la película. Todos quieren saber qué les pasa a los pájaros; aterrados, se preguntan por el significado de los ataques, alguien los atribuye a la llegada de Melanie, una extraña, a Bodega Bay. El borrachín del pueblo sentencia que es el fin del mundo.
Pero ni el guión de la película explica, ni su director revela, qué les pasa a los pájaros. Eso es lo que menos importa: el terror es más omnipresente que las madres posesivas. Fue decisión de Hitchcock no explicarlo: sabía que esa decisión crearía más angustia e inquietud en los espectadores. Lo que quería era inducir el miedo, instalar la sensación de caos y de indefensión.
También es cierto que ni siquiera había explicación alguna para los ataques de pájaros que ocurrían en la vida real y no en el cine. En el extraordinario El cine según Hitchcock, escrito por el director francés Francois Truffaut, que admiraba a Hicthcock y lo entrevistó cuando él era un director principiante y el británico un consagrado, Hitchcock explica un hecho sorprendente: “Mientras rodaba en Bodega Bay, leí una pequeña noticia en un diario de San Francisco que hablaba de unos cuervos que habían atacado a unos corderos, muy cerca del lugar donde filmábamos. Me entrevisté con un campesino que me explicó cómo los cuervos habían descendido para matar a sus corderos atacándoles a los ojos. Y eso me inspiró para incluir en la película la muerte del granjero con los ojos arrancados”.
En 2011, biólogos marinos de la Universidad de Louisiana adjudicaron el extraño comportamiento de ciertas aves, más la “lluvia de pájaros muertos” que se abatió en más de una ocasión en la Bahía de Monterrey, a un alga que abunda en la zona y que contiene una toxina que afecta su sistema nervioso.
Nada de todo eso se sabía en Bodega Bay en 1962, año de filmación de la película. Entre paréntesis, Rod Taylor, el actor que encarna a Mitch Brenner, tampoco era el elegido por Hitchcok para protagonizar su film, que había pensado en principio en Cary Grant y, luego, en Sean Connery. Otro dato curioso es que a Hitchcock le gustaba aparecer en una escena muy breve de sus películas, lo que en la jerga se llama “cameo”, y que Los Pájaros no fue la excepción. Aparece al principio del film, como un venerable señor que paseaba a sus perros: eran sus perros de verdad, dos terriers llamados Geoffrey y Stanley.
En una de las primeras escenas de la película, Melanie pasea rumbo a su encuentro con el todavía desconocido Mitch; es una muchacha rubia, estilizada y elegante y un chico le dedica un silbido de admiración. Hitchcock había descubierto a Tippi en el aviso publicitario de un producto dietético llamado “Sego”, en el que Hedren caminaba por la calle y un chico le expresaba su admiración con un silbido. Hitchcock quería que el cine imitara a la vida real.
Usó pájaros reales en la película: 3.200, que es una buena cantidad. El resto eran cartón pintado y latón. En 1968, el director reveló en la televisión americana, el The Dick Carvett Show, que los más inteligentes eran los cuervos. Y que las gaviotas eran las más viciosas, signifique esto último lo que fuere.
Estábamos en la cafetería, todos enjaulados y los pájaros fuera, mientras el terror hace desgranar a la gente cierta filosofía de hamburguesas. Lo que sigue es el ataque final de los pájaros a la casa de Mitch en Bodega Bay. Ese ataque es a Los Pájaros lo que la cortina de baño fue para Psicosis. El genio de Hitchcock apostó al sonido; ni los protagonistas, ni los espectadores, ven a los malditos pájaros en su acometida decisiva. Pero se escucha el revoloteo, como el zumbar de los aviones de guerra, los duros picotazos contra las puertas de madera, los cristales de las ventanas que se quiebran. La pesadilla es lo que no se ve. Y allí afuera están los cuervos astutos, las gaviotas viciosas y hasta las gallinas, que son un poco tontas, pero que ahora están lanzadas a hacer justicia por pico propio.
Al final, ni siquiera llega el clásico The End. Hitchcock lo suprimió adrede, para crear más angustia en el espectador: nada termina, los pájaros están allí. La peli tampoco tiene música. Si algo caracterizó al británico es la música de sus films, según establece con erudición La musique dans les films d’Alfred Hitchcock, de Jean-Pierre Eugéne. La música de Los Pájaros, en cambio, es el aletear furioso de sus vuelos, el grito ahogado de la madre cuando descubre al granjero con los ojos arrancados. Música, atronadora, tienen algunas frases del guión: “Me he puesto una camisa limpia porque la que llevaba olía a pájaros viejos”, dice Mitch a Melania, conscientes ambos de que nada será ya igual.
El último entre paréntesis. Uno de los jueves de aquellas febriles semanas de filmación, la encargada del guardarropa llevó a su salón a Tippi Hendren: “Me envolvieron el cuerpo con bandas elásticas, con unos hilos de nylon que salían por pequeños agujeros de mi vestido. Enseguida entendí: una pata da cada pájaro fue atada con hilo de modo que, cuando me atacaran y yo cayera al suelo, no pudieran irse volando y siguieran en pleno revoloteo, colgados de mí”. Era el método Hitchcock de realidad aumentada. Rodar esa sola escena demoró una semana y terminó con Tippi de nuevo en el hospital: “Fue la peor semana de mi vida”.
Nadie va a revelar el final de Los Pájaros, pero sí, al menos, el final que no fue. Lo que se eliminó del rodaje fue un coche que llega hasta el pueblo y lo encuentra casi destruido, lleno de cadáveres; entonces toma la carretera hacia San Francisco y, en un tramo lento, lleno de curvas, es atacado por los pájaros enfurecidos: sólo la llegada al tramo recto del camino y la posibilidad de acelerar, logra que los ocupantes estén a salvo.
Un plano final, con la llegada del auto al Golden Gate, que está totalmente cubierto de pájaros, fue barajado por Hitchcock, pero nunca subió al guión original.
Eso no quiere decir que los pájaros no sigan allí. Todavía.
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