A sus 58 años de edad, José Hernández, un hombre de origen mexicano que vive en Estados Unidos, ya se apuntó grandes hazañas que parecieran casi imposibles. ¿Un mexicano astronauta de la NASA? Sí, ya lo hizo. ¿Un invento innovador que marcó un antes y un después en el tratamiento del cáncer de mama? También, ya lo creó. ¿Lanzar su propio vino? Acaba de estrenarlo, sí.
¿La clave del éxito? A la receta de cinco pasos que le pasó su padre, él le agrega un sexto. En una videollamada desde Stockton, California, José contó a Infobae cómo funciona esa fórmula.
Además de astronauta retirado, José es ingeniero y empresario. Todo eso gracias a diversos factores presentes desde sus primeros años de vida –incluso él señala estaban antes de que naciera–, mismos que pudieran representar, cada uno por sí solos, el origen de sus proezas o la inspiración para lograrlas.
Su vida migrante, en un ir y venir entre México y Estados Unidos, desde que nació hasta los siete años de edad. El ejemplo de su padre, quien desde los 15 años trabaja en la cosecha de California, labor que desde niño el mismo José aprendió. La experiencia inmigrante cuando su familia se estableció en el territorio estadounidense. Por nombrar algunos.
Pero lo cierto es que se trata de una combinación de todas esas realidades.
Este mexicoamericano viene de una familia de cuatro hijos. Él y uno de sus hermanos nacieron en California porque llegaron al mundo en época de cosecha. El nacimiento de los otros dos fue en invierno, así que les tocó del lado mexicano, en La Piedad, Michoacán, estado natal de sus padres.
“Desde pequeños nosotros vivíamos una vida de migrante; viajábamos a tres distintos lugares en California durante nueve meses, y luego nos regresábamos tres meses a La Piedad. Y cada año se repetía esa rutina”.
Solo iban a la escuela en California, aunque a tres distintas a lo largo del estado debido el tiempo de las cosechas. Cuando estaban en México, él y sus hermanos estudiaban en casa. Ante esa inestabilidad, una de sus maestras convenció a sus padres de que lo mejor era asentarse en un solo lugar, por el bien del rendimiento educativo de sus hijos.
Así, el norte de California se volvió su hogar. Y fue hasta entonces, él considera, que aprendió el idioma inglés. “A pesar de ser nacido aquí en California, yo no aprendí bien el inglés, hasta los 12 años me consideraba bilingüe”.
Y aunque al principio se sentía mexicano, pronto el vivir entre dos países lo llevó a una especie de limbo.
“En mi adolescencia, cuando iba a México mis primos me hacían la burla porque no hablaba bien el español; luego cuando venía a Estados Unidos, mis amigos me hacían la burla porque no hablaba bien el inglés”, comenta José señalando que se llegaba a cuestionar “entonces, ¿qué soy? porque soy muy mexicano para ser americano, y soy muy americano para ser mexicano”.
Pero nada que el tiempo no le ayudara a ver con una mejor perspectiva, ya que considera que al madurar, supo valorar la ambivalencia de su identidad. “Qué dichoso”, dice ahora, “porque yo puedo tomar lo mejor de las dos culturas y definir quién es José Hernández”.
El sueño espacial
Cuando José tenía apenas 10 años, atestiguó por televisión la última misión del Apolo. Y al ver al hombre caminando en la luna nació en él su gran sueño: ser astronauta.
Lo logró, pero para nada fue un camino fácil. Para empezar tuvo que estudiar una carrera universitaria en ciencias. Luego hizo una maestría en ingeniería. Fue necesario mucha dedicación y trabajo. Pero la clave principal, comparte, fue seguir la receta que le dio su padre cuando él le dijo que quería ser astronauta.
“Me dijo ‘sigue estos cinco pasos: define tu meta; reconoce qué tan lejos estás de ella; crea una ruta para saber llegar; estudia y prepárate de acuerdo a tu reto; y échale ganas”, explica mientras señala cada indicación con los dedos de la mano.
Y él añadió un paso más. “Yo le agregó el sexto que es la perseverancia, porque en la NASA me rechazaron no una ni dos ni tres veces; fueron 11 veces”. Pero lejos de frustrarse tomaba la preparación como un valor agregado a su vida profesional, es decir, sabía que si no lograba ser astronauta, al menos sería un ingeniero mucho más capacitado que antes de intentarlo.
<b>Los seis pasos del éxito de José Hernández:</b>
1. Define tu meta
2. Reconoce qué tan lejos estás de ella
3. Crea una ruta para saber llegar
4. Estudia y prepárate de acuerdo a tu reto
5. Échale ganas
6. Persevera
De la docena de veces que trató, en tres ocasiones quedó entre los 100 finalistas, de los que solo unos 10 eran elegidos. En su intento número 12 quedó seleccionado en el privilegiado grupo. “Gracias a Dios recibí una llamada felicitándome y dándome la bienvenida a la generación número 19 de astronautas”.
Pero eso era solo el inicio porque el esfuerzo que requirió, una vez que fue elegido, se intensificó. “Uno entrena por dos años antes de ser elegible para una misión espacial”, explica José, indicando que una vez asignado “entrenas otros 18 meses”.
En el entrenamiento, cuenta, les enseñan cosas como pilotar un jet o cómo sobrevivir en el agua. “Prepararse para ser astronauta es como estar en exámenes finales de manera perpetua... Muy estresante, difícil, pero no imposible”, es como describe el ingeniero los tres años y medio de preparación que requirió para embarcarse 14 días, del 28 de agosto al 11 de septiembre de 2009, en la misión STS-128, la penúltima para la construcción de la Estación Espacial Internacional (EEI).
Junto con otros siete astronautas despegó a bordo del transbordador Discovery. Otros seis los esperaban en la estación. “Sentía como que estaba cumpliendo mi sueño, mi meta. Me sentía muy contento porque realmente lo logré”, describe que fue su sensación una vez que se encontraba en el espacio.
Un viñedo lunar
En 2011 se retiró de la NASA. Pero ese no estaba ni cerca de ser el final de su recorrido porque, como él mismo apunta, “no hay que quedarse ahí; hay que tener otras metas y seguir luchando y echándole ganas a la vida”.
Entonces compró un viñedo en California. “Es como completar el círculo porque trabajé de campesino y ahora aún trabajo en temas agrícolas, pero la gran diferencia es que ahora yo soy el dueño”.
Y no conforme, se fijó otro reto: “a ver si puedes aprender cómo hacer vino”, se dijo. Tres años después lo logró, hizo su propio vino y este 2021 es el primer año que su marca está en el mercado.
Los nombres de su bebida hacen honor a su experiencia espacial. “Tierra Luna Cellars” (Sótanos de Tierra Luna) es el nombre de la marca. Y cada variedad lleva su nombre también. Uno es vino blanco y se llama “Nova Stella”. Los otros dos son tintos, “Stella Z” y “Stella Roja” son sus nombres.
La meta que más le enorgullece
Ser astronauta o crear su propio vino fácilmente podrían ser los logros que más le llenaran de orgullo. Pero hay uno que va más allá de eso, y por ese motivo es el que más atesora: fue coinventor, a finales de los 80′s principios de los 90′s, de un aparato que revolucionó el tratamiento contra el cáncer de mama.
“Eso ocurrió en mi carrera de ingeniero, trabajando en un proyecto en el que desarrollábamos un láser de rayos X”, señala José.
El plan se canceló, pero él y uno de sus compañeros se percataron de que habían desarrollado herramientas para recrear la interacción de los rayos X con distintos materiales, el cuerpo humano incluido.
“Se nos hizo fácil aplicar estos modelos para llegar a una solución más óptima para poder producir imágenes, de forma digital –que fue algo muy nuevo– para la detección del cáncer de mama”.
Así, él y su colega inventaron el primer sistema digital de campo entero para la detección del cáncer de mama. “Si la gente me pregunta cuál es el proyecto del que más orgulloso estoy (...) es de este aparato de mamografía digital, porque la detección en una etapa temprana del cáncer es lo que salva vidas”.
Su aportación representó un antes y un después en el tratamiento de esa enfermedad, ya que es bastante superior a las radiografías que en la época se utilizaban.
Como inmigrante, este ingeniero mexicoamericano está convencido que esa comunidad en Estados Unidos no debe conformarse con solo ir a trabajar, sino buscar más, “hay que prepararse uno, en especial si tienen niños darles la oportunidad de que estudien”, eso a fin de obtener una mejor calidad laboral y de vida, “hay que animar a los jóvenes, alimentar sus sueños”.
A este astronauta-ingeriero-empresario lo han reconocido de una infinidad de maneras. Desde un Doctorado Honoris Causa de la Universidad del Pacífico, que recibió en 2006, hasta encuentros con líderes de la talla de Barack Obama cuando era presidente de Estados Unidos. De igual manera Vicente Fox, cuando gobernaba México, hizo lo propio, así como el Congreso de Michoacán.
Solo queda una palabra para definir a José Hernández: imparable. Y es que contó a Infobae que tiene más proyectos en mente, que seguirán después de que termine con el proyecto del vino.
“Cuando uno logra una meta, hay que definir otra y perseguirla y seguir echándole ganas”, transmite como mensaje, “el chiste es no aflojarle”.
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