“Mi mayor preocupación era repetir la historia”, le dijo el príncipe Harry a Oprah Winfrey en el esperado especial que emitió el domingo la cadena CBS. El menor de los hijos de Lady Di y el príncipe Carlos se refería, claro, a la tragedia de su madre: “Porque no puedo imaginarme lo que debió de ser para ella soportar este proceso sola hace tantos años. Para nosotros dos ha sido increíblemente duro, pero al menos nos teníamos el uno al otro”.
En efecto, esta revelación pública de las intrigas palaciegas de los Windsor, la mayor desde que en 1995 Diana soltó en una entrevista con el periodista Martin Bashir la célebre frase: “En mi matrimonio siempre fuimos tres, así que estaba un poquito concurrido”, es distinta precisamente por eso. Harry está sentado junto a Meghan Markle y le sostiene la mano. Dice que lo alivia estar junto a ella y que apartarse de la monarquía era el único camino posible, que pidieron ayuda y no la obtuvieron, que al igual que para su madre, llegó un punto en que la presión fue insoportable.
En las entrevistas con su profesor de oratoria, Peter Sttelen, que grabó entre 1992 y 1993 y que son parte del documental Diana, en primera persona (2017), Lady Di cuenta el calvario que atravesó al entrar en la Catedral de San Pablo el 29 de julio de 1981, mientras 750 millones de personas se fascinaban con la cola de su vestido de ocho metros de largo y se convencían de que aquella era “la boda del siglo”.
“Fue el peor día de mi vida. Mientras caminaba en dirección al altar, vi a Camilla. Estaba vestida de gris claro, junto a su hijo. ‘Bueno. Estamos todos’, pensé”. De eso hace casi 40 años, pero algunas cosas no fueron muy distintas para su nuera, que se casó con Harry el 19 de mayo de 2018 en la Capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor.
Markle le confió el domingo a Oprah que, como Diana, llegó al altar sin tener del todo claro en lo que se metía. Es cierto que Diana tenía solo 20 años y se estaba casando con el heredero de la corona, y Meghan ya era una actriz de 36 que al menos no dudaba del amor de su futuro marido. Pero no imaginaba, dice, que su vida sería realmente protocolar puertas adentro. Ni las reglas, ni las convenciones ni el acoso del prensa. Y no estaba preparada –ni nadie la preparó– para nada de eso.
Si Lady Di llegó a la iglesia del brazo de su padre, Lord Spencer, Meghan tuvo que sufrir los días previos al casamiento el tremendo asedio de los tabloides por la ausencia del suyo –que vendió una serie de fotos a la prensa–. También por sus amargos entredichos con su cuñada Kate Middleton por los vestidos del cortejo: “Hirió mis sentimientos y me hizo llorar”, le contó a Winfrey.
Tanto Diana como Meghan dieron el sí ante la presencia de buena parte de la realeza europea, jefes de estado y celebridades del mundo entero. Rodeados por la Familia Real Británica que lideraba –y todavía lidera– la reina Isabel II, el beso en el balcón del Palacio de Buckingham fue la tapa de los diarios del mundo entero y motivo de algarabía para el pueblo. Igual que Carlos y Diana, Harry y Meghan encarnaban la modernidad. Las dos princesas parecían traer, cada una en su tiempo, un necesario soplo de aire fresco para los Windsor.
Carlos y Diana se habían conocido en la casa de los Spencer, cuando ella era adolescente y su hermana mayor era amiga del príncipe. “Llegó a Althorp con su labrador. Yo no le daba bolilla. Era una chica gordita, poco inteligente, que andaba a cara lavada. Pero hice ruido y a Carlos le gustó. Para una chica de 16 años, llamar la atención de alguien así era espectacular. Así estuve durante dos años. Lo veía cada tanto y en familia… Yo pensaba que él era muy obvio en su interés. Pero nunca había estado de novia”, cuenta Diana en el documental sobre el romance que a la reina Isabel II –y a sus consejeros– les resultaba de lo más conveniente: era joven, alta, rubia, linda y virgen.
En 1980, cuando su nombre empezaba a relacionarse con el príncipe heredero, todavía trabajaba como maestra jardinera. Meghan, en cambio, ya era una de las estrellas de la serie Suits y estaba divorciada (su matrimonio con el productor cinematográfico Trevor Engelson, en 2011, duró dos años) cuando conoció al hasta entonces díscolo príncipe –sexto en la línea de sucesión– en Londres en 2016.
Diana y Carlos se comprometieron en febrero de 1981 después de sólo trece encuentros como novios, que incluyeron el verano de 1979 en Balmoral, Escocia. Así lo recordó Diana: “Un día me llamó desde Klosters (Suiza) y me dijo: ‘Tengo que preguntarte algo’. Mi instinto me dijo lo que se venía. A esa altura, yo había estado con los Parker Bowles y noté que Camilla sabía mucho de Carlos. Pero fui a Windsor y me preguntó: ‘¿Te querés casar conmigo?’. Me reí. ‘OK’, contesté. Él estaba serio. Me dijo: ‘¿Te das cuenta de que algún día vas a ser reina?’. Le dije: ‘¡Te amo tanto!’. Y él me contestó: ‘Sea lo que sea amar…’. En mi inmadurez, yo pensaba que estaba muy enamorado de mí. Tal vez lo estaba, de alguna manera…”.
Sin embargo, el nombre de Camilla, la esposa del brigadier Andrew Parker Bowles, seguía sonando fuerte alrededor del novio de Lady Di. “Después del anuncio del compromiso, recibí una carta de Camilla en la que me felicitaba, me invitaba a almorzar y me decía que quería ver mi anillo. A los pocos días, Carlos se iba a Australia. Y antes de la despedida –hay fotos mías llorando con un tapado colorado– me pasó lo más horrible que me podía pasar: Camilla lo había llamado para despedirse”, aseguraba Diana en las grabaciones.
Y sigue: “Entonces, alguien de la oficina de Carlos me comentó que él le había mandado a hacer una pulsera. Al ver el paquete, encaré a uno de sus secretarios, se lo saqué y lo abrí. Fue devastador. Sabía que se la iba a dar esa noche. Me dio mucha rabia. Ese día almorcé con mis hermanas y les aseguré: ‘No me puedo casar’. Pero me contestaron: ‘Tu cara ya está en los repasadores. Es muy tarde para arrugar’”.
Las cosas también fueron rápido entre Harry y Meghan, y aunque incluyeron viajes y escapadas románticas, el primer comunicado oficial que hizo el príncipe sobre la actriz californiana no fue para oficializar la relación, sino para exigirle a los tabloides que terminaran con la “ola de abuso y acoso”, y el sexismo, la xenofobia y el racismo de los que sentía que no era capaz de protegerla. Carlos anunció el compromiso de su hijo con Markle en noviembre de 2017, que se convertiría en la primera estadounidense en casarse con un miembro de la realeza británica desde la boda de Wallis Simpson con el príncipe Eduardo más de 80 años atrás.
La angustia de Diana por el desamor de Carlos tuvo consecuencias directas en su salud. “La bulimia empezó una semana después de nuestro compromiso. Puso una mano sobre mi cintura y me dijo: ‘Estás un poquito gordita acá, ¿no?’. La primera vez que me midieron para el vestido de novia contaron 73 centímetros de cintura. El día que me casé medía 54. Estaba colapsada. Y la noche anterior a casarme comí todo lo que encontré. Estaba muy enferma”, recordó frente a Peter Sttelen.
Después del casamiento, el príncipe y la princesa de Gales se fueron de luna de miel a bordo del yate Britannia al Estrecho de Gibraltar –motivo por el cual los reyes de España no habían estado en el enlace–. “Mi marido llevó ocho libros a nuestra luna de miel. Nunca estábamos juntos… Yo lloraba. En un momento, abrió su agenda y aparecieron dos fotos de Camilla. Además, vi que tenía un par de gemelos con dos C engarzadas. Le dije: ‘Te los regaló Camila, ¿no?’. Y él contestó: ‘¿Qué tiene de malo? Es una amiga’. ¡Me puse muy celosa!”, aseguró. Y agregó, sin medias tintas: “En ese entonces, recién casada, la bulimia era muy fuerte. Estaba cada vez más flaca. Me lastimé… Pensé en cortarme las muñecas… No dormía de noche. Los psiquiatras y terapeutas me daban altas dosis de Valium”.
En su entrevista con Oprah, Meghan repitió varias veces que fue “silenciada” cuando ingresó a la familia real y que durante esa época vivió los peores momentos de su vida, incluso con ideas suicidas. “Simplemente no quería seguir viva. Y ese era un pensamiento muy real, claro, aterrador y constante”.
Para Diana, la llegada de los hijos, William –21 junio de 1982– y Harry –15 de septiembre de 1984–, no torció el destino. “Afortunadamente, quedé embarazada de William. Nos fuimos de gira por Gales. Yo sólo trataba de que mi marido se sintiera orgulloso de mí. Un día me dijo: ‘No te voy a escuchar’. Y me tiré por las escaleras, sin pensar que llevaba a William dentro mío. La reina siempre me dijo que la bulimia era la razón por la que mi matrimonio se estaba viniendo abajo. Todos pensaban que la enfermedad generaba mis problemas matrimoniales, no que era un síntoma”, se la escucha decir en el documental.
Según la duquesa de Sussex el final de su primer embarazo fue traumático: “En los últimos meses me dijeron que nuestro hijo no iba a recibir seguridad. Como no le iban a dar el título de príncipe no le daban seguridad. Pero nosotros no habíamos creado esa monstruosa maquinaria a nuestro alrededor, necesitaba estar seguro”. Oprah, sorprendida, preguntó cómo explicaban que Archie, el hijo de Harry, no iba a ser Príncipe. Meghan, indignada, insistió: “El primer miembro de la familia real de color no recibió un título. Y se dijo que fue nuestra decisión, pero no lo fue”. “¿Crees que fue por su raza?”, preguntó la presentadora. “Voy a dar una respuesta honesta: durante todos esos meses en los que nos hablaban sobre si recibiría un título también hablaban sobre cuán oscura sería su piel”, reveló Meghan, aunque no dijo quién pronunció esa frase.
En las grabaciones de Diana se la escucha decir sobre su segundo embarazo: “Harry llegó milagrosamente. Antes del parto, Carlos y yo estuvimos muy unidos. Pero después de que nació… ¡bang! Nuestro matrimonio se derrumbó. Yo sabía que él había vuelto con su amante”. Tal vez no sea casual que aquel niño del milagro se haya convertido en el hombre que ahora toma la mano de su mujer embarazada, le anuncia al mundo que pronto tendrán una hija y que hoy es feliz y tiene todo lo que desea.
“Nos fuimos (del Reino Unido y de la realeza) porque no nos apoyaban, no nos entendieron”, aseguró Harry el domingo, en referencia a su familia y a la prensa. “Estaba atrapado pero no lo sabía. Estaba atrapado dentro del sistema, como lo está el resto de mi familia. Mi padre, mi hermano están atrapados en esa vida y no pueden salir”.
“¿Qué pensaría la princesa Diana sobre su separación de la familia real?”, preguntó Oprah.
Harry no lo dudó: “Creo que ella se sentiría muy enojada por cómo resultó, pero al mismo tiempo querría que fuéramos felices”.
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