Ese martes primero de junio de 2004 sería muy distinto a todos los martes vividos en la escuela primaria Okubo de la ciudad de Sasebo, en Nagasaki, Japón.
A la hora del almuerzo Natsumi Tsuji (11) invitó a su íntima amiga Satomi Mitarai (12) a un aula vacía. Quería enseñarle un nuevo juego, muy entretenido. Natsumi la guiaría. Sentó a Satomi en una silla, le quitó los anteojos y los apoyó con cuidado en un banco vecino. Le dijo que iba a morir. A pesar de eso, Satomi no salió corriendo. Después de todo, era solo un juego. Natsumi le explicó que no debía mirar y le preguntó si le gustaría tener una toalla sobre sus ojos. Satomi se negó. Entonces, Natsumi tapó los ojos de su amiga con una de sus manos y, con la otra, sacó un filoso cúter y se lo clavó en el medio del cuello. Satomi, con la garganta abierta, se quedó sin voz para pedir ayuda y no llegó a defenderse. Natsumi continuó dando rienda suelta a su rabia y le cortó las dos muñecas. Satomi quedó tirada en el suelo de la clase vacía, agonizando en total silencio.
Su asesina salió de allí muy tranquila y caminó hasta su aula. En el camino, debía bajar una escalera. Varios alumnos la vieron descender los escalones con la ropa y su buzo gris manchados de sangre. Uno de ellos sacó su celular y capturó varias imágenes. Una de esas fotos o una imitación de ella, no se sabe muy bien y ya lo contaremos después, daría la vuelta al mundo.
Natsumi siguió caminando impasible e ingresó a su propia clase. La sorpresa, al verla ensangrentada, fue generalizada. El profesor, que ya había notado que faltaban las dos pequeñas, se aterró. Salió rápidamente a buscar a Satomi. Natsumi fue, detrás de él, llorando y repitiendo: “He hecho algo malo”.
Cuando llegó la ambulancia el corazón de Satomi ya se había detenido por la masiva pérdida de sangre.
El estupor de todos era palpable: las manos asesinas tenían solo 11 años.
El lado oscuro de la normalidad
La estudiante japonesa Natsumi Tsuji nació el 21 de noviembre de 1992. Su infancia fue, en apariencia, normal. La pequeña demostraba tener entusiasmo por los deportes y jugaba al básquet en el equipo del colegio. Tenía excelentes notas y su coeficiente intelectual era altísimo: rozaba los 140 puntos, un puntaje que solo tiene el 0,5 por ciento de la población. Amaba jugar con gatos y mirar películas. Se la veía una niña sana y alegre, en crecimiento.
Cuando el deporte comenzó a insumirle demasiado tiempo, su madre observó un leve descenso en sus calificaciones. Se preocupó y le pidió suspender el básquet temporalmente. Natsumi se volcó a Internet. Empezó a pasar horas y más horas, encerrada en su cuarto, mirando películas de terror. Se hizo fanática del animé y del manga (historias animadas, ilustradas o impresas, que conforman expresiones artísticas originarias de Japón). Un día, al ver la película japonesa Battle Royale, quedó impactada: el filme trataba sobre una sociedad futurista en la que unos 42 estudiantes eran enviados a una isla desierta donde debían sobrevivir matándose entre sí. El mundo gore, término que en inglés significa sangre y que se usa para denominar a un género cinematográfico donde las películas son de violencia explícita extrema, obsesionó a Natsumi.
Fue por entonces que se le ocurrió crear su propia página con animaciones de terror. Tuvo éxito inmediato y comenzó a hacerse conocida en el mundillo del género gore.
Un día, tuvo una discusión con Satomi Mitarai, su compañera de clase y mejor amiga. Satomi le dijo que ella era mucho más popular y, luego, publicó en el sitio de Natsumi un mensaje donde la llamó “gorda” y “pretenciosa”. Natsumi se enojó mucho y le exigió que se disculpara. Satomi no prestó atención a la rabia de su amiga y, sin darse cuenta, se convirtió en el foco de su creciente ira.
Natsumi, que había retomado el básquet, volvió a abandonarlo. Esta vez fue por su propia voluntad. Sus notas escolares nuevamente comenzaron a bajar. En su diario escribió: “No me gusta realmente jugar con mis amigos”. Se volvió agresiva con sus compañeros y con su familia. Pateaba a los chicos de su edad y los empujaba con fuerza contra las paredes.
Mientras eso sucedía en el colegio, en casa seguía con su blog dedicado al terror. Se había consolidado como una referente en la red. Estaba obsesionada con la serie de tevé Monday Mystery Theater, donde mucha gente era asesinada con cúters o pequeños cuchillos.
Fue por esas semanas que protagonizó un violento episodio donde amenazó con un cúter a un compañero de clase.
Menos de un mes después del epíteto de “gorda” por parte de Satomi, vendría la venganza real. Sería en un aula y sin testigos directos.
El primero de junio de 2004 la clase entera de Natsumi se reunió en el patio del colegio para hacerse la típica fotografía escolar anual. En esa foto, Natsumi está parada a un par de metros de Satomi, mientras las dos forman la “V” de la Victoria con sus dedos.
Es la última foto de Satomi con vida.
Un cúter para subsanar heridas del alma
Cuando llegó la policía, Natsumi confesó y dijo que lo tenía planeado desde hacía cuatro días. En las dependencias policiales mostró algo de arrepentimiento: “He hecho algo malo, ¿cierto? Lo siento, lo siento mucho”, vocalizó mientras lloraba.
Pasó la noche en la comisaría. Lloriqueaba y se negaba a comer. Al final, aceptó un poco de pan y un jugo. Cuando los detectives de homicidios le preguntaron los motivos por los que había matado a su amiga reveló que se habían peleado por unos mensajes que Satomi le había escrito en Internet.
Como la ley japonesa prohíbe la publicación de los nombres de los menores implicados en delitos, el verdadero nombre de la niña no apareció, al principio, en la prensa y la llamaban la Chica A. Luego, los medios de comunicación la rebautizaron Nevada, por la inscripción que se leía en su buzo en la última foto escolar. A Nevada, los japoneses le agregaron dos sufijos Tan o Chan (Tan significa “pequeña” y Chan, también, pero es más afectuoso). Así fue que empezaron a referirse a ella como Nevada Tan o Nevada Chan.
Su nombre real trascendió por error, cuando un conductor de noticias de la televisión japonesa TV Fuji, que mostraba sus dibujos escolares, se descuidó y lo mencionó al aire… Natsumi Tsuji.
El 15 de septiembre de 2004, una corte de familia, decidió institucionalizar a la pequeña por la severidad de su crimen. Fue enviada a un reformatorio ubicado en la prefectura de Tochigi y sentenciada, primero, a dos años de reclusión. Estando allí fue entrevistada por varios psicólogos y psiquiatras infantiles, quienes le practicaron todo tipo de exámenes. Trascendió que Natsumi padecía el Síndrome Hikikomori: los que lo sufren se aíslan y no quieren salir de sus casas, ni tener trato con gente. Luego se dijo que, por sus problemas de comunicación y por sus intereses tan obsesivos, Natsumi podría sufrir el Síndrome de Asperger. Pero ninguno de estos síndromes, decían los especialistas, explicaban la conducta tan agresiva de la niña.
El 18 de marzo de 2005, su división escolar se graduó de la primaria. Los alumnos recibieron el clásico álbum de regalo con una hoja extra en blanco: allí podrían poner fotos de Satomi Mitarai, de la asesina o de las dos. El padre de Satomi, Kyoji Mitarai, de 46 años, aceptó el certificado en nombre de su hija menor. Kyoji, que era el director del diario Mainichi Shinbun, en Sasebo, había perdido a su mujer un par de años antes debido a un cáncer; su hijo mayor ya vivía solo y a su cargo quedaban su hija, de 14, y Satomi, de 12. Durante la ceremonia, un maestro puso en una silla vacía entre las alumnas sentadas, un enorme retrato de Satomi.
La asesina también obtuvo un certificado, ya que era esperable que fuera reintegrada a la sociedad para hacer el secundario.
Cumplidos los dos años en el reformatorio, en septiembre de 2006, le dieron dos más de encierro. Querían seguir evaluándola psicológicamente.
El 29 de mayo de 2008, le otorgaron el arresto domiciliario. La corte japonesa dijo que ella había desarrollado las habilidades necesarias para interactuar con otros en la sociedad y las autoridades locales admitieron que no buscaban una sentencia adicional.
En 2013, con 20 años, fue liberada y se trasladó con su familia a un lugar desconocido.
Una legión de locos
Aquellas imágenes de Natsumi ensangrentada en la escalera fueron incautadas por la policía. La Oficina de Asuntos Legales del Distrito de Nagasaki advirtió seriamente a la comunidad internauta sobre el tema: no debían divulgar esas fotos. Aun así no pudieron impedir que se viralizaran por la web algunas otras imágenes que se creen son imitaciones (también llamadas cosplay). Sobre todo hay una, que dio la vuelta al mundo, donde se la ve sonriente, cubierta con la sangre de su amiga, mirando a la cámara desde la escalinata, con una falda de jean, zapatillas blancas y un buzo gris donde se lee la palabra “NEVADA” en el pecho. Dentro del bolsillo, sobresale el cúter sanguinolento. Lo cierto es que no hay certeza alguna sobre el origen de dicha fotografía. Si miramos la foto real sacada ese día de toda la clase, en el colegio, y la comparamos con esta, se pueden observar varias diferencias. La palabra Nevada, en la foto escolar, tiene las letras blancas y el buzo es de manga larga; en la que sería un cosplay, el buzo tiene mangas cortas y las letras se ven grisadas. Además, la chica ensangrentada de la foto parece de más edad y mucho más alta.
El estricto hermetismo japonés sobre el caso hizo que muy pocas fotos puedan ser consideradas auténticas. De todas formas, el fenómeno fue imparable. Una legión de fans de Natsumi empezó a poblar los foros japoneses y se expandió por todo el planeta. Sus seguidores se dedicaron a rendirle homenaje con dibujos, muñecos, juegos de video, animaciones, memes, canciones, poemas e historietas. Los cosplay emulando su imagen se pusieron de moda. Algunos fanáticos buscaron información sobre ella y llegaron a descubrir donde había vivido. Su casa se convirtió en un sitio de oscuro peregrinaje. Un grupo de rock alemán se rebautizó, en su honor, como Nevada Tan y la banda Fecal Matter Discorporated le dedicó un disco: “A ella y a todas las pequeñas japonesas que asesinan gente”. El grupo australiano Love Outside Andromeda le compuso un tema. Incluso, en Internet, circula una especie de canción-himno. La letra no tiene desperdicio y demuestra que la creatividad a veces se derrocha. Dice así:
Esa chica con tanta rabia,
la chica del aula de estudio.
Mira aquí, Neva.
Hay algo especial en tu cúter
¡NE-VA-DA!
Por favor, por favor, no me hagas daño.
Me vas a apuñalar en el cuello.
¡No, no, no! ¡No me mates!
¡NE-VA-DA!
Esa chica se ha vuelto muy popular.
Esa chica con su rayo especial de “buenos días”.
Mira aquí, Neva.
Hay algo especial en tu cúter
¡NE-VA-DA!
¡Por favor, por favor, no me rajes!
Mi roja sangre se esparcirá por todas partes.
¡No, no, no! ¡No me mates!
¡NE-VA-DA!
Natsumi se había convertido en un ícono macabro para adolescentes, y algunos adultos, perturbados.
Debate social y ventas
El negocio online de la Universidad de Nevada, en los Estados Unidos, que vendía el buzo gris con la inscripción que había usado Natsumi el día que mató a su amiga, reconoció que dicha prenda había sido el ítem más vendido en los meses posteriores al homicidio. Luego, por pudor, lo sacaron por un tiempo del catálogo.
El crimen de la menor desató un amplio debate en la sociedad japonesa donde, en el año 2000, se había bajado, la imputabilidad de los menores de 16 a 14 años. Esto había sucedido luego de un horrendo crimen en la ciudad de Kobe, en 1997, donde el asesino resultó ser un menor de 14 años. Ahora, con este nuevo caso... ¿debían bajar la edad a 11 años? La discusión no prosperó.
Hoy Nevada tiene 28 años y vive en algún rincón del planeta, escabullida de la estrafalaria comunidad de sus fans de Internet.
Quizá, manteniendo en secreto su truculento pasado, tenga la oportunidad de ser feliz y de llevar una existencia tranquila. Satomi Mitarai no tuvo nada.