Su nombre es Maha Vajiralongkorn Bodindhorndevarangkul. Si le agregáramos los títulos honorarios y nobiliarios sería mucho más largo todavía. Llamémoslo Rama X, su apelativo monárquico.
TIene 68 años pero parece menor: las ventajas de no haber trabajado nunca. Es, desde fines del 2016, el Rey de Tailandia, el décimo de la Dinastía Chakri.
Durante el último año casi no pisó su reino. Apenas comenzó la pandemia, varios males se abalanzaron sobre Tailandia. A la preocupación por el Coronavirus y las falencias del sistema sanitario, se sumaron los problemas económicos derivados de la baja abrupta (podríamos decir desaparición) del turismo, principal fuente de ingresos del país. La manera más gráfica de ejemplificar la situación fue la nula actividad de los aeropuertos del país. Durante meses no hubo ni arribos ni partidas de vuelos internacionales. En ese tiempo sólo un avión despegó de Bangkok. Fue el Boeing del rey tailandés. Él, con los principales miembros de su corte, su esposa (que se bajó en la escala de Zurich) y 20 concubinas fue a pasar el aislamiento en un hotel de lujo de Baviera que reservó en su totalidad.
En ese hotel, Rama X acondicionó el salón más grande para un fin especial. El nombre ya indica su destino: La Sala de los Placeres.
Allí permanecen sus dos decenas de concubinas, amantes reales que esperan su momento de entrar en acción. Se les hace complicado diferenciarse. Todas tienen un físico similar (los gustos del rey son monótonos) y todas deben, antes de ingresar al elenco, pasar por el peluquero del palacio para que les corte el pelo del mismo modo. Es como si estuviesen clonadas.
Tal vez, la uniformidad, la intención de igualarlas no responde sólo a los gustos del rey, sino que de esa forma las obliga a competir, a realizar un enorme esfuerzo para diferenciarse. No hay datos ciertos ni pruebas sobre el funcionamiento de ese catálogo de amantes pero voces autorizadas afirman que las mujeres son permanentemente drogadas para estar siempre disponibles para satisfacer los deseos sexuales de Rama X.
Después de unos meses en el hotel alemán, el Rey volvió a su tierra. Antes hizo una escala en Suiza, donde recogió a su esposa Suthida Tidjai, que también había alquilado un gran hotel para pasar la pandemia. En Bangkok, lo esperaban el primer ministro y algunos ministros. El rey participó de las fiestas populares del Día Chakri y esa misma noche se volvió a subir al avión para retornar a la seguridad alemana.
Muchas jóvenes tailandesas anhelan integrar el harén de Rama X. Pero ese deseo es todavía más firme en sus familias. La cercanía con el rey, integrar la corte, los regalos lujosos, las oportunidades de negocios y la posibilidad latente de convertirse en reina.
Ese ascenso ha pasado alguna vez. Pero lo que sucede con mucha mayor frecuencia es que las concubinas terminen echadas, vejadas y hasta encarceladas. Lo mismo para sus familiares que de pronto pasan a llenar las prisiones tailandesas. Algunas de las chicas hasta han aparecido muertas. Cualquier gesto a destiempo, una mala performance sexual o tan solo un mal sueño del rey puede acabar su carrera en la corte y hasta con su vida.
Entre las mujeres de rey hay tres categorías diferentes, tres estratos. Están las concubinas (las integrantes del harén), la consorte real y finalmente la esposa (Rama X se ha casado cuatro veces).
La categoría intermedia es un viejo instituto de la realeza tailandesa que había caído en desuso desde hacía más de un siglo. Rama X lo desempolvó y le dio ese título a Sineenat Wongvajirapakdi. La consorte real es una concubina con privilegios, que recibe nombramiento oficial y beneficios varios y aparece públicamente con el rey. El nombramiento cayó mal en la sociedad tailandesa. Un nueva muestra del rey de su desapego por la vida moderna o por los intereses de su gente; una nueva manera de enrostrar sus privilegios.
En los siglos anteriores el nombramiento de consortes reales era fruto de acuerdos políticos. Era una manera que tenía el rey de favorecer a familias adineradas y poderosas de distintas zonas del reino, que a cambio de la entrega de una hija recibían beneficios y trato nobiliario. El rey con su impunidad no necesitaba nombrar consorte a ninguna mujer para tener acceso a ella.
Pero como suele ocurrir con Rama X la situación escaló con velocidad. Meses después, la destituyó y la mandó encarcelar. Sineenat Wongvajirapakdi fue acusada de faltar el respeto a su majestad y horadar a la monarquía. Se sospecha que Sineenat, envalentonada por su flamante investidura, intentó que el rey dejara a su nueva esposa y se casara con ella. Pero lo que terminó de enfurecer a Rama X fue que ella se animara a criticarlo. Se habló de deslealtad, de excesiva ambición y hasta de ingratitud.
Pese a su escaso apego a las leyes, el rey siempre tiene a mano las normas penales que tipifican el delito de Lesa Majestad. Ningún habitante tailandés puede criticar al rey ni a la institución monárquica. Las penas son severísimas: contemplan hasta 15 años de prisión efectiva.
Sineenat pasó por diversas tareas cercanas a Rama X. Primero fue enfermera para después ingresar al ejército. Por último consiguió un upgrade extraordinario siendo nombrada general del ejército tailandés.
Pero la historia de Sineenat no termina en este breve auge y furibunda caída, siguió sumando más capítulos, siempre escandalosos como todo lo que refiere al rey tailandés.
Cuando parecía que Sineenat era cosa del pasado y que le esperaba nada más que el ostracismo, la oscuridad y un pegajosa celda, fue reivindicada por el rey y recuperó su status previo.
Rama X perdonó a Sineenat y ordenó su liberación. Pasó de estar en un calabozo de la cárcel femenina de Lat Yao, en Bangkok a una suite de lujo del Grand Hotel Sonnenbichl de Baviera, donde se alojan los miembros de la corte desde que se desató la pandemia. Las fotos del rey buscando a Sineenat al pie del Boeing de la corona en la pista de aterrizaje alemana recorrieron el mundo.
Un regreso del que se habló en las calles tailandesas en las que los avatares del monarca ya se siguen con fastidio y no tan en silencio como antes.
Pero falta un episodio más en esta historia triangular. A mediados del año pasado, Andrew MacGregor Marshall un periodista inglés del The Times recibió en su escritorio una tarjeta de memoria. Dentro del sobre había una carta de dos párrafos. En ellos constaba una breve biografía que parecía sacada de Wikipedia que consignaba los datos principales de la trayectoria de Sineenat, para que al periodista no le quedaran dudas quien era la mujer que aparecía en esas casi 1400 fotos digitales de alto contenido sexual. Imágenes de desnudez o en diferentes poses sexuales de Sineenat.
Tras una breve investigación las sospechas apuntaron, sin sorpresa alguna, a Suthida, la esposa de Rama X, a la actual reina que quiso destruir a su rival más cercana días después de su restablecimiento. Una porno venganza monárquica.
Educado en los mejores colegios ingleses, el actual rey fue siempre díscolo y propenso a llamar la atención. Sus peleas en el colegio eran épicas y se movía como un matón que no debe explicaciones a nadie ni está obligado a respetar ninguna norma. Siempre acompañado por asistentes y guardaespaldas, uno de ellos tenía casi como única función sostenerle los libros y útiles escolares y atarle los cordones de los zapatos, manualidad que Rama X nunca se molestó en aprender porque confió en que siempre iba a tener a su lado quien lo hiciera por él.
Él esperó mucho tiempo ser coronado. Su padre, longevo, fue monarca durante 64 años. Mientras tanto su hijo disfrutaba de los beneficios de la fortuna y la impunidad del poder para vivir despreocupadamente.
El rey Bumibhol era adusto y mesurado, no incurría en el exhibicionismo e intentaba que su figura se mantuviera prístina ante los ojos de su pueblo. La gente lo quería, lo sentía cercano a él pese a que no solía mezclarse con ellos y que sus bienes sumaran los 30.000 millones de dólares, una de las mayores fortunas del mundo.
Ese recato se traducía también en el respeto público a su esposa Skirit. No había consortes, ni concubinas pululando a la vista del pueblo. La monogamia era un mensaje que esperaba que escucharan los tailandeses y también su hijo, el futuro sucesor. La reina Sirikit, madre de Rama X, lo había explicitado: “Mi hijo es un buen estudiante, buen chico, pero las mujeres le encuentran interesante y él las encuentra aún más interesantes. Es un poco Don Juan. Pero si los tailandeses no aprueban su conducta, tendrá que cambiar o abandonar la familia real”.
Tras la muerte de Bumibhol, pareció que su hijo sentaría cabeza y que seguiría los pasos del padre. No aceptó ser coronado de inmediato. Pidió que la ceremonia se pospusiera unas semanas para transitar su luto en paz y con el debido pesar. Pareció una buena señal de que se había encaminado.
Pero tres días antes de la ceremonia dio un nuevo golpe de timón. Nadie esperaba que se casara de nuevo. Suthida Sutjai se convirtió en su cuarta esposa (fue una semana agitada la de Suthida: con diferencia de tres días contrajo matrimonio y se convirtió en reina). Rama X la había conocido en el trabajo: era azafata del avión real. Luego fue guardaespalda y también fue ascendida súbitamente en la jerarquía militar.
Todos creyeron que su vida anterior de despreocupado playboy se había terminado. Pero tras la coronación recuperó ímpetu y se dedicó a desempolvar viejas costumbres tailandesas en desuso desde que su padre y su abuelo habían accedido al poder. Cada uno de esos primeros gestos de Rama X en el ejercicio era una muestra de poder desembozado y de alejamiento de los problemas reales de los tailandeses. El decoro no es el territorio de Rama X. En cada aparición pública, en cada movimiento el nivel de ostentación es cada vez mayor.
Hay otro personaje clave de la familia real que tuvo protagonismo importante en estos últimos años y que provocó un gran dolor. El perro monárquico Foo Foo tuvo, como no podía ser de otra manera, su nombramiento oficial: comandante de la Fuerza Aérea tailandesa. Acompañaba al rey en cada aparición pública, siendo el único que podía antecederlo en el paso. Ese pequeño ejemplar de pelos blancos suaves llevaba un uniforme militar idéntico al del monarca: blanco, con los vivos dorados, charreteras y hasta varios condecoraciones. El perro murió en 2015 y recibió un largo funeral de Estado que duró varios días.
Foo Foo gozó de varios festejos fastuosos a lo largo de su vida. Uno de ellos, el de 2009, provocó otro revuelo gracias a unas fotos que se filtraron. En esas imágenes se ve a Suwadee, la tercera esposa de Rama X (todavía príncipe), vestida solo con una tanga de hilo dental y comiendo lo que parece comida de perro. En otras fotos de esa fiesta se la ve en topless al lado de su marido -se ven cabezas de varios invitados- y al lado de la torta del canino real.
Luego del divorcio, Suwadee desapareció de la vida pública. Se la alejó de su hijo y no permitieron que tuviera más contacto con él. El año pasado circularon unas fotos en las que se la veía en una aldea muy pobre trabajando en unos cultivos.
La primera esposa de Rama X fue Soamsavali Kitiyakara, su prima hermana. Se casaron en 1977 y tuvieron una hija, la princesa Bajrakitiyabha. Se divorciaron en 1993. Rama X la acusó de haberle sido infiel. Fue una excusa para liberarse de ella y casarse con la actriz Yuvadhida Polpraserth. De la que años después también se divorcio con escándalos varios incluidos.
Su prolongada estadía en Alemania produjo que el hastío se difundiera. Y si antes las críticas a la realeza se hacían con murmullos y medias palabras para no incurrir en el delito de Lesa Majestad, esta situación terminó con la paciencia de muchos ciudadanos. Además ya no se trata de conversaciones en mercados o en bares. Los jóvenes coparon las redes sociales y crearon un hashtag (#¿para qué queremos un rey?) en el que acumularon sus críticas y quejas ante la falta de conexión del rey con su pueblo.
En las calles de Bangkok y en otras ciudades hubo manifestaciones contra el Primer Ministro y contra el monarca y el clima no parece mejorar.
Su ausencia también provocó un conflicto diplomático. Autoridades alemanas salieron a amonestar públicamente al rey por gobernar desde su territorio, algo prohibido por las leyes alemanas.
En sus últimas apariciones a Rama X se lo vio con Sineenat. En suelo alemán, ambos estaban vestidos de la misma manera. Lejos de los trajes suntuosos, repletos de hilos de oro y sedas exóticas, el rey y la consorte llevaban jeans ajustados y breves tops blancos que dejaban el abdomen plano y cuidado del rey al aire. Ese look también permite ver el tatuaje inmenso que cubre toda su espalda.
Rama X parece dispuesto a seguir disfrutando de sus millones, de su vida desprejuiciada, desechando mujeres y cada vez más alejado de los tailandeses. Pronto, sin dudas, protagonizará más historias escandalosas.
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