El Padrino 3: las dudas de Pacino, el rechazo a Madonna y el cambio del final

Hace 30 años se estrenaba la saga de la familia Corleone. El director se había negado cientos de veces a hacerla, pero las deudas loa acosaban y dio el sí junto a Mario Puzo. Cómo convenció a Al Pacino, el colapso de Winona Ryder, las críticas a Sofía Coppola, el enojo de Robert Duvall, la aparición de Andy García y el grito de Coppola para rechazar a Madonna. La reedición como “Epílogo: La muerte de Michael Corleone”

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El Padrino III

En esos quince años, Francis Ford Coppola había prometido muchas veces que no filmaría la tercera parte. No cedería a la tentación de las ofertas millonarias, ni a la presión de los ejecutivos. Hasta solía bromear: “La única posibilidad de una tercera entrega sería una película llamada Abbott y Costello se encuentran con El Padrino”, haciendo referencia a el film que hizo el dúo luego que las películas de Frankestein fueran furor en la década del 30; cuando ya no supieron con quien emparejar al monstruo lo involucraron en andanzas con los cómicos.

El Padrino había causado una especie de temblor en la industria en el momento de su aparición. Apenas se estrenó nadie, ni críticos ni el público, dudó que la película tenía destino de clásico. Arrasó en la taquilla y también en la temporada de premios. Relanzó la carrera de Marlon Brando y forjó el destino de Coppola y de Al Pacino.

Pero, tan sólo dos años después, tentaron al destino. Parecía imposible que la nueva apuesta saliera bien. ¿Cómo superar -o al menos alcanzar- a la primera entrega? Pero con El Padrino 2, Coppola (en el medio de las dos filmó La Conversación: un trinomio perfecto e impresionante en tan sólo tres años), Mario Puzo y Al Pacino lo volvieron a hacer. El díptico desde ese instante fue puesto entre las grandes películas de la historia del cine. A partir de ese momento la pregunta al director era obligada: ¿cuándo filmaría la tercera parte de la saga?

Al Pacino pidió 7 millones de dólares y parte de las ganancias por la tercera película de El Padrino. Ya era una leyenda. Coppola, para demostrarle que la oferta de 5 millones era definitiva, le mostró una versión del guión cuya escena inicial era el funeral de Michael (Paramount)
Al Pacino pidió 7 millones de dólares y parte de las ganancias por la tercera película de El Padrino. Ya era una leyenda. Coppola, para demostrarle que la oferta de 5 millones era definitiva, le mostró una versión del guión cuya escena inicial era el funeral de Michael (Paramount)

Paramount hacía lo suyo. Insistía, mandaba escribir guiones basados en historias de Puzo o inspirados en los personajes de las dos primeras películas. Coppola negaba con firmeza y explicaba que El Padrino, o Michael Corleone, no era Sherlock Holmes: el personaje tenía un arco dramático, a él no se lo podía insertar, inmutable, en medio de una aventura; no podía protagonizar aventuras o historias distintas, aunque en el fondo siempre parecidas entre sí (aunque las tres tengan algún elemento que las emparenta con las franquicias más allá de que se repitan los actores: las tres comienzan de la misma manera, con toda la familia involucrada en un gran festejo en ocasión de una celebración religiosa).

Pero entre 1974, año del estreno de El Padrino 2 y 1989, muchas cosas cambiaron en la vida y en la carrera de Coppola. Después de una década de los setenta gloriosa (a las tres mencionadas hay que agregarle otra obra maestra: Apocalypse Now), la megalomanía de Coppola chocó en One From the Heart, un musical fallido de 1982 que derivó en el colapso financiero de Zoetrope, su productora. A partir de ese momento, el éxito comercial le fue esquivo y la unanimidad crítica que había generado se diluyó. Parecía que todos esperaban de él siempre algo distinto a lo que ofrecía.

Sin embargo, más del 9 % de los directores de cine del mundo hubieran querido filmar películas de la calidad de los “fracasos” de Coppola en los ochenta. Cuatro de ellas son, al menos, excelentes: La Ley de la Calle, Los Marginados, Peggy Sue y Tucker. Las deudas acosaban. Y, además, era un hombre destrozado, roto por dentro: su hijo Gio de 22 años había muerto un tiempo antes en un absurdo accidente náutico.

Francis Ford Coppola se había negado a hacer la saga, pero estaba con graves problemas financieros y decidió aceptar el trabajo junto a Mario Puzo (Seakwood/Paramount/Kobal/Shutterstock)
Francis Ford Coppola se había negado a hacer la saga, pero estaba con graves problemas financieros y decidió aceptar el trabajo junto a Mario Puzo (Seakwood/Paramount/Kobal/Shutterstock)

En algún momento vio que Paramount estaba dispuesta a seguir adelante con un proyecto en que El Padrino se metía en el narcotráfico y participaba del derrocamiento de un tirano latinoamericano.

Hasta que tentado por la posibilidad de tener un salario importante siguió pensando en los Corleone y encontró algo que quería contar, algo distinto pero que complementara las películas anteriores. Pensó en El Padrino 3 como una especie de epílogo. Ya no como una continuación, o como una manera de alargar la vida de la familia, sino como la parte final, el cierre de la historia, el dibujo completo de Michael, su personaje principal. En boca de Coppola se puede poner la frase que él le hace decir a Michael en esta tercera entrega: “Justo cuando pienso que estoy afuera, me vuelven a empujar hacia adentro”.

Las negociaciones fueron rápidas para lo que se estila y para lo complejo del proyecto. Por su trabajo de director y guionista cobraría 6 millones de dólares y el guión lo escribiría, una vez más, junto a Mario Puzo. Exigió, y obtuvo, plena libertad creativa; él tendría la palabra final en cada decisión artística. La contrapartida que el estudio exigió fue que no se pasara ni un dólar del presupuesto y que debía cumplir con el cronograma establecido; no aceptaban ni un día de demora. La película debía estrenarse en la navidad de 1990. Todo el trabajo debía hacerse en poco más de un año.

Andy García y Al Pacino. A MarioPuzo se le ocurrió el papel del hijo ilegítimo de Sonny (Paramount/Kobal/Shutterstock)
Andy García y Al Pacino. A MarioPuzo se le ocurrió el papel del hijo ilegítimo de Sonny (Paramount/Kobal/Shutterstock)

A Mario Puzo se le ocurrió la idea de Vincent, el hijo ilegítimo de Sonny, interpretado por Andy García, que pide su lugar en la familia. De Coppola y su lectura de los diarios es la trama que involucra al Vaticano, la muerte de un Papa (inspirada en la de Juan Pablo I) y el Banco Ambrosiano.

El casting necesitaba a Al Pacino. De hecho al actor le habían ofrecido varios de esos guiones que circularon por la Paramount pero él se negaba a encarar a Michael Corleone sin Coppola. “Pensé que nunca iba a haber una tercera parte. Me lo habían ofrecido varias veces pero a Francis no le interesaba. Y sin él, no lo hubiera hecho. Coppola es el que tiene el pulso del material”, dijo en el momento del estreno de la tercera parte.

En 1972 Coppola tuvo que luchar contra todos para que Pacino se quedara con el papel porque los productores no confiaban en él, no veían que pudiera con semejante personaje. En el tiempo transcurrido Pacino se había convertido en una leyenda (hasta aparecía en otras películas: Tony Manero hablándole a su poster en Fiebre de Sábado por la Noche).

Su cotización había aumentado, era uno de los actores mejor pagados. Le ofrecieron 5 millones de dólares. Pero él pidió 7 millones y porcentaje de las ganancias. Pacino quería hacer valer su lugar en la industria y también sabía que era un personaje difícil de hacer; en algún momento hasta dudó de su capacidad para meterse en la piel de Michael más de quince años después. El estudio no se movió de los 5 millones iniciales. La tensión duró unos meses. Coppola, para demostrarle que la oferta era definitiva, le mostró una versión del guión cuya escena inicial era el funeral de Michael. Pacino aceptó los 5 millones.

En el papel de Tom Hagen. el hijo adoptivo de Don Corleone y abogado, era de Robert Duvall. Pero el actor se ofendió con la propuesta económica. Conclusión: eliminaron a Hagen y lo reemplazaron por un nuevo abogado que interpretó George Hamilton
En el papel de Tom Hagen. el hijo adoptivo de Don Corleone y abogado, era de Robert Duvall. Pero el actor se ofendió con la propuesta económica. Conclusión: eliminaron a Hagen y lo reemplazaron por un nuevo abogado que interpretó George Hamilton

El otro personaje fundamental para el director era el de Tom Hagen, especie de hijo adoptivo de Don Corleone y su abogado. En la extraña mezcla de intensidad y pasividad de Robert Duvall se equilibraba la historia. Pero Duvall rechazó la oferta de un millón de dólares. Pidió, en principio, la misma paga que Pacino con la ilusión que el estudio duplicara o triplicara su salario. Pero los productores no modificaron la cifra. “No pretendía cobrar como Al. Pero era inaceptable que ganara cinco veces menos que él”, declaró Robert Duvall.

Coppola, una vez más, quiso utilizar uno de sus súper poderes para convencer a uno de sus actores. En cada nueva versión del guión, Tom Hagen ganaba protagonismo. Pero ni siquiera eso sedujo a Duvall que se sintió subestimado por el estudio. Los guionistas tuvieron que modificar lo escrito, eliminar a Hagen y reemplazarlo por un nuevo abogado que interpretó George Hamilton.

Pero la gran polémica la produjo la elección de la actriz que encarnaría a Mary Corleone, la hija de Michael. Quizá se trate de una de las decisiones más polémicas de la historia. Muchos, entre ellos Francis Ford Coppola, creen que la resistencia crítica inicial a la película se debió a que él eligiera para el papel a su hija de 18 años, la hoy consagrada directora Sofia Coppola. La joven fue masacrada en las críticas tras el estreno. Y por ende, también su padre. Para el director lo que sucedió fue lo mismo que pasa en la película: a ella le impactaban disparos dirigidos a su padre.

Sofía Coppola se quedó con el papel por el que había peleado Madonna, se había pensado en Julia Roberts y había ganado Winona Ryder hasta que colapsó "por stress". La crítica la destrozó (Paramount/Kobal/Shutterstock)
Sofía Coppola se quedó con el papel por el que había peleado Madonna, se había pensado en Julia Roberts y había ganado Winona Ryder hasta que colapsó "por stress". La crítica la destrozó (Paramount/Kobal/Shutterstock)

Pero la historia de cómo Sofia se quedó con el papel de Mary es larga y compleja. Madonna se desvivía por el papel. Una costumbre de fines de los ochenta y principios de los noventa: Madonna buscando con desesperación cualquier gran papel femenino que estaba dando vuelta. A los directivos de Paramount la idea les atraía. Coppola la rechazó de plano. No daba con la edad del personaje. Trataron de convencerlo hasta que el director gritó el argumento definitivo: “¡Es la hija de Pacino y Diane Keaton! ¡En algo se les tiene que parecer!”.

Julia Roberts también fue considerada. Algunos sostienen que la elegida era Rebecca Schaeffer, asesinada en julio de 1989. Pero quien se quedó con el papel fue Winona Ryder, la actriz joven del momento. Pero luego de filmar tres películas consecutivas, Winona llegó a Roma para el inicio del rodaje y colapsó. Nunca pudo llegar al set. Se esparcieron diversas versiones. Problemas con las drogas, temor, peleas con su novio de entonces, Johnny Depp, que le exigió volver con él.

La versión oficial habló de stress y de que se encontraba exhausta. Pero el reemplazo debía ser inmediato. Todo retraso sería fatal para la producción. El estudio quería que el papel lo tomara una actriz reconocida, los ejecutivos soñaban con la foto de Andy García, Pacino y una joven estrella. Pero Coppola sorprendió a todos eligiendo a su hija Sofía. Él adujo que ella podía darle la inocencia que el papel requería, que se necesitaba que no fuera una actriz profesional.

La mañana del 28 de diciembre de 1989 sonó el teléfono en el departamento romano en el que paraba el director con su esposa y su hija. Era el asistente de dirección de la película: “Winona está demasiado enferma para hacer la película. Francis decidió que Sofia haga su papel”.

Francis Ford Coppola y su esposa Eleonora (James Colburn/ZUMA Wire/Shutterstock)
Francis Ford Coppola y su esposa Eleonora (James Colburn/ZUMA Wire/Shutterstock)

Dejemos que Eleanor Coppola, esposa de Francis y madre de Sofia cuente el resto: “Se lo dije a Sofía con toda la suavidad que pude pero se me caían las lágrimas de la emoción. Primero se excitó mucho; luego lo asimiló y empezó a ponerse nerviosa. Le dije: ‘Sé que papá nunca te habría elegido si no creyera que lo vas a hacer bien’”, escribió Eleanor en Notas sobre una Vida. Esa misma tarde, Sofia grabó su primera escena. No podían atrasarse, no sólo por cuestiones de presupuesto sino porque Talia Shire, la hermana de Francis y quien interpretaba a Connie Corleone, debía rodar todas sus escenas porque en dos semanas empezaba a trabajar en Rocky V.

Paramount se opuso a Sofia Coppola desde el principio. Se rumoreó que los demás actores no querían compartir escenas con ella. Varios directivos viajaron a Italia y vieron lo filmado junto al director para presionarlo a cambiar de actriz. Coppola sacó su as en la manga. “Me exigen que no me retrase, no tuve tiempo de trabajar en el guión más tiempo y yo cumplo con todo. Ustedes cumplan con su parte. El contrato lo dice con claridad: tengo el control creativo total. Y eso incluye la potestad de elegir a la actriz que me parezca”.

Sofia así batió una especie de extraño récord. Estuvo en las tres películas de El Padrino pero en cada una hizo un papel diferente: en la primera es el bebé del bautismo y en la segunda una nena inmigrante cuando Vito llega a Estados Unidos.

Fue la película más esperada del año. Fue un éxito de taquilla pero no pudo superar al inesperado tanque navideño Mi Pobre Angelito (Paramount/Kobal/Shutterstock)
Fue la película más esperada del año. Fue un éxito de taquilla pero no pudo superar al inesperado tanque navideño Mi Pobre Angelito (Paramount/Kobal/Shutterstock)

Coppola logró su cometido pero la recepción de la película se vio empañada por su elección. Sólo Pauline Kael, la legendaria crítica del New Yorker vio en Sofia lo mismo que el padre: la fuerza e ingenuidad de una casi adolescente italiana.

Por primera vez en su carrera el director no sólo no excedió el presupuesto inicial sino que terminó gastando menos y utilizando menos días de rodaje. Estaba decidido a que esta película equilibrara de una vez por todas sus cuentas. Tenía 51 años, varios Oscar, mucha gloria pero casi ningún ahorro y muchas deudas.

Corriendo contra el almanaque, la película logró estrenarse en fecha. El 25 de diciembre de 1990 llegó a las salas de Estados Unidos. Fue la película más esperada del año. Fue un éxito de taquilla pero no pudo superar al inesperado tanque navideño Mi Pobre Angelito. Los especialistas no suscribieron unánimemente a la grandeza del film como con las dos entregas anteriores.

La predisposición y hasta los prejuicios con los que se la esperó conspiraron contra esta tercera entrega. ¿Cómo estar a la altura de las dos entregas anteriores? Además la sociedad norteamericana era diferente. Nixon y el Watergate habían quedado lejos. Se estaban terminando los años del reaganismo. Y todas las polémicas alrededor del rodaje también influyeron. En las conferencias de prensa no le preguntaban sobre lo que estaba en la película sino sobre lo que no estaba. “¿Por qué no actuó Winona?”, “¿el guión con Tom Hagen era mejor?”, “¿Extrañó a Duvall?”, ¿No cree que su hija no está a la altura de El Padrino?”.

Al igual que las otras dos estuvo nominada para el Oscar a la mejor película. A diferencia de las otras dos, no ganó.

Pero El Padrino 3, mirada a tres décadas de distancia, es una gran película. Un digno final que hubiera tenido otra recepción si no tuviera el peso de los antecedentes sobre ella. Trata de los mismos temas de siempre la familia, la corrupción, el poder. Michael trata de tener lo único que le falta, honorabilidad y tranquilidad pero a pesar de sus intentos no puede salir de ese mundo al que en algún momento no quiso entrar. Lidia con las faltas pasadas, con la culpa y busca una redención que no va a encontrar.

La muerte de Michael Corleone

Francis Ford Coppola quiso llamar a la película La Muerte de Michael Corleone. Paramount se opuso terminantemente. Y eso que no eran tiempos de la tiranía del spoiler. El director veía a las tres películas como un todo. Venía de reorganizar las dos anteriores cronológicamente para televisión.

En la muerte de Michael, sentado en un sillón al aire libre, de anciano, hay similitudes con la de su padre. La circularidad es evidente pero también las diferencias. No hay felicidad ni tranquilidad en su personaje como en el de Vito. Nada más que soledad y dolor.

El guión originalmente terminaba con el asesinato en el teatro lírico de Michael pero Mario Puzo y Coppola decidieron que fuera su hija la que muriera. Con ese peso debía seguir tratar de seguir viviendo. Además, de ese modo Coppola acercaba a Michael a su historia personal.

Como ya hiciera con las otras entregas de El padrino y con Apocalypse Redux, Coppola volvió a su película varias décadas después. La reestrenó hace semanas (se puede ver en Apple TV y en Flow) con el título que había pensado originalmente The Godfather Coda: the death of Michael Corleone. Modificó la escena inicial, el final y le hizo algunos agregados y pulimientos menores.

Posiblemente este final sea más certero, menos subrayado. La película, a tres décadas de su estreno, sigue resistiendo el paso del tiempo. O mejor aún, sin el peso de las presiones mediáticas, sin la urgencia de responder a expectativas desmesuradas, hasta parece mucho mejor que en su momento. Ya nadie puede negar que es una digna integrante de la saga de El Padrino.

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