Fue el hombre que dio independencia constitucional a un país que no lo había visto nacer. Nacido en Nueva York, hijo de madre irlandesa y padre español afincado en Cuba, Éamon de Valera fue el gestor de la Irlanda moderna, con sus virtudes y sus defectos.
Formado en un estricto catolicismo, en algún momento pensó en abrazar los hábitos. A la muerte de su padre -al menos es lo que oficialmente se dice, aunque se sospecha que era hijo ilegítimo, pues no hay testimonio fidedigno de la existencia de Juan Vivion de Valera-, su madre decidió regresar a Irlanda, aunque la mayoría de los irlandeses hicieran el viaje contrario, buscando la meca norteamericana. En su país de origen, su madre volvió a casarse y Éamon pudo acceder a una buena educación. Era un excelente estudiante, y en 1904 se graduó como profesor de matemáticas y ejerció la docencia, aunque los números no resultaron ser lo suyo. Fue un entusiasta del renacimiento gaélico y miembro de los voluntarios irlandeses que promovían un levantamiento armado contra el de los británicos, que tantas desgracias y excesos habían cometido en ese país desde los tiempos de Cromwell.
El 24 de abril de 1916, aprovechando que Inglaterra se encontraba comprometida en la contienda europea, los irlandeses se alzaban en Dublin para tomar la ciudad. De Valera, capitán de los voluntarios, luchó durante una semana contra las fuerzas británicas hasta que no tuvieron más remedio que rendirse. Todos sabían que los ingleses serían implacables. A de Valera lo salvó su ciudadanía norteamericana de una muerte segura. Los británicos no se imaginaban que el hombre al que acababan de conmutar la pena de muerte por cadena perpetua sería el más persistente opositor. Después de migrar por distintas prisiones, Éamon fue liberado tras una amnistía en 1917, justo a tiempo para ser elegido como diputado por East Clare, condado que representaría por casi 40 años.
Al mismo tiempo que se convirtió en el conductor del Sinn Féin -”nosotros mismos” en gaélico-, partido fundado en 1905 por Arthur Griffith, después del fracasado alzamiento de Pascuas se comprometió a forjar un partido republicano. Las elecciones de 1918 le dieron a Sinn Féin el dominio de la cámara -ganaron 73 a 105-, sin embargo, esta victoria no le trajo la ansiada inmunidad, sino que una vez más fue apresado. Al año logró escapar de la prisión y presentarse en la asamblea de Irlanda, donde fue nombrado ministro, o príomh-aire. Los ingleses no reconocieron que este puesto fuese el equivalente a un jefe de Estado. Para conseguir consenso internacional, el Sinn Féin envió a un representante a la conferencia de París donde se discutía el nuevo orden mundial después del pacto de Versalles. Como esta misión no logró el reconocimiento oficial de la República de Irlanda, de Valera decidió jugar su carta americana y cruzó al Atlántico en busca de ese reconocimiento político y también económico, a fin de poder organizarse.
Aunque no consiguió el apoyo internacional necesario para independizarse, le fue concedido un préstamo de 55 millones de dólares, mucho más de lo que esperaba. De Valera ganó popularidad en Irlanda, pero los líderes gaélicos en Estados Unidos -de donde provenía gran parte del apoyo económico- no siempre estaban dispuestos a seguir su liderazgo. Las cosas tampoco iban bien en Irlanda donde los británicos declararon ilegal al Congreso. Se estaba generando una nueva guerra anglo-irlandesa.
En agosto de 1921, después del fracaso de una entrevista con David Lloyd George, de Valera cambió la constitución de 1919, consagró la Presidencia de la República durante la Conferencia de Paz con Gran Bretaña y forzó la independencia de 26 de los 32 condados irlandeses. Los restantes se convirtieron en Irlanda del Norte, bajo el gobierno inglés y de religión protestante.
Este arreglo no fue el fin de los conflictos de la Irlanda libre ya que el tratado anglo-irlandés implicaba, según de Valera, “caminar sobre la sangre irlandesa”, ya que la nación que él presidía no podía tener ni una constitución republicana ni una política de relaciones exteriores independiente. Esta divergencia entre pro tratado y contra tratado llevó a una guerra civil entre irlandeses.
Las hostilidades condujeron a lo largo de los años a la muerte de varios líderes como el mismo Michael Collins -asesinado-, Arthur Griffith y Robert Childers, entre otros. Aunque de Valera pretendió detener el conflicto, no fue escuchado y después de una orden del ministro Frank Aiken de alto el fuego, de Valera fue recluido. Un año después, por tratar de entrar en Belfast, de Valera fue confinado, una vez más, en una cárcel de esa ciudad.
Como una rama del Sinn Féin proponía la constitución de un Estado libre, pero jurando lealtad al Rey Inglés, de Valera renunció a la presidencia del partido y fundó uno nuevo, el Fianna Fáil -los soldados del destino-. De esta forma perseveraba en su rechazo a jurar lealtad al monarca.
En 1932 el Fianna Fáil aseguró 72 asientos en el Consejo y lo convirtió a de Valera en primer ministro. Inmediatamente, este quiso suprimir el juramento de lealtad al rey, y evitar las rentas que Irlanda debía pagarle a Inglaterra, pero Gran Bretaña no se quedó quieta y aplicó sanciones económicas que acarrearon graves consecuencias entre los habitantes de Irlanda. Sin embargo, esta determinación no menoscabó la popularidad de Éamon quien al frente de su partido ganó las elecciones de hasta 1944.
De Valera aprovechó cada resquicio que daba Inglaterra para avanzar hacia la autonomía de Irlanda, la evolución de una democracia participativa, el respeto de las tradiciones gaélicas, sus instituciones y el respeto del catolicismo, dando especial valor a la familia. También impuso el nombre de Éire a la nueva República.
Durante la Segunda Guerra, la política de neutralidad le permitió mantener una unidad política que habría sido difícil de mantener en una alianza con Inglaterra. Como dijo un diplomático inglés, la neutralidad de Irlanda pudo resultar “un comentario acorde a un matemático como de Valera”.
Después de la guerra, de Valera ganó las elecciones de 1951 y 1957, cuando ya tenía 75 años. Para entonces estaba ciego, pero ocultaba este hecho con la ayuda de un asistente que le contaba los escalones o le decía hacia qué lado debía mirar. Tanto de Gaulle como Kennedy lo visitaron, sin percatarse de esta minusvalía.
De Valera falleció en 1975 después de haber sido elegido rector de la Universidad de Irlanda, condecorado por el Papa Juan XXIII y tras ser admitido a la Royal Society por sus trabajos como matemático, aunque también fue criticado en distintos medios por el conservadurismo católico impuesto a Irlanda y el estancamiento económico en el que sumió al país. Pero su meta final de ver a Irlanda totalmente unida no la pudo llegar a ver. Éamon de Valera puede ser recordado como el héroe más odiado, pero héroe al fin.
* El autor es historiador y creador del sitio Historia Hoy
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