Hacía unos meses que se había conocido la noticia: los Beatles se habían separado. Los primeros discos solistas de cada uno de sus integrantes se esperaban con ansiedad. En una época en las que las ediciones eran más seguidas, se sabía que en cualquier momento aparecerían. La expectativa, era natural, estaba puesta en los que sacarían Lennon y McCartney. ¿Cuál de los dos sacaría el mejor de los discos? ¿Cuál vendería más? Sin embargo, el primero en dar el golpe, el primero de los Fab Four en llegar al número uno fue, contra todo pronóstico, George Harrison, con All Thing Must Pass.
Y este no era un disco cualquiera, ni siquiera era un disco. Era una caja que traía tres discos. El primer triple de la historia del rock. George sorprendió con su caudal de canciones, con la exuberancia, con la producción de Phil Spector. En esa disputa entre John y Paul se especulaba quien saldría primero (McCartney) y quién sacaría el mejor disco, el más grande. Pero ninguno de los dos hizo que lo se preveía. O, al menos, no todo lo que se preveía porque siguieron peleándose un buen tiempo a través de declaraciones públicas, canciones con contornos de libelos y abogados. Paul sacó un disco intimista, casero, desnudo. El de John era crudo y desafiante.
Lo que nadie podía esperar era que George Harrison apareciera con un gesto grandilocuente, con una apuesta alta y conquistara los charts. Si lo que quería era mostrarle al mundo que él también debía ser considerado un gran compositor, que no todo se trataba de la dupla Lennon- McCartney, lo consiguió.
George tenía un impresionante elenco de canciones propias para elegir. Estaba enfocado, con la mano caliente. No se trata sólo de rescatar las canciones que Lennon y McCartney habían tirado a un rincón del estudio, desechado sin siquiera darles una oportunidad. De esas, de las que los Beatles no le habían aceptado, tenía varias, algunas con cuatro años de antigüedad. Pero también había muchas, muchísimas nuevas. Los motivos de este impulso creativo, de esta buena racha, se supone, son varios.
Se sentía liberado, el clima de Friar Park era de armonía y distensión: ya no existía el clima denso de las últimas sesiones en Abbey Road; su universo creativo se había ensanchado en los últimos meses a través de sus amistades con Dylan, The Band, Clapton y muchos otros; había algo de callada revancha en esta nueva etapa prolífica, hacía lo que antes no podía; y, también, la recepción crítica y popular de los dos grandes temas -Something y Here Comes The Sun- que incluyó en Abbey Road habían cimentado su confianza.
George era el que más instaba a ampliar los horizontes de los Beatles en cuanto a participación de terceros. Cuando la tensión era enorme, él llevó a Billy Preston y a Clapton para darle aire al grupo. También fue él quien le recomendó a John a Phil Spector como productor de su tema Instant Karma. Luego, el productor se encargó, con polémica, de Let It Be. Cuando George se decidió a grabar su álbum solista decidió que Spector sería quien estuviera detrás de la consola.
El productor era una súper estrella, tal vez el más reconocido en su rubro en la historia. Tenía muchos hits en su haber, pero principalmente había generado, había creado un sonido, un estilo: The Wall of Sound. Spector era arbitrario, peligroso, imprevisible y genial (actualmente está condenado y detenido por haber matado a su pareja). Venía de unos años de inactividad y los Beatles lo habían sacado de su ostracismo. La elección de Spector también era una declaración de George respecto a su pasado y la nueva situación, su independencia de los Beatles. No quería que lo produjera George Martin: buscaba nuevos rumbos pero también señalaba a Martin como uno de los responsables de haberlo relegado durante los años anteriores.
La mezcla a priori podía parecer extraña. La grandilocuencia de Phil Spector, su voluptuosidad y contundencia con el perfil bajo y lo elusivo de Harrison. Pero medio siglo después nadie puede dudar que resultó. La primera reunión entre el guitarrista y el productor fue en la mansión de Harrison. Allí George interpretó una a una las canciones que tenía en su guitarra acústica. “No sé cuántas eran. Muchísimas. Pero una era mejor que la otra”, dijo Spector tiempo después.
Grabaron decenas de temas. Pero las (malas) costumbres de Spector complicaron las cosas. Adicto, entre otras cosas, al brandy de cereza, tomaba decenas de medidas por sesión. En una de ellas, un tropiezo provocó que se fracturara el brazo derecho. La convalecencia la pasó en su casa de Los Ángeles, mientras George terminaba por su cuenta las grabaciones. Cuando le mandó los demos, Spector comentó por escrito, detalladamente y con gran profesionalismo, cada toma. Lo instaba a que se tuviera confianza, a que trabajara más la parte vocal, que no se escondiera detrás de los instrumentos: “Siento que la voz tiene que ser escuchada a lo largo del álbum para que la grandeza de estas canciones pueda apreciarse”, escribió. Cuando se repuso, Spector intervino en la grabación de nuevas voces y en nuevas tomas orquestales.
Los músicos que participaron es una especie de Dream Team de la época. A ninguno hubo que ir a buscarlo, ni mandarle pasajes. Eran parte de su círculo, eran los amigos de George. En la separación de bienes del divorcio Beatle, George salió beneficiado con Bob Dylan; él fue el que se quedó con su amistad. Dos temas grabados y compuestos por y con Dylan (If Not For You y I´d Have You Anytime) en su viaje a Estados Unidos -en el que quedó deslumbrado con The Band, su sonido y también con la influencia de todos sus integrantes en el grupo y cómo todos eran considerados en igualdad de condiciones para componer. Pero también estaban Ringo, Clapton, Klaus Voorman, varios de Boney and Delaney, Bread, Billy Preston y muchos más.
All Things Must Pass contiene varios temas que sus compañeros le rechazaron. La que daba el título al álbum, Let it Down, Isn´t it a Pity, entre otras. Había algún (solapado) pase de facturas, expresiones de bronca, canciones religiosas, dedicadas a Friar Park, referidas al antiguo poseedor de esa mansión y de amor. También un disco, el tercero, dedicado a zapadas e improvisaciones, la Apple Jam. La súper producción y lo espontáneo convivían. Respecto a las canciones que traía de su etapa beatle, algunas de las cuales eran de 1966, Spector dijo: “No entendía como los Beatles no habían utilizado esas canciones maravillosas. Cuando escuché los demos tenía toneladas de grandes canciones, pero no se atrevía con ellas”.
La tapa del disco lo tenía a George en su magnífico jardín de Friar Park, algo descentrado, en un precioso blanco y negro, rodeado de cuatro gnomos de jardín desparramados (¿otro pase de facturas?). George amaba el jardín, los árboles, sus plantas. Posiblemente haya sido el jardinero con más dinero y más famoso del mundo.
All Things Must Pass era en realidad el tercer disco solista de George pero el primero con canciones en formato tradicional (no instrumentales ni banda de sonido) y el primero tras la separación. My Sweet Lord era una canción religiosa, ecuménica, pegadiza, con hermosos coros, pero por su temática no era la ideal para las radios con su invocaciones explícitas al Señor, a Hare Krishna y sus Hallelujah. No fue el único Beatle que lanzó una canción religiosa en esos meses. John compuso God (Dios). Un gran tema, su declaración de principios, su manera de dejar atrás el pasado. Nos informa que ya no crea en Dios, ni en Dylan (Zimmerman) ni en los Beatles. Sólo en Yoko y en él: religión a la que, reconozcámoslo, fue devoto hasta el final.
Las canciones sobre la divinidad de George y John no sólo compartían temática. Tenían otros puntos en común: las dos tenían como productor a Spector y en ambas RIngo estaba en la batería. My Sweet Lord fue el primer single solista de un beatle en llegar al número uno. Cómo fue lanzado a fines de 1970, terminó siendo el single más vendido de Inglaterra en 1971. Un buen ejemplo de cómo el mundo de la música era diferente. la canción apareció primero, un par de meses antes, en el segundo disco de Billy Preston, amigo y artista de Apple, junto a All Things Must Pass (algo parecido había sucedido con Something: antes se dio a conocer en el segundo LP de Joe Cocker). Algo que hoy resultaría inconcebible.
Un gran éxito que, de alguna manera, se convirtió en su propia condena. Pasados unos días con la canción en la cima de los charts en gran parte del mundo se inició una demanda por plagio. Se acusó a George de plagiar el tema He´s so fine que cantaban The Chiffons. El tema tenía siete años de antigüedad y también había llegado al número 1. Las similitudes entre uno y otro, en algunas secciones de la canción, son evidentes. El autor del tema era Ronnie Mack, un músico fallecido muy joven. Eso, la ausencia de Mack, se estima, fue uno de los motivos que complicó la situación.
Una vez iniciada la causa, George alegó su inocencia. No podía creer que se lo acusara de plagio. Desestimó los cargos. Los medios se hicieron eco. Era una cuestión que no tenía demasiados antecedentes para ese tiempo. Además se trataba del tema del momento compuesto y cantado por un beatle. La sucesión de Mack se mostró reacia a llegar a un acuerdo. Pero con el correr de los meses y de los años se produjo un acercamiento. Harrison realizó una propuesta que los herederos de Mack estuvieron a punto de aceptar. Allí pasó algo que todavía no está del todo claro en cuanto a los detalles pero sí se conoce quién fue el responsable en obstaculizar el cierre del pleito. Allen Klein, el ex manager de los Beatles, terminó de erigirse en el villano perfecto. Si con su influencia, negocios y maledicencias fue uno de los que propició el enfrentamiento de Paul con los otros tres, luego de que John, George y Ringo se cansaran de él y lo eliminaran de sus futuros negocios, se dedicó a perseguirlos. En el caso de My Sweet Lord circulan dos versiones; cada una de ellos es defendida con énfasis por sus difusores. Una sostiene que Klein compró los derechos de la canción cantada por las Chiffons y que obstaculizó todo arreglo confiando en que el juez condenaría a George. Esa condena no sólo traería consecuencias económicas sino que perjudicaría su imagen y prestigio. La otra teoría, tal vez más verosímil, sostiene que en el momento en que la sucesión de Mack estuvo por cerrar trato, Klein les hizo llegar cifras y liquidaciones infladas de la canción -verosímiles gracias a la información calificada que él manejó durante sus años al frente de Apple- que hicieron que éstos se sintieran estafados y no aceptaran consensuar el cierre del pleito.
En 1976, George fue condenado por plagio. El juez con indulgencia atribuyó la copia a una acto inconsciente quitándole deliberación, salvaguardando en lo posible el honor de George. Bien sufrió esta situación. Quedó con una especie de paranoia compositiva que provocaba que antes de dar a conocer una canción la testeara con sus conocidos, les preguntara si parecía a alguna otra canción ya la habían escuchado.
En 1971, George Harrison organizó el primer concierto benéfico del rock con su Concert for Bangladesh repletó de figuras. Otro gran éxito al igual que el disco con las performances del show.
Luego su carrera solista fue perdiendo fuerza. Sus discos fueron menos ambiciosos y menos consistentes. Recién pasada la mitad de la década del ochenta regresó a la cima con Cloud Nine. Poco después sería el tiempo de los Travelling Wilburys, el verdadero súper grupo.
All Things Must Pass, el disco triple de George Harrison, cumple medio siglo. Una declaración de principios, una catedral compositiva, un manifiesto, la obra de un artista sacudiéndose el pasado, un lírico grito de independencia. Un clásico hermoso e imbatible.
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