La Fiscalía de París inició una investigación contra Gerald Marie, uno de los hombres más importantes del mundo de la moda durante décadas. A cargo de la agencia Elite de modelos, Marie fue acusado por cuatro modelos de agresión sexual y violación. Tres de ellas tenían 17, 18 y 20 años al momento de ocurrir los hechos mencionados. Afirman que fueron abusadas en el departamento en que se alojaban que era propiedad de Marie.
La cuarta denunciante es Lisa Brinkworth, periodista de la BBC que investigó los hechos hace más de veinte años. Y en ella, tal vez, esté la clave del asunto. Brinkworth fue parte fundamental de un programa de investigación que destapó los abusos a los que grandes directivos sometían a modelos adolescentes. Pero luego del impacto inicial, los acusados (y los que quedaron expuestos ante las cámaras) consiguieron quedar impunes y que el asunto se olvidara. Las voces de las chicas fueron tapadas.
Pero ahora los tiempos son otros y el impacto de los relatos de las ex modelos se multiplica. Sin embargo, nada asegura que Gerald Marie y otros ejecutivos reciban una condena judicial. Ha pasado demasiado tiempo y los crímenes pueden haber prescripto. A pesar de eso la historia de cómo se movían, de cómo estaba construido ese mundo, de qué manera se exponía a las jóvenes y se las dejaba en una situación de desamparo, de cómo se conocieron los hechos y de las escasas consecuencias que sufrieron los responsables, esa historia merece ser contada.
Un mundo de ensueño. Belleza, fama, placeres, dinero, diversión, glamour. El mundo de la moda de los noventa parecía ideal. Pero pronto se descubrió que se trataba de un falso paraíso, desordenado, corrompido, en el que nada era lo que aparentaba.
Un fenómeno impactante de ese década de lujos y superficialidad fue el de las súper modelos. Una nueva categoría. Estrellas globales surgidas del mundo de la moda; inalcanzables, etéreas, catedrales de una fría belleza. Las modelos más importantes -un club selecto: con acceso restringido y un cupo limitado de integrantes- habían logrado instalarse en el podio del estrellato con los músicos de rock y los actores y actrices más importantes.
Así surgieron, y ocuparon tapas de revistas, Kate Moss, Cindy Crawford, Linda Evangelista, Claudia Schiffer, Heidi Klum, Gisele Bundchen o Naomi Campbell. Figuras globales, deseables, deseadas, que facturaban millones de dólares anuales.
Gran mérito de ello le correspondió a John Casablancas, tal vez el inventor del fenómeno. Desde su agencia de modelos instaló un nuevo esquema de negocios y extremó las posibilidades de las modelos. Su agencia Elite fue la que consolidó a estas mujeres despampanantes como nuevas figuras mundiales. Las cifras fueron agregando cada vez más ceros. El padre del líder de The Strokes fundó la agencia en 1972 en París. Con encanto personal, falta de escrúpulos, imaginación y osadía creó e impuso la categoría de top models. Ese universo, pergeñado por este bon vivant que se casó y divorció con tres de sus representadas (a cada esposa la dejó por una colegiala -literalmente, alumnas de secundario- que ingresaba a su negocio: “En mi profesión es casi inevitable salir con mujeres muy jóvenes”, se excusó alguna vez), tuvo su clímax en la década del noventa. El epicentro de este fenómeno estaba situado en París, Nueva York y Milán, tres puntos neurálgicos de la moda.
Pero algo más de veinte años atrás, en noviembre de 1999, un escándalo causó un terremoto en ese mundo que parecía de ensueño. Una investigación periodística le sacó el velo, desnudó sus miserias y la corrupción dominante.
Un documental de la BBC expuso situaciones de abuso, chantaje, suministro de drogas y descuido de las jóvenes modelos. Apenas el programa fue transmitido, los cimientos de ese negocio próspero y central, como era en esos tiempos el de las modelos, cimbreó de tal manera que pareció que no iba a poder resistir por más intereses que hubiera en juego.
El periodista Donal MacIntyre realizó ese documental para la BBC. Utilizó todos los recursos de los que el periodismo televisivo de investigación echaba mano en ese momento. Identidades falsas, infiltrarse en las organizaciones, cámaras ocultas y testigos de espaldas a cámara, sin dar la cara. MacIntyre se metió en el mundo de la alta moda en Milán. Su identidad encubierta fue la de un fotógrafo de moda. Su compañera Lisa Brinkworth, de una gran belleza, se hizo pasar por una modelo de 31 años que quería ingresar en el ambiente antes de que fuera tarde.
Trabajaron un año, con paciencia, ganándose la confianza -que luego traicionarían- de los implicados. El momento culminante era el concurso anual que organizaba la Agencia Elite para elegir una ganadora. La triunfadora se aseguraba el estrellato. Lo que el periodista inglés recolectó fue una enorme cantidad de pruebas que pintaban un mundo aberrante. Menores de edad a las que se les proporcionaba droga, a las cuáles se les prometían mejores posibilidades laborales a cambio de sexo, ofertas de dinero por pasar una noche con el máximo directivo de la agencia, empleados que se vanagloriaban de haber tenido sexo con cientos de adolescentes.
Sexo, drogas, prostitución, abusos de poder. Detrás del brillo, de la elegancia, de las pasarelas, de los sofisticados modistos, detrás de la fachada esplendorosa había un submundo sórdido y delictivo.
Adolescentes de entre 13 y 16 años que no eran protegidas ni cuidadas. Eran llevadas a clubes nocturnos, las seducían, las utilizaban como moneda de cambio con empresarios y altos ejecutivos. Alcohol y drogas sin límites.
Un asistente cuenta en una cámara oculta que “cuantas más mujeres se tenga, más plata se gana”. Y explicaba cómo era que se las incitaba a las chicas a estar con gente de dinero para beneficio de la agencia. Un chofer de la agencia cuenta que en los años que llevaba transportando modelos se había acostado con 325 de ellas. Llevaba una prolija cuenta de lo que él consideraba su mayor hazaña. Esto que parece una anécdota desagradable y machista tiene mayor gravedad todavía si se conocen las circunstancias. Así lo explica una de las modelos entrevistadas: “Se supone que los relaciones públicas y los drivers (los choferes que las trasladaban a los hoteles, a los boliches, a los desfiles) eran los que tenían que cuidar a las chicas”. Quienes debían protegerlas se aprovechaban de ellas, les proporcionaban sustancias y tragos, y en vez de darles cobijo en muchas ocasiones funcionaban como entregadores.
Gerald Marie, máxima autoridad de Elite en Europa y ex esposo de la súper modelo Linda Evangelista, fue filmado mientras le ofrecía a los gritos, sin pudor, sin temor, con impunidad, dinero a cambio de sexo a Lisa Brinkworth, la periodista que llevaba adelante la investigación, la investigadora que se hacía pasar por una modelo. El ejecutivo no dudó en ir tras ella, le ofreció el equivalente a 500 dólares. La mujer no aceptó y Gerald Marie se enojó. “Sos una frígida”, le gritó mientras buscaba una nueva presa. En el documental también se lo acusaba de haber intentado tener sexo con una participante de sólo 15 años del concurso Elite Model Look. Brinkworth ahora cuenta que en una fiesta en Milán él le refregó el sexo por su vientre.
Cada hombre que aparecía relacionado con la agencia o que trabajaba en ese ámbito actuaba como un depredador. En la prensa de la época la descripción que se hacía de ellos -en especial de los que más poder ostentaban- era diferente. Se los llamaba “seductores empedernidos”.
El mercado exigía Lolitas, chicas de 14 o 15 años, que eran dejadas por las agencias en estado de indefensión en medio de alcohol, drogas, ingentes sumas de dinero, luchas originadas en la ambición y la competencia, y una horda de hombres poderosos al acecho.
Uno de los coletazos del documental fue la indignación de los milaneses por la pintura que se daba de la ciudad y de uno de sus principales orgullos, un ámbito en el que eran vanguardia. Desde la máxima autoridad gubernamental de la ciudad hasta los periodistas políticos, todos mostraron inmediato enojo, sintieron que se humillaba la identidad comunal. Amenazaban con demandar a la BBC y aseguraban que era imposible que esa depravación ocurriera en las pasarelas de Milán.
Pero claro, el documental no fue la única denuncia de estas situaciones. En 1995 Michael Gross, periodista de Esquire, publicó un libro llamado Model. The ugly business of beauty women (Modelo. El horrible negocio de las mujeres bellas) en el que explicitaba las prácticas de los ejecutivos de Elite con las jóvenes modelos.
Pocos años después del programa de la BBC, un caso paradigmático puso, otra vez, en perspectiva la cuestión. Ya no se trataba de aspirantes. Una que había llegado, una súper modelo, integrante del club exclusivo, colapsó. El camino de la holandesa Karen Mulder en el modelaje no tuvo premeditación. Ante el concurso de Elite, una amiga la quiso convencer de que participara. Ella se negó; adujo que nadie se iba a fijar en esa chica de 15 años con ortodoncia, algo de acné y una leve chuequera. La amiga llevó las fotos de Karen y la inscribió sin que ella supiera. Lo que sigue es previsible: Mulder ganó el concurso en Holanda y salió segunda en la final con aspirantes de todo el mundo.
El camino hacia la cúspide en su profesión fue vertiginoso. Las grandes marcas, las tapas de revistas, las fiestas. Pero dos años después del escándalo del documental de la BBC, Karen Mulder produjo otro cimbronazo. Fue la entrevistada principal de un ciclo de la televisión francesa. Ese programa tal vez sea uno de los más famosos de la TV moderna. Pero no llegó a ser emitido, nunca nadie lo vio. El canal no sólo decidió no transmitirlo sino que destruyó la grabación y confiscó todos los registros que pudieran tener los espectadores que integraban la tribuna de estudio.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué dijo Karen en ese programa? ¿Qué intereses afectó? No se sabe con exactitud. Se supone, por declaraciones posteriores, que Karen acusó de abusos y de intentos de violación a los directivos de Elite Models, al Príncipe Alberto de Mónaco y también a un familiar que la abusó en su infancia. El canal adujo que la entrevista fue descartada por el estado en que se encontraba la modelo. Una combinación de ansiedad, excitación y alteraciones mentales.
Karen repitió las acusaciones poco tiempo después para una revista. El día de su publicación una de las hermanas de Karen la internó en una clínica psiquiátrica. Al año siguiente Karen Mulder estuvo al borde de la muerte por una sobredosis de barbitúricos. Otra vez rehabilitación (se dijo que Gerald Marie fue quien se hizo cargo de los gastos). En los últimos años, recobrado de salud, intentó incursionar en la actuación y la música. El colapso de Karen es una manifestación más de ese ambiente salvaje, sin reglas ni frenos. Con el agravante de que se supone que ella, gracias a su fama y sus posibilidades, tenía alguna protección de la que carecían las adolescentes que recién se iniciaban.
El escándalo producido por la emisión del documental parecía, en los primeros días, imposible de detener. Parecía que todo cambiaría y que los abusos de todo tipo en ese mundo se terminarían. Casablancas salió presuroso a declarar que lo que mostraba el documental era un horror y que separarían a los cuatro directivos que aparecen en la investigación manejando negocios turbios, intentando propasarse con una mujer o vanagloriándose de la cantidad de adolescentes que se llevaron a la cama.
La empresa desplazó provisoriamente a los cuatro ejecutivos (uno de ellos profiere en el documental insultos racistas). Pero todo pasó, todo se olvidó a una velocidad inusitada. Los directivos volvieron a sus puestos cuando el ruido alrededor de las denuncias se fue mitigando. Elite sacó un comunicado informando que ya no trabajarían con modelos menores a 16 años, casi como dando a entender que la culpa era de las chicas. Es sorprendente cómo a pesar del enorme impacto del documental, de su difusión, de lo explícito que allí se veía, se decía y se confesaba, la impunidad se impuso. Las medidas que supuestamente se tomaron fueron un mero maquillaje.
Elite no se resignó. Una vez que se recuperó de la tormenta, pasó al ataque. Denunció a la BBC y a MacIntyre. Los abogados pidieron que aportaran a la causa todo el material crudo filmado. Cientos de horas de imágenes. Elite adujo que los periodistas habían engañado a los entrevistados, que habían sugestionado a algunos de ellos para hacerles decir cosas que no eran ciertas, y que el montaje no reflejaba exactamente lo que ellos pensaban. Hasta llegaron a acusar a MacIntyre de chantaje. La agencia de modelos y la BBC llegaron a un acuerdo extrajudicial. No se supo las cifras involucradas.
Las empresas emitieron un comunicado conjunto: “Elite, como organización, previene y trata de proteger a sus modelos adolescentes de la explotación sexual u otros peligros potenciales (como las drogas ilegales). La BBC reconoce que esta cuestión no se reflejaba en el programa. En lo que a este aspecto se refiere la imagen que se ofreció de Elite fue injusta. Elite acepta que los comentarios de algunos ejecutivos fueron ciertamente inapropiados. Pero el programa de televisión no desveló ninguna explotación sexual de los modelos por parte de sus ejecutivos”. La defensa de Gerald Marie apela a ese convenio extrajudicial, que incluía confidencialidad, para invalidar las actuales acusaciones de Lisa Brinkworth.
El gran ganador fue Marie que volvió a conducir los destinos de la empresa como si nada hubiera pasado.
En 2011 otra vez el escándalo envolvió a Gerald Marie y sus prácticas criminales. la modelo y actriz Carré Otis denunció en sus memorias que Marie la violó en varias oportunidades cuando ella tenía 17 años y era una de sus modelos. Otis vivía en una habitación del departamento que Marie, que por ese entonces superaba los 40 años, compartía con su esposa Linda Evangelista.
Carré Otis narró muy detalladamente la manera en que el ejecutivo se fue ganando su confianza, como la introdujo en la cocaína y de qué manera abusó de ella.
Luego de que ella rompiera el silencio y se animara a hablar, las denuncias en contra de Gerald Marie se multiplicaron. Se repetía un patrón de conducta en todas. Adolescentes, drogas, uso de su poder y violación. Dejaron su estremecedor testimonio las modelos Jill Dodd (abusada cuando tenía 19) y Ebba Karlsson (cuando tenía 20 o 21).
Jill Dodd dijo: “Éramos tan jóvenes. Las aliento a arriesgarse a un camino hacia la sanación al hablar sus abusos sexuales. Compártanlo con alguien que confíen y comiencen el camino hacia la libertad. Estoy hablando abiertamente sobre haber sido violada por mi agente, Gérald Marie, en París”.
Nunca hubiese podido hacer esto por mi cuenta, necesitábamos unirnos para ser escuchadas y toma mucho coraje ir juntas contra estos poderes. Creo que mi vida hubiese corrido peligro si hablaba, entonces me lo guardé por años, creyendo que era la única. No fue hasta que me di cuenta que había muchas más víctimas que me sané del dolor y retomé mi poder", reflexionó Karlsson quien fue criticada por haber hablado después de tantos años.
El mundo de ensueño, de brillo, repleto de glamour mostró su cara más oscura y sórdida. Y no lo hizo en un sitio marginal. Sino en la descripción de un modus operandi, el de la agencia más importe del sector, el de los ejecutivos que inventaron y diseñaron el negocio, y que regían el mundo de las modelos.
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