Ese domingo de septiembre de 2008 amaneció soleado y sin viento; la primavera había comenzado también en la estepa patagónica. Los padres de Sofía pasaron por el supermercado La Anónima, compraron la carne, las bebidas, facturas y los alfajores de maicena que le gustaban a su hija y llegaron al camping junto a otra pareja de amigos. Los dos hombres bajaron primero a buscar un lugar donde hacer el asado. Sofía -que todavía no había cumplido los 4 años- bajó corriendo detrás de Fabián, su papá, y desapareció durante los minutos que siguieron.
Fabián Herrera pensó que su hija se había quedado en el auto con su esposa. María Elena, que estaba embarazada de seis meses, estaba tranquila en el auto segura de que la nena estaba con él. Recién cuando Fabián volvió sin Sofía se miraron, entendieron, se desesperaron. Y fue precisamente porque Sofía desapareció mientras estaba con su papá que, durante mucho tiempo, los cañones del “pueblo chico”, de la policía e incluso de la Justicia apuntaron hacia él.
Hoy se cumplen 12 años de aquel día y Fabián Herrera llora en su casa de siempre, en Río Grande, Tierra del Fuego. Fue María Elena Delgado, la mamá de Sofía, quien habló con los medios durante todos estos años, por eso pocos conocen el drama que vivió él en paralelo a la búsqueda.
“Me acusaron de todo lo que te puedas imaginar", cuenta él a Infobae. "Que había vendido a mi hija por los órganos, porque decían que yo era un adicto que tenía problemas con gente de la droga, cuando jamás en la vida me drogué. Que había sido un ajuste de cuentas que me había hecho el dueño de un casino que hay acá, al que no vi nunca en mi vida. Dijeron que María Elena era prostituta y yo el que la manejaba. Que yo le había robado la mujer a mi hermano y que Sofía en realidad no era hija mía sino de mi hermano, que además había estado preso…”
Fabián Herrera, que ahora tiene 54 años, hace memoria, enumera las “habladurías de pueblo”, suspira con hartazgo, sigue: “Que nos haya pasado lo que nos pasó en el camping no quiere decir que seamos malos padres, ¿entendés? No tienen por qué juzgar, esa es la impotencia mía, por esa gente que se esconde detrás de un teléfono o de un Facebook para decir barbaridades sin saber el dolor con el que nosotros vivimos”.
Sofía era, en ese entonces, su única hija, su nena mimada. Como su esposa había tenido endometriosis, un embarazo ectópico y le habían extirpado una trompa, habían tenido que hacer tratamientos de fertilidad y Sofía había tardado cinco años en llegar a sus vidas.
Un golpe tras otro
En abril de 2009, siete meses después de la desaparición de su hija, Fabián Herrera se encadenó durante 19 días frente a la Casa de Gobierno de Tierra del Fuego para reclamar que la gobernadora lo atendiera y acelerara la búsqueda. Gritó su desesperación bajo la nieve y el hambre y no logró nada.
Los golpes venían de los lugares más inesperados. En el Día del Padre de ese mismo año, Fabián atendió el teléfono y escuchó: “Hola papá”. A diferencia de María Elena, que no se ilusiona fácilmente, él sí creyó que era su hija. Resultó ser un hombre de San Juan que, enterado de que había una recompensa, había puesto a su hijo de 2 años a hacer el llamado falso.
Las acusaciones, sin embargo, no fueron sólo habladurías de una ciudad que, en ese entonces, tenía menos de 70.000 habitantes. Dos meses después de esa pista falsa, cuando estaba por cumplirse un año de la desaparición de Sofía, Fabián fue detenido en Tierra del Fuego.
“Me llevaron a hacer una reconstrucción, había pasado casi un año sin encontrar a mi hija, imaginate como estaba yo. Me preguntaron dónde había visto a Sofía jugando. Un día dije ‘acá’, otro día me llevaron de vuelta y marqué otro lugar, siempre en la misma calle igual. Por eso me detuvieron, decían que yo cambiaba las versiones para entorpecer la causa. Después los psicólogos que vieron cómo estaba me dijeron: ‘Fabián, cuando alguien tiene un accidente en la esquina y lo hacés declarar nadie puede decir un lugar exacto, imaginate si te roban a una hija’”.
Pensaban que se estaba haciendo el canchero, que contestaba mal porque se creía más vivo que las autoridades. “Pero él es así, es su forma de hablar, es muy frontal, y estaba enojado. A veces no contestaba o se confundía pero en vez de darse cuenta que estaba en shock creían que estaba ocultando algo”, interrumpe María Elena, que lo acompaña en la entrevista. María Elena también recuerda cuando la separaba de él y le preguntaban, una y otra vez, si había sido violento con ellas.
Sigue él: “Me acuerdo de un jefe de policía que, cuando me tenían esposado, señalaba un mapa y me decía ‘mirá el mapa, por todos esos lugares buscamos a tu hija, mentiroso de mierda’, así me decía, con un odio... Me rompieron la campera con un cuchillo, me pusieron contra una pared con un cartel como si fuera un delincuente, como si yo le hubiese hecho algo a mi hija. No me dieron de comer, agua, nada. Cuando vino un psicólogo me vio cómo estaba me dijo '¿no te dieron ni un vaso de agua? Ni al peor de los delincuentes...”.
También ellos, cuenta, creían en la versión de la “deuda de juego”: “Me confundían con un muchacho de acá que se parece a mí y que iba mucho al casino. Pero él es una persona adinerada, yo no, nunca fui. Los que lo habían visto en el casino decían que era yo, que por eso tenía dos o tres tiendas acá, que era plata del juego. De ahí salió la versión de que, si yo iba al casino, la desaparición de mi hija había sido un ajuste de cuentas por una deuda. ¿Sabés qué es lo peor? Que yo sabía que estaban equivocados y mientras me investigaban a mi nadie buscaba a Sofi".
Durante esos años, Fabián también soportó los ataques de una vidente que publicó insistentemente en Facebook que él tenía antecedentes policiales y que había matado a su hija y la había enterrado en su patio. Tantas personas le creyeron que los padres de Sofía se vieron obligados a excavar en su patio frente a las cámaras de televisión. Se determinó que la vidente tiene psicosis y es inimputable.
Al día de hoy, cada vez que aparece una novedad en la causa, alguien aprovecha la falta de consecuencias, escribe “no se olviden que el padre de Sofía estuvo preso” y echa otra vez el drama a rodar. Dice Fabián que todavía hay gente que lo mira fijo cuando va al supermercado, gente a la que tiene que frenar y decirle: “Disculpame, ¿querés preguntarme algo?”. También los acusan de haber aprovechado la desaparición de su hija para vivir de planes sociales, "algo que tampoco es cierto. El Estado no nos da nada, ni siquiera un psicólogo que nos ayude a manejar el dolor”.
Una búsqueda en paralelo
Junto a un amigo al que llama “mi hermano del alma”, Fabián recorrió Chile, Bolivia y Perú a ciegas, sólo para hacer llegar más lejos la foto de su hija.
Llora cuando recuerda la odisea que vivieron en Arica, al norte de Chile, en un ecosistema desértico con 45 grados de calor en el que pasaron más de 3 meses. “Repartíamos panfletos con la cara de Sofi. La gente nos daba monedas, dormíamos a la intemperie”. Estaban durmiendo en la playa, de hecho, cuando ocurrió el terremoto y tsunami de 2010: María Elena tardó cinco días en saber que su marido había sobrevivido.
“Con el sol la espalda se me empezó a pudrir. Tenía todo en carne viva, no teníamos plata, remedios, comida. Pero lo volvería a hacer”, dice. Terminó cambiando trabajo de albañilería por techo y comida a una señora que lo vio y le dijo: “Conozco el caso de tu hija, no te puedo ver así”. Fabián contó su historia en ferias y volvió a estar en peligro cuando dijo que había una recompensa y se enteró de que estaban planeando secuestrarlo.
En Antofagasta un hombre disfrazado de Barney juró que la había visto y que le había dado un globo. Fueron con la policía en patrullero, no era. Una vez, incluso, siguieron la versión de un radiestesista que marcaba un lugar con un péndulo: “Cruzamos por un estrecho que tiene agua de deshielo. Cuando quisimos volver había subido: tenía un metro y medio de profundidad. Cuando cruzamos, la camioneta se quedó”, recuerda él. “Tuvieron que salir nadando en el agua de deshielo, casi se ahogan todos”, dice María Elena.
“Cada vez que había una pista para mí era Sofi", cuenta él. Llora otra vez cuando lo dice, se seca las lágrimas con rollo de cocina. Imaginaba cómo le iba a contar a María Elena que la había encontrado. Después todo se me venía abajo”. La novedad, ahora, es el pedido de captura internacional librado por INTERPOL para un hombre chileno que fue visto por uno de los niños que estuvo en el camping con ellos ese domingo.
“Siempre sentí que nadie se movía suficiente para buscarla, lo mismo que está pasando ahora en la pandemia, que nadie está buscando a este tipo. Lo que quiero es que pongan uno, dos policías y vayan, se metan al campo y lo encuentren de una vez”. Fabián está convencido de que su hija fue robada y está viva pero, al mismo tiempo, tiene miedo. Es que este nómade llamado José Dagoberto Díaz Águila declaró en 2008 que sabía quién y dónde había matado y enterrado a la nena.
“Se me llena la cabeza de dudas pero no quiero pensar esas cosas, me hace mal. Quiero seguir creyendo que está viva en algún lado”, suspira. “Una vez alguien me dijo ‘¿y cuando la encuentres, qué vas a hacer?’, y yo le contesté ‘¿cómo qué voy a hacer? Me la llevo a casa’. Y me dijo ‘tal vez esté con otra familia a la que quiere’. Estuve pensando mucho en eso, porque Sofi va a cumplir 17 años. Creo que si la encontrara le haría esa pregunta ‘¿qué querés vos, hija?’. Si ella quisiera volver a casa perfecto, pero si está bien donde está no haría nada que pudiera volver a hacerle daño”.
SEGUÍ LEYENDO: