Nadie debe tener tantas últimas entrevistas como John Lennon. Ese género póstumo tan redituable, en el caso de Lennon es increíblemente prolífico. Se explica porque en el momento de su asesinato, John y Yoko estaban en plena promoción de Double Fantasy, el primer disco de John en cinco años (o en seis si hablamos de temas propios porque Rock & Roll fue un álbum de covers). Gracias a eso, hay una gran variedad de declaraciones de John sobre el proceso de grabación de esas canciones.
Hace cuarenta años, John Lennon terminaba de grabar su último disco. Luego vino el lanzamiento, las apariciones promocionales, los temas apareciendo de nuevo en los charts, una fría recepción crítica y el asesinato de John a manos de un alterado fan lector de Salinger.
Ya había pasado el Fin de Semana Perdido, ese periodo de mediados de los setenta, en el que John alejado de Yoko, se dedicó a la diversión y los excesos. Sus compañeros de juerga eran Harry Nilsson, Keith Moon y Ringo Starr, entre otros. Todo había comenzado en una fiesta en la que John desapareció de la vista de Yoko unos minutos. Ella supo qué estaba sucediendo pero no hizo nada por impedirlo. Lo único que esperaba era discreción. Pero las circunstancias jugaron en contra. Uno de los invitados se quiso retirar de la fiesta antes. Al ir a buscar con los anfitriones sus abrigos al dormitorio principal de la casa en la que la reunión tenía lugar se encontraron con una sorpresa al prender la luz. John Lennon estaba teniendo sexo con una joven y rubia invitada.
Yoko no hizo ningún escándalo público pero unos días después la pareja tuvo una charla definitiva. Yoko Ono le dijo a John: “Te devuelvo tu libertad”. El arrepentimiento del Beatle y sus disculpas no alcanzaron. Debió dejar la casa que compartían.
Así empezó el Fin de Semana Perdido que duró más de quince meses. Yoko envió a su asistente personal a cuidar a John. Casi de inmediato May Pang, la hermosa joven oriental, y Lennon comenzaron una relación. Declaraciones posteriores de los implicados probaron que fue la misma Yoko la que le dio el visto buena a May Pang para que tuviera una relación con John. Pero, una vez más, lo que ella exigía era discreción.
La paz entre ellos se desmoronó cuando John se hizo fotografiar junto a la chica en una de las alocadas noches hollywoodenses. La foto se publicó en todos lados y el mundo conoció que la pareja perfecta y simbiótica se había desmoronado. Pero pasado un tiempo, John y Yoko se reencontraron una noche. Permanecieron juntos, casi sin despegarse, tres días. Fue Yoko la que llamó a May Pang para informarle que John no volvería con ella. John Lennon y Yoko Ono ya no se separarían más.
Compraron el departamento en el séptimo piso del Dakota, el célebre edificio de Manhattan frente al Central Park (luego incorporaron otras unidades en el Dakota entre ellas un estudio para Yoko). Y, principalmente, tuvieron a Sean, su hijo.
Hubo una especie de acuerdo en la pareja. Un acuerdo que otra vez impulsó Yoko. “Yo lo llevo en la panza y vos lo crías”, dijo. John cambió pañales, preparó mamaderas, lo llevó al parque, lo baño. Crío a Sean y compartió gran parte de los siguientes cinco años con él. Hizo lo que su padre no había hecho con él y lo que él no había hecho con Julian, su primer hijo. En ese tiempo se alejó de la música. No fue un eremita ni un recluso que no salía de su departamento. Viajó por Oriente y por Estados Unidos con su familia. También compuso algo de música. Pero lo hacía esporádicamente y sólo producía pequeños retazos de canciones. Estas no le aparecían completas. Esos fragmentos se fueron acumulando.
Lennon contó después que realizar todas esas tareas de crianza lo reconciliaron con una parte de él que tenía adormecida (su “lado femenino” lo llamó). Dijo que sus canciones previas que podían ser consideradas feministas como Woman is the Nigger of the World sólo eran meras declaraciones pero que en él el cambio no se había producido hasta el nacimiento de Sean. Se sentía satisfecho con su transformación y profetizó -con acierto- que muchos hombres harían en el futuro lo que él estaba haciendo.
Los motivos por los cuales en 1980, Lennon dejó sus labores de crianza y volvió a la música son diversos. Por un lado Paul McCartney, con quien había recompuesto relaciones, triunfaba. En la radio se escuchaba Coming up. Eso produjo en John dos consecuencias inmediatas. Por un lado se reactivó su costado competitivo (“si Silly Love Songs fue un hit, mis canciones todavía tienen chances”, debe haber pensado); por el otro, sintió que era algo que estaba al alcance de su mano, algo que él todavía estaba en condiciones de realizar. Aunque este no es el argumento que esgrimía John en público.
Él narraba otro origen del disco. Decía que nació en una travesía en barco hacia las Bermudas. Iba a pasar una temporada a las islas junto a Sean (que viajaría en avión con una niñera una vez que su padre arribara a la isla). Pero en la zona del Triángulo de las Bermudas una tormenta feroz asoló la embarcación. Todos los tripulantes se descompusieron y estuvieron postrados en sus camarotes. Sólo dos quedaron en pie. El capitán de la nave y John Lennon. En un momento el capitán sintió que debía descansar, el sueño lo abatía. Le pidió a John que quedara a cargo del timón. Luego de unas breves explicaciones y de unos minutos de supervisión, el capitán pudo acostarse y John condujo la embarcación. Esas horas, contó Lennon, fueron las que lo inspiraron; cambiaron su modo de pensar y le demostraron que debía salir de nuevo al mundo a mostrar sus creaciones.
En las entrevistas promocionales John agregaba un tercer elemento. En una de las noches de Bermudas, en un bar, escuchó una canción. Sonaba como lo que había hecho Yoko diez años atrás. Era Rock Lobster de The B-52s, el grupo New Wave (aunque esa es la canción que John mencionó en todas las entrevistas, por la fecha es probable que se tratara de Private Idaho, tema que los B-52s habían editado en ese momento). Desde el mismo bar llamó a New York y le dijo a Yoko que debían grabar juntos un álbum. Ella no viajó a Bermudas tal lo convenido pero sí dispuso todo para que entraron a un estudio apenas su esposo y su hijo regresaran.
El álbum significaba el regreso de John después de años de silencio. Un Beatle, ese Beatle, volviendo al ruedo. La expectativa era grande; y comprensible.
John no tenía contrato vigente con ninguna discográfica desde que se había vencido el anterior en 1976. Sin embargo, no parecía difícil conseguir uno. Apenas corrió el rumor que estaba grabando de nuevo y que había decidido salir del ostracismo de su departamento en el Dakota, las discográficas decidieron pujar por él. Figuras míticas del negocio dejaron sus despachos inaccesibles en Los Ángeles para trasladarse a Nueva York para tentarlo. El mítico Ahmet Ertegun fue uno de ellos pero no consiguió cerrar trato. John, que seguía atento al negocio y a sus antiguos compañeros de grupo, como lector de Variety y de Billboard conocía las cifras que se pagaban.
Sabía que Paul McCartney había obtenido 22 millones en su último acuerdo con Columbia. El arreglo económico no lo desvelaba. Había una condición que era inconmovible. El disco tendría dos autores: John Lennon y Yoko Ono. Ambos participarían en igualdad de condiciones. Se supone que negociando, eso lo podría haber conseguido con cualquier compañía, que al final, con tal de contar con John todos hubiesen cedido. Sin embargo, la pareja desechó de plano a aquellos que osaron dudar de la conveniencia de la idea. Ante el menor atisbo de subestimación hacia Yoko como artista, la pareja deba por finalizadas las conversaciones.
Un joven audaz e impetuoso fue quien se llevó el premio. David Geffen aceptó pagar algo más de un millón de dólares (mucho menos de lo que Lennon hubiera conseguido en otro acuerdo) sin escuchar siquiera un acorde de las canciones. Y vio con agrado (o al menos lo simuló delante de la pareja) que los créditos artísticos fueran compartidos. Geffen había dejado Asylum y estaba lanzando su nuevo sello. Eso además les aseguraba que el lanzamiento sería prioritario para la compañía. John y Yoko recibirían la atención que merecían.
Contradiciendo el mito de la pareja que permanecía todo el tiempo unida y que hacían todo de a dos, las jornadas de grabación estaba divididas en dos secciones bien diferenciadas. Por la mañana y la primera tarde, Yoko ocupaba el estudio; a media tarde entraba John y se quedaba hasta la noche. Para el productor Jack Douglas, que venía de trabajar con Aerosmith y Cheap Trick, las sesiones eran largas. Había pasado más de una década de las imágenes de Yoko en medio del estudio de Abbey Road en las jornadas de grabación de los Beatles. La pareja inseparable, ya vimos, cada tanto se separaba.
Unos meses antes, según Phillip Norman -biógrafo casi oficial de los Beatles y también de John-, Yoko había incursionado de nuevo en el consumo de heroína. No buscó ayuda médica porque no quería que John se enterara ni que él reincidiera. Pero para el momento de Double Fantasy, Yoko había dejado atrás la heroína y a Sam Green.
Sam Green era un hombre del mundo del arte, un marchand que había estado en The Factory, cercano a Andy Warhol, persona de confianza de Greta Garbo y con contacto con los artistas plásticos y las galerías más importantes del momento. La relación con John y Yoko se intensificó cuando consiguió, casi sin esfuerzo y en muy poco tiempo, invitaciones especiales para los tres para estar en la asunción presidencial de James Carter. Luego fue el intermediario que permitió que la pareja adquiriera un Renoir para las paredes de su departamento en el Dakota.
Albert Goldman, el escandaloso biógrafo que se ocupó de figuras como Elvis y Lenny Bruce, en Las Vidas de John Lennon, asegura que Green y Yoko Ono tuvieron un apasionado romance durante 1980. Ella se mostró en varias ocasiones en público con él. Yoko, en esa relación, también ejercería el control, imponiendo gustos y tiempos como en su matrimonio. Goldman afirma que Yoko hasta pensó en el divorcio. La relación con Green parece haber sido el principal motivo de que Yoko no viajara a las Bermudas (los biógrafos oficiales de John dicen que el viaje de él a las Bermudas “fue conveniente para Yoko en esos días” sin ahondar en los motivos).
Una de las canciones de John en el disco es I’m losing you, Te estoy perdiendo. Lennon explicó, en las entrevistas posteriores, que el origen de la canción fueron unos llamados infructuosos que él realizó desde Bermudas. Durante un par de días no pudo dar con Yoko y eso lo preocupó. Varias fuentes desacreditan esta historia. Están los que afirman que buena parte de la canción ya había sido escrita en 1978 y era parte de esos fragmentos que John llevó consigo a ese viaje. Otros sostienen que la relación de Yoko con Green fue el origen del tema, que el temor del cantante de perder a su amor fue la principal inspiración.
Lo que los ejecutivos de las discográficas más grandes habían temido sucedió con el lanzamiento del álbum. El entusiasmo del público se enfrió cuando se difundió que de los catorce temas, sólo siete eran de John. La estrategia de la pareja para paliar eso se dividió en dos partes. Por un lado, dejaron para un proyecto futuro los temas más vanguardistas de Yoko. Las dudas por los años de ausencia de John del mercado influían. Por el otro, una regla no escrita pero que nadie estaba dispuesto a quebrar establecía que los temas de difusión, los simples, serían las canciones de John; los de Yoko ocuparían el lado B.
Pero en el disco las canciones se alternaban. A una de John la seguía una de Yoko. La única excepción se daba con el último track del Lado A y el primero del B que eran del ex Beatle. Como compensación el álbum se cerraba con dos canciones consecutivas de la artista japonesa.
En octubre 1980 apareció el primer tema original de John en seis años. (Just like) Starting Over. La canción fue bien recibida y escaló en los rankings aunque sin llegar a los primeros puestos. Parecía escrita con Elvis Presley y Roy Orbison en la cabeza. John estaba fascinado con volver a escucharse en la radio. Era una sensación que había perdido. Le gustó estar de nuevo en el ruedo, despejar fantasmas y saber que todavía estaba en condiciones de dar pelea.
Pero cuando el disco apareció a principios de noviembre la recepción de los críticos no fue unánime ni consagratoria. Algunos repudiaban los temas de Yoko; otros por el contrario los destacaban como lo más valioso de Double Fantasy. Para esos, John estaba demasiado domesticado.
El influyente crítico de la publicación inglesa NME Charles Shaar Murray lo mandó a cocinar. Escribió: “No perdamos más tiempo en John Lennon. Puede volver a la cocina, preocuparse por su hijo y por las vacas, porque todo el material interesante de Double Fantasy proviene de Yoko”.
A los fans de John les pasaba exactamente lo contrario. Eran tiempos de vinilos y de cassettes. Así que les resultaba incómodo tener que levantarse a levantar la púa tema por medio para saltear el surco de las canciones que no eran de John (muchos lo hacían).
La canción de Yoko que abría su participación (y que figuraba en la cara B del primer single) era Kiss Kiss Kiss y finalizaba con un estridente orgasmo de ella. La grabación de esa sección del tema adquirió ribetes legendarios. En algunas de las entrevistas les preguntaron cómo lo hicieron ante la ola de rumores que sostenían que era fruto de la grabación de un acto sexual de la pareja o de una práctica masturbatoria de Yoko. John con su picardía habitual para responder las consultas contó que nadie sabía bien qué había sucedido ya que vaciaron el estudio y pusieron un biombo entre la cabina de grabación y la sala. Sólo quedaron él y el productor quienes nada más podían escuchar a Yoko, oculta detrás del biombo. Ella, por el contrario, decía que sólo se trató de una actuación, que para eso era una artista.
El periodista Robert Hilburn visitó a la pareja en el estudio de grabación. Se llevó una grata sorpresa a ver a John más delgado y de muy buen humor. En un momento, el Beatle lo llevó subrepticiamente a un pequeño cuarto. Ambos salieron sigilosamente de la vista de Yoko. Hilburn creyó que Lennon se iba a drogar. Pero al traspasar la puerta, John rebuscó detrás de unas cajas y sacó una tableta de chocolate Hershey y con una sonrisa traviesa le convidó unos cuadrados al periodista. “Si Madre (así llamaba John a Yoko) se entera que no cumplo con la dieta macrobiótica se enoja mucho”, dijo.
La foto de tapa es una hermosa foto de un beso entre John y Yoko sacada por el fotógrafo japonés Kishin Shinoyama. Los nombres de los dos aparecen en la portada. El nombre del disco proviene no sólo de la doble autoría sino de una especie de fresia que conoció en Bermudas. “Es un tipo de flor pero lo que significa para nosotros es que si dos personas se imaginan lo mismo al mismo tiempo, ahí está el secreto”, dijo John.
De las 22 canciones que grabaron en 10 días quedaron 14. (Just like) Starting over llegó al puesto 8. Nada más al puesto 8. Fue una pequeña desilusión. “Está bien. Tenemos la familia” le respondió Lennon a Yoko cuando se enteró.
Entre las canciones de John había canciones de amor a Sean (Beautiful Boy) y a Yoko (Woman y Dear Yoko). También un balance de su vida madura como Watching the Wheels.
Entusiasmado con el regreso John volvió a entrar al estudio de inmediato. Eran las sesiones del siguiente proyecto Milk and Honey (editado póstumamente). Mientras tanto, la pareja daba largas entrevistas. De esas tres son célebres. La brindada a Playboy, la radial con Anne Pebbles y la de la revista Rolling Stone con la sesión de fotografía de Annie Leibovitz en la que John desnudo abraza a una Yoko vestida.
Luego llegó esa noche del 8 de diciembre. Mark David Chapman, con El Guardián entre el Centeno en su bolsillo, llamó a Lennon en la vereda del Dakota y disparó contra él.
Tras la muerte de John Lennon, Double Fantasy llegó a la cima de los charts en todos los mercados. El dolor y el entusiasmo póstumo le dieron una nueva chance y valoración a esas hermosas canciones cantadas de una manera excepcional por Lennon.
Treinta años después, Yoko Ono editó Double Fantasy Stripped Down, que elimina casi todos los efectos de post producción dejando la voz de Lennon y la guitarra al frente. Tal vez, el formato más adecuado para esas canciones, las últimas que escribió uno de los genios del Siglo XX.
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