Nace el siglo XVI. Una noche, sin más testigos que los monumentos romanos y los cientos o miles de gatos vagabundos que a esas horas y en las sombras son los dueños de la ciudad –muchos creen que son descendientes de aquellos que seguían a las legiones romanas–, un hombre se desliza hacia la estatua de –según las versiones– un guerrero heleno, Menelao abrazando el cuerpo del moribundo Patroclo en la Guerra de Troya, o Hércules en lucha con los centauros…
El hombre lleva debajo de uno de sus brazos un pequeño rollo de papel con una leyenda escrita en carbonilla y betún, y la pega al pie de la estatua.
No hay memoria de ese breve texto (seguramente insultos a un político o a un cardenal o un papa), pero a cuatrocientos años y unas monedas del siglo XXI, acaba de nacer un milagro de la comunicación: Twitter.
El hombre (no se conoce o se conjetura su nombre de pila) se llama Pasquino –pronunciar “Pascuino”– y no hay certeza de su oficio. Para algunos, un barbero. Para otros y lo más probable, un maestro de escuela, y para los más imaginativos, un gladiador invencible…
La estatua estaba entonces en una calle medieval, casi ignota, pero hoy, como homenaje, está en la Piazza di Pasquino, cerca de Piazza Navona. Un acto de justicia, y por más de una razón. Porque los breves mensajes de Pasquino fueron un ariete contra el poder y sus abusos, en sátiras implacables y libelos contra ciertos poderosos tan ricos como graves sus pecados. Esos mensajes breves y de apariencia burda fueron, en gran medida, la voz del pueblo: la prensa libre y justiciera… Un mínimo recipiente, pero temible cada mañana por sus denuncias de corrupción tanto como por sus chismes y hasta sus poemas eróticos…
Y no tardaron en hacer escuela. Crearon, por rebote, una institución clandestina: Las Estatuas Parlantes de Roma. Una cofradía popular y, desde luego, oculta, que usó la invención de Pasquino para lo mismo: ataques a políticos, corruptos y altos personajes de la Iglesia que no llegaron a sus ataúdes amados por sus actos…
Algunas estatuas cobraron fama: además de la inaugural Pasquino, el pionero, entraron en juego otros textos similares de Marforio, Madama Lucrecia, Abate Luigi II, Babuino e Il Faccino.
En tiempos modernos, serían cadenas de diarios que vendían millones de ejemplares, y más adelante los medios digitales (caso Infobae, por ejemplo) cuyas cifras de consumidores paralizan a los viejos escribas como el autor de esta nota…
Con un extra impensable: algunos fans de esta primitiva forma de comunicación propalaban los contenidos a gritos: con un poco de imaginación, no sería exagerado decir que, por rebote vocal, los tuits de Pasquino le abrían paso a la radio, aunque en FMs de baja frecuencia: los vecinos…
Porque así es el mundo, salvo las estatuas parlantes que aun se conservan, aunque sólo unos pocos turistas se atreven a escribir que “ella y él se aman” (cada uno pondrá los nombres que prefieran), con el consabido corazón y la flecha, el viento de los siglos se llevó la historia y apenas dejó unas pocas huellas. Sin embargo…
En 1976 llegó al mundo en St. Louois, Missouri, míster Jack Patrick Dorsey, un iluminado. Estudió en la Universidad de Nueva York y en la de Ciencia y Tecnología de Missouri. Por entonces (julio de 2006), los sistemas de comunicación eran muchos y clara parte de estos tiempos. Pero la ciencia no se detiene…
Dorsey, que antes había fundado una empresa de taxis y reparto de paquetes a cualquier punto de la nación, creó una de las últimas (nunca hay últimas) maravillas: Twitter, un servicio de microblogging con sede en San Francisco y filiales en Texas y Boston.
Definido con la mayor economía de recursos, la red Twitter le abrió la puerta a mensajes cortos (140 caracteres al principio, 280 hoy). Definido con asombro, fue casi como la primera prueba atómica exitosa en Alamogordo, Nuevo México, que haría rendirse a Japón, último eslabón del eje con Alemania e Italia, ya despedazados…
Números. Los que mandan. La red Twitter, la pasquinata del siglo XVI recién asomado, tiene 328 millones de usuarios activos, genera 65 millones de tuits por día, y se hace cargo de más de 800 mil pedidos de búsqueda por jornada. Factura unos 2.500 millones de dólares por año y su cotización en la Bolsa supera los 10 mil millones de dólares…
Semejantes cifras bien merecerían un tema de los reyes del swing, Tommy y Jimmy Dorsey y sus bandas, más la voz de Frank Sinatra, LaVoz, otro iluminado. Parece imposible, pero la tecnología todo (o casi todo) lo puede. Al fin y al cabo, míster Twitter es un Dorsey…
Acaso no los unan lazos de sangre, pero sí la gloria de haber sido gigantes.
(Post scriptum: Pasquino y sus mensajes nocturnos merece un mejor destino. Por costumbre u otras razones, hoy se le llama pasquín a un diario modesto, de poca monta, y a sus textos, basura despreciable o prensa amarilla. La última escala de la prensa escrita. Sin embargo, es injusto olvidar las palabras de Emile Zola cuando su pluma defendía la inocencia del capitán Alfred Dreyfus. “A veces, la prensa amarilla también dice la verdad”.)
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