Aunque siempre se hable de Yoko Ono, y se la culpe de la separación de los Beatles, es muy probable que no haya sido ella la mujer más influyente en la historia de los de Liverpool. Ayer por la tarde a través de un tuit del periodista británico Mark Lewisohn, exhaustivo biógrafo de los Fab Four, el mundo conoció la noticia de que, dos días antes, había muerto Astrid Kirchherr, a los 81 años. Astrid fue la primera que los fotografió y, posiblemente, con su presencia, sus ideas y su tijera moldeó a los Beatles tal como el mundo los conoció.
Astrid había nacido en Hamburgo en 1938. Su padre era un alto ejecutivo de la Ford y en medio de la Segunda Guerra Mundial, gracias a su dinero y contactos, consiguió sacar a su familia de Alemania. La destrucción los encontró en otro lado. Años después Astrid volvió con su madre a Hamburgo. Al egresar del secundario estudió diseño de moda, aunque muy prontamente se pasó a fotografía gracias a la sugerencia de un profesor que quedó deslumbrado con sus fotos. La sugerencia de cambio de carrera incluía hasta una oferta de trabajó como asistente de un importante fotógrafo profesional.
A principios de la década del 60 Astrid estaba de novia con Klaus Voormann, un excéntrico compañero de estudio. La pareja y el gran fotógrafo Jürgen Vollmer solían andar juntos y compartir lecturas y aficiones culturales.
Luego de una típica pelea entre novios adolescentes, Voorman salió a caminar en medio de la noche por Hamburgo. Casi sin darse cuenta llegó al Reeperbahn, uno de los barrios menos tranquilos de la ciudad, con una nutrida vida nocturna. De un bar escuchó salir una música que lo intrigó: lo atrajo lo desconocido. Ingresó y estaba tocando Rory Storm and The Hurricanes, un grupo inglés. Cuando ese grupo abandonó el estrecho escenario aparecieron 5 jovencitos, también ingleses, con camperas de cuero y jopos, que tocaron una música rápida y seductora. Voorman quedó deslumbrado. Al día siguiente arrastró a Astrid, su novia, y a Völlmer al Keisserkeller Club. Ninguno de los tres habían escuchado nada igual. No conocían el rock. Alemania estaba saliendo de la depresión de posguerra, estaba en ciernes El Milagro Alemán. La música anglosajona que conocían era el jazz ya clásico a esa altura (el swing) y los grupos vocales de los 50 como Los Plateros.
El trío comenzó a ir cada noche al Keisserkeller a escuchar a esos 5 jovencitos de Liverpool. Sí, cinco. Porque hubo un tiempo en que los Fabulosos Cuatro no eran ni fabulosos ni cuatro. Estaban John Lennon, Paul McCartney y George Harrison, pero el baterista era Pete Best y Stu Sutcliffe, el bajista. “La primera vez que vi a los Beatles de inmediato tuve claro que eran algo muy especial. Aunque, por supuesto, nunca me imaginé que un par de años después se convertirían en la banda más importante de todas las épocas”, contó Astrid.
Los tres alemanes trataron de acercarse a la banda pero chocaron con el desdén de Lennon que los llamaba los “exis”. Pese al deslumbramiento había recelo desde los dos lados según contó Astrid años después: “La guerra había terminado hacía pocos años y nuestros países habían estado enfrentados por lo que en el aire flotaban preconceptos y miradas erróneas”.
Pero todos los prejuicios cayeron, unos días después cuando Stu habló con ellos. Le parecían interesantes. Había un halo misterioso en el trío que vestía de negro, que traían libros bajo sus brazos y que tenían peinados estrambóticos para el momento. La belleza de Astrid era evidente. Ojos claros, un rostro que parecía tallado, el pelo corto que resaltaba cada una de sus facciones clásicas y simétricas.
“En esa época éramos tan chicos que no teníamos idea de quién era Jean Paul Sartre. Nos llamábamos a nosotros mismos existencialistas porque nos gustaba el misterio que rodeaba a esa imagen. Vestíamos de negro y acarreábamos siempre una mirada sombría con gesto grave. Queríamos copiar los franceses porque eran los que teníamos más mano, lo más cercanos”, explicó la fotógrafa. Sin embargo tenían muchos cosas en común. Los Beatles se habían conocido en una escuela de arte parecido a la que iban Voorman y Astrid. Las charlas sobre literatura, arte, cine y música se multiplicaron.
Pero si uno ve fotos de esos años del trío de amigos alemanes sin referencia alguna puede pensar que se trata de un grupo de New Romantics de los 80. La vestimenta que ellos usaban se popularizó casi dos décadas después. Tan adelantados iban a su tiempo.
El mundo de estos tres alemanes comenzó a converger con el de los músicos ingleses. Se mostraban nuevas realidades y se influenciaban mutuamente.
Stu empezó a vestirse con la ropa de Astrid. Pantalones ajustados de cuero, ropa de corderoy. Lo que al principio motivó la burla de sus compañeros, luego fue emulado por ellos.
Astrid y Stu se enamoraron, aunque Voormann siguió siendo amigo de ellos.
Una tarde, Astrid le cortó el pelo a su nuevo novio. Estaba cansada de ese jopo presuntuoso, ahogado de gel, típico de los jóvenes ingleses de esos años. Cortó poco, pero moldeó la cabellera de otra forma. El pelo abundante sobre la frente y abultado en la cima de la cabeza. Esa noche, cuando el bajista se juntó con sus amigos para los shows, John hizo un sinfín de chistes con el nuevo corte de Stu. Pero a los pocos días George le pidió a Astrid que le hiciera el mismo corte; John y Paul siguieron ese camino no días después (el peluquero en esos caso fue Völlmer). Cuando explotó la Beatlemanía el corte pasó a tener nombre (moptops por su parecido con un trapeador o mopa) y millones de jóvenes que lo emularon.
Ella con gran elegancia siempre rechazó tener un papel importante en la formación del carácter y de la imagen de los Beatles. Ni siquiera se atribuyó los méritos de ese corte de pelo inicial, del que marcó el camino al resto. "Son estupideces eso que dicen que yo inventé el corte de pelo de los Beatles. Klaus Voormann ya lo usaba así y varios de nuestros compañeros en la escuela de arte también lo hacían".
Todos eran jóvenes y tenían sueños. Stu Sutcliffe quería ser artista por eso abandonó la banda y se quedó a estudiar en Alemania al tiempo que se comprometía con Astrid. Los otros querían triunfar en la música. George pretendía llegar a ser como los Shadows para poder comprarle una casa a su padre. John, en cambio, anhelaba ser más grande que Elvis.
Astrid Kirchherr les propuso sacarles algunas fotos con su Rolleicord. Esas imágenes en blanco y negro se han convertido en icónicas y grafican a la perfección la prehistoria del grupo. En una, contra un vagón de tren, se los ve a los cinco todavía con sus peinados originales.
Ayer Pete Best, el baterista desplazado, le envió vía Twitter un saludo de cumpleaños a Astrid. En él afirmaba que esa foto, la de los cinco contra el vagón, es su foto favorita de toda la historia del rock. Pero Pete, con su pertinaz falta de timing, confundió la fecha de cumpleaños (era el 20). Y no podía saber que había Kirchherr muerto un día antes de su saludo.
Klaus Voormann siguió ligado a los Beatles durante muchos años. Hizo la tapa de Revolver, tocó con la mayoría de ellos en sus discos solistas (participó en el Concierto para Bangladesh, en la Lennon Ono Band y en los éxitos solistas de Ringo). El tercer integrante, Jürgen Völlmer, tambien fotógrafo, es el autor de la imagen que John Lennon utilizó en la tapa de su disco de covers Rock and Roll.
Luego de la sesión de fotos en la que Astrid obtuvo esas imágenes icónicas, invitó a los músicos a su casa. Su habitación era completamente negra, también los muebles. En la pared había sectores recubiertos de papel de aluminio y el techo estaba atravesado por una gran rama de árbol. Los Beatles nunca habían visto un cuarto decorado de esa manera. Pero no fue el único aporte de Astrid. Ella, a través de su madre, les facilitó Preludin, una droga que los estimulaba y les permitía aguantar las largas jornadas sobre el escenario.
Unos años después, el grupo le permitió sacar fotos en el backstage de la filmación de A Hard day’s night. Otra galería de imágenes bellas y clásicas. En 1968, George Harrison le encargó las imágenes del sobre interno de su trabajo solista Wonderwall.
Los Beatles luego de la temporada en Hamburgo volvieron a Inglaterra siendo cuatro, con nuevos peinados, cientos de horas de rodaje sobre el escenario, con un bagaje cultural más expandido, habían utilizado drogas y con Paul en el bajo. La transformación había sido evidente.
Stu permaneció en Hamburgo junto a Astrid. Obtuvo una beca para estudiar con un reconocido artista italiano. La relación proseguía. Ya habían puesto fecha de casamiento. Convivían en la casa de la madre de ella. Hasta hicieron un viaje a Liverpool para que Astrid conociera a la familia de él. Pero el 10 de abril de 1962, un terrible dolor de cabeza hizo que lo internaran. Murió unas pocas horas después de ingresar al hospital debido a una hemorragia cerebral. Los Beatles volvieron a Hamburgo tres días después de la muerte de su amigo. Astrid los esperaba en el aeropuerto para darle la noticia a John y a Paul. George y Brian Epstein, el manager, llegaban un día después y se enteraron en el avión porque compartieron viaje con la madre de Stu que iba a buscar el cuerpo de su hijo. El padre de Stu se enteró tres semanas después. Como era marino mercante recién supo la trágica noticia en el puerto de Buenos Aires.
En 1994, la pelicula Backbeat cuenta la historia de amor de Stu y Astrid (interpretada por Sheryl Lee) al tiempo que narra los días de los jóvenes Beatles en Hamburgo.
Hace unos años, Astrid escribió el prólogo de Read The Beatles, una excelente recopilación de textos sobre el grupo editada por Penguin. Allí, una vez más, minimiza su influencia y se dedica a explicitar cuál fue el mayor legado de los Beatles en la juventud: “Hicieron que la juventud adquiere confianza en sí misma y les mostraron de qué manera se podía ser más crítico, menos complaciente. Enseñaron, cada uno con su cautivante personalidad, cómo ser diferentes, cómo diferenciarse de la multitud, cómo experimentar y todo eso haciéndolo con humor, inteligencia y tolerancia”. En algunas líneas hasta parece que está hablando de ella misma.
Volvamos al tuit de Mark Lewinsohn que anunció la muerte de Kirchherr. En él, el biógrafo escribió que Astrid era inspiradora, inteligente, innovadora, atrevida, artística, despierta, con consciencia, hermosa, elegante, amorosa y amiga leal, y que su aporte a los Beatles se hace difícil de calcular. Una vez que se conoce la historia de Astrid Kirchherr no se puede dejar de coincidir con él.
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