“¡Hay sangre por todas partes!”: la brutal masacre de una familia con el siniestro sello de la mafia

Al caso se lo llamó “los crímenes de Piketon”. Ocurrió en Ohio, Estados Unidos, en abril de 2016, y sacudió a la tranquila comunidad rural. Ocho miembros de una familia fueron asesinados en sus viviendas en una misma noche. El ADN de una niña de tres años, que llevaba la sangre de los dos clanes, desató el horror

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Dos familias mortalmente enfrentadas, cual Montescos y Capuletos, y un final de tragedia griega: la conformada por los Rhoden, terminó prácticamente aniquilada; la otra, la de los Wagner, fue acusada por los homicidios en 2018 y está por ser sometida a juicio. El disparador de la masacre habría sido la batalla por la custodia de una pequeña de 3 años, quien llevaba en su sangre el ADN de los dos clanes. La masacre ocurrió en una zona rural de Ohio, Estados Unidos, en 2016.

Esta es una de esas historias que demuestran que la realidad se empecina siempre en ganarle a la ficción.

Una mañana diferente

La primera llamada al 911 ocurrió a las 7.53 de la mañana del 22 de abril de 2016. Era una mujer, Bobby Jo Manley, que le dijo a la operadora con la respiración entrecortada: “Hay sangre por todas partes”.

Bobby era la cuñada de Christopher Rhoden. Había entrado con sus llaves porque iba periódicamente a alimentar a los animales, pero se encontró con una escena dantesca: Christopher y su primo, Gary Rhoden, estaban en medio de un gigantesco charco rojo. La mujer, tartamudeando, dio a emergencias la dirección: el número 4077, de la calle Union Hill. Antes de que llegara la policía Bobby fue hasta la vivienda de al lado y golpeó la puerta: le abrió el pequeño Bentley de 3 años, hijo mayor de Frank y Hannah Gilley. En la sangrienta cama, entre sus padres muertos, estaba también vivo el bebito de 6 meses.

Era solo el principio de una mañana que sería extremadamente movida.

Mientras la policía se dirigía a la escena, otro vecino los interceptó. Les dijo que fueran a otros dos sitios cercanos porque seguramente había más muertos. Era absolutamente cierto.

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Las casas no eran hogares convencionales sino casas-tráiler, esas que tanto se usan en las zonas rurales de los Estados Unidos. Se encontraban dispuestas bastante cerca unas de otras. Y sus dueños eran todos de una misma familia: los Rhoden.

En esos tres tráilers la policía sumó siete cadáveres. Faltaba descubrir uno más: el de Kenneth Rhoden, el hermano mayor de Christopher. El que lo encontró y lo reportó al 911 fue Donald Stone, un primo que había ido a cerciorarse de que Kenneth estuviera a salvo. No lo estaba.

A las 13.26 ya estaban contabilizados todos los muertos: eran ocho.

Balas silenciosas en la oscuridad

Los hechos, según la fiscalía, sucedieron así.

La noche del jueves 21 de abril de 2016 los Rhoden dormían cada uno en su tráiler. Vivían a poca distancia unos de otros, en el área rural de Piketon, en Ohio.

Las causas de muerte fueron disparos hechos a quemarropa y con silenciador.

(Captura de video de CBS)
(Captura de video de CBS)

Los asesinados eran:

Christopher Rhoden, 40; su ex mujer Dana Lynn Rhoden, 37, y sus tres hijos “Frankie”, 20, Hanna, 19, y Christopher Junior, 16; el hermano mayor de Christopher, Kenneth Rhoden, 44, y su primo Gary, 38. Entre los asesinados estaba también la pareja de “Frankie” Rhoden, Hannah Gilley. Todas las víctimas tenían cubiertas las manos con bolsas de plástico -excepto Hannah Gilley- y todas recibieron balazos directos a la cabeza. Para los investigadores no hubo dudas: había sido una ejecución a sangre fría.

Por lo que pudo reconstruir la investigación. esa noche al único que habrían encontrado despierto los crueles asesinos fue a Cristopher Rhoden. Se habría enfrentado al atacante, pero cayó acribillado por una lluvia de 9 balazos. Lo demuestra el hecho de que tenía una herida defensiva en su brazo derecho.

Su ex esposa Dana Rhoden recibió 5 disparos que impactaron en la cabeza y en el cuello. Algunos fueron efectuados cuando ya estaba muerta. Esto evidenció, según la experta forense Jennifer Murray de la Universidad de Indiana, “que hubo mucha, mucha, agresión”.

Christopher Junior fue acribillado en la cabeza mientras dormía, al igual que su hermano Frankie. Hanna fue asesinada también con balazos apuntados a su cráneo. A su lado dejaron vivo a su segundo hijo, un bebé nacido cuatro días antes. Su hija mayor de 3 años, Sophia, curiosamente había sido retirada por su padre Jack Wagner unas horas antes de la matanza.

A los hijos de Hannah Gilley -asesinada de la misma manera que el resto- de 3 años y de 6 meses y cuyo padre era Frankie Rhoden, les perdonaron la vida.

En la total oscuridad los atacantes terminaron su misión y se esfumaron.

(AP)
(AP)

Drogas y riñas de gallos

Según informó la cadena de televisión NBC News, en tres de los cuatro escenarios de las matanzas, la policía encontró cultivos de marihuana (las drogas son un problema frecuente en ese condado). En uno de los terrenos había más de 200 plantas. Estaba claro que la plantación era para la venta y no para el consumo personal.

Los detectives pensaron, entonces, en venganzas de los carteles de la droga o en conexiones con narcos mexicanos. Pero lo cierto es que la plantación no era de gran envergadura, lo suficientemente importante como para provocar semejantes crímenes. Consideraron también la posibilidad de una disputa familiar por dinero proveniente de la droga. Finalmente, esas pistas fueron descartadas.

También hallaron, en una de las cuatro propiedades, jaulas con gallos de riña. ¿Podría ser motivo de la matanza una trama que involucrara peleas ilegales de gallos? Ese camino tampoco condujo a ninguna certeza.

Estaban atrapados. Muchos muertos y ningún sospechoso.

Leonard Manley, el padre de la víctima Dana Rhoden, aseguró a los investigadores que los atacantes tenían que ser conocidos de la familia: los dos perros Pitbull, guardianes de Dana, en ningún momento atacaron a un intruso o ladraron. Y eso que eran de temer: ”Se hubieran comido a cualquiera para defenderlos”, aseguró. Además, no había signos de una entrada forzada en ninguna de las casas.

Con los resultados de las autopsias se supo que no sólo habían recibido tiros: también algunos habían sufrido golpes. Los peritos demostraron que al menos una de las víctimas presentaba 9 heridas significativas, además de los pertinentes balazos.

Se contabilizaron un total de 32 disparos en las escenas.

El sheriff de Pike, Charles Reader, aseguró que estaba claro que la familia había sido “el objetivo” de un ataque premeditado. Y les dio, a los familiares sobrevivientes, en medio de una conferencia de prensa un asombroso consejo: “Si tienen miedo, ármense para defenderse”.

Según el medio Chicago Tribune se conformó un equipo de búsqueda con 38 agentes. En esas primeras semanas se entrevistaron a 60 personas; recibieron unas 300 pistas; recolectaron 79 piezas de evidencia. Un empresario de la zona ofreció una recompensa de 25 mil dólares para aquellos que dieran una pista que permitiera capturar al o los asesinos. No avanzaron ni un metro. Los habitantes de Piketon estaban muy asustados. Las autoridades les pidieron que cerraran sus puertas con llave y que se mantuvieran alertas.

La total custodia de la pequeña Sophia fue otorgada a su padre Jack Wagner.

La custodia de Sophia

En enero de 2017 un primo de los Rhoden, Josh, fue detenido por cargos de tráfico de drogas como resultado colateral de la investigación por los asesinatos. De todas formas, la policía ya había determinado que la cantidad de droga que habían cultivado los Rhoden no era en absoluto significativa para pensar en un ataque de un cartel. Ante la falta de progresos en el caso, el 13 de abril de 2017, las autoridades tuvieron que reconocer a los medios de prensa que no tenían pruebas suficientes para hacer ningún arresto. Aunque el fiscal Rob Junk aseguró tener algunas pistas que no podía hacer públicas.

Ya llevaban interrogadas a 550 personas, habían recibido más de 1.100 pistas, habían examinado unas 700 pruebas y estaban involucradas unas 20 fuerzas de seguridad. En junio de 2017, Junk hizo un anuncio inusual: comunicó que tenían su “láser” apuntando sobre una familia vecina, los Wagner. Y solicitó a la ciudadanía cualquier información sobre ellos. Estaban desesperados por conseguir información como fuere.

Lo cierto es que parte de los Wagner se había mudado a Alaska tras la masacre. Pero cuando el dinero escaseó, habían empezado a regresar a la zona.

El 19 de septiembre de 2018, Junk habló otra vez y prometió que habría, en breve, avances contundentes.

Finalmente, el 13 de noviembre de 2018, las autoridades arrestaron a 6 integrantes de la familia Wagner. Los imputaron como sospechosos del asesinato masivo de la familia Rhoden. Y apuntaron al posible móvil: la pelea por la custodia de una niña: Sophia Wagner Rhoden que ya tenía 5 años.

Un macabro plan

Los Wagner, según la fiscalía, habían sido amigos de los Rhoden durante muchos años. Eso fue clave en la planificación. “Conocían los planos de la casa, sus rutinas”, dijo el fiscal general del estado de Ohio, Mike DeWine. Los sospechosos habían comprado municiones y se supo que compartieron información sobre los hábitos de las víctimas y los dispositivos de vigilancia que poseían.

El fiscal sostuvo que los Wagner planearon los crímenes durante 8 largos meses. Detalle por detalle. Estudiaron las costumbres de la familia Rhoden, sus casas, cómo dormían y a qué hora.

Eligieron para atacar la madrugada del 22 de abril de 2016. Las víctimas tenían entre 16 y 44 años y, por las distancias entre los cuatros escenarios mortales, hubo más de un tirador.

DeWine, aseguró que el plan fue meticulosamente coordinado, pero como suele suceder los asesinos cometieron algunos errores: “Esta ha sido la ejecución planeada de 8 personas; ha sido una operación sofisticada, a sangre fría, de una vieja escuela”, declaró.

El sheriff Reader agregó que los criminales “dejaron rastros, pistas, documentos falsificados, piezas para construir un silenciador, cámaras, teléfonos Y también dejaron las mentiras que nos contaron”.

Los Wagner vs los Rhoden

¿Qué unía a las dos familias y había desatado el infierno? Una niña de 3 años llamada Sophia que era hija Hanna Rhoden y Jake Wagner. La habían engendrado cuando Hanna era menor de edad y tenía solo 15 años. Por ello, Jake Wagner sería también imputado por el delito de abuso sexual.

Hanna Rhoden, además, al momento de ser asesinada tenía a su lado a su nuevo hijo de solo 4 días (no trascendió quién era el padre, aunque se cree que sería Charlie, el hermano de su cuñada Hannah Gilley).

“Este es sencillamente el caso más extravagante que me he encontrado jamás en mi carrera”, aseguró el fiscal DeWine.

Se supo, con los avances de la pesquisa, que Christopher Junior había recibido amenazas vía Facebook. El que hostigaba por las redes a la familia Rhoden era nada menos que el ex novio de Hanna Rhoden y padre de su hija mayor Sophia: Jack Wagner.

Los detenidos en 2018 fueron: George “Billy” Wagner III, de 47 años; su esposa Angela Wagner, 48, y sus dos hijos, George Wagner IV, 27, y Jake Wagner, 26 (el padre de Sophia).

Fueron acusados por el gran jurado del condado de Pike de 22 delitos, incluyendo 8 cargos de homicidio agravado. Ellos se declararon inocentes de todos los cargos.

Eso no fue todo: las dos abuelas fueron también arrestadas y acusadas de obstrucción a la justicia y perjurio. Rita Newcomb, 65 (la madre de Angela y la bisabuela de la niña por la que peleaban), y Frederika Wagner, 76, (madre de George Billy Wagner III, también bisabuela de Sophia). Los cargos contra Frederika incluían el haber mentido sobre los chalecos antibalas que ella había comprado para su hijo. Rita no fue a prisión, pero a Frederika se le puso un GPS para monitorearla electrónicamente.

Para la fiscalía no hubo dudas de que el móvil fue la custodia de Sophia. Se basaron no sólo en varios testimonios sino también en las búsquedas que habían hecho los Wagner por internet sobre el tema. DeWine lo sintetizó: “Había una obsesión con el control de los niños”, aunque admitió también que habría un trasfondo de dinero en el conflicto por 3000 dólares en la adquisición de un auto.

De hecho, se supo que los Wagner querían una custodia absoluta sobre la menor y que los abuelos George Billy III Wagner y Christopher Rodhen habían tenido, la semana anterior a los hechos, una fuerte discusión sobre este asunto. También se supo que el hijo mayor de los Wagner, George IV, había logrado tener la tenencia total de su hijo amenazando con armas a la madre. Al parecer, recurrir a la fuerza para conseguir lo que deseaban era una conducta habitual en esa familia.

Jack Wagner, tenía una larguísima relación, que iba y venía, con Hanna Rodhen. Incluso llegó a creer que ese bebé de 4 días, que quedó al lado de su madre muerta, podría ser suyo.

Lo único cierto es que cuando los Wagner escaparon para irse a vivir a una pequeña localidad llamada Kenai, en Alaska, Jack se llevó a Sophia. Allí fue un vecino quien los alertó de los peligros de los osos. Los Wagner le agradecieron y le dijeron que no se preocupara, que tenían un rifle para defenderse. Ese mismo vecino, googleando en Facebook, se enteró tiempo después de que esa familia estaba sospechada de una masacre en los Estados Unidos.

El fiscal sostuvo “que los Wagner conspiraron juntos para desarrollar un elaborado plan para matar a las 8 víctimas bajo la protección de la oscuridad y luego cuidadosamente encubrir sus huellas (...) Los asesinos conocían el territorio y planearon estos homicidios”.

Jake Wagner junto con su madre, su padre y su hermano podrían enfrentar la pena de muerte.

Jake Wagner, 27, renunció a su derecho a un juicio rápido y se espera que vaya a juicio a partir del 31 de enero de 2021. Los demás ya se presentaron en distintas audiencias e irían a juicio este mismo año.

La defensa de los Wagner sostiene que no se ha encontrado ADN de ellos en las escenas de los crímenes y, en las audiencias preliminares en diciembre pasado, pidió que no fueran exhibidas al jurado las fotos de las escenas del crimen. Claramente, temen la reacción del jurado ante el espanto.

Un final abierto e impredecible

Si bien, para los detectives, el cerebro del maquiavélico del plan habría sido Angela Wagner, se cree que las ejecuciones fueron lideradas por su hijo Jack. Resta ver qué ocurre en los juicios que estarían por comenzar.

Los cargos contra la abuela Frederika Wagner, por obstrucción a la justicia y perjurio, fueron retirados en julio 2019. El abogado de los Wagner, John K. Clark, aseguró que la familia espera poder limpiar su nombre durante los juicios.

Por otro lado, en estos años, las cosas han cambiado en Ohio. DeWine dejó de ser el fiscal para convertirse en el gobernador del Estado y el sheriff Reader fue imputado, en 2019, por robar dinero incautado en asuntos de drogas. No se sabe en qué medida su pérdida de credibilidad moral podría perjudicar el proceso contra los Wagner por la matanza de los Rhoden.

Los juicios podrán ser largos y el desenlace impredecible.

No fueron la droga, ni las peleas de gallos, ni la delincuencia, ni los temibles carteles del narcotráfico. Fue un drama doméstico irresuelto, de pasiones desenfrenadas y odios acumulados, que involucró a varias generaciones. Un estilo que recuerda al de las películas de la mafia italiana.

Los tres niños sobrevivientes de la escena son, sin dudas, las otras víctimas que dejó el caso. Poco se sabe de ellos. Un periodista The Outline.com contó que, en 2018, Bentley Rhoden, el hijo de Frankie, de 5 años (tenía 3 años cuando ocurrieron los crímenes) había dicho: “Mi papá está trabajando, arreglando autos en el cielo, con Jesús”.

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