—¿Cómo te identificás, Nicole? ¿Como trans o como travesti?
—Como mamá travesti.
La pregunta es el final de una extensa charla telefónica y tiene una razón de ser. Dentro del amplio abanico de la diversidad sexual, hay quienes se identifican con la T de trans y quienes la consideran un eufemismo y se embanderan bajo la definición política de la T de travesti, con la furia y con la fiesta.
Claro que no todas las travestis quieren ser madres pero sí era el deseo de Nicole. Sin embargo, creció convencida de que adoptar iba a ser imposible “para alguien como yo”; segura también de que la posibilidad de pagar cientos de miles de dólares para gestar en un vientre subrogado era un lujo reservado sólo para pocas.
Seguía luchando para construir su identidad travesti cuando una situación inesperada -hace seis años, mientras terminaba el secundario- abrió un nuevo ramal en la lucha, esta vez para adoptar a su sobrino. “Llegó a mi vida cuando era un bebé, me dijo ‘mamá’ por primera vez cuando era muy chiquitito. Ese momento no me lo voy a olvidar nunca. Así empecé a construir mi identidad de mamá travesti”, cuenta.
Nicole Vázquez tiene 29 años, es uruguaya y vive en Argentina desde hace 15 años. Es casi el mediodía y recién ahora puede hacer una pausa en sus tareas de cuidado para charlar con Infobae. “Estaba preparando el desayuno para los chicos”, se disculpa por no haber podido atender más temprano. Y se refiere a Jeferson, de 5 años, y a su hermano Esteban, de 10, los dos niños que cría junto a Daniel Ortiz, su pareja desde hace una década, que es empleado en el municipio de Ituzaingó.
Una adolescente en la gran ciudad
“Me vine a Argentina sola a los 15 años”, arranca. “Me fui de Uruguay porque en esa época era un país muy conservador y no podía hacer mi transición allá. Acá encontré la libertad que necesitaba para poder expresarme”. Todavía faltaban siete años de activismo para lograr que se promulgara la Ley de identidad de género (2012) pero lo que Nicole encontró fue pares.
“Al no tener estudios terminados y por la estigmatización que sufrimos las travestis y trans, la prostitución fue el único recurso que tuve. Al mismo tiempo, iba armando mi identidad de género, como nos pasa a muchas”. Hace tiempo que Nicole dejó la prostitución pero tiene una posición tomada: “Creo en el poder de decidir de cada persona. Quienes eligen la prostitución, me parece bien, es un trabajo. En mi caso no fue una decisión sino una imposición: estar parada en una esquina no era lo que yo quería para mi vida, era una niña: me vi obligada porque no había otras opciones”.
Como muchas otras trans y travestis que son expulsadas de sus casas o se van para poder construir sus identidades, Nicole había dejado el colegio en Paysandú (se calcula que menos del 25% tiene secundario completo). Por eso, apenas pudo, se anotó en “la Mocha”, como le dicen al Bachillerato popular trans Mocha Celis, en Chacarita, el primer secundario del mundo orientado a la comunidad travesti- trans.
Daniel, su compañero, fue una de las redes que necesitó para dejar la prostitución y construir la vida que quería: “Él fue siempre un apoyo enorme, y no sólo desde lo económico, también desde lo emocional”. Y se refiere a que también Daniel fue el primero que dijo “sí” ese día que Nicole le contó que la habían llamado desde Uruguay para preguntarle si estaba dispuesta a adoptar a Jeferson.
Mamá travesti
Nicole tenía 24 años y seguía cursando el secundario cuando la llamaron de un Hogar de niños de Uruguay. “Con ese llamado me enteré de que tenía un sobrino, hijo de mi hermano, al que no veía desde la adolescencia. Por alguna razón que no conozco, la mamá biológica del nene estuvo internada con el bebé cuatro meses y un día se fue del hospital, sola. Por eso Jeferson nunca había estado en una familia, cuando lo abandonaron fue directo al instituto”.
Era fines de 2014 y en el instituto habían empezado a rastrear familiares en ambas ramas. “Del lado de la mamá biológica nadie podía o quería hacerse cargo. Así que me contaron la historia y me preguntaron si estaba dispuesta a hacerme cargo de él”. Antes de contestar, Nicole viajó a Uruguay a hablar con su hermano y entender qué estaba pasando. “El y su mujer me dijeron que no podían hacerse cargo, que estaban de acuerdo con que yo fuera la madre. Después de esa charla empecé a pelear por el nene no como tía sino como mamá”.
El día en que Nicole lo conoció, Jeferson tenía 8 meses: había pasado la mitad de su vida en un hospital y la otra en el Hogar. “Empecé a juntar todos los papeles que me pedían. Tenía que demostrar que vivíamos en una casa, que había terminado los estudios, que no ejercía la prostitución. Ya te digo que las travestis estamos muy estigmatizadas. Viajé muchas veces a verlo, a veces me iba hasta allá para verlo una hora”.
No había sentido discriminación de parte de los profesionales del instituto, que la habían llamado sabiendo que era travesti, pero sí la sintió de la jueza de Paysandú que le negó el pedido de custodia provisoria. “Pedimos traerlo a casa para que creciera en un hogar mientras se hacían los trámites. Todas las partes estábamos de acuerdo, incluso los padres biológicos estuvieron en una de las audiencias y querían que el nene estuviera conmigo. Pero la jueza lo negó rotundamente. Creo que lo decidió cuando me vio, me miraba de una forma muy despectiva”.
El bebé volvió al instituto, donde pasó la Navidad institucionalizado. Nicole y Daniel volvieron llorando, con los brazos vacíos: “Me destrozó, ya hacía un año que iba a verlo. Estuve a punto de abandonar la lucha”. Pero con el apoyo de distintas organizaciones y organismos públicos de ambos países, apelaron y les dieron la razón. “No me había animado a armar un cuarto para él. ¿Y si los prejuicios ganaban y no me lo daban? Tenía un miedo tremendo”. Jeferson tenía 1 año y tres meses cuando lo trajeron a casa con la custodia provisoria.
Sin embargo, durante los tres años que siguieron les pidieron que lo llevaran una vez por mes, asumiendo los gastos de viajar a otro país tan seguido. “Fue un proceso arduo, muy largo. No sé, como que no terminaban de creer que iba a estar bien conmigo, me hicieron hasta pericias psicológicas. Por lo general, las tenencias de familiares directos se resuelven en 5 meses: 4 años estuvimos nosotros”.
El 16 de octubre de 2018 fue un día bisagra, no sólo para Nicole sino para toda la comunidad travesti trans de este país. La nueva jueza le otorgó la tenencia de Jeferson en Paysandú mientras en Montevideo era aprobada la Ley Integral Trans. “Después supe que mientras se votaba la ley los mismos senadores contaron nuestra historia”.
Fue la primera vez que la Justicia de Uruguay otorgó la adopción de un niño a una mujer transexual, por lo que Nicole abrió un camino. Le dieron la tenencia como tía pero ahora luchará para ser legalmente su madre: “Es que no construimos un vínculo de tía y sobrino, si él nunca estuvo en una familia. A la primera persona que le dijo ‘mamá’ fue a mí. Nos construimos así: él me eligió como mamá y yo a él como hijo”.
Algo más sucedió durante ese octubre bisagra de 2018: Nicole se enteró de que el hermano de Jeferson -Esteban, en ese entonces de 8 años- también había sido enviado al instituto. “Así que lo fui a ver y le presenté a su hermanito: tenía 4 años pero él no lo conocía. Se abrazaron como si hubieran estado juntos siempre, terminamos todos llorando. Después le pregunté qué quería y él me contestó: ‘Me quiero ir con ustedes’”.
Cuenta Nicole que no lo dijo en voz alta pero pensó lo mismo que cuando Jeferson era bebé y estaba en el Hogar: “Quedate tranquilo que voy a volver por vos”. Y lo logró, porque este año le permitieron traerlo a casa y estima que en poco tiempo saldrá la tenencia definitiva.
“Estoy muy orgullosa de haber hecho todo lo que podía para que crezcan juntos. Se lo merecían, son niños, es su derecho”. A diferencia de Jeferson, Esteban -que sí vivió con sus padres biológicos hasta los 8 años- la llama tía. “El amor es igual pero está bueno respetar el vínculo que cada uno quiere construir”. Después muestra sus fotos y pide que no se tapen las caras de los chicos: “Ellos conocen su historia y saben quién soy. A veces siento que tapan sus caras por un prejuicio propio: creen que ellos van a sentir vergüenza de ser criados por una travesti”.
Una cuarentena en una familia diversa
“Al comienzo no la pasamos nada bien”, reconoce Nicole, sobre el inicio del aislamiento obligatorio en Hurlingham, donde viven. Daniel sigue trabajando en el municipio pero ahora son cuatro y no cobran asignación por ninguno de los dos chicos. Tampoco calificó para el ingreso de 10.000 pesos porque, con todos los gastos que tuvo que afrontar yendo y viniendo a Uruguay, se quedó sin dinero ni tiempo para renovar su DNI. “La prioridad eran los chicos. Justo había juntado la plata para hacerlo y nos agarró la cuarentena. Con el documento vencido, quedé afuera”.
La ayuda llegó de distintas organizaciones sociales que se ocuparon, desde el inicio del aislamiento, de asistir a la población travesti trans cuya vulnerabilidad se profundizó todavía más con el aislamiento. Organizaciones como “100% Diversidad y derechos” o “Conurbanes por la diversidad” le llevaron mercadería y llamaron seguido para ver si estaban bien. También le llevó comida el municipio de Hurlingham y el INADI. Muchas travestis y trans hicieron una vaquita y le donaron dinero, por ejemplo, para comprar la garrafa. “Si bien luchamos siempre juntas, nunca había visto tanta unión entre nosotras como ahora”, cuenta Nicole. “A las madres nos ayudaron muchísimo”.
Desde hace más de un mes pasa el día ayudando a los chicos con los deberes que les mandan del colegio. Obligada a la quietud, el aislamiento la hace reflexionar: “A veces estoy jugando con ellos o estamos mirando una película y empiezo a recordar, se me viene mi vida en fotogramas. Me acuerdo de estar sola en la calle, esa sensación de abandono ¿no?, porque el Estado no salió a buscarme, nadie se preguntó ‘¿qué hace esta niña en esta esquina?’. Y ahora estar acá con ellos, en casa. Yo sí me vi reflejada en la historia de abandono de ellos pero esto no lo hago para remediar mi historia: mi historia es la que fue. Pero que ellos ya no sean negados, abandonados, que puedan crecer con libertad, juntos y en una familia me genera una emoción que no sabría cómo explicarte”.
Está orgullosa también de haber podido mostrar “todo lo que las travestis podemos hacer y ser cuando no nos niegan el acceso y las oportunidades”. No sólo habla de ser madre sino también de su desarrollo profesional. Quiere ser actriz, trabajar de eso. Mientras, inspirada en su historia y con la de Mariela Muñoz como faro -la mujer transexual que crió a 23 hijos- Nicole aprovecha la cuarentena para seguir escribiendo su primer libro. Se llamará “El parto de la travesti”.
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