En 1962, el mundo de Nathalie Hedren se puso patas arriba. Se acababa de divorciar de su marido Pete Griffith y estaba sola, con una hija pequeña. Hija de padre sueco y madre germano-noruega, su belleza nórdica le había permitido ejercer de modelo siendo una adolescente, pero con 32 años, el trabajo mermaba ¿Cómo haría para mantener la estabilidad de Melanie? Nueva York era costosa y la plata no alcanzaba. Decidió probar suerte en Hollywood. En la Gran Manzana dejó su casa y su nombre. En Los Ángeles no sería Nathalie sino Tippi, que significa encanto, niña pequeña. Viendo su rostro, era un sobrenombre perfecto.
Muchas actrices cuentan que tuvieron que atravesar decenas de pruebas hasta ser elegidas, no fue su caso. Instalada en su nueva casa recibió el llamado de un estudio para presentarse a una audición. Le dijeron que una “persona muy importante” la había visto en una publicidad y deseaba conocerla. Ella comentó que no era actriz, que solo tenía experiencia como modelo de la agencia Ford. “No importa”, le respondieron, “la esperamos”.
La persona importante resultó ser Alfred Hitchcock, que la convocaba para su película Los pájaros y en el rol protagónico. Originalmente, Grace Kelly era la elegida, pero convertida en princesa de Mónaco ya no estaba disponible. Se sabe la obsesión de Hitchcock por las actrices rubias. Sostenía su idea -muy misógina- que eran “misteriosas y frívolas”, además eran “más fácil de fotografiar en blanco y negro”.
Halagada por la propuesta pero también acuciada por su inestabilidad económica, Tippi aceptó trabajar con el director. Firmó un contrato de cinco años y accedió a recibir clases de actuación con él y su esposa, Alma Reville. Le habían llegado algunos rumores sobre ciertas excentricidades del cineasta, pero acostumbrada a lidiar con los hombres de publicidad, no creyó que la situación se complicara. Se equivocaba.
Los primeros días le llamó la atención que casi ningún compañero del elenco le hablaba y mucho menos la saludaba con un apretón de manos o un beso. Su coestrella Rod Taylor, ni siquiera se acercaba fuera del set. Alguien en un susurro le contó que era por expresas órdenes del director. La situación lejos de distenderse recrudeció. Si Hitchcok la veía sonriendo o conversando con un hombre en el lugar de la filmación, se tornaba “frío” y se ponía de “malhumor”.
El director había dado órdenes para que le informaran acerca de todo lo que hacía la actriz. A qué hora llegaba y con quién, qué comía, cómo se vestía y qué decía todo debía saberlo. Ante la estoicidad de Tippi que no se quejaba, el director lejos de disminuir aumentó su maltrato. Se acercaba la filmación de una de las escenas claves de la película. La protagonista abre una puerta y una bandada de pájaros la ataca. Hitchcock le aseguró que usaría aves de utilería. Mentía.
El día señalado para la escena, Tippi hizo lo que marcaba el guión. Pero al entrar a la habitación una bandada de pájaros reales enceguecidos por las luces y el encierro, la atacó. Su pánico fue genuino. En el set nadie se movía. Al terminar, todos miraron a Hitchcok que giró en su silla y sin hablar hizo una señal para que todo se volviera a grabar. Así durante cinco días. Tippi terminó cubierta de sangre, suciedad y casi pierde un ojo cuando un pájaro enloquecido la intentó atacar. Cuando por fin el director consideró que había logrado su escena o terminado su tortura, ella corrió a su casa a los brazos de su hija. Pidió licencia, le dieron apenas un día más del que había durado su tormento y volvió a grabar.
En otra ocasión el cineasta trató de besarla a la fuerza en una limusina. Varias veces entró en su camarín para ponerle las manos encima de un modo que ella recuerda como “sexual, brutal y perverso”. Ella lograba mantenerse firme ante sus ataques y él decidió pegarle donde más le dolía. Fabricó una muñeca con su imagen y vestida exactamente igual que en Los pájaros, la colocó en un pequeño ataúd y se la regaló a Melanie que entonces tenía 6 años. Años después, la ex esposa de Banderas lo calificó de manera simple: era un hijo de puta.
En el estudio nadie desconocía el comportamiento del cineasta, incluso su esposa estaba presente. Sin embargo, aunque intentaban consolar a Tippi nadie la defendió o levantó su voz por ella. Ella tampoco lo denunció. Es que era la década de 1960 el término “acoso sexual” no existía y Tippi sabía que todos apoyarían a Hitchcock porque “¿Quién era más valioso para el estudio, él o yo?”.
Cuando la filmación terminó, la obsesión siguió. En el estreno en Cannes en 1963 se la notaba incómoda. Hitchcock le había ordenado cómo vestirse y qué peinado lucir.
Para su próxima producción Marnie, el director volvió a ofrecerle el papel principal. Ella no quería aceptar pero los abogados le mostraron el contrato firmado por cinco años. Estaba presa de su destino. Él la llamó a su despacho, lejos de ofrecerle una disculpa la acosó y le dijo que esperaba que estuviese “sexualmente disponible”. Ella quiso renunciar, él la amenazó: “¿Qué será de tu hija y de tus padres?”. Su obsesión era tal que instaló una puerta secreta entre su oficina y su camarín para visitarla en cualquier momento. En el set cuando parecía que se acercaba a darle una indicación en realidad le pedía entre susurros que lo tocase mientras la acariciaba: “Cuanto más peleaba con él, más agresivo se volvía".
El límite lo atravesó cuando la obligó a filmar una brutal escena de violación done le dejó claro lo que en verdad quería de ella. Finalizó su contrato y se negó a volver a trabajar con él. Lejos de victimizarse ella lo llamó “cerdo gordo” y él le juró que acabaría con su carrera.
Enfurecido usó su poder para obstaculizarle todas las propuestas de trabajo y lo consiguió. “Sería una gran estrella si él no hubiera detenido mi carrera. Había mucha gente que me quería para sus películas como Truffaut, pero les dijo a todos que yo no estaba disponible". Pero como una mujer verdaderamente empoderada no cayó. Como sostiene hasta hoy llena de orgullo “El arruinó mi carrera, aunque nunca le di el poder de arruinar mi vida”.
En sus memorias añadió: “He cometido errores en mi vida, pero decirle ‘no’ a Hitchcock no fue uno de ellos. Nunca hice nada para alentarlo y puedo mirarme en el espejo y saberlo”.
Ya lejos de su acosador, en 1969 viajó a Mozambique a rodar Satan’s Harvest. En un descanso de la filmación salió a recorrer la zona junto a su marido Noel Marshall y encontró una casa abandonada con 30 leones. De regreso en Estados Unidos el matrimonio decidió hacer una película para crear conciencia sobre el felino y su peligro de extinción. Un entrenador de animales le advirtió: "Si quieres saber algo sobre los leones, tienes que vivir con ellos por un tiempo” y les ofreció adoptar a Neil, un león que usaba en publicidades. Cual si fuera un gatito, lo llevaron a su casa.
Pero si el maullido de un gatito puede ser complicado, el de un felino de 180 kilos sencillamente es insoportable. Ante las quejas de los vecinos, Hedren tuvo que salir de la ciudad y mudarse a un rancho. Poco a poco llegaron guepardos, tigres, pumas, leones. Así hasta contar 132.
Con ellos comenzaron a filmar Roar. Lo que se suponía que serían cinco semanas de filmación se transformaron en cinco años. Pero eso no fue lo peor. Los animales no estaban acompañados por entrenadores ni acostumbrados a convivir con personas. Durante el rodaje ningún felino resultó herido pero sí 70 miembros del equipo. Melanie, apenas adolescente fue atacada por un león y recibió más de 50 puntos de sutura en su rostro. Tippi se fracturó una pierna tras ser lanzada por los aires por un elefante y tuvo un principio de gangrena luego de otra mordida. A su esposo le tuvieron que dar 56 puntos de sutura luego que lo mordiera un león, pero el director de fotografía, Jan de Bont, lo superó. Fue mordido en su cabeza y recibió más de 200 puntos.
Los animales solían destruir los equipos de filmación y algunos se enfermaban y morían. La película se estrenó en 1981 y fue un fracaso, de hecho no se proyectó en Estados Unidos. Con el tiempo se convirtió en una película de culto.
La experiencia fílmica terminó con su segundo matrimonio, luego de 13 años juntos. Su tercer marido fue el empresario Luis Barrenechea convivieron una década desde 1985 a 1995. En 2002 encontró un hombre que compartía su amor por los animales, el veterinario Martin Dinnes, pero rompieron en 2008.
Pese a su experiencia con los pájaros de Hitchcok y los leones, Tippi desarrolló un amor incondicional por los animales y creó la Fundación Roar dedicada al el cuidado y la preservación de grandes felinos. En una reserva natural de California se encarga de cuidar no solo a los animales usados en su película y sus descendientes, también a los criados en cautividad por dueños excéntricos o rescatados de zoológicos. Además es una gran promotora de leyes por los derechos de los animales en el Congreso de los Estados Unidos.
Aunque estos son los aspectos más conocidos de su vida, existe otro que apenas trascendió y reveló la revista Vanity Fair. Su labor como mentora de la manicura. La historia es así. En 1975, visitó un campo de refugiadas vietnamitas que habían escapado de su país. En una charla buscó incentivarlas a trabajar como secretarias o costureras, pero mientras hablaba, las mujeres miraban sus uñas largas y perfectamente pulidas.
A Hedren se le ocurrió una idea. Llamó a su manicurista personal Dusty Coots Butera y le pidió que le enseñara el oficio a veinte de aquellas mujeres, a las que después ayudó a encontrar trabajo. Hasta ese momento solo las grandes estrellas de Hollywood contaban con ese servicio tan caro como exclusivo. Ser manicuras era una gran opción para las vietnamitas ya que al intercambiar pocas palabras, el idioma no era una barrera. Apadrinadas por Tippi comenzaron a ofrecer sus servicios en salones de peluquería y a precios accesibles. Hoy los vietnamitas estadounidenses dominan un 40% de la industria de las uñas en EE.UU.
En los últimos años denunció el accionar de Hitchcok, pero es capaz de separar al artista de la obra: “No hay nadie en este mundo que hiciera películas como él. Nadie”, declaró en 2012 a The New York Times.
A los 60 participó en varias series televisivas, a los 82 fue elegida una de las mujeres más sexies del año por la revista Glam. A los 90. junto a su nieta Dakota Johnson y su hija, Melanie Griffith protagonizó una publicidad para Gucci Joyas. El año pasado abrió su Instagram donde cuenta con miles de seguidores y muestra un estado físico al que solo le cabe una palabra: envidiable. Se la ve plena y feliz quizá porque sabe que sobrevivió a las garras de 132 felinos y un humano.
SEGUÍ LEYENDO: