Raine Spencer, la “malvada” madrastra de Lady Diana que terminó siendo su confidente para hablar de amor

Fue la segunda esposa de John, el padre de la princesa de Gales. La princesa sentía que esta mujer le había arruinado la infancia, Y hasta una vez, furiosa, la empujó por las escaleras. Ambas mujeres establecieron una relación difícil donde primero reinaron los desplantes y las ironías. Luego de la separación del príncipe Carlos, llegaría la admiración y el respeto

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La princesa Diana y su
La princesa Diana y su madrastra, Raine Spencer, dejan el Claridge hotel de Londres en 1996. (Credit: Photo by Brendan Beirne/Shutterstock)

Aunque la vida de Lady Di tiene algunos claroscuros –su dulce sonrisa contrasta con su temperamento inestable- si en algo coinciden sus seguidores y detractores es que fue una “madraza”. Es que la princesa fue una de las primeras royals que se animó a disfrutar en público la maternidad. Cuando William y Harry eran pequeños, a menudo se la fotografiaba riendo feliz y no era solo para la foto. No solo eligió sus nombres rompiendo una tradición, también solía organizarles “días libres” donde podían actuar como niños y no como príncipes. Y quizá ese disfrute de la maternidad mucho tenía que ver con que la princesa no quería repetir con sus hijos el vínculo tirante y odioso que mantuvo con su madrastra, Raine.

Hasta los siete años, Diana tuvo una infancia soñada en Althorp House, la casa familiar. Pero en 1968, después de una infidelidad de su madre, Frances Roche, sus padres se separaron. Con Charles, su hermano menor, se instalaron con ella en un departamento en Londres. Diana fue anotada en una escuela común y no de elite y su vida parecía tranquila. Pero en ese momento comenzaban a convivir en la futura princesa dos personalidades, la nena dulce que intentaba no ser un problema más para sus padres, y la estremecida por un divorcio traumático que le provocaba grandes inseguridades.

Según relata Andrew Morton, su biógrafo oficial, el shock más grande de su infancia ocurrió en la navidad de ese año. Los hermanos pasaban las fiestas con su padre cuando éste les negó el regreso a Londres, donde vivían con su madre. La pelea con Frances siguió en tribunales donde los jueces le otorgaron a John la custodia de Diana y de su hermano. Los chicos dejaron de ver a su mamá con frecuencia, ya que solía pasar largas temporadas entre Escocia y Australia. A falta de madre, Diana disfrutaba de su padre a tiempo completo. Pero entonces entró en su vida Raine y todo cambió.

Raine Spencer en una muestra
Raine Spencer en una muestra de artesanías de Malasia en Harrods, en el 2009. (Credit: Photo by Tim Rooke/Shutterstock)

Raine no era una arribista ni una caza fortunas. Su madre era Barbara Cartland, famosa escritora, autora de más de 700 novelas románticas y su padre, Alexander McCorquodale, era un oficial de la armada, heredero de una fortuna. El matrimonio protagonizó un pequeño escandalete social cuando ella lo dejó para irse con el primo de su ahora ex marido. A los 19, Raine se casó con Gerald Legge, conde de Dartmouth. La ahora condesa no cumplía los parámetros de mujer sumisa de la época ni tampoco de socialité. Lejos de dedicarse solo a asistir a fiestas y carreras de caballos, a los 23 años se convirtió en el miembro más joven del Consejo de la ciudad de Westminster por el partido Conservador.

Inquieta, madre de cuatro hijos, repartía su tiempo entre sus actividades familiares, políticas y sociales. En 1973, trabajando en el comité de Arquitectura, conoció a John. El flechazo fue mutuo y comenzaron una relación. Spencer decidió llevarla a Althorp para que conociera a sus hijos y entonces… ardió Troya

Diana y su hermano miraron con desconfianza y luego con antipatía a esa recién llegada que venía a disputarles el lugar de privilegio que ocupaban en el corazón de su padre. Como si fuera poco, Raine todavía estaba casada. ¿Cómo podía ser que su padre, que no había perdonado la infidelidad de su madre, les presentaba a una mujer comprometida?

Pero el amor era fuerte. Raine consiguió el divorcio de su marido y en 1976 se casaron. Spencer no invitó a sus hijos a la boda. No les importó, tampoco deseaban asistir. Según una versión al regresar de la ceremonia, Diana le gritó a Raine: “Siempre te odiamos. Arruinaste nuestra vida familiar”. Después de este enfrentamiento John estuvo seis meses sin dirigirle la palabra a su hija, hasta que ella le pidió perdón. Quizá en ese tiempo no pudo evitar recordar que Lady Fermoy aseguraba que su nieta era “mentirosa y problemática”.

Lady Di y su madrastra,
Lady Di y su madrastra, de enemigas a confidentes. (Credit: Photo by Brendan Beirne/Shutterstock)

Se sabe que la princesa del pueblo poseía un irónico y mordaz sentido del humor. Haciendo un juego fonético con el nombre de pila de su madrastra la bautizó “Acid Rain” (Lluvia ácida) por el rígido modo con el que los trataba. La muestra más cruel la vivieron en 1978. Su padre tuvo un derrame cerebral y la esposa les impidió visitarlo en el hospital argumentando que era la única que podía cuidarlo.

Pero además de su falta de amabilidad en el trato, los hermanos Spencer aborrecían las modificaciones que realizaba en la casa familiar y sin consultar. Como esa vez que sin importarle el afecto por determinados objetos, los vendió para financiar renovaciones o esa otra ocasión en la que escandalizó a los decoradores tradicionalistas colocando vidrio doble en las ventanas y pintó marcos y puertas de dorado. Diana estaba tan furiosa que empujó a su madrastra por la escalera.

Charles Spencer, otro que sabía manejar la ironía aseguraba que el gusto de su madrastra mostraba “la recargadísima vulgaridad de un hotel de cinco estrellas de Mónaco”. Cuando Raine les sugirió abrir una tienda de souvenir en la puerta de la fastuosa propiedad de 220 hectáreas, los hermanos se horrorizaron. Cuando la madrastra no andaba cerca -o no tanto- los hermanos cantaban "Raine, Raine go away”. Pero como no se iba, la que se terminó mudando a Londres fue Diana. Con el tiempo tendría su revancha.

Esa revancha llegó el 29 de julio de 1981. En la que se conoció como la boda del siglo XX, John Spencer condujo a su hija por el imponente pasillo de la Catedral de St Paul hacia el encuentro de su futuro esposo y rey de Inglaterra, el príncipe Carlos. La boda fue seguida por 750 millones de personas. Un total de 3.500 invitados se congregaron en la Catedral, entre ellos y confinada en un lugar incómodo y casi oculto estaba Raine, con una sonrisa de circunstancia. Cuando ambas familias saludaron desde el balcón de Buckingham, obviamente no fue invitada.

Lady Di y el príncipe
Lady Di y el príncipe Carlos a la salida de su boda en la catedral de San Pablo, Londres, el 29 de julio de 1981 (REUTERS/Stringer)

El matrimonio no mejoró la relación entre ambas mujeres, la empeoró. Se decía que se sabía si Diana estaba enojada con Carlos por los gritos que le daba a su madrastra. En el año 2004 trascendió una conversación entre la princesa y Peter Settelen, su profesor de dicción, donde aseguraba que detestaba a su madrastra porque la boda con su padre le había destrozado su infancia.

1992 no fue un año más para la princesa del pueblo sino uno de los peores de su vida. Ese año anunció la separación del príncipe Carlos y el 29 de marzo falleció John Spencer. Pasadas las primeras semanas de luto, lo primero que hicieron los Spencer fue exigir a Raine que abandonara Althorp. Una versión asegura que, para que le quedara bien claro que no querían saber nada de ella, el personal recibió la orden de colocar sus pertenencias no en lujosos valijas sino en vulgares bolsas de basura y dejarlas en el jardín.

Raine no se iba a dejar vencer fácilmente. Al contrario, al año siguiente se casó por tercera vez, esta vez con el conde Jean François Pineton de Chambrun. El matrimonio duró apenas dos años y fue muy criticado porque la condesa vendió las fotos a una revista por 90 mil dólares.

Pese a sus privilegios de clase jamás olvidó sus inquietudes como mujer independiente. Aunque era la esposa de un Spencer entró a trabajar en la tradicional tienda Harrod’s. Empezó como empleada común y terminó como gerente de la sección inmobiliaria. Su trabajo y múltiples contactos le sirvieron para realizar operaciones en Baréin, Bielorrusia, Catar, Egipto, Kazajistán y Kuwait. Pasados los 60 años comenzó a aprender mandarín para poder hacer negocios con China y solía contar “que un empresario chino me ha dicho que si me mudo a Shanghai, seré más famosa que David Bekham”. Fue el trabajo en esa tienda el que inesperadamente unió a la madrastra con su hijastra. Es que el dueño era Mohamed Al Fayed, dueño de los famosos almacenes y padre de Dodi, el último amor de Diana.

la Condesa Raine Spencer en
la Condesa Raine Spencer en 1993. (Credit: Photo by Times Newspapers/Shutterstock)

Con la muerte de su padre y el divorcio de Carlos, Diana comenzó a comprender a esa mujer. Reconoció que había hecho feliz a su padre y admiró su vital desparpajo que le permitía ser concurrente asidua de Lou Lou’s, uno de los clubes nocturnos más transgresores de la capital inglesa y tomar el té en el aristocrático hotel Claridge’s. Sucedió lo impensado, se convirtieron en confidentes. Asistieron juntas a una exposición de vestidos de Diana que iban a ser subastados a favor de causas benéficas. Solían almorzar en Connaught Grill, uno de los restaurantes más exclusivos, de paso Diana le daba celos a su madre con la que seguía manteniendo un vínculo distante.

El 31 de agosto de 1997, Lady Di murió en un accidente. Ante su pérdida, los enojos quedaron en el pasado. Raine se sumó a la investigación sobre la muerte de la princesa. “Diana siempre decía de mí que yo era agua clara, que no escondía nada. Como ella era mundialmente famosa, a menudo las personas que la conocían querían beneficiarse de ella”, dijo ante los investigadores. En una entrevista, lejos de recordar malos momentos solo tuvo palabras de cariño para su hijastra: “Era una persona encantadora (...) Sufría mucha presión, pero terminamos siendo grandes amigas. Solía sentarse en mi sofá y me contaba sus problemas. Estoy muy feliz por eso”.

Raine se mudó a una casa del sur de Londres, cerca de los almacenes Harrod’s, que “son prácticamente mi casa”. A los 87 años y luego de una visita al médico le anunció a su familia con su habitual desparpajo "Tengo un poco de cáncer, queridos”. Falleció el 21 de octubre de 2016. Hasta último momento conservó todos sus títulos nobiliarios, pero sin pena y con gloria perdió el de “malvada madrastra”.

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