La escena transcurre en la Nueva York de mediados de los ’50 y muestra a un grupo de jóvenes que hacen todo lo que está mal. Mascan chicle, beben del pico y piropean a las mujeres, mientras bailan al rimo desenfrenado del buen rock and roll. La música se impone al sonido del tren y persiste con fuerza, con el ímpetu de quien se propone romper todo.
Así comienza la película Semilla de maldad (1995) y marca la explosión definitiva del rock and roll al compás de Rock around the clock una canción que se había lanzado un año antes con un impacto menor y en la voz de Bill Haley, un muchacho algo mayor y rechoncho que terminó siendo rehén de su propia criatura.
William John Clifton Haley Jr. nació el 6 de julio de 1925 en Michigan, y dos hechos lo marcarían desde muy pequeño. El primero, a los 4 años , cuando una complicación en una operación le rompió un nervio óptico y lo dejó ciego del ojo izquierdo. La otra, cuando la familia debió mudarse a Pensilvania por los estragos causados por la Gran Depresión.
Antes y después de eso, ya tenía incorporado el gusto por la música. No era para menos. Su padre, Haley William Albert Haley, tocaba la mandolina y el banjo y su madre, Maude Green, el piano y órgano. Ambos lo incentivaron a tocar la guitarra y el country fue su primera escuela. A los 15 salía de gira y grababa discos, pero a los 20 ya estaba un poco frustrado y buscó nuevos horizontes.
De vuelta a sus ciudad consiguió trabajo en la emisora de radio local e ingresó a las entrañas de un mundo que empezaba a cambiar. El jazz, el country, el blues, eran cosas del pasado. Había una nueva energía en el ambiente y había que canalizarla. Entrados los 50, se movieron algunas piezas, se alinearon un par de casualidades y se consolidó el primer fenómeno masivo del rock and roll.
Por sugerencia de un astuto productor, Bill cambió el nombre de su banda –dejaron de ser los Saddlemen y pasaron a ser Bill Haley and his Comets- y grabaron Rocket ‘88, considerada una de las primeras piezas de rock. Entre giras y grabaciones, y mientras buscaba darle un perfil a su carrera musical, Bill no perdía el tiempo. A los 21 se casó con Dorothy Crowe, su novia de la infancia, con quien estuvo 6 años y tuvo 2 hijos.
En 1953 tuvo su primer coqueteo con el éxito cuando registró Crazy Man, Crazy, un tema de su autoría que musicalizó un programa de televisión con James Dean. Se mudó al sello Decca y prestó atención a una canción que andaba dando vueltas. Rock around the clock fue compuesta por Max C. Freedman y James E. Myers y cuando Bill y sus Cometas deciden grabarla casi no llegan a la cita. El ferry que los trasladaba encalló en un banco de arena en el camino de Pensilvania a Nueva York. Una vez en el estudio, tuvieron que hacer dos tomas, porque la voz de Bill no convencía.
Finalmente se publicó en mayo de 1954 como Lado B de Thirteen Women (and Only One Man in Town) y apareció por primera vez en los rankings en junio, vendiendo 75 mil copias. No era un gran número, pero el suficiente como para renovar el crédito con Decca. El paso siguiente fue grabar una versión de Shake, Rattle And Roll, y esperar que el destino hiciera su trabajo.
La sociedad estadounidense estaba cambiando y las canciones, los libros y las películas empezaban a dar cuenta de ello. En marzo de 1955 se estrenó Semilla de Maldad, una película clave para los adolescentes de posguerra. Basada en la novela de The Blackboard Jungle de Evan Hunter, y protagonizada por Glenn Ford, un veterano de guerra de Corea convertido en docente de escuela pública y alumnos díscolos capitaneados por Vic Morrow y Sidney Poitier.
Faltaba una canción que representara a esa juventud y Ford y el director Richard Brooks no daban en la tecla. Hasta que en una reunión informal, Peter, el hijo del actor, les hizo escuchar Rock around the clock. No hubo más discusiones. La canción sonó en los créditos de apertura y de cierre y partió al Siglo XX en dos.
La película, controvertida y prohibida en algunos estados, fue un éxito y catapultó a Bill Haley a lo más alto del firmamento rockero. Y si no hay acuerdo en los debates sobre cuál fue la primera canción de rock and roll, no caben dudas cuál fue el primer éxito. Rock around the clock alcanzó el número 1 en los rankings de Estados Unidos y se mantuvo en lo más alto durante 8 semanas. También fue top en Inglaterra y Alemania. Las ventas se multiplicaron por millones y llegaron las películas y las giras. Fue el primer artista de rock en presentarse en el show de Ed Sullivan, y en ver cómo las chicas se tiraban encima del auto con tal de tocarlo.
Nacía el concepto de estrella de rock, pero nadie sabía bien de qué se trataba ni cómo manejarlo.
En menos de dos años todo cambiaría. La industria de la música estaba fijando sus propias reglas y quizás haya sido Bill quien pagara las consecuencias. La ola relojera trajo algunos éxitos más, pero venían pidiendo pista nuevos talentos, con otra seducción, otra energía y otro sex appeal, como Elvis Presley o Little Richard, quienes usurparon el trono que ostentaba Bill casi sin que pudiera disfrutarlo.
Las puertas en Estados Unidos eran cada vez más estrechas, y Bill empezó a abrir caminos por todo el planeta, donde su popularidad todavía estaba en alza. En 1958 aterrizó en Argentina y tuvo una buena dosis de haleymania. Una pequeña muestra de euforia adolescente lo recibió en Ezeiza y brilló en el Teatro Metropolitan donde dio 25 conciertos, hasta tres por día.
Bill vivió su ascenso, estrellato y ocaso junto a Barbara Cuppy Cupchak, una joven con quien tuvo 5 hijos hasta que se divorció a comienzos de los ’60.
Malas inversiones y una carrera musical en pausa lo movieron hacia México, libre de impuestos del fisco estadounidense y con una escena musical todavía virgen. Firmó contrato con una discográfica, perfiló su carrera hacia el twist y hasta se animó a cantar en español. Pero otra vez no pudo afianzarse. Su habitual despilfarro económico y su creciente adicción al alcohol conspiraron con su estadía en tierra azteca. Al menos, conoció a la que sería su última esposa, Martha Velasco, una bailarina del teatro lírico que lo acompañó hasta el final y con quien tuvo otros 3 hijos.
A armar las valijas y a empezar otra vez. Ya reinaban Los Beatles, que habían destronado al mismísimo Elvis. Los cuatro habían escuchado Rock around the clock en Liverpool y habían sido una gran influencia en sus comienzos, sobre todo en John Lennon, un gran admirador de los pioneros. Pero ahora era su momento. La beatlemanía era un fenómeno imparable. Y el rock and roll, tal como había nacido, era cosa del pasado. Lo bueno del asunto es que el formato revival le aportó trabajo, sobre todo en Europa.
“No importa lo malo que pueda estar saliendo un show, Rock around the clock nos hace salir adelante. Es mi pequeña pieza de oro”, declaró por entonces. A pesar de contar con un buen número de hits, esa canción iba a quedar siempre asociada a su nombre, a su jopo en la frente y a su traje a cuadros. Al origen del rock and roll, y también a la primera muestra de su ocaso.
Mientras tanto, el comportamiento de Bill se volvió cada vez más errático. Se obsesionó con la pesca y convenció a su mujer para que se mudaran a Veracruz, cerca de la playa. Abusó de su Lincoln Continental blanco, y se hizo habitué de las multas y las cárceles, por exceso de velocidad o ebriedad. Texas parecía la solución para volver a empezar, un regreso a las fuentes, un reencuentro con el adolescente que soñaba llevarse el mundo por delante. Pero había corrido demasiada agua bajo el puente.
Si no puedes contra tu enemigo, únete, dice un viejo adagio y eso hizo Bill en su batalla contra el olvido. En Texas pasaba días y horas en los bares. Un café negro, un whisky, no importaba demasiado el orden. Una gorra ocultando su jopo y unos lentes cubriendo su cara. Hasta que empezaba su número. Elegía un parroquiano al azar. Lo miraba. Buscaba la devolución. Se preguntaban con las miradas. ¿Sabes quién soy? ¿Realmente eres tú? Si había duda, mostraba la licencia de conducir. Y asunto resuelto.
Cuando bebía demasiado, y eso ocurría muchas veces, llamaba por teléfono a viejos amigos. Aquellos de los tiempos de gloria. Buscaba, quizás, hablar con su pasado. Escuchar el rugido de las multitudes. Volver el tiempo atrás.
Sus afectos ya habían descubierto los primeros signos de demencia e hicieron todo a su alcance para alejarlo del alcohol y los demonios. Era uno cuando estaba sobrio y otro muy distinto cuando bebía. Sus hijos pequeños lo notaban. Consiguieron ganar pequeñas batallas, pero la guerra estaba perdida de antemano. Su último gran concierto fue ante la Reina de Inglaterra, y la muestra definitiva de que todo estaba mal fue una gira por Sudáfrica. Una noche pasó el concierto entero divagando, ante el estupor del público.
Entre la locura y la depresión, Bill Haley murió el 9 de febrero de 1981 en su casa de Harlingen, Texas. Tenía 55 años, había compuesto más de 100 canciones y grabado otras 500. Tocó para multitudes por todo el mundo, ganó millones y los despilfarró.
Fue el primer éxito global del rock and roll, el rey sin corona, el músico que vivió a contramano de su época incluso luego de su muerte.
En 1986 se inauguró el Salón de la Fama del Rock and Roll y entraron todos los pioneros. Elvis, Richard, Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, James Brown, Fats Domino. No hubo lugar para Bill sino hasta un año más tarde. Sin embargo, ninguno de ellos tiene su nombre escrito en el cielo. Algo que puede presumir Bill desde febrero de 2006, cuando la Unión Astronómica Internacional anunció el nombramiento del asteroide 79896 Bill Haley para recordar el 25 aniversario de su muerte.
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