En un par de semanas se cumplen 50 años del estreno de la primera película en la que actuó Sylvester Stallone. Debutó con un papel protagónico aunque no memorable (al menos para él). Mientras alternaba los más diversos trabajos para mantenerse, el joven de poco más de 20 años ansiaba dedicarse a la actuación. Pero era una mala época.
Cuando recibió la oferta para protagonizar The Party at Kitty and Stud’s, hacía cuatro noches que dormía en un banco de una estación de ómnibus. Le ofrecieron 200 dólares por dos días de rodaje. Una pequeña fortuna en ese momento para él. La película, filmada a las apuradas, con un guión pobrísimo, pasó desapercibida en el momento de su estreno en unas pocas salas y como complemento de programas continuados para adultos. Pero en 1976, luego del súbito éxito de Rocky, los productores le cambiaron el nombre y la reestrenaron. Italian Stallion se presentaba como la película triple X de Stallone.
“La estrella de Rocky y su película prohibida”, anunciaba el afiche. El actor de moda en una porno. Pero el film distaba de ser pornográfico. Era, sin duda, erótico. Con una excusa argumental pobre, Stallone pasaba gran parte del metraje sin ropa, con muchos planos que incluían desnudos frontales. Pero las escenas de sexo eran simuladas y no había nada explícito. Cuando se convirtió en el actor del momento con su interpretación de Rocky Balboa, los dueños de los derechos de The Party at Kitty and Stud’s, contactaron a Stallone para venderle la película por 100 mil dólares y así evitar que todos lo vieran desnudo. Sly no cedió a la extorsión. “Por esa película no pago ni 2 dólares” fue su respuesta.
Luego de ese debut poco prestigioso siguió buscando posibilidades. Un pequeño papel en Bananas de Woody Allen y una participación en una alocada distopía futurista producida por Roger Corman, Carrera Mortal 2000 fueron las más relevantes.
Una noche de 1975 cambiaría su vida. Entró a un cine a ver una pelea de boxeo por circuito cerrado. En pantalla gigante transmitían el enfrentamiento entre el campeón mundial Muhammad Alí y Chuck Wepner. Ningún especialista creía el retador tenía alguna chance. Para tomar dimensión de su calidad boxística sólo hay que mirar el apodo por el que se lo conocía: El sangrador de Bayona. Su característica más reconocible era la cantidad de cortes con los que terminaba su cara luego de cada pelea. Alí venía de derrotar a George Foreman, y Wepner se ofrecía como un buen descanso, una manera de seguir en actividad sin arriesgarse.
Chuck parecía un bancario: entradas abundantes con una línea de pelo en el centro de la cabeza, como no resignándose a la calvicie inevitable, un bigote sin gracia y un físico no demasiado trabajado. Sin embargo, no sólo aguantó toda la pelea, sino que con un golpe al cuerpo, derribó a Alí en el noveno round. Cuando faltaban apenas 20 segundos para el final del round 15, el último, Muhammad Alí logró noquearlo.
Stallone, desde la butaca de un cine de Los Ángeles se sorprendió con la performance de Wepner. Vio como el público que estaba junto a él enloqueció con la caída del campeón del mundo y con el KOT faltando20 segundos. En ese momento pensó: “Esto es drama. Lo único que tengo que hacer es crear un personaje y lograr llevarlo hasta ese punto”. Pocos días después se sentó a escribir el guión que cambiaría su vida por siempre.
El guión, una vez terminado, empezó a circular. Los productores Irwin Winkler y Robert Chartoff le ofrecieron al desconocido Sylvester Stallone, que apenas llegaba a fin de mes, 350 mil dólares por el guión. No aceptó. La condición que exigía para venderlo era protagonizarlo él mismo, a riesgo de quedarse sin nada. La insistencia y la confianza en su obra fueron premiadas.
Esa determinación, esa obstinación, son una de las marcas indelebles de Stallone. Un optimismo casi tropical que lo impulsa. Sus logros y sus enormes papelones provienen de esa confianza sin límites, de la falta de cálculo, de una osadía algo irreflexiva.
Rocky fue un éxito extraordinario e impensado. Lo lanzó a la fama. Éxito de taquilla, ganó el Oscar a la mejor película y al guión original. Sly fue nominado como mejor actor (hasta ese momento sólo dos gigantes como Chaplin y Orson Welles habían sido nominados como Mejor Actor y por el guión).
Él era Rocky, el underdog, el que no tenía posibilidades, el subestimado, el que no estaba en los cálculos de nadie y sin embargo lo había conseguido. En su vida colegial pasó por más de una decena de colegios. En uno de ellos realizaron una encuesta entre todos los miembros de la promoción: ¿Cuál de ellos tenía más posibilidades de terminar en la silla eléctrica? Sly ganó ampliamente. Pero 8 años después estaba en las tapas de los diarios con un Oscar en la mano y en miles de afiches callejeros.
A partir de ese momento su carrera tomó una velocidad sideral. Dirigió una película con guión propio, basado en una flojísima novela propia (de nuevo, la osadía): Paradise Alley. Y actuó en varias más hasta que de nuevo se calzó los guantes para Rocky II.
Cada encarnación del boxeador era un éxito seguro. Creó una de las grandes sagas del Hollywood moderno. No se conformó. Tal vez como ningún otro logró dar a luz tres franquicias existosas: Rocky (lleva 8 entregas), Rambo y Los Indestructibles (The expendables).
Pero la fama, los dólares y las tapas de revistas iban por un lado y el prestigio por el otro. Actor y director siempre subestimado, Stallone no ayudó con sus elecciones durante gran parte de los 80 y mediados de los 90. Convertido en héroe de acción intervino en muchos proyectos endebles, de escasa calidad. Productos poco elaborados, nacidos bajo el signo de la ambición. Sus incursiones en la comedia como Oscar o ¡Para! o mamá dispara se convirtieron en (merecido) motivo de burla.
Si su carrera empezó con el triunfo en los Oscar, en las siguientes dos décadas sería un animador imprescindible de los premios Razzies, los que señalan lo peor de la producción anual de Hollywood: 30 nominaciones, 9 victorias como peor actor. Alguna vez hasta monopolizó la categoría de peor actor de reparto con su intervención en Spy Kids 3. Pero en 2016 le dieron un reconocimiento por su comeback en Creed que también la valió una nominación al Oscar.
Intentó cambiar esa subestimación (y sus malas decisiones) con Cop Land, una película con Robert De Niro y Harvey Keitel para la que engordó más de 20 kilos para interpretar su papel. El cuerpo trabajado, su sello característico, era dejado de lado.
Pero el gran renacimiento artístico se dio de la manera más impensada. Cuando la franquicia Rocky llevaba décadas dormida, llegó la sexta entrega. Nadie confiaba en el resultado. Pero Stallone lo hizo de nuevo y Rocky Balboa muy probablemente sea la mejor de toda la serie. Una película con corazón, sin trampas, emocionante.
Salvó gente atascada en un túnel a punto de derrumbarse, fue un sicario, alpinista en riesgo, policía desatado, estrella del thriller erótico más frío de la historia (El Especialista con Sharon Stone: pocas veces una pareja tuvo menos química en pantalla), inverosímil pareja de Dolly Parton, peor arquero del mundo en Escape a la Victoria. Repasando la filmografía nadie puede afirmar que el fuerte de Sly sea la lectura de guiones y la capacidad para adivinar cuál será el resultado final de un proyecto fílmico.
“No culpo a nadie. Pero en los 80 firmabas contratos con películas con 3 o 4 años de antelación. Era lo que me recomendaban los agentes. De pronto me encontré con que había enlazado 8 años de películas desastrosas. El negocio antes se movía así: la estrella era la taquilla. Ahora es la película, cambió todo. De aquellos títulos no me arrepiento, aunque no puedo ni verlos en la tele. Mi hija me dice a veces: ‘¿Cómo hiciste esta mierda?’. Y le respondo: ‘Callate, que esa te pagó el colegio’. Mi carrera está hecha 96 % de fracasos y 4% de éxitos”, explicó hace unos años Stallone.
Sin embargo ha construido una carrera excepcional, siendo uno de los actores que más ha recaudado en las últimas décadas. Según sus propios cálculos la cifra de lo acumulado por sus películas se acerca a los dos mil millones de dólares.
El éxito profesional, el medio siglo en la pantalla, no impidió que en su vida privada pasara por muchos sinsabores. Su vida familiar nunca fue pacífica ni estuvo exenta de dolores profundos y hasta insoportables.
Empecemos por su madre, la longeva, inquieta e impredecible Jackie Stallone que ya cuenta con 98 años. A partir del suceso de su hijo, ella fue en busca de lo que siempre quiso: fama. De profesión: celebridad. Aunque ella sostiene que siempre fue astróloga y se adjudica éxitos rotundos. Integró la troupe de Glow, el programa de lucha libre femenina de los 70. También participó en una edición Vip de Gran Hermano en Inglaterra -en la que coincidió con su ex nuera Brigitte Nielsen- siendo la participante de más edad en la historia del ciclo en cualquier parte del mundo.
En 1992 mientras era entrevistada por Howard Stern en su programa radial, la cruzaron con Frank, el padre de Sly, su ex marido, que por esos días también había llegado a las revistas del corazón por estar saliendo con una chica mucho más joven que él. “¿Tenés 65 y salís con una de 20? No me hagas reír. Si ni siquiera a los 28 años podías tener una erección”, le enrostró. Luego le recordó que había sido víctima de su violencia, que la había mandado al hospital varias veces. La comunicación la cerró ella con varios insultos. Pero la ocupación más relevante de Jackie es la que encaró en los últimos 20 años: la rumpología. ¿De qué se trata? De predecir el futuro de las personas, analizando sus nalgas desnudas: lo de la lectura de las líneas de las manos es una antigüedad para ella.
La hija de Jackie, media hermana de Sly, murió de cáncer de pulmón a los 48 años. Stallone se hizo cargo del costo del tratamiento pero no fue una acción voluntaria. Tony Ann Filitti (o Tony D’Alto) acusó a su hermano de haber abusado de ella. La denuncia se disipó rápido porque ambos llegaron a un acuerdo extrajudicial. Los allegados al actor hablaron de traición y extorsión aunque él nunca brindó su versión pública. En su lugar habló Jackie, madre de ambos: “Sólo fue un chantaje. Ella era drogadicta y un drogadicto hace cualquier cosa para continuar con su adicción. Tomaba 65 oxycotins por día y no se le ocurrió mejor manera de tener dinero. Él era muy famoso y sus abogados le dijeron: ‘Es mejor que le pagues para callarla'”.
Stallone se casó tres veces. La primera fue antes de la explosión de Rocky con Sasha Czack. Tuvieron dos hijos: Sage y Seargeoh. Se divorciaron una década después de la boda, en 1985 tras la irrupción de
Brigitte Nielsen, la danesa inmensa que impactó al mundo y a Stallone en Rocky IV. Este matrimonio fue breve y turbulento. Stallone se convirtió en carne de tabloide. Las tapas de las revistas de la farándula se multiplicaron. La ruptura, como no podía ser de otro modo, también fue resonante. Contratada para participar en la segunda entrega de otra franquicia súper rendidora de los 80, Un detective suelto en Hollywood (uno más de los buenos papeles que Stallone no aceptó), los rumores le adjudicaron romances con el director Tony Scott, con una asistente de éste, con Eddie Murphy y hasta hubo quién dijo que se relacionó íntimamente con los tres.
El tercer matrimonio de Sly fue con Jennifer Flavin, ex modelo. Esta pareja ya lleva un cuarto de siglo de persistencia. Tuvieron tres hijas: Sistine, Scarlett Rose y Sophia.
La menor de ellas, Sophia, nació con una malformación cardíaca. Eso implicó cuidados permanentes y algunas intervenciones quirúrgicas, la última hace unos pocos años a corazón abierto.
Su hijo mayor, Sage fue encontrado muerto en el 2012. Tenía 36 años. Había actuado en Rocky V y en Rocky Balboa, haciendo de hijo del boxeador. Las primeras especulaciones periodísticas hablaron de una sobredosis de drogas. El estado de su departamento parecía indicarlo. Frascos de drogas prescritas, latas de cervezas vacías, ceniceros llenos, suciedad. Sage vivía casi como un recluso. Cuando fue encontrado, llevaba cuatro días muerto. La autopsia determinó que no había drogas en su organismo. Que la causa de la muerte fue una súbita falla cardíaca. Stallone no hizo declaraciones públicas sobre esta desgracia personal. Vivió su duelo en soledad y silencio.
Seargeoh, el otro varón, hizo su primera aparición en la pantalla grande, siendo un bebé, como el hijo de Rocky en la segunda entrega de la franquicia. A los tres años fue tapa de la revista People, a upa de su padre, con motivo del lanzamiento de Rocky III. Muy pocos meses después, Stallone fue nuevamente tapa de la revista. Desde allí, le contaba al mundo que su segundo hijo tenía un trastorno del espectro autista. Esa entrevista tenía como fin evitar la presión de la prensa ante la filtración de la noticia y, al mismo tiempo, concientizar a la población. Stallone contó cómo fue la detección de la condición de su hijo y a partir de ese momento, junto a su esposa, realizaron diversos eventos benéficos para recaudar fondos para instituciones especializadas.
En los 90 entre las muchas parejas que tuvo se destacó la de Janice Dickinson, la primera súper modelo norteamericana. Janice quedó embarazada y tuvo una hija, Savannah. La recién nacida llevó por un tiempo el apellido Stallone, pero tras un estudio de Adn se comprobó que no era hija del actor. La pareja se disolvió en ese momento.
En los últimos años, el actor fue denunciado dos veces por abuso. Dos mujeres lo acusaron de propasarse con ellas a mediados de la década del 80. Las causas fueron cerradas por ausencia de pruebas. El paso del tiempo, la intervención de Marty SInger, el implacable abogado de las estrellas y lo complejo que resulta obtener pruebas en este tipo de delitos hicieron que las acusaciones no prosperaran.
Sylvester Stallone con un enorme suceso profesional tuvo una vida personal llena de dolores, desgracias y fracasos mientras en la pantalla se mostraba indestructible, invulnerable.
A los 73 años sigue batallando, buscando una nueva película que recaude cientos de millones. Uno de sus lemas que guía su vida lo puso en boca, como no podía ser de otra manera, de Rocky Balboa: “No se trata de lo fuerte que uno pega, de los golpes que da; lo importante es la capacidad que uno tiene ara resistir los golpes, para soportarlos”.
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