El asesino serial Rodney James Alcalá, desde el 2010, en el penal de San Quintín, espera la noche de su última cena y la mañana siguiente, en la que caminará por la milla verde hasta la silla eléctrica.
De vida extraña y cambiante y –según un psiquiatra militar–"personalidad narcisista maligna con psicopatía y sadismo sexual", nació como Rodrigo Jacques Alcalá Buquor en San Antonio, Texas, el 23 de agosto del 43. Abandonado por su padre, Raoul Alcalá Buquor, la familia (madre y tres hermanos) se mudó a un suburbio de Los Ángeles.
Rodrigo tenía entonces 11 años. Hasta sus 17, en 1960, no hay registro de sus pasos.
Recién lo fichan con pelos y señales en el Ejército de los Estados Unidos, donde se alista pero no conoce la dura rutina del entrenamiento: lo destinan a una oficina administrativa a la base de Fort Bragg. Punto de prosapia: entrenamiento de fuerzas de elite, y escenario de una breve novela de non fiction de Tom Wolfe: Emboscada en Fort Bragg, crónica del asesinato de un homosexual a manos de un grupo de compañeros homófobos.
El episodio no lo roza.
Pero en 1964 sufre un ataque de nervios y huye a la casa de su madre. Desertor, lo capturan, y luego de los exámenes psiquiátricos lo dan de baja. Su carrera criminal –en realidad, su primer crimen conocido– empieza en 1968. Tiene 25 años. Vaga por Hollywood, donde alquila un mísero departamento. Husmea a la presa: una niña de 8 años, Tali Shapiro. La atrapa y la mete por la fuerza en el maletero de su auto, pero un motociclista lo ve y llama a la policía. El rastreo da resultado…, pero el psicópata alcanza a huir.
La niña está viva, pero violada, con una copiosa hemorragia vaginal, y golpeada con una barra de acero.
La bestia está marcada. El portero del edificio ha dado su nombre, de modo que pone cuatro mil kilómetros de distancia entre las palmeras de la Meca del Cine y la Meca de los rascacielos. No con el currículum vacío: se ha graduado en la Escuela de Bellas Artes de la UCLA, y en la Universidad de Nueva York empieza a estudiar cine con un grande: Roman Polanski. Y bajo seudónimo: John Berger…
En el 71 consigue trabajo de conserje en un campamento de arte de New Hampshire maquillando apenas su nombres falso: ahora es John Burger. En junio de ese año, Cornelia Crilley, 23 años, azafata de Trans World Airways (TWA), aparece violada y estrangulada en su departamento de Manhattan. El asesino no deja huellas. ¿Crimen perfecto? Sí…, hasta cuatro décadas después, cuando dos niños, alumnos de aquél departamento de arte y ya adultos, reconocieron su foto en un poster del FBI exhibido en una oficina de correos…
Atrapado y juzgado, no fue posible condenarlo por la violación e intento de asesinato de la niña Tali Shapiro: sus padres se negaron a testificar (su derecho), y Rodrigo se declaró culpable de un cargo menor: agresión. Diecisiete meses de prisión, y en 1974, bajo el programa de "sentencia indeterminada", libertad condicional.
Pero bien dicen que la cabra tira al monte. Dos meses más tarde intenta violar a una niña de 13 años ("Julie J." en los archivos por ser menor), y vuelve a prisión hasta 1977. Apenas dos años más…
Retorna a Manhattan. Pero los investigadores de la policía de Nueva York especializados en "casos fríos" (viejos y sin pistas), tan tenaces como implacables atando cabos, creen que apenas llegado a La Gran Manzana mató a Ellen Jane Hover, 23 años, hija del famoso club nocturno Ciro y ahijada de Dean Martin y Sammy Davis Jr. Su cuerpo, masacrado, apareció en los alrededores de la finca Rockefeller, condado de Westchester.
Un año después, mientras trabaja como tipógrafo en el diario Los Angeles Times, lo entrevista un grupo de trabajo que investiga delincuentes sexuales. Luego de varias horas de preguntas y respuestas, lo descartan como asesino: apenas cumple una breve sentencia por posesión de marihuana.
Pero el Gran Juego no tardará en empezar. En una de sus tantas caras, Rodrigo teje una vasta telaraña. Imprime tarjetas, y convence a cientos de hombres y mujeres de su perfil de fotógrafo de modas, profesional y dueño de un rico portafolio de celebrities. Es más: les muestra a sus compañeros del diario decenas de fotos de mujeres desnudas, varones adolescentes también sin ropas… y en casi todos los casos protagonizando escenas de sexo explícito…
Y salta entonces un "caso frío". En 1979, alguien dejó inconsciente y violó a Monique Hoyt, 15 años, mientras posaba para el portafolio de Rodrigo, y el sabueso de turno agregó otra pieza al macabro puzzle…
Un año antes, la bestia en cuestión, de ilimitada audacia, se inscribió en el famoso concurso de juegos de la cadena ABC The Dating Time. Con una biografía falsa. Jim Lange, el bastonero, lo presentó como "un exitoso fotógrafo cuya carrera comenzó cuando su padre lo encontró en el cuarto oscuro, a sus 13 años, revelando rollos".
Rodney Alcalá, en su participación en el Reality Show The Dating game en 1978
El programa era "de ligue", como lo hubieran definido los españoles. Dos hombres competían para ganar una cita romántica con una dama… Rodrigo, con el seudónimo Bachelor # 2, pugnó con el actor Jed Mills y ganó una cita con la Bachelorette Cherry Bradshaw… pero ella se negó a salir con él: –Es raro… Me pareció un tipo espeluznante –dijo.
Desde luego, Rodrigo no contaba con el finísimo olfato, digno de gato o perro, del perseguidor de criminales Pat Brown, una especie de inspector Javert en pos de Jean Valjean según la célebre novela Los miserables, de Victor Hugo…
Y siguió matando. La niña Robin Samsoe, 12 años, de Huntington Beach, desapareció entre la playa y su clase de ballet. Dos semanas más tarde, su cuerpo, ya en descomposición, apareció en el fondo de un barranco. Sus amigos le dijeron a la policía que "un extraño se acercó a nosotros en la playa, y le pidió a Robin que posara para él. Se fueron juntos, y no volvimos a verla".
Un dibujante policial, sobre la base de la descripción de los amigos, trazó la cara del asesino. Su ex oficial de libertad condicional lo reconoció. Allanada la casa de su madre, en Monterey Park, la policía encontró en un casillero de Seattle un recibo de alquiler… ¡y los aros de Robin!
El cerco se cerraba…
Mientras los tironeos entre abogados defensores y fiscales parecían destinados al infinito y no había pruebas suficientes para meter entre rejas a Rodrigo, habló su ADN: el semen no dejaba dudas acerca del asesino de otras cuatro mujeres: Jill Barcomb, 18 años, Georgia Wixted, 27 años, Charlote Lamb, 37 años, y Jill Parenteau, 21 años. Según las descripciones acumuladas en decenas de fojas, "todos los cuerpos fueron encontrados en poses cuidadosamente elegidas". Y en un segundo casillero aparecieron los aros de Lamb…
En su tercer juicio, Rodrigo decidió actuar como abogado. Habló durante cinco horas como interrogador y declarante. Negó todo. Pero en marzo de 2010, la cabalgata de dilaciones y chicanas se cerró para siempre: condenado a muerte por tercera vez.
Y por si algo faltara, en ese mismo mes y año los departamentos de policía de Huntingthon Beach y Nueva York publicaron 120 fotografías de Rodrigo buscando que alguien encontrara entre ellas mujeres o niños desaparecidos, posibles víctimas del monstruo. Otras 900 no vieron la luz: "Eran sexualmente demasiado explícitas para mostrarlas".
La respuesta fue parcial y, en muchos casos, difusa. Pero seis familias creyeron reconocer a miembros que se esfumaron sin que nada se supiera de ellos…
Casi al mismo tiempo, la policía de Seattle vinculó a Rodrigo como presunto asesino de Antoniette Wittaker y Joyce Gaunt, 17 años, ya que en otros casilleros había algunas joyas de ambas.
En adelante, batidas en California, Nueva York, New Hampshire y Arizona fueron iluminando el caso. Por ejemplo, el asesinato –en 1977– de Pamela Jean Lambson, 19 años, desaparecida "después de que un hombre se ofreció a fotografiarla", recordaron sus padres. Su cuerpo, desnudo, violado y golpeado, apareció en una ruta de senderismo.
Septiembre de 2016. Rodrigo es acusado de asesinar a Christine Ruth Thornton, 28 años, desaparecida en 1977. No quedan dudas: su ADN resulta inapelable. Agregado estremecedor: estaba embarazada. Sus restos, encontrados por un ranchero en 1982, recién fueron identificados como de Christine en 2015.
El asesino jugó durante años con la mentira y la ambigüedad, hasta que la tecnología rompió su telaraña.
Está condenado a muerte por cinco muertes probadas, pero muchos indicios y algunas bromas macabras ("Maté entre dos y cien, no estoy muy seguro", suele decir) elevan ese número a por lo menos veinte…
Rodney Alcalá, el nombre que eligió para el programa de tevé que le sirvió de carnada, tiene 75 años.
Aun no se fijó la fecha se sentarlo en "la freidora", como llaman los condenados a la silla eléctrica.
Todavía sigue abierta la línea 307-922-5295 para recibir denuncias sobre mujeres que jamás volvieron al punto de partida.
Como papeles al viento.
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