Cuando Liliana Fuentes, la madre de Nair Mostafá, escuchó la letra de la canción “Sólo el sol la vio”, en homenaje a su hija, de la banda Lunátikas, se conmovió hasta las lágrimas. Llamó a la bajista del grupo, le agradeció y le pidió:
-Por favor, cántenla. Es la mejor manera de recordarla.
Lo mismo ocurrió cuando el colectivo Ni una Menos de Tres Arroyos, le pidió autorización para pintar un mural inspirado en la foto icónica del caso: se la ve a Nair, luminosa, con sus ojos redondos claros, su sonrisa incompleta, como si tanta inocencia no pudiera caber en una foto. En el acto contra la violencia de género en el que se exhibió el mural de Nair, cantaron tres temas de María Elena Walsh, la escritora infantil a la que admiraba.
A 30 años del aberrante crimen de la nena de 9 años, que fue violada y estrangulada el 31 de diciembre de 1989, no hay nadie preso. Por la causa desfilaron doce sospechosos, pero no hubo ningún acusado ni condenado.
Pero los ojos de Nair siguen ahí, en esa foto en la que siguen abiertos. Toda foto de una víctima parece perpetuarse, interpelar, detener el tiempo.
Lo último que hizo Nair antes de ser asesinada fue salir vestida con una malla rosa, poco antes de las tres de su casa de Tres Arroyos, a unos 500 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, para hacer una de las cosas que más la hacía feliz: ir a la pileta del club Huracán de esa ciudad. Caminó esas diez cuadras por última vez.
Como tardaba en llegar (habían pasado tres horas), la madre fue hacia el club, pero estaba cerrado. Se acercó a los vestuarios, pero su tampoco estaba. Comenzó a desesperarse, volvió a su casa para decirle a su pareja que la ayudar a buscar, a preguntar casa por casa.
Pero nadie sabía nada. Cuando fue a hacer la denuncia a la comisaría primera. La respuesta de un oficial fue el primer indicio de la escandalosa e insensible actuación policial en el caso. “Debe estar en la casa de una amiguita. En un rato salimos a buscarla”.
La madre fue hacia un programa de radio de la ciudad y el periodista Evaristo Alonso la dejó expresarse. La mujer, desesperada, le pidió ayuda a la gente. Muchas personas salieron a buscarla. Cerca de las diez de la noche ocurrió un episodio indignante. Liliana volvió a la comisaría, pero el comisario no estaba (¿se había ido a festejar Fin de Año?) y el subcomisario no quiso atenderla.
La madre de Nahir volvió enojada a la radio y contó esta situación. "Como la Policía no sale a buscarla, les pido que lo hagan ustedes", rogó la madre.
A la 1.15 del 1 de enero de 1990, cuando algunos patrulleros habían salido después de que sus ocupantes brindaran por el nuevo año, encontraron el cuerpo de Nair, a metros de las vías del Ferrocarril Roca, en un baldío, frente a una escuela. Tenía puesta la malla rosa y el cordón blanco de su mochila atado alrededor del cuello.
El terrible desenlace causó la ira del pueblo. Con antorchas en sus manos, cientos de personas recorrieron las calles. El punto elegido para la protesta fue la comisaría primera. Algunos vecinos enardecidos prendieron fuego 17 patrulleros y dieron vuelta 10. Además tiraron piedras a la seccional, además de causar destrozos e incendios. La Policía entró en acción por primera vez de la desaparición de Nair: reprimió a los manifestantes. Hubo 25 heridos.
El por entonces gobernador Antonio Cafiero viajó al lugar y reveló a 20 policías y le prometió a la madre castigar a quienes no hicieron nada para evitar el desenlace. "Le pido perdón en nombre de la Humanidad", le dijo Cafiero.
"Tengo la misma edad de Nair. Recuerdo que con mi mamá fuimos a la pueblada. Hasta que escuchamos un tiro y nos refugiamos en una obra en construcción. Siempre me marcó este caso. Siempre me preguntó que estaría haciendo Nair ahora, tendría 39 años. Y recuerdo que poco antes de encontrarla, mi padre, que llevaba dos días de fiebre, se despertó de una pesadilla todo transpirado y dijo: 'la tiraron frente a la escuela'. Y eso es lo que ocurrió después. Hasta en mi fantasía de niña llegué a pensar que mi viejo la había matado", dice a Infobae María Belén Goetta, baterista de Lunatikas, la banda que homenajeó a Nair con una canción.
Goetta está convencida de quiénes la mataron. "Me tocó con el tiempo hacer una investigación y una amiga se cruzó con uno de los sospechosos, con antecedentes por violación. Y le contó que solía parar en lo de un amigo frente a la escuela, cerca del ferrocarril. Nunca se lo dije a la mamá Nair, pero ella siempre apuntó a ese hombre".
Valeria Aristemuño, la bajista del grupo, fue la encarda de pedirle permiso a la madre de Nair para se pudiera componer la canción. “Le mandamos la letra, luego la música, y se emocionó. Nos agradeció y eso nos dio una fuerza importante. Nair sigue en la memoria colectiva. Y es un reflejo de la impunidad”, dijo.
"Esa mañana despertó, no hizo la cama y desayunó. En algún lado ellos planeaban una cacería que ella no esperaba. 31 de diciembre hacía calor (Sólo el sol la vio). Caminando a la pileta ella partió"
El enigma
Las primeras hipótesis referían que el asesino interceptó a la Nair cuando iba la pileta del club. Según la primera autopsia, la niña murió estrangulada. Hubo discusiones acerca de la hora del homicidio. En un principio se dijo que el criminal la mató entre las 22 y la medianoche del 31 de diciembre, y que la mantuvo secuestrada varias horas. También se dijo que murió en la Escuela 16, la mataron en otro lugar y luego trasladaron el cuerpo hasta las vías donde la encontraron. Luego de la tercera autopsia se comprobó la existencia de cocaína en sus metabolitos, rastros de abuso, y se determinó que la muerte de la niña fue entre las 14.45 y las 16.30. El veterano forense Osvaldo Raffo dictaminó que por lo menos la habían matado dos personas.
En un primer momento las hipótesis fueron de las más variadas. En doce días hubo doce detenidos. Pero todos fueron liberados.
Dos de ellos por un identikit que se confeccionó con la ayuda dos chicos de 10 años que estuvieron a metros del descampado donde habían matado a Nair. Pero los nenes habían mentido, según su padre.
Los nombres de todos los sospechosos se omitirán en esta nota por razones legales y porque la causa prescribió en 2005.
Uno de los apresados fue un barrendero de 37 años que confesó haberla matado. Pero no hubo pruebas y fue diagnosticado de oligofrenia e internado en un psiquiátrico. "En la comisaría me pegaron para que dijera que la maté. Yo no la maté", dijo tiempo después.
Sin embargo, el psiquiatra forense Fernando Maldonado -el mismo que fue perito de parte del cuádruple femicida Ricardo Barreda- le planteó a Infobae sus dudas:
–Para mí, el asesino fue el barrendero, que era oligofrénico.
-¿Por qué llegó a esta conclusión?
-Porque cuando lo empecé a entrevistar se hizo más oligofrénico de lo que era. Después de mucha paciencia y días de entrevistas, me comentó lo que había pasado: me dijo que la nena venía caminando hacia él, que juntaba hinojos para los conejos. Él la saludó y le dijo que estaba muy linda. La abrazó y le preguntó si él le gustaba. Después le pidió que le diera un beso. “Dame un beso”. La abraza, la chiquita empieza a temblar. “Temblaba así, como ese papel, estaba blanca como ese papel, doctor (sic)", me dijo el muchacho este, que se llamaba Carmelo. Que más, Carmelo, le pregunto. “Se cayó doctor, se cayó”. Claro, interpreté que cuando él a abrió los brazos ella cayó. No la asfixió. La chiquita era una enferma crónica. No llega a violarla, aunque eyacula en la mallita de la nena. Al final encontraron semen pero no pudieron analizarlo en el FBI porque la luz ultravioleta que usaron acá anuló la prueba.
Otro de los que estuvo en la mira fue el hijo de un hacendado. Tenía 25 años y también se autoincriminó. Pero tenía esquizofrenia paranoide.
También aparecieron como sospechosos el portero de la escuela cercana a donde apareció muerta Nair, a la pareja de la madre de Nair y a un mecánico dental que había sido acusado de violar a dos nenas de 6 y 7 años en Almirante Brown. Pero ninguna acusación prosperó.
Diez años después del crimen apareció lo que podía ser la llave hacia el fin del misterio: un pelo de tres milímetros encontrado por el equipo de la División Homicidios de la Policía Bonaerense. La custodia de las pruebas había sido ineficiente y negligente. La prueba fundamental era que la malla de la menor que tenía manchas de semen. Nadie supo explicar cómo eso se perdió.
Para sorpresa de los investigadores, al revisar la caja con las pruebas, apareció un vello pubiano en un sobre de papel madera amarillento, cerrado y bajo vidrio por lo que se esperaba establecer la identidad genética del homicida. Pero tampoco ocurrió.
El expediente del crimen pasó por 7 jueces, cuenta con 160 fotografías de la escena del crimen y unos 28 cuerpos con los resultados de las tres autopsias hechas al cuerpo de Nair. Doce detenidos, dos confesos declarados posteriormente inimputables, pero ninguno fue acusado formalmente ni condenado. Pruebas perdidas, y teorías opuestas y ADN tardíos y mal resguardados.
Según le dijo al periodista Ignacio Ramírez el médico forense, Julio César Julíán, quien estuvo más de 25 años como investigador policial de la Dirección de Homicidios de la Policía Bonaerense, no tiene dudas de que a Nair la mataron de día. La cronología del espanto cuenta que a la niña la mataron minutos después de irse de su casa, en el mismo lugar donde la encontraron. Murió por estrangulación y fue violada. Creen que los padecimientos de la niña duraron entre 10 y 15 minutos.
Hubo asesinos que entraron en la galería siniestra del crimen nacional. Otros quedaron en el olvido. Para que un criminal quede en la historia negra deben darse varios factores: el contexto social de la época, el móvil de su acto criminal, su popularidad y que el caso tenga ingredientes que despierten el interés de la sociedad.
Pero el o los asesinos de Nair lograron esfumarse, como si eso pudiera ser posible.
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