En un momento Marina Krim tenía una vida alegre y ajetreada con sus tres hijos y un perro, corriendo de la clase de ballet a la de natación, preparando mochilas escolares y organizando las comidas. Su marido trabajaba mucho, pero su cotidianidad fluía con la tranquilidad de tener todo bajo control y la certeza de haber conquistado la felicidad. Pero al momento siguiente, esa fresca tarde del jueves 25 de octubre de 2012, ese mundo le estalló en la cara.
“En un minuto estaba yendo a buscar a mi hija mayor, Lulu, a su clase de ballet y, en el siguiente, me vi en la parte de atrás de una ambulancia con mi única hija viva, Nessie”, escribiría Marina en su web sobre el día que la peor pesadilla le destrozó los cimientos de su existencia.
Marina (36) y Kevin Krim (37), vivían en un elegante departamento, en un buen barrio de Nueva York y viajaban mucho por todo el mundo. Contaban con la ayuda de una niñera para lidiar con las sobrecargadas agendas de sus hijos: Lulu tenía 6 años e iba a primer grado, Nessie 3 y Leo 2. Su vida estaba organizada, era holgada económicamente y les sonreía. Una sonrisa que mutaría súbitamente en una mueca siniestra: el atávico temor de los padres que dejan a sus hijos al cuidado de alguien, se convertiría en brutal realidad.
Crónica de un horror no anunciado
Marina era graduada en educación en la Universidad de California del Sur y daba clases en el Museo Americano de Historia Natural. Kevin Krim había egresado de la Universidad de Harvard, era ex jugador de fútbol americano y tenía mucho éxito en el mundo laboral: después de pasar por las compañías Bloomberg y Yahoo, ya era gerente general de la división de Medios Digitales de la cadena de televisión CNBC cuando ocurrió el drama de sus vidas.
Se habían conocido en un restaurante de California, en el año 2000. Se casaron en el 2001 y, al poco tiempo, estaban viviendo en la ciudad de San Francisco. Allí nació Lucía (Lulu) Úrsula Krim, el 25 de mayo de 2006. El 28 de diciembre de 2008, se sumó a la familia Inés (Nessie) Olivia Krim. Cuando Kevin comenzó a trabajar para la compañía CNBC, en 2009, se instalaron en Nueva York con sus hijas mayores, Allí nació Leo Hidalgo Krim, el 30 de septiembre de 2010.
Esa tarde de octubre de 2012 que escribió un antes y un después en sus destinos, Marina llevó a Nessie a natación. Finalizada la clase, se dirigieron a donde tomaba lecciones de danza Lulu. Allí se encontrarían con la niñera, Yoselyn Ortega (49), y Leo. Pero cuando llegaron a danza no estaban ni Lulu, ni Leo, ni Yoselyn. Marina le mandó, entonces, un mensaje de texto a su empleada: “¿Dónde está Lulu?, ¿Dónde estás vos?”. Yoselyn no respondía.
Marina, sorprendida, se dirigió a su departamento ubicado en el segundo piso en el número 57 de la calle 75, del Upper West Side, de Manhattan. Al entrar al majestuoso edificio le preguntó al encargado si los había visto salir, él le respondió que no, pero que recién había tomado su puesto de trabajo. Decidió subir.
Eran las 17.30. Abrió la puerta y la golpearon el silencio y la oscuridad. Parecía no haber nadie. Con Nessie a upa entró a los dormitorios. Nada. Fue hasta el baño del fondo, se asomó, prendió la luz y... comenzó a gritar. Lulu y Leo estaban dentro de la bañera cubiertos de sangre, con los ojos abiertos mirando el vacío. Yoselyn, la niñera de sus hijos desde hacía más de dos años, estaba ahí. La miró mientras Marina gritaba y clavó el cuchillo de cocina dos veces en su propio cuello.
Los alaridos desgarradores hicieron que el portero y un vecino, Michael Minihan, subieran hasta el departamento. Mientras el encargado llamaba al 911, Minihan entró a la casa ver qué se podía hacer. Salió espantado y descompuesto. Luego diría que Yoselyn con sus enormes ojos era “la cara del demonio”.
La policía, los paramédicos, los investigadores y la prensa comenzaron a llegar al domicilio de los Krim. La puerta del edificio se llenó de gente. Rápidamente el caso se convirtió en escabrosa noticia.
En una única camilla los cuerpos de los pequeños hermanos Krim fueron subidos a la ambulancia; Yoselyn, a otra. Nessie miraba llorar a su madre y no entendía nada. Un policía declaró que le escuchó decir: “Mami, por favor, no llores…”.
Ellas dos fueron también subidas a una ambulancia. La cara de Marina desencajada tras el vidrio, en una mueca que recuerda la obra El grito del pintor noruego Edvard Munch, fue una de las fotos más impactantes que mostraron los medios. Esa cara sintetizaba el espanto más absoluto.
Aterrizaje forzoso
Lulu y Leo fueron declarados muertos al llegar al hospital. Y la ciudad de Nueva York se estremeció de punta a punta: dos padres que cuidaban con esmero a sus hijos, que habían recurrido a una ayuda externa, estaban atravesando un infierno. La traición de la niñera y los cobardes asesinatos constituían la materialización de los miedos de cualquier padre.
“Yo estaba con Nessie colgando de mis brazos y pensaba, ¿qué se supone que yo haga mañana?, ¿cómo voy a seguir adelante?, ¿qué vamos a hacer?”, recordaría Marina años después.
Kevin Krim llegaba a esa misma hora desde San Francisco por un viaje por trabajo. Apenas su avión aterrizó en el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy de Nueva York, pasadas las 18, prendió su celular. “Algo está mal”, pensó al ver que tenía miles de mensajes. Algunos eran amigos y otros padres de compañeros de colegios de sus hijos, preguntándole si “todo estaba bien”.
Mientras bajaba su bolso de mano del compartimiento superior de su asiento, el piloto habló por el altoparlante y dijo que, en la puerta del avión, estaba la policía que venía a buscar a alguien. Kevin no pensó que ese alguien podía ser él. Un asistente de vuelo lo tomó del brazo demasiado amablemente y le pidió que lo siguiera por el pasillo. El teléfono celular de Kevin comenzó a sonar. Atendió confundido mientras caminaba, era su cuñado que le dijo que algo había pasado con sus hijos. La policía, efectivamente, lo esperaba a él, pero le dijeron muy poco. Lo llevaron directo al hospital St Luke’s Roosevelt. No podía pensar en nada, estaba desorientado: “Deseaba que fuera una pesadilla, pero no lo era”. Apenas llegó lo recibió un médico que le informó que dos de sus tres hijos habían sido asesinados. Kevin dabas vueltas por el hospital enloquecido, llorando y gritando “¿¿¿¿Qué pasó??? ¿¿¿Qué pasó????”.
Alguien, no recuerda quién, le reveló que la responsable había sido Yoselyn Ortega, la mujer que él y su esposa habían empleado para cuidar a sus hijas cuando Marina estaba embarazada de Leo. Que ella los había acuchillado.
Yoselyn había sido contratada en 2010 para ayudar a Marina en la casa. Kevin trabajaba doce horas por día y ella no daba abasto. El contacto había surgido cuando Marina -ya embarazada de varios meses de Leo- fue a buscar a Lulu, a una de sus clases de ballet, al Centro Comunitario Judío de Manhattan. Celia Ortega, que cuidaba a otra chiquita, se le acercó para ofrecerle alguien de confianza para que le diera una mano con los chicos. Le dijo que tenía una hermana, Yoselyn, recién llegada de República Dominicana, que era una experimentada niñera y necesitaba trabajar.
Marina que sabía que cuando naciera Leo iba a necesitar ayuda, le aceptó el teléfono y pidió referencias. La persona ofrecida como referencia contestó por mail todas las preguntas que tenían los Krim. En el juicio por los homicidios quedaría claro que las referencias de Yoselyn Ortega habían sido inventadas (la supuesta empleadora era una amiga de Yoselyn) y que la experiencia era nula. Pero los Krim, que en aquel entonces no lo sabían, confiaron y la tomaron.
Durante esos dos años y medio que trabajó con ellos, el matrimonio Krim fue muy bueno con ella. Como sabían que Yoselyn tenía problemas económicos, en dos oportunidades, le pagaron pasajes de avión a su país de origen para visitar a su familia. En uno de esos viajes ellos también viajaron a República Dominicana. Como Yoselyn quería que conocieran a su familia, una noche durmieron todos en su casa. Pero los apuros monetarios de la niñera aumentaban. Entonces le ofrecieron hacer horas extras: además de cuidar a los chicos podía cobrar aparte por limpiar.
Cuando Yoselyn llevó a su hijo Jesús, de 17 años, a vivir con ella a Nueva York, lo anotó en un caro colegio privado. El dinero seguía sin alcanzarle y tuvieron que mudarse con sus familiares. Los Krim enterados de esto le ofrecieron a Jesús algunas tareas remuneradas como pasear al perro de la familia. Estos gestos solidarios de sus empleadores, en vez de generar agradecimiento en Yoselyn, fueron engendrando un hondo resentimiento. Los Krim no sospechaban de las quejas de Yoselyn por la paga, ni de sus protestas sobre el hecho de que cuando ella necesitaba dinero, en vez de dárselo, le ofrecieran más trabajo. Yoselyn odiaba la vida de los Krim: había desarrollado unos celos enfermizos.
En el juicio Kevin explicó: “Queríamos que estuviera feliz trabajando con nosotros (...) Era una empleada confiable y no queríamos perderla para no interrumpir la vida que tenían armada nuestros hijos. Ella hacía su trabajo bien”.
Marina hizo memoria y reconoció que en los últimos tiempos Yoselyn se había mostrado rara. A tal punto que habían llegado a conversar con Kevin sobre la posibilidad de despedirla, pero habían decidido que sería doloroso para los chicos y que no tenían elementos concretos para hacerlo. Claramente no vieron avecinarse la tormenta.
Bajo las sábanas blancas
Apenas enterado de la peor noticia de su vida, Kevin fue conducido a una habitación donde estaba Marina. Destruida se zambulló en sus brazos: “La abracé y ella me dijo -Kevin no vamos a divorciarnos por esto. Oprah (por Oprah Winfrey, la conductora televisiva norteamericana) siempre dice que la gente se divorcia cuando pierde a un hijo”.
El matrimonio quería despedirse de sus hijos. Se lo pidieron a los médicos. Fueron llevados a una habitación pequeña e impecable.
Relató Kevin: “Los dos estaban limpios y tapados hasta el mentón con sábanas blancas. Estaban bellos, pero raros. Ya no había sangre en sus cuerpos. Estaban azulados. Todavía tenían su piel perfecta, sus largas pestañas y sus ojos cerrados. Tenían el pelo color marrón arena. ¡Se veía que las enfermeras habían trabajado duro para limpiarles toda la sangre! Caí de rodillas y les pedí perdón. Les dije que los amaba, los besé y les dije adiós”.
El apoyo de familiares y amigos fue vital para los días posteriores al hecho. Los Krim jamás volvieron al departamento. Dos días después, Marina y Kevin se entrevistaron con un psiquiatra de renombre, pero él no tenía una receta para decirles cómo se seguía adelante después de semejante pérdida.
“La gente nos decía que el tiempo lo cura todo. Pero no veíamos la salida. Nadie nos dio un manual sobre cómo hacerlo. Porque la realidad es que nadie nos podía enseñar”, reconoció Marina.
El motivo que encontraron para seguir viviendo fue Nessie. Kevin Krim, escribió en su web: “La mañana siguiente a los asesinatos de Lulu y Leo, en manos de su niñera, nos levantamos en un cuarto de hotel. Había sido una pesadilla de esas que desesperadamente querés despertarte, pero que te sigue golpeando de una manera que jamás querrías (...) Pero cuando la pequeña Nessie, nuestra sobreviviente hija, me miró y me dijo: “Papi, tengo hambre”, me di cuenta de que tenía que protegerlas a ella y a Marina. (...) Pedimos ayuda a amigos cercanos. Había que comer, lavar la ropa, cuidar a nuestro querido perro (…)”.
Marina, por su parte, dijo: “Recuerdo mirar a Nessie, en esos días negros, y admirar como ella podía vivir el presente. Sentía que ella tenía todas las respuestas de cómo seguir viviendo. A pesar de que Nessie extrañaba a sus hermanos, podía reír, disfrutar y ser ella. Hacía que todos los que estábamos quebrados sonriéramos”.
Decidieron que el espanto de lo ocurrido no les iba a impedir disfrutar de Nessie y de los nuevos hijos que podrían tener. Así fue que Marina y Kevin se dieron el permiso para volver a reír. Renacerían aprendiendo de Nessie.
Razones para vivir
Ayudar a los demás fue otro de los objetivos que se puso la pareja para trascender el dolor y transformarlo. En 2012 crearon el Lulu&Leo Fund, una organización con fines caritativos, para chicos y sus familias, para construir resiliencia a través del arte y la creatividad infantil. La organización sin fines de lucro nació para ayudar a criar chicos de menores recursos en mayor contacto con la naturaleza y el arte.
“Como padres de Lulu y Leo, sabemos que el arte tuvo un rol fundamental en sus cortas y bellas vidas. Y también en la de Nessie, nuestra hija sobreviviente”, escribieron sobre los motivos que los llevaron a concretar esta fundación, “Creemos que cada chico en el planeta merece tener la misma oportunidad que tuvieron nuestros hijos de tener un profundo compromiso con el arte, la naturaleza y la creatividad”.
En su primer Día de la Madre sin Lulu y Leo, en mayo de 2013, Marina tuvo una buena idea: “En las últimas vacaciones todos juntos, Lulu y Leo habían coleccionado docenas de ‘galletas de mar’ de la playa (unos caparazones chatos, disecados, de unos animales del océano emparentados con las estrellas de mar). Me pasé todo el Día de la Madre colgándolos en una pared vacía de nuestro departamento. Era una manera simple de expresarme, de sentirme viva y conectarme con ellos en un día tan duro”.
Si bien por un tiempo se fueron de la ciudad, finalmente volvieron y se instalaron en el barrio de Tribeca. Contra todos los pronósticos, la familia volvió a crecer y a disfrutar de algunas cosas de la vida. Esa increíble fuerza para recomenzar quedó en evidencia primero cuando nació Félix (que hoy tiene 6 años), el 11 de octubre de 2013, y luego con Linus (de 4 años), en 2015. “Con cada hijo que nació sentimos una especial y más cercana conexión con Lulu y Leo. Ellos son una constante para recordar a sus hermanos: sus gestos, sus voces…”, escribió Kevin en su página web en 2017.
La cuenta de instagram de lululeofund rebosa de pensamientos positivos. Lo mismo que el hashtag #SeeThePossibilityInEveryMoment, donde Marina, madre de cinco, postea regularmente pequeños logros, placeres simples y momentos de felicidad de la vida en familia.
La traición al banquillo
Durante la investigación muchos pusieron el foco en la relación de Marina con Yoselyn. Buscaban justificar, con algún abuso laboral o maltrato de los padres, la conducta de la niñera. No encontraron más que signos de ayuda de los Krim hacia Yoselyn Ortega.
El juicio empezó en marzo de 2018. La niñera se sentó en el banquillo de los acusados: sus anteojos con marco negro, sus cejas levantadas cada vez que decían algo de ella y la poca empatía de sus gestos componían la diabólica imagen de la traición. Durante el juicio Marina le gritó a Yoselyn que era “el demonio” y que sabía que ella obtenía “placer en todo esto”.
La niñera Chelsea Andrews, relató que el miércoles 24 de octubre había visto a Yoselyn en La Escuelita School, el colegio al que asistía la mayor de los Krim. Luego de dejar a Lulu, Yoselyn se había sentado en un banco dejando colgar la cabeza hacia delante. A Chelsea le pareció rara la actitud y se acercó para preguntarle si estaba todo bien. Yoselyn le contestó con frialdad: “Mucho trabajo, poquito dinero”.
Las fotos de la escena del crimen fueron exhibidas durante el juicio. En esas imágenes se veían manchas de sangre en el pasillo, salpicaduras en las paredes, una bufanda que goteaba rojo, un cuchillo ensangrentado envuelto en una toalla sobre una heladera de juguete, más sangre en el piso y en los sanitarios, otro cuchillo a centímetros de un cepillo de dientes rosa, la niñera tirada en el piso con su remera celeste con rayas blancas en un charco escarlata. Pero lo peor, las de Lulu y Leo con los ojos abiertos a la nada, no fueron puestas en la pantalla sino que fueron entregadas al jurado en una carpeta. Demasiada violencia para digerir.
El paramédico, Eugene Nicholas, que había estado en el atentado de las Torres Gemelas, sostuvo que este crimen era lo peor que había visto desde entonces. Otro, explicó que intentó soplar aire dentro de la boca de Lulu Krim para reanimarla, pero que había sido en vano: se veía que tenía agujeros en el pecho. Lulu fue apuñalada unas 30 veces, y la fiscalía confirmó que luchó por su vida porque tenía heridas defensivas en manos y brazos. Leo, creen se hallaba dormido cuando fue asesinado, fue apuñalado 5 veces y murió de un tajo en la garganta que le cortó una arteria y llegó hasta la médula espinal.
Reuben Shelton, otro profesional que había estado en la dantesca escena, reveló que Marina lloraba y gritaba: “...¡¿cómo voy a sacar esto de mi cabeza?!”. Nadie pudo darle una respuesta. Hay cosas que jamás podrán borrarse de su retina. Y esa visión de sus amados hijos, seguramente, sea una de ellas.
En su declaración, Michael Minihan, dijo que estaba haciendo ejercicio cuando escuchó a Marina. Corrió hasta el departamento de los Krim y la halló en estado de desesperación: “Están muertos, están muertos”, chillaba. Minihan se dirigió al baño y desde fuera escuchó unos ruidos raros que sonaban como gorgojeos y entró. Vio a Ortega agarrándose el cuello con una toalla llena de sangre. “Desde la puerta podía ver la bañadera y algo que parecía un cuerpo. Trataba de no sacarle los ojos de encima a esta mujer. Pero todo era un gran desastre. Veía todo rojo, todo rojo”, explicó entre sollozos.
El New York Times publicó que la última persona en ver vivos a los chicos fue una vecina del séptimo piso, Charlotte Friedman, que subió con ellos esa tarde en el ascensor alrededor de las 17. Dijo que habló con Lulu y que la pequeña le contestó que había estado bailando. Aseguró que se los veía “felices, felices, felices” y que la nanny, que nunca le había parecido cálida, no había abierto la boca. Los tres se bajaron en el segundo piso y ella siguió hasta el séptimo. Friedman dejó unos paquetes en su casa y, unos 40 minutos después, volvió a salir. Cuando estaba esperando el ascensor oyó gritos destemplados y al salir, en el lobby del edificio, vio a Marina desesperada con su hija a upa. Para ese momento, ni Leo ni Lulu con quienes había hablado minutos antes, estaban vivos.
La fiscalía concluyó que Yoselyn Ortega mató a los hijos de sus empleadores por odio, resentimiento y celos.
Como ella y su familia pretendían que fuera declarada insana, y argüían problemas mentales, se citó a declarar a un profesional con 40 años de experiencia, Thomas Caffney, al que la acusada había recurrido solamente tres días antes de los asesinatos. El terapeuta declaró que observó que Yoselyn Ortega tenía ansiedad y depresión, pero aseguró que no había expresado ningún pensamiento suicida o intención de asesinar. “No me habló ni de voces ni visiones”, dijo tirando por la borda la versión de la defensa sobre una posible esquizofrenia paranoide.
Quedó probado para la acusación que, días antes de los crímenes, Ortega se había organizado meticulosamente: le había dado a su hermana su seguro médico, su registro y su pasaporte. También había enviado a su hijo, Jesús, a vivir con unos familiares. También se estableció que el día que mató a Lulu y a Leo había estado dando vueltas por el vecindario para evitar cruzarse con Marina. Dice la fiscalía que ella quería estar segura de que podría llevar a cabo su siniestro plan: no estaba insana porque mantuvo un calculado orden al ejecutar los hechos.
Fue acusada por los dos asesinatos, pero ella se declaró no culpable y adujo locura.
Sin perdón
El 14 de mayo de 2018, Yoselyn Ortega (de 55 años, nacida en República Dominicana y nacionalizada norteamericana) fue declarada culpable por el crimen de Lulu y Leo Krim. Luego de dos meses de juicio, los doce jurados la encontraron responsable y le dieron prisión perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
Cyrus R. Vance, fiscal jefe de Manhattan, fue contundente: “Encontrar alguien para cuidar a nuestros hijos es una de las tareas más difíciles que debemos tomar los padres. Esta familia hizo todo bien. Pero, desde octubre de 2012, Marina y Kevin Krim viven la peor pesadilla que puede enfrentar cualquier padre. Yoselyn Ortega, una mujer que emplearon para cuidar a sus hijos, en la que confiaban completamente, y que trabajó con ellos por más de dos años sin ningún incidente, asesinó a dos de ellos (...) Hoy un jurado finalmente y correctamente encontró a Yoselyn Ortega culpable (...) quiero decirle a Marina, Kevin y a su familia, que mi corazón y el de todos nosotros están con ustedes”.
Una Marina Krim demacrada, con el pelo tirante y una severa camisa gris, le habló al jurado intentando inútilmente no llorar: “Ella nunca mostró remordimientos (...) Ella trató de destruir lo que Kevin y yo acordamos construir: una familia feliz (...) Lulu y Leo son dos poderosas fuerzas. Son dos estrellas ahora que nos guían para seguir adelante”.
Kevin también se expresó y lo hizo largamente. Enfundado en un impecable traje oscuro, habló alto y claro. Por momentos entero, por momentos quebrado. Esto dijo, entre muchas cosas:
“Era nuestra tarea prioritaria como padres que nuestros hijos aprendieran a cuidarse unos a otros, que se convirtieran en mejores amigos (...) Ellos eran un verdadero equipo, el Krim Team(...) Las peleas terminaban siempre con un perdón y un abrazo (…) Lulu desde el día uno fue nuestra pequeña Buda. Era sensitiva e intuitiva. Era el alma más empática que jamás conocí (...) La amábamos y la extrañamos. Nuestro bello y pequeño Leo (...) era tan inteligente y tan curioso (...) Le gustaba hacernos reír a todos, era una especie de payaso (...) Lo amábamos locamente y lo extrañamos tanto (...) No puedo hablar del Krim Team sin hablar del enorme, devastador e inconsolable dolor que tenemos, Marina y yo tenemos roto el corazón (...) estamos destrozados por haber disfrutado de ellos y sus bellas almas por solo 2 y 6 años (...) Es perturbador cómo murieron, la terrible violencia que sufrieron y la falta de sentido de todo (...) Estamos inmensamente tristes porque no los vamos a ver crecer (...) ¡Es tan injusto que ellos no estén! Injusto con nosotros, injusto con el mundo. Se fueron tan pronto.(...) Félix y Linus se unieron hace un tiempo al equipo Krim. Ellos y sus siete primos, al igual que Nessie, fueron robados por la acusada. Saben de Lulu y Leo, pero jamás los conocerán. (...) En casa tenemos un ritual: un pequeño paracaídas rosa con un regalo aparece en cada cumpleaños de los chicos. Son regalos que Lulu y Leo dejan caer desde las estrellas. Cuando Félix cumplió 4 años nos preguntó si podía ir a las estrellas a encontrarlos”.
Todavía faltaba algo más para que ellos sintieran que se hacía justicia: una ley que protegiera a padres e hijos de las referencias falsas de las personas que se contratan para cuidar niños y que castigara, no solo a la acusada, sino también a sus cómplices en la fragua de esas mentiras. El día de la sentencia, Kevin apuntó contra la familia y amigos de Yoselyn Ortega: dijo que mintieron sobre su salud mental intentando salvarla del castigo; dijo que Celia Ortega, la hermana, mintió sobre sus habilidades con chicos para que ellos la emplearan; dijo que su amiga Jackie Vargas mintió falsificando por completo sus referencias. Ellos fueron parte de la mentira que llevó a los Krim a confiar en Yoselyn.
“No mostraron ningún signo de remordimiento o pena o cualquier otra decente emoción durante los más de cinco años que llevó la investigación del caso. Lulu&Leo’s Law (Ley Lulu&Leo) penará criminalmente la falsificación deliberada en las referencias al presentar una aplicación para cuidar a un chico”, adelantó Kevin. Algo que finalmente se concretó ese mismo año, el 16 de agosto de 2018, cuando gobernador Andrew Cuomo, firmó la ley (la primera en su tipo en el país) y dijo: “Ningún padre debería temer que las personas que cuiden a sus hijos les hagan daño (...) como padre de tres hijas, no puedo imaginar el horror y el dolor de la experiencia que atravesaron los Krim y, a pesar de que nada borrará eso, estoy orgulloso de firmar esta ley que ayudará a proteger a los niños de Nueva York y le dará algo de paz a sus padres y seres queridos”.
Esa paz que los Krim reconstruyeron con retazos de memorias, con pensamientos positivos y con los restos de sus corazones desgarrados, y que fue zurcida con infinito amor con la ayuda de Félix y Linus, los dos nuevos miembros del invencible Krim Team.
Para leer más sobre esta historia: “El día que me mataron”, por Carolina Balbiani, un libro digital basado en casos reales. Capítulo 5, “La niñera equivocada”. Contenido de Leamos y Bajalibros.
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