Ante un nuevo amor las abuelas solían repetir una suerte de mantra: “Lo importante no es atraer sino mantener”. Si se traspolara el refrán a las carreras de algunos artistas se podría asegurar que lo importante "no es comenzar sino quedar”. La historia de Hollywood está repleta de artistas que comenzaron de forma rutilante, fueron tapas de revistas, protagonizaron grandes éxitos y de pronto un día, a veces por malas decisiones personales y otras simplemente por esos misterios de la vida, dejaron de ser los favoritas del público y de los productores. Gente que parecía “nacida para triunfar” y sin embargo, quedó en el olvido. Pero existen maravillosas excepciones que logran mantener su vigencia entre público y productores pese a sus situaciones personales. Tal es el caso de Jennifer Aniston, la actriz que brilló ante el mundo, tuvo que superar altibajos y hoy vuelve, triunfal, a destacarse ante millones de espectadores.
Para la artista los comienzos no fueron fáciles. Durante años participó de distintos proyectos televisivos que a los pocos meses se cancelaban como la serie Ferris Bueller. Parecía que la suerte le era esquiva hasta que en 1983 la convocaron para protagonizar una comedia que narraba las aventuras de cinco amigos en Nueva York: Friends. La serie fue un éxito global y a 26 años de su estreno sigue contando con fanáticos en todo el mundo. Jennifer y su Rachel Green fueron de las más populares. Pocos sabían que para lograr el papel le habían exigido bajar por lo menos 13 kilos y que durante los años que duró la serie solo comía una ensalada. Jennifer se mostraba como un personaje de esos que se definen como “angelados”. Empezó a encabezar los rankings que tanto le gustan a los estadounidenses como “el mejor pelo de los Estados Unidos”, “la mejor sonrisa”, “la amiga que todos queremos tener”.
Y, en medio de su gran pico de popularidad, le llegó el amor nada menos que con el actor que encabezaba el ranking del “hombre más hermoso del mundo”: el bellísimo Brad Pitt. Exitosos, populares, internacionales todo lo que hacían se convertía en noticia. Cada vez que aparecían juntos se notaba que la pasaban genial.
Se casaron en Malibú el 29 de julio de 2000. Era tanta la expectativa por la boda que cada invitado firmó un acuerdo de confidencialidad. La ceremonia se realizó en una carpa blanca para que nadie tomara fotografías. El hermetismo fue respetado por cada asistente, tanto que jamás se pudo ver una foto de Aniston con su vestido de novia y de cuerpo entero. La fiesta costó un millón de dólares. Como solo trascendieron dos fotografías de la boda, el rumor que aseguraba que los novios se habían hecho mechas rubias del mismo tono para estar “engamados” nunca se puedo desmentir ni comprobar.
Pero ser la artista más popular del mundo, casada con el hombre más bello del mundo, no salva de que te rompan el corazón. De pronto los actores se separaron y al tiempo él estaba en pareja con Angeline Jolie que solía encabezar el ranking de la “mujer más sexy del mundo”.
Si aceptar que el otro dejó de quererte es difícil, mucho más lo debe ser cuando te siguen fotógrafos de y por todos lados. Seguramente Jennifer habrá tenido ganas de llorar acurrucada en un sillón, pero no. Sus pasos eran seguidos por fotógrafos, periodistas y fanáticos que querían saber cómo estaba, cómo se la veía, cómo lo soportaba.
Y ella decidió que no se rendiría. Hizo lo que suelen hacer las mujeres dueñas de su destino. Lloró en soledad, puso su mejor sonrisa y salió a enfrentar el mundo, claro que con el pequeño detalle que a ella la seguían decenas de paparazzi.
Muchos años después, lejos de los escándalos y los pases de factura con su ex, la actriz reconoció: “No sabría lo que sé ahora si no me hubiese casado con Brad. Lo quiero de verdad. Es un hombre fantástico. No me arrepiento de nada. Pasamos años muy intensos juntos y aprendimos muchas cosas el uno del otro. Fue una bonita y complicada relación”.
Pero aunque no hubo lugar para los reproches a su ex pareja, sí los hubo para cierta prensa: “Lo que me pareció triste fue la forma en que todo se redujo a un cliché de Hollywood. Me da mucha pena la gente que está pasando por esto ahora".
Y quizá uno de sus mayores aprendizajes fue que de ahí en más su vida dejaría de ser privada para ser pública y no habría contrato de confidencialidad ni carpa que la protegiera.
Si Brad se peleaba con Angelina, se decía que era porque volvía con Jennifer y si Brad se mostraba feliz se buscaba la foto de ella infeliz. Si Brad se convertía en padre, los tabloides destacaban que ella no se convertía en madre. Se transformó en la celebridad que más veces estuvo embarazada sin estar jamás embarazada. Incluso se llegó a decir que había recurrido a un vientre subrogado. Harta de vivir en estado de “desmentida permanente” escribió una larga carta en el Huffington Post. Allí con firmeza aclaraba que no estaba embarazada y denunció algo evidente: "La forma en que la prensa me retrata solo es un reflejo de cómo la sociedad ve y retrata a las mujeres en general”.
Pero cuando el tema no era la figura de Jennifer, la actriz debía lidiar con la curiosidad que despertaban sus romances. Tuvo uno con Vince Vaughn que terminó cuando él se hartó del acoso de la prensa. Otro con John Mayer y relaciones fugaces con el modelo Paul Sculfor y el actor Gerald Butler.
Finalmente se enamoró de Justin Theroux. Estuvieron juntos siete años y casados dos, cuando se separaron acordaron la custodia compartida de Dolly, su perra. Al parecer, el motivo de la ruptura no fue la falta de amor sino que él deseaba seguir su vida en Nueva York y ella no estaba dispuesta a mudarse de Los Ángeles. Pero los rumores decían otra cosa y otra vez Jennifer aclaró que el problema no había sido la búsqueda de un hijo y reivindicó su derecho a no ser mamá: “Existe una presión en las mujeres para ser madres (...) Quizá mi propósito en este planeta no es el de procrear", declaró en una entrevista en la revista InStyle.
Si los rumores eran imparables, su carrera y su fortuna también: en apenas dos décadas sus “ahorros” superaron los 200 millones de dólares. Ganó premios Emmy, Globos de Oro y Actors Guild Awards, y se convirtió en la reina de la comedia romántica. Pero se siguió haciendo hincapié en lo que no tenía (un hijo, una pareja consolidada) antes que en lo que sí le sobraba (éxito, fortuna, reconocimiento, trabajo, amigos y un cuerpazo que parecía no enterarse eso de que “los años pasan para todos”).
Harta de la presión y de ser ubicada en un lugar de tristeza que no le era propio, volvió a sentar posición en la revista Elle: “Vivimos en una sociedad que envía ciertos mensajes a las mujeres a cierta edad: debes estar casada y deberías tener hijos. Ese es el molde que estamos intentando romper lentamente -declaró- Lo que determina la felicidad en la vida de alguien no es el ideal que se creó en los años 50. Ese relato no lo escuchás para los hombres. Esto es parte del machismo, siempre la mujer es la despreciada, la desconsolada y la solterona. Nunca es lo contrario”.
Y era cierto: Jennifer llegaba esa edad temida por muchas mujeres, los 50. Ese momento en que para la sociedad muchas se vuelven invisibles y Hollywood no es la excepción. Ahí estaban actrices increíbles para demostrar que luego de los 50 solo se les prestaba atención por sus malas cirugías pero que los buenos proyectos jamás llegaban. Ejemplos sobraban: Meg Ryan, Demi Moore, Sharon Stone, Kim Basinger, Kathleen Turner y tantas otras cuando dejaron de ser “bombas sexys” aunque siguieron siendo buenas actrices dejaron de recibir buenos proyectos laborales, salvo la excepción que confirma la regla y se llama Meryl Streep.
La gran pregunta era: ¿cómo afectarían a Jennifer Aniston, la ex “novia de América”, la inolvidable Rachel Green, los 50 años? Y es entonces que la actriz volvió a demostrar su poder.
Comenzó batiendo los récords de espectadores en la plataforma Netflix cuando estrenó Criminales en el mar junto a su gran amigo Adam Sandler. En una semana la vieron veinte millones de personas. Esto la llevó a ocupar un lugar en la lista Forbes como una de las mejores pagas de Hollywood.
Es cierto: todavía no recibió un Oscar pero sí una neurona lleva su nombre. La historia es así. Resulta que un científico descubrió que existen ciertas neuronas que reaccionan solo ante ciertas personas específicas. Lo comprobó al notar que el cerebro de los voluntarios de la prueba se activaba solo cuando le mostraban la imagen de… Jennifer Aniston. Así que comprobó su teoría y bautizó a la neurona en honor de la actriz.
Como si todo esto fuera poco, un día decidió incursionar en las redes sociales. Aunque había declarado que jamás tendría un perfil en ellas porque “ya es bastante difícil ser un niño y encontrarte a ti mismo, pero ahora tienes las redes sociales que agregan una presión extra de ver si a alguien le gusta o no le gusta algo que hiciste. Estamos creando estos nuevos desafíos que son un lastre”, en octubre decidió unirse a Instagram. Lo inauguró con una foto actual de los cinco protagonistas de Friends y superó el millón de seguidores en menos de seis horas.
Actualmente la actriz volvió a su primer gran amor, la televisión y protagoniza The Morning Show, la serie elegida para el lanzamiento de Apple TV, donde además cumple el rol de productora. Obviamente es un exitazo.
Aniston seguramente no conoce el tango que dice: “Pobre solterona te has quedado, sin ilusión, sin fe…”. Si alguna vez lo escucha seguramente no lo entenderá, el problema no será el idioma ni la cultura sino que le canta a una mujer que ella no es, no fue y mucho menos será. Y eso sin duda no debe desmentirlo.
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