“Gracias, bellas personas. Ustedes son tremendos, han sido un público realmente especial. Muchísimas gracias, buenas noches. Dulces sueños, los amamos”. Con el himno británico de fondo, la corona en alto y más de 120 mil fanáticos rendidos a sus pies, Freddie Mercury cierra la gira Magic Tour. Es la noche del 9 de agosto de 1986 en Knebworth Park. Queen está en su máximo esplendor y nada hace presagiar que se trata del último concierto de la banda con su formación original.
Desde esa noche hasta la muerte de Freddie Mercury, el 24 de noviembre de 1991, pasaron dos discos de Queen, un tercero póstumo y dos trabajos como solista, incluido el recordado dúo con la soprano Montserrat Caballé. Sobrevolando cada uno de estos mojones artísticos, el flagelo de una enfermedad, que día a día se convertía en un secreto a voces, pero de la que no se tuvo confirmación oficial hasta un día antes de su muerte: el sida.
Cuando terminó la gira, Mercury se afincó en Garden Lodge, una mansión de estilo georgiano al oeste de Londres. Su activa vida social se fue disipando y cerró filas junto a los íntimos. Sus compañeros de banda, con los que trabajó hasta meses antes de su muerte. Su familia, a la que veía ocasionalmente. Y, sobre todo, tres personas que conocieron el mundo íntimo de la estrella y que se ganaron su confianza. Tres personas que llegaron a su vida de un modo casual y que se quedaron para siempre.
Amigos son los amigos
Freddie Mercury conoció a Mary Austin en 1970, cuando recién se había graduado en la carrera de Arte y Diseño Gráfico y Queen empezaba a dar sus primeros pasos. Junto al guitarrista Brian May, frecuentaban la boutique Biba. A Freddie le gustó una chica rubia, con la que coqueteaba su guitarrista. “Adelante Freddie, sólo somos buenos amigos”, lo alentó el enrulado. Así iniciaron una relación sentimental que se prolongó durante seis años y que se terminó cuando Mercury le planteó las dudas sobre su sexualidad, algo que Mary ya sabía y comprendió de inmediato.
Nunca se casaron formalmente, pero Freddie siempre la mencionaba como su esposa y luego de la separación actuó como si lo hubieran hecho. Le compró un departamento y le ofreció empleo como asistente. “Creemos el uno en el otro. Todos mis amantes me han preguntado por qué no podrían reemplazar a Mary. Es porque es sencillamente imposible”, argumentaba el cantante, quien ratificó sus dichos componiéndole la balada Love of My Life. Aunque permaneció ligada a Mercury, Mary rehizo su vida y tuvo dos hijos con un empresario. El mayor, Richard, es el ahijado de Freddie.
Una noche cualquiera de 1984, Jim Hutton bebe una copa en un club de Londres. Su novio va al baño y se le acerca un hombre de jean, chaleco blanco y bigote tupido que lo invita a tomar una copa. Jim lo no nota poco atractivo, lejos de su tipo, y lo rechaza amablemente, pero el hombre insiste y le pregunta en qué anda. “Será mejor que se lo preguntes a mi novio”, lo despacha, ya algo ofuscado.
Hutton, de nacionalidad irlandesa y oficio peluquero, no sabía que se le había insinuado uno de los músicos más importantes del planeta. Su novio de entonces sí tomó real dimensión, más orgulloso que celoso por la situación. Seis meses después, otro encuentro casual, esta vez en un restaurante. “A que no sabes quién está sentado detrás de ti… ¡Freddie Mercury!”, lo avispó su compañero ocasional. Su reacción fue, otra vez, de indiferencia.
Año y medio después, Mercury y Hutton volvieron a coincidir en un club, y esta vez sí aceptó la proposición para ir a cenar. En 1986 se casaron informalmente –la única manera posible para la época- y se fueron de luna de miel a Japón. Jim fue quien tomó las últimas fotos de Freddie en Garden Lodge que dieron la vuelta al mundo hace unos meses. Se lo ve cansado, flaco, pero tranquilo. Feliz, si se permite la palabra. Así fue como pasó sus últimos días.
Peter Freestone mantuvo ese nombre hasta que se cruzó con el torbellino Mercury, quien lo adoptó y lo bautizó Phoebe, como gustaba hacer, invirtiendo nombres y sexos. Se conocieron en 1979, cuando el Royal Ballet de Londres convocó a Mercury para un especial. El cantante estaba un tanto nervioso y Peter, que trabajaba encargado de vestuario, le dio charla para tranquilizarlo.
Se hicieron inseparables. Phoebe fue más que su mano derecha, un asistente que estuvo siempre al pie del cañón, “haciendo todo lo necesario para que Freddie se concentrara sólo en la música”. Los tres fueron el sostén de Mercury en la etapa más difícil de su vida.
Estos son los días de nuestras vidas
Después del Magic Tour, Mercury decidió que no iba a hacer más giras por un buen rato. Según Phoebe, sabía que algo no estaba bien en su cuerpo y sospechaba la razón. A mediados de los ’80, el sida ya hacía estragos y la homosexualidad todavía era un tabú. De hecho, Mercury nunca se manifestó abiertamente sobre su sexualidad, incluso lo mantuvo a resguardo de sus padres hasta su muerte. Fue el público el que lo enarboló como bandera gay. Él, en cambio, prefería la ambigüedad y la ironía, para dejar en claro que lo que importaba realmente era su trabajo artístico “He escuchado que duermes con hombres”, lo interpeló un periodista en una ocasión. El contraataque del cantante fue letal: “Yo duermo con hombres, duermo con mujeres y duermo con mis gatos… ¿qué tiene que ver eso con mi música?”.
Pero tarde o temprano había que enfrentar lo que ocurría con su salud, y fue Mary Austin la que lo convenció para que fuera a fondo. La historia ubica a la Pascua de 1987 como el momento en el que el músico conoció el diagnóstico. Mercury resolvió mantenerlo en su círculo íntimo: sus tres mosqueteros, su cocinero y ex novio, Joe Fanelli, y, posteriormente, sus compañeros de banda. Se lo contó a Jim al regreso de un viaje a Irlanda y le ofreció separarse. “Yo te amo Freddie, y no me voy a ir a ningún lado”, fue la amorosa respuesta.
Mientras tanto, Queen seguía trabajando en los estudios Mountain en Montreux, Suiza. Allí registraron The Miracle en 1989 e Innuendo en 1991. En el medio, Freddie realizó su última aparición pública, en febrero de 1990, durante una premiación de los Brit Awards.
¿Quién quiere vivir para siempre?
La enfermedad avanzaba más a prisa que las curas o los paliativos y cada vez era más difícil mantener el secreto. Los fanáticos elaboraban todo tipo de teorías y la prensa sensacionalista ya había hecho su diagnóstico. En noviembre, dejó Montreux, regresó a Garden Lodge y tomó la decisión de suspender su medicación. Solo tomaría los calmantes. Estaba claro, y todos coinciden, en que Freddie iba a vivir hasta que él quisiera. “Fue decisión de Freddie terminar todo”, contó Mary Austin. “Su calidad de vida había cambiado dramáticamente y cada día sufría más dolor. Había perdido la vista, su cuerpo era cada día más débil”, agregó la mujer.
Freestone describió las últimas semanas como un clima de tranquilidad, con visitas de los íntimos y muchos momentos de paz y risas. Freddie se apartó de la música y se refugió en la pintura, un hobbie que había dejado suspendido en el tiempo desde su graduación en Arte y Diseño Gráfico. Días antes de su fallecimiento, le pidió a sus amigos que lo ayudaran a dar un paseo. “Quería ver sus cuadros por última vez”, contó su asistente. Terry, guardaespaldas y chofer, lo cargó para bajar las escaleras, y Freddie caminó por el living y el salón japonés con ayuda de sus amigos.
Cómo y cuándo comunicar su enfermedad fue un tema dentro del universo Mercury, aunque todos coinciden en que no hubo premeditación. El viernes 22 de noviembre convocó de urgencia al manager de Queen, Jim Beach, con quien le venía dando vueltas al caso, y redactaron el comunicado. Al día siguiente, el mundo se enteró que la peor de sus sospechas era cierta.
“Respondiendo a las informaciones y conjeturas que sobre mí han aparecido en la prensa desde hace dos semanas, deseo confirmar que he dado positivo en las pruebas del virus y que tengo sida. Sentí que era correcto mantener esta información en privado para proteger la privacidad de quienes me rodean”.
"Ha llegado el momento de que mis amigos y mis fans en todo el mundo conozcan la verdad, y deseo que todos se unan a mí, a mis médicos y a todos los que padecen esta terrible enfermedad para luchar contra ella. Mi privacidad siempre ha sido especial para mí y soy famoso por casi no dar entrevistas. Por favor entiendan que esa política continuará”.
“En el momento no hubo indicios de que Freddie se iría tan rápidamente”, contó su asistente. “Todos sabíamos que no pasaría demasiado tiempo, pero su doctor había dicho que podría estar con nosotros por algunos días más”, agregó. Pero solo fueron algunas horas. La tarde del 24 de noviembre, en compañía de su novio Jim Hutton, Freddie Mercury moría en su dormitorio de Garden Lodge.
El show debe continuar
Mercury había preparado todo para el día después de su partida. No solo en el plano profesional, donde dejó material para un nuevo disco de Queen, sino también en lo burocrático. Su funeral se realizó el 27 de noviembre en el cementerio de Kensal Green. Allí acudieron amigos y familiares, sus compañeros de Queen y sus grandes amigos de la música, Elton John y Dave Clark. Fue una ceremonia íntima y discreta, más allá de los imponentes arreglos florales que cubrían más de mil metros cuadrados. Como Freddie había querido, sonaron canciones de Aretha Franklin y Montserrat Caballé. También determinó que su cuerpo fuera cremado y que sus cenizas permanezcan a resguardo de Mary Austin para que descansen en un lugar secreto, del que mucho se especuló pero que nunca fue develado.
En abril de 1992 se realizó en Wembley un recital en homenaje a Freddie con los músicos más importantes del momento, incluidos sus amigos Elton John, David Bowie, Liza Minelli y Liz Taylor. Fue uno de los eventos más importantes de la historia de la música. Anunciado como Concierto homenaje a Freddie Mercury para el conocimiento del sida, el evento sirvió para visibilizar aún más un flagelo del que no se sabía mucho y también para acallar las voces que criticaron cómo Freddie había escondido su enfermedad. Se recaudaron más de 20 millones de dólares y se creó la Mercury Phoenix Trust, administrada por su amada Mary Austin, el manager Jim Beach y sus ex compañeros Brian May y Roger Taylor.
En mayo, se conoció el testamento del músico y algo se rompió en el círculo íntimo. La mitad de su fortuna, y de sus futuras regalías, y la mansión de Garden Lodge fue para Mary Austin, mientras que a Jim y Peter les destinó 500 mil euros. Faltaba la pata más importante y se rompió el equilibrio de la mesa chica de Freddie Mercury. Peter y Jim se sintieron desplazados por la celeridad con la que Mary Austin tomó posesión de la casa. Con el tiempo, cada uno tomó posturas bien diferentes respecto al mítico cantante.
Mary Austin vive en el mayor recato posible en la mansión de Garden Lodge. “Los meses posteriores a la muerte de Freddie fueron los más solitarios y difíciles de mi vida. Tuve muchos problemas para aceptar que se había ido y todo lo que me había dejado”, contó Mary en la biografía de Mecury escrita por Leslie Ann Jones.
La casa se volvió santuario de fanáticos y curiosos y cada tanto, con aniversarios o con sucesos como la película Rapsodia Bohemia, su calma se ve amenazada. Una foto reciente la muestra de jogging y zapatillas, paseando como cualquier vecina. Su cara demuestra ni más ni menos el paso del tiempo en mujer de 67 años que nunca hizo ostentación, ni física ni económica, de su cargo de primera dama de la realeza del rock.
Jim Hutton residió la mayor parte del tiempo en su Irlanda natal, en el terreno que le compró Freddie, hasta que falleció el año nuevo del 2000. En 1995 publicó Mercury and me, un libro catártico. Algunos fanáticos no le perdonaron su crudeza al ventilar secretos de su relación con Freddie y lucrar con el artista fallecido. Él se defendió argumentando que el motivo era “aliviar el dolor de haber perdido a Freddie”. También para combatir la idea instalada de que Mercury había muerto en soledad. Quizás la carta que le escribió la madre de Freddy: “Gracias por cuidar de mi hijo hasta el final”-, haya sido mejor recompensa.
Peter Freestone se convirtió en algo así como el portavoz del legado Mercury. En su blog Ask Phoebe responde preguntas de todas partes del mundo sobre cuestiones vinculadas a la leyenda. Participa de eventos relacionados a los cumpleaños y homenajes del artista, y trabajó como asesor en la película Rapsodia Bohemia. Cada uno a su manera, se encargó de preservar la figura de Freddie Mercury, el hombre que partió un atardecer hace 28 años y, que, como sucede con los grandes artistas, dejó que sus canciones hablaran por él.
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