El doctor William Moulton Marston no era, para los cánones norteamericanos de 1915, un pilar de la sociedad, a pesar de su cuna: Saugus, Massachusetts.
Nacido el 9 de mayo de 1893, a sus 22 años era doctor en Psicología por Harvard: una disciplina que la gente común y la mass media no tomaban en serio, o rechazaban de plano.
Y en cuanto a su vida privada, ¡vade retro, Satán!
En 1915 se casó con su colega Elizabeth Holloway, y diez años después llegó a su casa de la mano de Olive Byrne, bellísima y una de sus alumnas.
“Vivirá con nosotros”, le dijo a Elizabeth. No hubo oposición, y esa misma noche durmió con ellos.
Tríada sin tapujos: las dos mujeres empezaron, además de sus amores con Marston, una intensa relación lésbica. Familia polifuncional y poliamorosa … ¡en 1930! Y con cinco hijos: Pete y Olive Ann con Elizabeth, y Byrne, Donn y Fredericka con Olive.
Desde luego, la “Olive Ann” nacida de Elizabeth fue un “premio” concedido por míster Poliamor a su amante.
Sin embargo,Charles Moulton (tal su seudónimo) no era un psicópata sexual, como lo calificaron con el dedo en alto varios de sus colegas, pero sí un sadomasoquista, amante, en especial, del bondage, práctica erótica basada en la inmovilización del cuerpo con sogas, cintas, cadenas, esposas, y paradigma de perversión y sumisión: la contrapartida de la heroína.
Es cierto que además de sus dos damas convivió en parte con Marjorie Wilkes Huntley, una a quien había conocido cuando trabajaba parea el ejército, feminista y segura de sí misma, que terminó ayudándolo a pasar a tinta sus bocetos.
Olive se había unido a la casa bohemia de Marston y los tres -a veces los cuatro cuando se unía Marjorie- desarrollaron un culto de amor libre llamado “Unidad de Amor”. El libro La secreta historia de la Mujer Maravilla, de la historiadora de Harvard Jill Lepore, contiene notas del grupo, que instruyen a las mujeres a “exponer sus cuerpos y usar varios métodos legítimos de la Esfera del Amor para crear en los hombres sumisión a ellas”.
También abogado, William se apasionó por la conducta humana: voluntad, poder, conciencia, emociones primarias, síntomas del cuerpo, y hasta la influencia de los colores. Para ello trazó el modelo DISC: Dominio, Influencia, Sumisión, Conformidad con las normas.
Ambulando por esos vericuetos creó –aunque precario– el primer detector de mentiras, midiendo las alteraciones de la presión sanguínea durante el interrogatorio. Años más tarde, el detector fue perfeccionado por el doctor John Augustus Larson.
Pero todavía no se había encontrado con la mujer de su Destino.
Empujado por su mujer Elizabeth, fue feminista en una época en que pocos hombres lo eran. Proclamaba que “las mujeres son más honestas y confiables que los hombres, trabajan más rápido y con mayor precisión, son la antípoda de la personalidad anárquica y violenta de los hombres”.
No mucho antes publicó la semilla de su mayor hallazgo: “Ni siquiera las mujeres quieren ser mujeres mientras nuestro arquetipo de femineidad carezca de fuerza, fortaleza y poder. El remedio obvio es crear un personaje femenino con toda la fuerza de Superman, más todo el encanto de una mujer bella y buena”.
Damas y caballeros: Wonder Woman o la Mujer Maravilla estaba a punto de nacer.
Con ese bosquejo, Marston se acercó a la publicación de historietas DC Comics, y la vendió ante su dueño como “una amazona invencible, bella como Afrodita, sabia como Atenea, fuerte como Hércules, rápida como Hermes, y capaz de hacerle sombra a Superman y a Batman”.
Si Marston hubiera sido un Don Nadie delirante, es posible que volviera a la calle, cinco minutos después, por la puerta giratoria. Pero sus doctorados y la solidez de su proyecto entusiasmó al editor Max Gaines, y mucho más al dibujante Harry George Peter.
Ambos, cabeza a cabeza, días y noches, boceto tras boceto, fueron dotándola de cuerpo y alma. Decidieron que fuera de raza amazónica, y semidiosa del Olimpo. Altura: un metro ochenta. Peso, 75 kilos. Poderes sobrehumanos concedidos por los dioses. Armas: el Lazo de la Verdad –clara alusión al bondage, lo mismo que el corsé–, dos brazaletes mágicos indestructibles (inspirados en los que usaba Olive…), una tiara todopoderosa, un escudo, y un avión invisible…, aunque finalmente la equipararon con Superman: podía volar por sí misma… Credo: luchar por la justicia, el amor, la paz… y la igualdad sexual (en los años 40, casi una blasfemia).
Pero no hay héroe ni heroína sin enemigos mortales, y Wonder Woman los tuvo: Circe, Cheetah, Ares, la Doctora Psycho, Lex Luthor, Giganta, Maxwell Lord.
La Mujer Maravilla apareció ante el público en la revista All Star Comics el 8 de diciembre de 1941, y algo más perfeccionada, en Sensation Comics, el primer día de enero de 1942.
Pero antes, durante el desarrollo del personaje y sus aventuras, las discusiones eran tan largas como acaloradas. Marston, que refería toda acción humana al sexo –tal como su vida íntima–, insistía en que la amazona invencible debía atravesar aventuras sujeta con sogas: escollo insalvable para los editores, ya que sugería bondage.
En la Segunda Guerra Mundial la Mujer Maravilla fue, en papel y pantallas, una pesadilla para las fuerzas del Eje no menor que los bombardeos aliados. En rigor, fue su consagración absoluta y, acaso inconscientemente, un alto puntaje a favor del feminismo. Exactamente lo que Marston se había propuesto.
Desde entonces, y casi ocho décadas han pasado, la Mujer Maravilla estuvo –y está– en todos los soportes mediáticos. Pero el ícono-ícono fue su aparición en la serie de tevé Wonder Woman, que perduró con altos ratings entre 1975 y 1979 con su súper star inigualable: Lynda Carter. Tanto, que mereció el título simbólico de Embajadora de Buena Voluntad de la ONU.
Sus ropas no son casuales: en su debut en tevé lucía una camiseta roja con un águila dorada como emblema, un cinturón blanco salpicada de estrellas azules, una botas rojas y doradas: inequívoca inspiración en la bandera de los Estados Unidos. En la guerra, la victoria no sólo se teje con armas.
Es cierto que varias cadenas de tevé norteamericanas (CBS, ABC, Warner) intentaron reflotar el personaje en 2012, piloto incluido, pero no funcionó.
Sin embargo, que nadie firme su certificado de defunción. Simplemente, porque los héroes y las heroínas nunca mueren.
Y tanto es así, que la actriz Gal Gadot afrontó el rol de Wonder Woman en el film del mismo nombre… ¡en 2017! Dirigida por Patty Jenkins, recaudó en el mundo casi 900 millones de dólares. La sexta más taquillera de ese años.
Ergo: las armas de la Mujer Maravilla siguen cargadas.
(Post scriptum: Marston murió de cáncer de piel en 1947, apenas a sus 53 años. Elizabeth y Olive siguieron juntas toda la vida. Sus biografías más superficiales ponen en foco en su “vida disoluta”. Pero debían encender otro, y muy potente, para consagrarlo como un primer feminista en tiempos en que esa palabra era poco menos que una herejía. Otro de sus secretos: vivió desde niño rodeado de mujeres: una familia fuertemente matriarcal. Influencia que le hizo abrazar con pasión la defensa de los derechos de las mujeres).
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