La historia del rock también es la historia de las peleas entre los rockeros. Entre miembros de la misma banda, con aquellos con los que compiten, o con los que alguna vez fueron amigos.
Un mundo con egos desmesurados, celos, conquistas fáciles, managers, millones, drogas, alcohol y adulación; elementos que convergen idealmente para que los conflictos broten con naturalidad. Insultos, maledicencia, golpes y destrucción.
La violencia entre los músicos puede adoptar las más variadas formas y surgir por los más diversos motivos (es más: muchas veces no se necesitan motivos). En ocasiones sucede como en Los Duelistas, la novela de Joseph Conrad llevada al cine por Ridley Scott: los que prosiguen el enfrentamiento por años ya ni siquiera recuerdan qué originó el encono.
Si fueron los más grandes, ¿por qué no empezar con ellos? Los Beatles transitaron años de desgaste. El éxito los abrumó mientras ellos se encerraban en el estudio a revolucionar la música moderna. La muerte de Brian Epstein, el manager, empeoró las cosas. El lugar de Epstein quedó vacante y fue siendo ocupado por distintos personajes. La dinámica del grupo se modificó.
Paul McCartney pasó a erigirse en líder, organizando y dando órdenes. Ese rol, y los modos al ejercerlo, molestaron a sus tres compañeros. A eso hay que sumarle las drogas, la erosión de la permanente exposición pública y la entrada al círculo íntimo de las nuevas parejas de ellos con Yoko Ono a la cabeza de la mano de John Lennon. Ya habían abandonado por unos días el grupo Ringo Starr y George Harrison, aunque regresaron ante la insistencia de los demás.
La disolución después de grabar Abbey Road fue inevitable. Con la decisión tomada, Paul se adelantó al resto, y lo comunicó. Eso generó mayor malestar. En su segundo disco solista, Paul incluyó: Too many people. Un tema que hablaba contra los que sermoneaban, contra los permanentes pontificadores. Era una indirecta afilada contra su viejo compañero, John.
Éste no se quedó atrás y en su siguiente álbum grabó: How do you sleep. John dejó de lado las sutilezas, los dobles sentidos y las alusiones escondidas. Nadie pudo dejar de entender el mensaje plantado en la canción. “Lo último que hiciste fue Yesterday”, “Sgt Pepper te tomó desprevenido”, "Desde que te fuiste sólo hiciste Another day (nombre del primer single solista de Paul), “Esos freaks tenían razón cuando decían que estabas muerto”.
Como señal del estado de las relaciones dentro del grupo, George Harrison grabó unas guitarras en el tema. Dicen que a Ringo, también invitado, esa letra le pareció demasiado. Luego siguieron los dardos ocultos en canciones, las declaraciones cruzadas, hasta que en 1975 parecieron haber firmado la paz. Una paz inestable a la que el tamaño de esos egos (acordes al genio de cada uno) ponía siempre en peligro.
El criminal John David Chapman terminó con los enconos. De allí en adelante los recuerdos de Paul siempre fueron generosos y cariñosos. No se permitió más el ejercicio de la mezquindad en honor a su amigo asesinado.
Iniciadores de las peleas rockeras y en un género especial de ellas, el de las luchas entre hermanos, fueron los Everly Brothers. Pioneros, al mismo tiempo, del rock y de los intentos fraticidas. Se convirtieron en estrellas a fines de los 50 con canciones como Bye Bye love. Lo único armonioso en esa relación eran sus voces casi celestiales.
Don y Phil, con sus jopos presuntuosos, se odiaban con todo el corazón. “En nuestra vida sólo tuvimos una pelea entre nosotros. Lo que pasa es que duró medio siglo”, dijo Phil.
El dúo se quebró en 1973 durante una presentación en California. Phil había llegado con una borrachera evidente. Por si quedaba algún distraído en la sala, comenzó a olvidar la letra de los temas. Promediando el show Don Everly se hastió y estrelló su guitarra contra el piso (tiempo después afirmó que el hermano debía agradecer que no estrelló la guitarra contra su cabeza) mientras decía en el micrófono: “Se acabaron los Everly Brothers para mí”. Luego se retiró del escenario. Phil, como pudo, siguió la actuación. Los abucheos cada vez eran mayores. Sólo atinó a la sinceridad (los borrachos siempre dicen la verdad): “Al fin y al cabo lo de ‘Hermanos Everly’ se terminó al menos hace diez años”.
En 1983 volvieron a grabar y a salir de gira. Pero sólo se juntaban en el escenario. Nunca más compartieron estudio ni siquiera se sentaban juntos para dar notas.
Existen otros hermanos que se llevaron muy mal durante años. Los Davies de los Kinks (Ray dijo alguna vez: “No me gusta la gente pero en especial me disgusta mi hermano”), los Fogerty de los Creedence, los Allman.
Sin embargo, nadie puede dudar de que los campeones mundiales de las peleas fraternales son los hermanos Gallagher de Oasis. Pesos pesados. Liam y Noel han dirimido sus cuestiones en público durante décadas. Pocos se han insultado y agredido como ellos ante miles de testigos. Una coherencia y consistencia ejemplares para el enfrentamiento.
Liam, por lo general, es el más activo. Con la historia de sus peleas podría escribirse un largo libro. Se les debe reconocer originalidad: nunca se repiten en el daño y la virulencia. En un unplugged, Liam, impedido de cantar por sus excesos, fue reemplazado por Noel. Pero la falta de profesionalismo no le fue suficiente. En algún momento del recital se lo ve sentado en un costado burlándose de su hermano e intentando desconcentrarlo. Es como si nunca se hubieran llevado bien. Como si ese odio, esas ganas de competir y de dañarse, fueran irrefrenables, como obedeciendo a una fuerza superior a ellos.
Liam le ha pegado con un tambor en la cabeza a Noel en medio de un concierto. Estuvieron cinco años sin siquiera dirigirse la palabra porque Liam insinuó que el hijo de Noel era fruto de una infidelidad de la esposa.
El final, anunciado como pocos, llegó en 2009 luego de que tuvieran que suspender una actuación porque Liam, una vez más, no se encontraba en condiciones. Esa noche, Noel dijo que ya era suficiente para él: “Con algo de tristeza y un gran alivio anuncio que abandono Oasis esta noche. Que la gente diga y escriba lo que quiera, pero sencillamente no puedo seguir trabajando con Liam ni un día más”.
Pero los Gallagher no sólo se enfrentaban entre sí. Sus peleas por el cetro del Brit Pop los hizo enemistarse con Blur. Otra tipología habitual de las confrontaciones del rock. La puja por quien es el mejor, la carrera por los charts y los fans provoca ríspideces que se traducen en fuertes declaraciones públicas. Oasis dio una fiesta para festejar su primer número 1, Some might say. Alguien invitó a Damon Albarn de Blur. Cuando este se acercó a saludar a Liam, el de Oasis le gritó en la cara, con toda la boca abierta, hasta escupiéndolo un poquito con el alarido: “¡NÚMERO UNO, MALDITO NÚMERO UNO”. Albarn sonrió de compromiso y pensó que esa afrenta debía ser vengada.
Cuando se enteró que Oasis iba a lanzar otro single, Roll with it, programó la salida de su canción Our Country para el mismo día. La batalla sería cara a cara, mano a mano. Y la ganó Blur que vendió cinco decenas de miles de copias más. Oasis quedó segundo en los charts pero Liam no se amilanó: “Serán los primeros pero la canción sigue siendo una mierda”, dijo. Y no se conformó con eso. “Odio a Blur y en especial a Damon. Ojalá se contagie de Sida y se muera”, declaró.
Dos mega estrellas que se enfrentaron fueron Prince y Michael Jackson. El de Mineapolis empezó rezagado la competencia. Michael era una estrella mundial desde hacía más de una década. Hasta que llegó Purple Rain y pelearon palmo a palmo por la corona pop de inicios de los 80. Uno ganó la batalla de la popularidad y el otro la del prestigio.
Pero mientras se dirimía la cuestión, Prince lanzaba dardos desde las escasas entrevistas que daba. Fue uno de los pocos que se negó a participar en We are the world porque era un proyecto de Michael. Luego también desechó hacer un dúo y parecer en el video de Bad. No quería compartir nada con Jackson. Con el tiempo el recelo se fue morigerando. Y hasta intercambiaron gentilezas a través de los medios. Pero el (mal) genio de Prince pudo más. Una noche que Michael fue a ver una actuación conjunta del de Minneapolis y Will I Am, Prince bajó del escenario y desafiante tocó un largo solo con su instrumento a escasos centímetro de la cara de Jackson que no se tomó demasiado bien el “homenaje”. La naturaleza competitiva de Prince se exacerbaba cuando el rival era Michael Jackson.
Simon and Garfunkel fueron uno de los grandes dúos de la historia. Pero desde un inicio la cuestión era despareja. Art Garfunkel era quien tenía la mejor voz y Paul Simon era el genio (en la más completa acepción del término) compositivo.
La exposición de Garfunkel empezó a molestar a Paul que, bajito como era y lleno de inseguridades, creía que merecía mayor reconocimiento. En un momento a fines de los 60 parecía que Art estaba destinado a convertirse en una estrella de cine y Simon no quería que se siguiera luciendo con sus creaciones. La historia de siempre: celos y egos chocando a velocidades inusitadas.
Todo explotó en la grabación de Bridge over troubled water, el quinto álbum de la agrupación. Cuando debían consensuar cuál sería la última canción del álbum, Paul propuso una panfletaria que alababa a Fidel Castro y denostaba a Richard Nixon. Garfunkel, menos frontal, quería que el tema 12 fuera una vieja melodía hawaiana. El disco salió con 11 temas y el dúo se separó. Sin embargo volvieron a juntarse en algunas oportunidades más para ofrecer conciertos en las décadas siguientes.
En esos años en que estuvieron separados la carrera de Garfunkel no despegó y Simon se erigió como uno de los mayores talentos del mundo del rock. Había ganado premios y generado ventas millonarias. En 1982 ofrecieron un show inolvidable en el Central Park, cuyo registro fue un enorme éxito. Ingresaron a estudios para grabar un nuevo LP pero luego Paul Simon borró de las pistas a su compañero. Adujo que las canciones eran demasiado personales para que las cantara otro. Luego vendría el suceso étnico de Graceland. Paul Simon, un clásico invencible, ganó la pelea por Knock out.
En la entrega de los premio MTV de 2009, Taylor Swift agradecía el galardón con alegría. En ese momento irrumpió el rapero Kanye West se lo arrebató y dijo al micrófono: “Te felicito, pero el video de Beyonce es uno de los mejores de la historia”. Taylor quedó con la sonrisa congelada. Pero ese fue sólo el comienzo de la guerra.
Desde ese momento ambos se han cruzado dardos desde sus composiciones. West hasta incluyó una doble de Taylor desnuda en un video y cantó: “Siento que Taylor y yo todavía podemos acostarnos. Al fin y al cabo yo hice famosa a esa zorra”. Taylor Swift discutió en los medios con Kim Kardashian esposa de Kanye y menciona explícita o solapadamente (pero siempre de manera peyorativa) al rapero en una decena de canciones. Esta confrontación todavía tiene pendientes varios rounds más.
Otra pelea que tuvo como escenario una entrega de premios fue la de Kid Rock y Tommy Lee de Mötley Crüe. Pamela Anderson, que había sido pareja de ambos, en un momento de la noche se sentó en la falda de Tommy Lee (el del video famoso con ella) y comenzó a besarlo y jugar con él. De pronto apareció Kid Rock y le asestó un puñetazo al baterista en medio de la cara. Tuvo que intervenir más de una decena de personas para separarlos. Kid Rock acusaba a Tommy Lee de haber sido determinante en la ruptura de su matrimonio con la ex Baywatch.
Los Rolling Stones (es famoso un puñetazo que le propinó el siempre correcto Charlie Watt a Mick Jagger y las invectivas de Keith Richards hacia éste), los Who y otras bandas legendarias también han sufrido divisiones y reyertas. Los Guns & Roses tuvieron su quiebre que parecía irreconciliable. Los problemas de Axl con las drogas, los miembros expulsados, hasta la salida de Slash cansado de las dilaciones y la falta de certidumbre. El cantante llamó “cáncer” a Slash. El guitarrista dejó el grupo diciendo: “Nunca en la vida volvería a tocar con Axl”. Muchos años después, cuando Slash se reincorporó al grupo para una larga tanda de shows, bautizaron la gira con el ingenioso nombre de “Nunca en la vida”.
Las grandes divas del pop dejaron fluir sus celos y ensañamiento verbal más de una vez. En algún momento todas se enfrentaron. Mariah Carey contra Whitney Houston, Taylor Swift contra Katy Perry, Lady Gaga contra Madonna, Madonna contra todas.
Nadie se libra de las peleas pero algunas son más insólitas y virulentas que otras.
The Libertines, el grupo inglés de Pete Doherty y Carl Barat es un caso extremo. Editaron un primer disco que tuvo mucho éxito. Pero desde el inicio las adicciones complicaron las relaciones. En un momento Doherty ingresó a la casa de Carl y le robó equipos, computadoras y dinero. Lo increíble de la situación es que The Libertines en ese momento estaba de gira por Japón. Pete se había quedado en Inglaterra por sus adicciones y sabía que su compañero musical no estaría en su casa. De ese modo, tenía tiempo y el camino allanado para llevarse todo lo posibles del hogar vacío, cosas que luego mal vendería para comprar drogas.
Aunque parezca extraño luego de este hecho el grupo no se disolvió. Pete fue condenado y puesto un tiempo en prisión. El mismo día de su liberación grabó un simple con su compañero. Unas semanas después entraron a grabar un segundo disco. Pero el productor debió contratar guardaespaldas para que los dos músicas no se mataran en medio de las sesiones.
En esta escalada de violencia, sin dudas, la peor de todas las peleas de la historia del rock and roll (dejemos afuera la de Tupac Shakur y Big Daddy por pertenecer al rap y porque amerita una historia por separado) es la que se dio en el seno de un grupo mucho menos conocido y prestigioso que todos los anteriores pero cuya confrontación tuvo consecuencias letales.
El grupo noruego de black methal llamado Mayhem debe cerrar esta crónica. El ánimo de todos los integrantes era, cuando menos, tempestuoso y tenebroso. Primero se suicidó el vocalista. Euronymous, el guitarrista de la banda, fue el que encontró el cadáver. Le sacó una foto y la utilizó como portada del siguiente disco.
Un año después, el bajista Vikernes, cuyo prontuario incluía haber incendiado la mayoría de las iglesias de Oslo, mientras paseaba en su coche por la capital noruega decidió ir a la casa de Euronymous sin avisar. Pronto comenzaron a discutir. Era habitual. Pero esta vez ambos se cruzaban acusaciones graves. Los dos sostenían que el otro lo quería matar.
El episodio terminó de la peor manera. Alguno fue a buscar un cuchillo a la cocina y empezaron a perseguirse por todo el edifico. Vikernes derribó a Euronymous en la escalera de incendios y le aplicó 23 puñaladas. Juzgado por homicidio agravado por el ensañamiento fue condenado a 21 años de prisión.
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