Abbey Road, 50 años: la tensa intimidad de los Beatles entre peleas, marihuana, una cama para Yoko Ono y la “muerte” de Paul

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¿Acaso piensa que usted que ha tenido hasta el momento un 2019 agitado? Para que lo ponga en perspectiva, acá va una enumeración, no taxativa, de las cosas que vivieron los Beatles cincuenta años atrás.

Así fue su 1969: inician las sesiones de lo que después sería Let it be (en ese momento el proyecto se llamaba Get Back), brindan el Concierto de la Terraza, Paul McCartney se casa con Linda, John Lennon y Yoko hacen varios bed-ins, George Harrison se enoja con el resto y se va del grupo momentáneamente, publican el simple Get Back/ Don´t let me down, se pelean por quién maneja las finanzas del grupo (Allen Klein Vs George Eastman, suegro de Paul), se casan John y Yoko, Ringo Starr actúa con Peter Sellers en la comedia The Magic Christian, George y su esposa Patti son arrestados y juzgados por posesión de marihuana, se siguen peleando entre los cuatro, nace Mary McCartney, George produce y graba The Hare Krishna Mantra (un inesperado suceso en los charts), todos menos Paul van al Festival de la Isla de Wight a ver a Bob Dylan, la Plastic Ono Band toca en varios festivales, empieza a correr el rumor de “Paul is dead”, John le devuelve a la Reina la condecoración del Imperio, George -de incógnito- sale de gira con Delaney and Bonnie, John y Yoko chocan en Escocia, la pareja además saca Happy Xmas The war is over y editan dos discos experimentales.

Aparte de todo eso, los Beatles ese año graban y publican una obra maestra (más): Abbey Road.

Los Beatles, además de genio musical, tenían otro calendario. Un año Beatle era una medida de tiempo indefinible para cualquier otro ser humano.

El disco no debiera ser lo que es. El clima era de divorcio. Las rupturas, muchas veces, no son automáticas. Implican un proceso, involucran un lento descenso, un periodo de abatimiento no demasiado productivo. El de la ruptura es un tiempo oscuro y apático. Debería haber sido un disco gris, crepuscular, burocrático, amargo y enojado. Sin embargo, Abbey Road es un disco luminoso, vital, repleto de ideas y novedades.

La experiencia de principios de 1969, de lo que luego se editaría bajo el nombre de Let it be había sido perturbadora.

John dominado por la doble adicción a la heroína y a Yoko, Paul encargándose de todo con modos autoritarios como si los demás fueron sesionistas, George y Ringo menospreciados, George Martin sin lugar para hacer su labor, los problemas legales y económicos imponiéndose, el hastío filtrándose en las canciones.

Decidieron archivar ese trabajo, dejar que se asentara un tiempo. Pero en abril, una vez más, decidieron volver al estudio. Sabían que se merecían otro final. Que todavía, juntos, eran capaces de producir otro milagro, otra obra inmortal. Convocaron a George Martin y Geoff Emerick como productor e ingeniero de sonido. Ambos pusieron la misma condición para aceptar: que les dejaran hacer su trabajo, que cada uno ocupara su lugar.

El propósito de grabar un último gran trabajo no alivianó la carga del desgaste personal. Los cuatro no compartieron demasiado tiempo en el estudio. Cada uno llevó sus canciones y se trabajaron en el estudio pero sin el espíritu de camaradería de antaño.

John, por ejemplo, se negó a participar en Maxwell’s Silver Hammer, la composición de Paul, que George Harrison identificó como la “peor canción que alguna vez grabamos”. En las fotos de ese tiempo se percibe el clima de hastío. Sin embargo el objetivo de dar la mejor, de anteponer la música, lo cumplieron con creces.

Los Beatles, se ha dicho muchas veces, convivieron como nunca la innovación y el éxito, la vanguardia y la popularidad.

En Abbey Road las novedades formales más evidentes están en el lado B. Los vinilos permitían esa diferenciación. Los temas no eran una larga lista. No tenían esa falta de jerarquía que puede tener implícita una playlist. Los discos, con su lado A y su lado B, tenían una arquitectura. Las canciones no se acumulaban. Se distribuían siguiendo una lógica interna, creándola.

El lado B de Abbey Road, luego de Here comes the sun y Because, trae temas encadenados. Es una novedad. No se trata de un mero medley, ese recurso que utilizan los artistas en vivo o para rellenar un disco, en el que amuchan sus temas de mayor éxito en una larga canción. En ese lado B, luego de dos grandes composiciones, los Beatles enlazan 8 canciones: You never give your money, Sun King, Mr. Mustard, Polytheme Pam, She came in Through the bathroom window, Golden Slumbers, Carry that weight y The End. Canciones o retazos de ellas, de Paul y de John, con orígenes diferentes, que hilvanadas componen un gran tema.

Los antecedentes pueden encontrarse en A quick one while he is away una mini ópera de los Who un par de años anterior y en Happiness is a warm gun, el tema que unía fragmentos de tres canciones distintas que aparecía en el Álbum Blanco. Pero nunca había sido llevado a ese extremo. En este set de canciones se destacan dos composiciones de Paul como Golden Slumbers y She came through the bathroom window, inspirado en una fan que intrusó su hogar, precisamente, a través de la ventana del baño.

La otra innovación es el track oculto, que aparece luego de 20 segundos de silencio, detrás del último tema del disco y que no está anunciado en la lista de temas de tapa ni en la etiqueta que llevaba el centro del vinilo.

Una pequeña broma irreverente dedicada a la Reina de 23 segundos de duración que, eliminada del elenco de canciones originales, quedó en una prueba pegada accidentalmente y apareció mientras corría la cinta una vez terminada la escucha. El hallazgo le pareció gracioso a Paul y pidió que quedara en la edición final sin que apareciera en los créditos. Una sorpresa para su público. Un recurso, el del track escondido, que se popularizaría en los Cds de la década del 90 pero que tuvo su origen, como tantas otras cosas, en los Beatles.

Abbey Road abre con Come Together un tema extraordinario de John. Inspirado en la campaña electoral del gurú psicodélico Timothy Leary, John logra componer un tema que nada le debe a su origen y que permanece intacto a medio siglo de su creación.

Las tensiones en las relaciones personales no se notan en el tema pese a que John se opuso a que Paul hiciera las armonías vocales junto a él. Sin embargo cada uno de los cuatro se encargó de los arreglos de sus partes.

“En Come Together está uno de los sonidos más logrados que hemos conseguido como grupo. La batería de Ringo sostiene todo y es extraordinaria”, declaró George. Los otros grandes aportes autores de John al álbum son Because y I want you (She’s so heavy), canciones inspirados y dedicadas, como no podía ser de otro modo, a Yoko.

El segundo tema del disco es Something de George Harrison. Esta canción encierra varios hitos. Por un lado es una de las más reversionadas de la historia -la segunda de los Beatles detrás de Yesterday-. Por el otro es el primer tema de George en ser lado A de un simple del grupo. Compuso la canción sentado al piano.

La primera frase está sacada textual del inicio de la canción de James Taylor, artista del sello de los Beatles. A partir de allí construye una de las grandes canciones de la historia. Dentro de los covers que recibió Something uno fue de Sinatra que dijo que era “la mejor canción de amor de los últimos 50 años”. Aunque, todo sea dicho, cuando Frank la presentaba en vivo decía que era su canción favorita de Lennon y McCartney.

Imagínese esta situación. El ambiente en el trabajo está tenso, las peleas cada vez son más asiduas. Así que, la persona en cuestión decide faltar al trabajo, ratearse. Un día de respiro. Pasa esa jornada en lo de un amigo, al aire libre. El sol de la primavera empieza a calentar, corre una brisa cálida, toman algo y se ríen, mientras miran el horizonte. Los dos tienen una guitarra apoyada en sus piernas. Tocan algo. De esa improvisación surge un tema.

Esa tarde en la que George decidió faltar al estudio e ir a lo de su amigo Eric Clapton compuso de un tirón su otro tema del disco: Here comes the sun. Que ostenta otro récord: es la canción más escuchada de los Beatles en Spotify con 360 millones de reproducciones.

“Estábamos sentados en lo alto de un gran campo, en la parte sur del jardín, con nuestros guitarras. Rasgueábamos despreocupadamente cuando George se puso a cantar ‘de da de de, it’s been a long cold lonely winter’ y, poco a poco, dio cuerpo a la canción. Al rato nos levantamos y fuimos a almorzar”, explicó Clapton en sus memorias.

Mandatory Credit: Photo by David
Mandatory Credit: Photo by David Magnus/Shutterstock (7684d) The Beatles - Ringo Starr and Paul McCartney Various - 1963

Here comes the sun es una gema pop. 100 % Beatle. Tiene todo lo que necesita una canción pop. Belleza, sencillez, frescura y un encanto inasible que se renueva en cada escucha. Abbey Road, entre muchas otras cosas, es la reivindicación de George Harrison como compositor. Por primera vez sus compañeros se rinden ante su altura autoral. Después de este álbum nadie dudó de que en el grupo había tres grandes autores.

Ringo también firma su mejor canción en ese lado A. Octopus’s garden. Ese jardín de pulpos nació cuando en medio de la grabación del Álbum Blanco, el baterista se cansó de las rencillas y de las subestimaciones y se fue del estudio.

Los otros tres detuvieron el trabajo y algunos días después salieron a buscarlo. No concebían seguir sin él, el alma del grupo. Pero no lo ubicaban por ningún lado. Hasta que alguien les avisó que Ringo estaba paliando la angustia de buena manera. Disfrutaba de unos días en el yacht privado de Peter Sellers mientras paseaban por Cerdeña.

A bordo de la embarcación, en un almuerzo, al Ringo le sirvieron pulpo y le contaron de algunas de las particularidades del animal. El baterista recordó esos datos y curiosidades para componer su alegre tema. En esa pista la novedad es el uso del Moog por primera vez. Y regresa el recurso utilizado en Yellow Submarine, para llevar el sonido del mar al surco del vinilo: Ringo soplando con una pajita en un vaso de agua para provocar burbujas.

La tapa es otro ícono. Los cuatro cruzando la cebra peatonal en la esquina de los estudios de Abbey Road. La idea inicial era hacer la foto de los cuatro en el Everest. Hacia allí viajarían. Prefirieron contratar un fotógrafo, vestirse cada uno a su modo, y sacarse la foto en la puerta del estudio.

Impensadamente, esa toma del 8 de agosto de 1969, se convirtió en una imagen icónico. Debe tratarse de una de las fotografías más remedadas en la historia. Nadie que paseé por esa calle no intenta inmortalizar esa secuencia estirando el paso en la senda peatonal (senda que hace unas décadas fue trasladada una decena de metros del lugar original, lo que altera la perspectiva de todas las réplicas posteriores).

Luego llegaría el mito sobre la muerte de Paul, las señales ocultas con sus pies descalzos o la patente del Escarabajo estacionado sobre la vereda. Especulaciones necesarias o al menos inevitables en la mitología beatle.

Abbey Road es un final digno y acorde, una manera monumental de dar por cerrada una obra genial.

El desafío que asumieron los Beatles fue superar el desastre que habían significado las sesiones de Let it be.

Pese a las rispidices personales, que siguieron existiendo, en especial cuando luego del accidente de auto en Escocia, John instaló a Yoko en una cama en el estudio para que ella pudiera descansar cerca suyo.

Un técnico recordó: “Estábamos preparando los micrófonos para la sesión cuando llego la enorme cama matrimonial que había enviado Harrods. Una ambulancia trajo a Yoko y ella se ubicó sobre la cama, le instalamos un micrófono sobre ella en caso de que quisiera participar y dar su opinión... Y entonces dijimos: ‘¡Ahora sí que lo hemos visto todo, amigos!”.

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Las tensiones también se sintieron en ese estudio en los caso que Paul se excedía en sus funciones de impulsor de las ideas y asfixiaba a los compañeros. El clima no era el mejor.

Pero reunidos allí, tal vez sabiendo que les quedaba poco tiempo juntos, la magia volvió a surgir. Al éxito artístico, innegable y rotundo, se le sumo el suceso comercial. Fue el disco de los Beatles que más rápido se vendió. Unas 5 millones de copias en el primer año.

El disco termina con The End. Esa es su última canción. Después queda el bonus track, la pista escondida, ese pequeño chiste, surgido de la casualidad que fue Her Majesty. Pero su último tema del último disco grabado por ellos se llama The End. El final.

El tema tiene algunas particularidades que parecen, intencionada o inconscientemente, una elegante declaración de principios, una despedida acorde a la historia, que honra lo vivido por los cuatro de Liverpool.

Hay un solo de batería de Ringo, el único de la discografía Beatle, los otros tres aportan sus voces y sus guitarras. Los cuatro en acción y unidos.

La frase final podría tomarse como su testamento, como breve resumen del legado de los Beatles. Dos líneas que explican porque seguimos recordándolos a medio siglo de su última grabación, por qué siguen estando presentes, siendo actuales, atemporales.

La canción, y la historia del grupo, encuentran como (justo) corolario esos versos finales: “Y al final/ el amor que recibís/ es igual al amor que das".

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