Harry tenía doce años cuando su padre lo sentó en la cama de su habitación del castillo de Balmoral para decirle que su mamá había muerto. "Me negué a aceptarlo", aseguró el príncipe veinte años después. Y agregó: "Ni siquiera sentí una repentina tristeza. Creo que a esa edad no entendía nada de lo que estaba pasando". Lo cuenta en el documental Diana, 7 días, que relata las horas posteriores al accidente que se llevó la vida de Lady Di, en París, en 1997. "Contuve todas mis emociones durante los últimos veinte años. Eso tuvo graves consecuencias en mi vida personal y en mi trabajo. Me negaba a pensar en ella", aseguró además en una exclusiva para el diario The Telegraph. Y mucho de aquello explica quién es en la actualidad Harry de Inglaterra. Ese príncipe pelirrojo y rebelde, que hoy, casado y padre, cumple 35 años.
Enrique Carlos Alberto David -príncipe de Gales, entonces, ahora duque de Sussex- nació a las cuatro y veinte de la tarde del 15 de septiembre de 1984 en el Hospital St. Mary's de Paddington, Londres. Hermano menor del príncipe William, creció viendo el desamor entre sus padres, que terminarían por separarse cuando tenía seis años. Era el cuarto nieto de la reina Isabel II y hoy es el sexto en la línea de sucesión al trono, después de su padre, su hermano y sus tres sobrinos.
Se crió en el palacio de Kensington y empezó el jardín de infantes a los tres años, mientras su madre se preocupaba porque llevara una vida lo más normal posible. Mc Donalds y Disney eran algunos de los planes que armaba la princesa, para que la monarquía no fuera un castillo de cristal para sus hijos.
"Nos metía caramelos en las medias mientras jugábamos al fútbol. Era una mamá traviesa. E incluso me decía: 'Podés ser travieso, pero que no te descubran'", recuerda el príncipe en el documental Diana, nuestra madre: su vida y legado.
Allí además compartió una simpática anécdota en la que Lady Di lo hace sonrojar frente a las modelos Cindy Crawford, Christy Turlington y Naomi Campbell.
"Las invitó al palacio. Yo tenía posters de ellas en la pared de mi cuarto. Me puse rojo al verlas y no sabía qué decir. Creo que balbuceé algo y me tropecé cuando subí las escaleras", contó para recordar con una sonrisa a su madre, aquel ícono de nuestra era, que murió demasiado joven y cuando su hijo empezaba a crecer.
La princesa de Gales se fue de este mundo el 31 de agosto de 1997. Harry no sólo tuvo que enterrarla, sino que además, sin derramar una sola lágrima soportó que el mundo entero lo viera caminar detrás del féretro hasta la Abadía de Westminster.
"No hay un día que William y yo no deseemos que ella estuviera cerca. Muchas veces nos preguntamos qué tipo de madre sería ahora", aseguró en el documental y habló de la última comunicación con ella. "¡Lo distinta que hubiera sido si hubiera sabido… No me acuerdo de qué hablamos, pero sí cómo lamenté después que haya sido una charla tan corta", agregó Harry sobre la llamada de Lady Di en la tarde previa a su muerte, mientras él y su hermano vacacionaban en Balmoral y se apuraban por volver a jugar con sus primos. Como lo haría cualquier chico. No sabía que aquel no era un día cualquiera. Ni para ellos, ni para el mundo.
La vida sin Diana: un raid de rebeldía
Al año de la muerte de su madre, Harry empezó el secundario en el prestigioso Eton College -donde además de sacar buenas notas jugaba rugby, cricket y polo-. Se graduó en 2003 y se tomó un año sabático para vivir experiencias internacionales en Australia, Lesoto (África) y la Argentina. Harry necesitaba estar más lejos de la prensa: aquel niño que desde chico le sacaba la lengua a los paparazzi y era algo más inquieto que su hermano, ahora empezaba a generar serios escándalos. Tenía actitudes típicas de cualquier adolescente, aunque no lo fuera.
De hecho, a los 16 años su papá lo encontró fumando marihuana y lo mandó al centro de rehabilitación Featherstone Lodge. "Es un asunto serio que se resolvió dentro de la familia", comunicó la Casa Real, entonces. Pero además, justo antes de viajar a la Argentina, se peleó a los gritos y trompadas con un fotógrafo del diario Evening Standard, al salir de una disco en Londres.
Harry aterrizó en Ezeiza el 12 de noviembre de 2004, dos meses después de cumplir veinte años. La familia Tomlinson lo alojó en El Remanso, un club de campo en Lobos, provincia de Buenos Aires. El príncipe perfeccionaría su polo, en compañía de su amigo Luke, dueño de casa.
Las crónicas de la época cuentan que Harry no sólo iba a bailar a La Porteña, el boliche del pueblo, sino que además comió en un tenedor libre, compró artículos campestres en una talabartería y que incluso, tomaba mate. Mucho se dijo sobre las chicas argentinas que conoció. Poco se confirmó entonces, pero el príncipe dejó Sudamérica dos semanas después, y antes de lo previsto, por cuestiones de seguridad, según trascendió. Por esos días, Harry empezaba a salir con Chelsy Davy, una chica de Zimbabwe, nacionalizada británica, que sería su novia durante siete años, entre idas y vueltas.
A medida que el príncipe crecía, aumentaban los escándalos que lo tenían como protagonista. Más allá de las incontables veces que lo fotografiaron borracho, en Halloween de 2005 fue protagonista de uno de los hechos más repudiables: decidió asistir a una fiesta privada y en la casa de un amigo disfrazado de nazi, con uniforme y brazalete con esvástica.
"Lo lamento muchísimo. Fue una pésima elección", declaró cuando las fotos trascendieron y su abuela le pegó el reto de su vida. Después de eso, fue mucho menos grave cuando lo fotografiaron desnudo, en un cuarto de hotel de Las Vegas, durante una fiesta de 2012. A esa altura, salía con Cressida Bonas, una modelo y actriz británica que pertenecía a la nobleza y sería su novia hasta el 2014.
En paralelo, tras su año sabático, Harry entró a la academia militar de Sandhurst, para obtener primero el grado de teniente y después, capitán. Entre 2007 y 2013 estuvo en Irak y en Afganistán.
"Hacía una vida totalmente normal. Era uno más", contó sobre aquella experiencia como piloto de helicópteros, en el programa Forces TV. Pero además agregó: "Tengo un montón de problemas y ninguno tiene que ver con Afganistán. Es más, estar allá me ayudó a enfrentarlos. Habían pasado quince años de la muerte de mi madre y yo seguía sin asumir que no estaba conmigo".
Además, hace un par de años le aseguró al diario The Telegraph: "Muchas veces estuve cerca del colapso. Practiqué boxeo porque me decían que era una buena manera de sacar la agresión. Eso también me salvó".
Y contó que a los 28 años buscó ayuda psiquiátrica después de que su hermano le dijera: "Necesitás lidiar con esto. No podés seguir haciendo como si nada te afectara". Entonces, no sólo se terminaron los escándalos para Harry, sino que además empezó a sanar por dentro.
Meghan, una americana como aliada
El príncipe dejó oficialmente su trabajo militar en 2015 y se focalizó sus múltiples causas benéficas. Entre varias, se centró en sus tres preferidas. Se convirtió en fundador de los Invictus Games y lidera los eventos de esta competencia deportiva adaptada de la que participan veteranos de guerra. Además, le pone el cuerpo a Sentebale -que en la lengua africana sesotho significa "No me olvides"-, la causa que creó en honor a su madre para ayudar niños huérfanos de Lesotho, al sur de África. Y, finalmente, trabaja mucho con Heads Together, la organización busca desestigmatizar y ayudar a aquellos que sufren problemas psiquiátricos.
Pero además, cuando Harry estaba tan bien como para volver a enamorarse, Meghan Markle llegó a su vida. Actriz, californiana y tres años mayor, la protagonista de la serie Suits conoció al príncipe en mayo del 2016, durante los Invictus Games de La Florida. Entonces la diseñadora Misha Nonoo, amiga de ella, que salía con Alexander Gilkes, amigo de él, vio el perfect match.
En noviembre de ese mismo año, empezaron los rumores. La primera imagen de los dos juntos es de febrero del año siguiente, llegando al exclusivo Soho Club de Londres y cuando todavía no era un plan mostrarse de la mano. La presentación oficial llegó, sí, en los Invictus Games de Toronto, siete meses después. Y el anuncio del compromiso, en noviembre. "Fue una noche cualquiera, en casa", contó Harry sobre la propuesta que le hizo arrodillado, mientras cocinaban pollo, según detalló Meghan en una entrevista conjunta para la BBC.
Divorciada, afroamericana y profesional independiente, Markle contaba con el beneplácito de una reina tan longeva como inteligente como para adaptarse a los tiempos que corren. Isabel II no podía imponerse ante el deseo de ese nieto, tan sufrido como rebelde, que había heredado -más bien aprendido- el carisma y don de gentes de su madre. La boda se celebró en la capilla San Jorge del Castillo de Windsor, el 19 de mayo de 2018.
En un hecho inédito, después de que su padre le fallara, Meghan entró a la iglesia caminando sola y se tomó del brazo de su suegro -el príncipe Carlos- a mitad de camino al altar, para que fuera él quien la llevara hasta donde se encontraba su futuro marido. De la celebración participaron más estrellas del espectáculo y del deporte que miembros de la realeza europea -Harry no tiene tantos compromisos sucesorios como su hermano-, además de las familias y amigos de ambos, incluidas las dos ex novias del príncipe.
Los contrayentes recibieron el título de Duques de Sussex y establecieron su residencia en Frogmore Cotagge, Windsor. En el Hospital Portland de Londres, y de incógnito, el 6 de mayo de este año nació Archie Harrison Mountbatten Windsor. Su primer apellido viene de su bisabuelo paterno, el duque Felipe de Edimburgo. El segundo, por la casa real que lidera Isabel II. Y ahí está el detalle: el bebé no tiene ningún un título real, sino apellido. No es duque, conde, ni mucho menos es príncipe, como George, Charlotte y Louis, sus primos, los hijos de William.
Todo lo anunciaron a través de su cuenta de Instagram. Y bautizaron al bebé en la intimidad del castillo, sin la Reina, sin prensa y sin comunicar los nombres de los padrinos. "No hay obligaciones reales para el recién nacido. Los padres quieren que se crie en la intimidad de su hogar", aseguran los voceros de los duques.
Entonces Meghan, que antes de ser actriz estudió relaciones internacionales y tiene una popularidad avasallante, parece ser la aliada ideal del príncipe. Lo demuestra en cada una de las acciones solidarias que lideran. Mientras que Harry, el niño que sufrió demasiado, parece haber encausado esa sana rebeldía que aprendió de su madre. Y eso explica por qué hoy, con 35 años, es la pieza fundamental de una monarquía que no pierde vigencia.
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