"Fue el peor día de mi vida. Mientras caminaba en dirección al altar, vi a Camila. Estaba vestida de gris claro, junto a su hijo. 'Bueno. Estamos todos', pensé", asegura Lady Di por la presencia de Parker Bowles en su casamiento con el príncipe Carlos. Y lo hace ante su profesor de oratoria, Peter Sttelen, en una serie de entrevistas grabadas entre 1992 y 1993, que después de una disputa judicial pasaron a integrar el documental Diana, en primera persona, emitido en 2017.
Porque hace 38 años, el 29 de julio de 1981 y del brazo de su padre, Lady Diana Spencer entraba a la Catedral de San Pablo, en Londres, sin tener del todo claro en lo que se metía. Lucía un vestido de corte romántico de tafetán de seda color marfil, manga afarolada, moño central, 10.000 perlas bordadas a mano y cola de 25 metros de largo, diseñado por los hermanos Elizabeth y David Emmanuel. Tenía 20 años y se casaba con el príncipe Carlos, heredero a la Corona británica, de 32.
Había 3.500 personas en las calles y 750 millones siguiendo por radio y televisión aquel evento que sin duda fue considerado como "la boda del siglo". Oficiaba la ceremonia el arzobispo de Canterbury, asistido por veinticinco sacerdotes, ante la presencia de buena parte de la realeza europea, jefes de estado y celebridades del mundo entero. Rodeados por la Familia Real Británica que lideraba –y todavía lidera– la reina Isabel II, el beso en el balcón del Palacio de Buckingham era la tapa de los diarios del mundo entero y motivo de algarabía para el pueblo. Carlos y Diana eran la perfección encarnada en los futuros los reyes de Inglaterra. No imaginaban una pizca de lo que ocurriría…
Los novios se habían conocido unos años antes, en la casa de los Spencer, cuando ella era adolescente y su hermana mayor era amiga del príncipe. "Llegó a Althorp con su labrador. Yo no le daba bolilla. Era una chica gordita, poco inteligente, que andaba a cara lavada. Pero hice ruido y a Carlos le gustó. Para una chica de 16 años, llamar la atención de alguien así era espectacular. Así estuve durante dos años. Lo veía cada tanto y en familia… Yo pensaba que él era muy obvio en su interés. Pero nunca había estado de novia", relató Diana y queda plasmado en el documental sobre un romance que a la reina Isabel II –y a sus consejeros– le resultaba de lo más conveniente.
Diana había nacido el 1º de julio de 1961 en Sandringham, como la hija del VIII conde Spencer. Era joven, alta, rubia, linda y virgen. En 1980, cuando su nombre empezaba a relacionarse con el príncipe heredero, todavía trabajaba como maestra jardinera.
El 29 de julio de 1981 y del brazo de su padre, Lady Diana Spencer entraba a la Catedral de San Pablo, en Londres, sin tener del todo claro en lo que se metía. Lucía un vestido de corte romántico de tafetán de seda color marfil, manga afarolada, moño central, 10.000 perlas bordadas a mano y cola de 25 metros de largo, diseñado por los hermanos Elizabeth y David Emmanuel. Tenía 20 años y se casaba con el príncipe Carlos, heredero a la corona británica, de 32
El anuncio del compromiso se hizo en febrero de 1981. Con Carlos habían tenido sólo trece encuentros como novios, que incluyeron el verano de 1979 en Balmoral, Escocia. Así lo recordó Diana, ante su profesor de dicción: "Un día me llamó desde Klosters (Suiza) y me dijo: 'Tengo que preguntarte algo'. Mi instinto me dijo lo que se venía. A esa altura, yo había estado con los Parker Bowles y noté que Camila sabía mucho de Carlos. Pero fui a Windsor y me preguntó: '¿Te querés casar conmigo?' Me reí. 'OK', contesté. Él estaba serio. Me dijo: '¿Te das cuenta de que algún día vas a ser reina?'. Le dije: '¡Te amo tanto!'. Y él me contestó: 'Sea lo que sea amar…'. En mi inmadurez, yo pensaba que estaba muy enamorado de mí. Tal vez lo estaba, de alguna manera…".
Sin embargo, el nombre de Camila, la esposa del brigadier Andrew Parker Bowles, seguía sonando fuerte alrededor del novio de Lady Di. "Después del anuncio del compromiso, recibí una carta de Camila en la que me felicitaba, me invitaba a almorzar y me decía que quería ver mi anillo. A los pocos días, Carlos se iba a Australia. Y antes de la despedida –hay fotos mías llorando con un tapado colorado– me pasó lo más horrible que me podía pasar: Camila lo había llamado para despedirse", aseguraba Diana en las grabaciones.
Y sigue: "Entonces, alguien de la oficina de Carlos me comentó que él le había mandado a hacer una pulsera. Al ver el paquete, encaré a uno de sus secretarios, se lo saqué y lo abrí. Fue devastador. Sabía que se la iba a dar esa noche. Me dio mucha rabia. Ese día almorcé con mis hermanas y les aseguré: 'No me puedo casar'. Pero me contestaron: 'Tu cara ya está en los repasadores. Es muy tarde para arrugar'".
En este sentido, Roberto Devorik, el argentino experto en moda que fue amigo íntimo de Lady Di, comentó alguna vez: "Un mes antes de que se casara, cuando vivía en Clarence House, la fui a hacer una prueba de vestuario y la encontré llorando. Me confesó que quería suspender su enlace con Carlos, porque tenía pruebas de que Camila Parker Bowles era la amante de su futuro marido".
Había 3.500 personas en las calles y 750 millones siguiendo por radio y televisión aquel evento que sin duda fue considerado como “la boda del siglo”
La angustia de Diana por el desamor de Carlos tenía consecuencias directas en su salud. "La bulimia empezó una semana después de nuestro compromiso. Puso una mano sobre mi cintura y me dijo: 'Estás un poquito gordita acá, ¿no?'. La primera vez que me midieron para el vestido de novia contaron 73 centímetros de cintura. El día que me casé medía 54. Estaba colapsada. Y la noche anterior a casarme comí todo lo que encontré. Estaba muy enferma", recordó frente a Peter Sttelen.
Después del casamiento, el príncipe y la princesa de Gales se fueron de luna de miel a bordo del yate Britannia al Estrecho de Gibraltar –motivo por el cual los reyes de España no habían estado en el enlace–. "Mi marido llevó ocho libros a nuestra luna de miel. Nunca estábamos juntos… Yo lloraba. En un momento, abrió su agenda y aparecieron dos fotos de Camila. Además, vi que tenía un par de gemelos con dos C engarzadas. Le dije: 'Te los regaló Camila, ¿no?'. Y él contestó: '¿Qué tiene de malo? Es una amiga'. ¡Me puse muy celosa!", aseguró. Y agregó, sin medias tintas: "En ese entonces, recién casada, la bulimia era muy fuerte. Estaba cada vez más flaca. Me lastimé… Pensé en cortarme las muñecas… No dormía de noche. Los psiquiatras y terapeutas me daban altas dosis de Valium".
Además, la princesa de Gales habló –la cosa empezó un poco en chiste, después de tantas clases de oratoria– de su intimidad con Carlos. "Hubo vida sexual, pero yo me daba cuenta de que lo nuestro era raro. En los primeros años, hacíamos el amor una vez cada tres semanas. Sin embargo, la iniciativa nunca venía de él. Diría que desde hace siete años no tenemos nada", aseguraba en 1992.
La bulimia empezó una semana después de nuestro compromiso. Puso una mano sobre mi cintura y me dijo: ‘Estás un poquito gordita acá, ¿no?’. La primera vez que me midieron para el vestido de novia contaron 73 centímetros de cintura. El día que me casé medía 54. Estaba colapsada. Y la noche anterior a casarme comí todo lo que encontré. Estaba muy enferma
Como en la mayoría de los casos, la llegada de los hijos, William –21 junio de 1982– y Harry –15 de septiembre de 1984–, no torció el destino. "Afortunadamente, quedé embarazada de William. Nos fuimos de gira por Gales. Yo, sólo trataba de que mi marido se sintiera orgulloso de mí. Un día me dijo: 'No te voy a escuchar'. Y me tiré por las escaleras, sin pensar que llevaba a William dentro mío. La reina siempre me dijo que la bulimia era la razón por la que mi matrimonio se estaba viniendo abajo. Todos pensaban que la enfermedad generaba mis problemas matrimoniales, no que era un síntoma", se la escucha decir en el documental. "Harry llegó milagrosamente. Antes del parto, Carlos y yo estuvimos muy unidos. Pero después de que nació… ¡bang! Nuestro matrimonio se derrumbó. Yo sabía que él había vuelto con su amante", agrega.
Y uno de los pasajes más audaces de su relato resulta de cuándo encaró a Camila, que ya estaba separada de Parker Bowles. "Decidí que iba a ir al cumpleaños de su hermana y que no la saludaría con un beso. Ese fue mi gran primer paso. Después le dije: 'Me gustaría hablar con vos dos minutos'. Se puso muy incómoda. Yo estaba aterrada. Nos fuimos a un costado. Y le dije: 'Camila, quiero que sepas que sé perfectamente lo que está pasando'. Me dijo que no sabía de qué le hablaba. 'Sé lo que pasa entre vos y Carlos', agregué. Me contestó: 'Tenés a todos los hombres del mundo muertos de amor por vos. Y dos hijos divinos. ¿Qué más querés?' 'A mi marido', le contesté. Y seguí: 'Lamento estar en tu camino. Debe ser un infierno para ustedes… Pero no quiero que me tomen por idiota'. Esa noche lloré como nunca antes. A la mañana me desperté distinta", asegura sobre aquello que había ocurrido en 1989.
De hecho Devorick también contó que Diana le había contado llorando: "Carlos una vez le dijo: 'Todos los príncipes de Gales debemos tener una amante'. Ella habló con la reina, pero Isabel II no quería oír. Creía que exageraba sobre Camila… Hasta que entendió y dio el beneplácito para el divorcio".
El fin de una farsa
Conciente a esa altura (principios de los noventa) del rol que ocupaba, ¿porqué Lady Di se dejó grabar durante dos años hablando con tanto detalle? La principal teoría es que quería que la reina autorizara la separación. Con voz propia y sabiendo que era un imán para la prensa, si quería dejar de ser una víctima, tenía que hablar claro y dejarlo registrado. De hecho, un año antes también había mantenido conversaciones con un amigo cercano de Andrew Morton, el periodista que terminaría siendo su biógrafo, que en 1992 publicó el libro Diana, la verdadera historia.
Y no había ido él a escucharla, sino su amigo, para no levantar sospechas y que aquello no fuera una biografía abiertamente autorizada.
Así logró que el 9 de diciembre de 1992, el primer ministro John Major anunciara ante la Cámara de los Comunes la separación oficial de los príncipes de Gales. Pero además, en 1995, Diana dio una entrevista a la BBC en su prime time y confirmó públicamente por primera vez las infidelidades. "Éramos tres en nuestro matrimonio… y eso es una multitud", dijo para deleite de la prensa.
Además contó que ella también había tenido un romance con el profesor de equitación James Hewitt, que un año antes la había traicionado y había escrito sobre el affaire. "James Hewitt declaró que tenía una relación muy cercana con usted desde 1989. ¿Fue infiel?", le preguntaba el periodista Martin Bashir. "Sí, yo lo adoraba. Estaba enamorada de él", contestó. Y si bien Hewitt había sido el único amante reconocido, muchos aseguran que cuando tenía 24 años Diana tuvo algo con su guardaespaldas, Barry Mannakee. Y que también había salido con el galerista millonario Oliver Hoare.
Lo concreto es que después de la entrevista ante la BBC, Isabel II impulsó el trámite de divorcio que fue definitivo en agosto de 1996. ¿La reina había entendido a esa altura, tal vez, que Diana no estaba dispuesta a vivir su matrimonio como lo había vivido ella con el duque Felipe de Edimburgo? Que los tiempos habían cambiado. Y que la princesa iba a hacer todo lo posible para no seguir adelante si su marido estaba enamorado de su amante.
Divorciada y feliz, Lady Di se obnubiló con el cirujano paquistaní Hasnat Khan –a quien Devorik definió como "el verdadero gran amor de Diana"–, que no la retribuyó se igual manera. Entonces empezó a salir con el millonario egipcio Dodi Fayed, para terminar muriendo a los 36 años, perseguida por los paparazzi, en un accidente automovilístico durante la madrugada del 31 de agosto de 1997, en París. Dejaba a William, de 15, a Harry, de 12. Y se convertía en leyenda.
Carlos, en tanto, había mantenido siempre su vínculo amoroso con quien había sido su amiga desde 1970 –tanto que es el padrino de Tom, su primer hijo–: Camila Shand de Parker Bowles, que en 1995 había conseguido el divorcio. Como fuera, dos años después de la muerte de Lady Di, en 1999, Carlos y Camila empezaron a mostrarse juntos públicamente. Y en 2005, se casaron por civil y por Iglesia para que finalmente, el heredero al trono británico se hiciera cargo de lo que sentía ante el pueblo británico.
"Una de las cosas más difíciles que le pueden tocar a un padre es decirles a sus hijos que su madre ha muerto", aseguró Harry en el documental Diana, 7 días (2017). Pero además, conciliador y valiente, el 6 de julio pasado, en el bautismo de Archie, su primer hijo, reunió a la familia en un peculiar retrato oficial. Quiso que además de Camila, la mujer que su padre sí había elegido, estuvieran sus tías, Lady Jane y Lady Sarah, las hermanas de Lady Di… Y homenajeó así a su madre, aquella joven de veinte años que hace 38 quizá no debió haber estado en el balcón del palacio de Buckingham, besándose con un príncipe que no la amaba.
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