Cuando estalló la segunda guerra mundial, los nazis desataron, por toda Europa, una cacería de todos aquellos a los que consideraban “indeseables”: judíos, homosexuales, personas con capacidades diferentes, gitanos, y más. Fueron muy pocos los que levantaron la voz contara el horror. Italia también fue foco de estas persecuciones. Roma fue uno de los centros de ellas, como Milán, Florencia y otras. Pero Roma tenía un problema anexo para los nazis, dentro de ella hay otro país: el Vaticano, y quien reinaba en este estado era el Papa Pio XII, es decir Eugenio Pacelli.
La purga no tardó en llegar a la Ciudad Eterna. Pero un hombre de la iglesia católica luchó como pocos contra esa barbarie: Monseñor Hugh O´Flaherty.
Iglesia o golf
Nació el 28 de febrero de 1898 en la ciudad de Lisrobin, Kiskeam, condado de Cork, Irlanda. Sus padres fueron James O´Flaherty y Margaret. Lo bautizaron Hugh. Luego del nacimiento, se mudaron a Killarney. La familia vivía en el campo de golf, donde Janes trabajabaí como encargado. Al final de su adolescencia, el joven O’Flaherty tenía un aceptable hándicap y logró una beca para una escuela de formación de profesores. Sin embargo, no se dedicó al golf ni a los deportes. En 1918 se matriculó en el Mungret College, colegio jesuita del condado de Limerick, dedicado a preparar a jóvenes para el sacerdocio misionero. Luego de su ordenación, ocurrida el 20 de diciembre de 1925, fue enviado a Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Allí fue llamado desde Roma y en 1934, lo nombraron chambelán papal con el título de monseñor. Originalmente fue adscrito a la Sagrada Congregación De Propaganda Fide. En este cargo conoció a innumerables personas que le servirían más adelante en su misión. En 1939 fue designado como miembro en la actual congregación para la doctrina de la fe (el antiguo santo oficio) y vivió en el edificio del colegio Teutónico (es decir: Colegio Alemán) en el Vaticano.
Cuando Italia entró en la Segunda Guerra Mundial en 1941, O’Flaherty acompañó al nuncio papal en Italia para visitar los campos de prisioneros de guerra en el norte de la península, donde se encontraban confinados miles de prisioneros aliados. Al ver la actitud relajada y poco comprometida del Nuncio Papal, su sangre irlandesa comenzó a fluir y comenzó a involucrarse cada vez más en el tema de la guerra y de la misión que la Iglesia debería tener en estos oscuros momentos de la historia. Lo primero que hizo al regresar a Roma fue que la lista de los nombres de los prisioneros que se encontraban en el norte de Italia, fueran trasmitidos en un programa especial en Ingles de Radio Vaticana para tranquilizar a sus seres queridos en casa. Poco a poco comenzó a crear una cadena de resistencia, con amigos suyos: sacerdotes, religiosas, monjas y laicos.
Con el tiempo Mons. O’Flaherty se transformó en un problema para los alemanes que habían invadido la península. No respetaba las trabas burocráticas y no se granjeó el apoyo de las autoridades militares italianas. Fue responsable de la destitución de dos comandantes en Piacenza y Módena por su mal trato a los prisioneros. Al final, se presentaron quejas al Vaticano sobre este sacerdote entrometido y O’Flaherty tuvo que reducir su accionar y volver a su trabajo de oficina en el Santo Oficio. La invasión aliada del norte de África en 1942 provocó que esta vez había prisioneros de guerra italianos a los que había que localizar y ayudar, y sus familias buscaron ayuda en el Vaticano.
Monstruos del nazismo. Los personajes más oscuros y siniestros
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Esta valiosa experiencia en la ayuda a los prisioneros de guerra del norte de África le resultó muy útil a O’Flaherty. En julio de 1943, los aliados desembarcaron en Italia y la guerra empezó a acercarse a Roma. Los fascistas intensificaron sus búsquedas en la capital de judíos destacados y antifascistas conocidos entre la aristocracia. Cuando alguno de ellos necesitaba esconderse, concurrían a ver a Monseñor O’Flaherty y él los dirigía a amigos de confianza o a conventos y monasterios en toda Roma y en los pueblos cercanos. Es muy recordada la ayuda prestada por la Orden Maronita Marianita, en su convento de Santa Liberata del pueblo de Ciciliano, localidad está situada entre el Guadagnolo y el Serrone de Saracinesco, en la región Lacio. Allí, los refugiados estaban disfrazados de miembros de la orden.
El monseñor irlandés se las arregló para utilizar su propia residencia en el Collegium Teutonicum (Colegio Alemán), que gozaba de inmunidad vaticana. Una de sus primeros huéspedes fue la princesa Niní Pallavicini, cuyo palacio fue asaltado cuando los fascistas localizaron una radio ilegal que poseía. O’Flaherty encontró alojamiento en las dependencias de las monjas del Collegium Teutonicum, donde, con habito monacal y mezclándose entre las religiosas, la princesa resultó ser una ayuda inestimable debido a su habilidad para falsificar documentos de identidad de primera clase.
En julio de 1943 había 74.000 prisioneros de guerra británicos en Italia. Los fugitivos tendían a dirigirse a Roma y, tras la rendición italiana el 8 de septiembre, el goteo se convirtió en una inundación. Había que encontrar dinero, comida y locales urgentemente y la situación se volvió mucho más peligrosa tras la ocupación alemana de Roma el 11 de septiembre. O’Flaherty señaló la gravedad de la situación a Sir D’Arcy Osborne, representante británico ante la Santa Sede, residente dentro de los Muros del Vaticano en la antigua Casa Santa Marta, (donde ahora vive el Papa Francisco). Inicialmente evasivo, Osborne respondió que no podía comprometer su propia posición ni la neutralidad del Vaticano.
Las Fosas Ardeatinas
Al mismo tiempo que O´Flaherty junto con sus curas y monjas amigos socorrían a prisioneras y a perseguidos, un capitán muy conocido en la ciudad de Bariloche, donde encontró refugio luego de la guerra, llamado Erich Priebke, cumplía las órdenes del coronel Herbert Kappler quien era el jefe de la Gestapo en Roma, de cobrar venganza por un atentado partisano ocurrido en Vía Rasella en la cual murieron 28 alemanes y el 24 de marzo de 1944 asesinó a 335 civiles en lo que se conoce como “la masacre de las fosas Ardeatinas”. Entre los asesinados había cinco ayudantes de O’Flaherty y un sacerdote, Don Pietro Pappagallo.
A pesar del horror que este evento causó en todos, O´Flaherty volvió a insistir al ministro británico argumentando que la gente enfermaría y moriría en las montañas. Osborne cedió, prometiendo ayuda de sus propios fondos personales, y sugirió que O’Flaherty hablara con su mayordomo John May. Añadió que no quería saber ningún detalle para no comprometer las relaciones diplomáticas con la Santa Sede. May reclutó al conde Sarsfield Salazar de la legación suiza para establecer el Consejo de los Tres, que más tarde se convirtió en el Consejo de los Cuatro cuando el mayor británico Sam Derry escapó a Roma. May insistió en que el equipo que ayudaba a los fugitivos necesitaba una organización permanente, que la operación era demasiado grande para un solo hombre. Fue así como nació la “Línea di fuga di Roma”.
O’Flaherty encontró casas, conventos e iglesias por toda Roma. Una de sus ayudantes más generosas fue Henriette Chevalier, una viuda maltesa de 42 años con ocho hijos que vivía en un pequeño apartamento en Via dell’Impero (hoy Vía dei Fori Imperiali). Ella alquiló un departamento en Vía Firenze, junto a un hotel que la Gestapo había requisado y que utilizaba como cuartel general en Roma. Muchos pensarían que era el lugar más peligroso para esconder fugitivos, pero el monseñor, les respondió: “Creo, particularmente, que nunca pensarían buscar fugitivos debajo de sus narices”. Este fue uno de los lugares donde más judíos fueron escondidos.
Otra cómplice valiosa fue Delia Murphy, esposa de un diplomático irlandés en el Vaticano. A menudo utilizaba el coche diplomático de la legación para transportar a los prisioneros que escapaban a través de los puestos de control enemigos, consciente de las consecuencias para la neutralidad irlandesa si la detenían. Su hija charlaba con funcionarios alemanes en las recepciones de la embajada y a menudo obtenía información útil para transmitirla a O’Flaherty.
A medida que se desarrollaba la red de fugas, las actividades de O’Flaherty llamaron la atención de las autoridades alemanas de ocupación. Herbert Kappler comenzó a perseguir específicamente al monseñor, pero nunca podría dar con él con las “in fraganti” para poder encarcelarlo. Kappler, sí se encontraba con Monseñor cara a cara en las reuniones de las embajadas, o en la ópera y hablaban con naturalidad, aunque cada uno sabía muy bien lo que el otro hacía. Pero el irlandés siempre se fugaba cuando Kappler deseaba dar con él para apresarlo. Y lo hacía con mil artilugios: disfrazado de monja, de cartero, de barrendero o de verdulero. Uno de los escapes más dramáticos ocurrió cuando monseñor estaba visitando al príncipe Doria Pamphilj en su palacio de la Vía del Corso. El príncipe, un decidido antifascista, estaba casado con una escocesa y ambos pertenecían a la red de escape y el palacio, en pleno centro de Roma, también sirvió de refugio. Asimismo, el príncipe contribuía económicamente a financiar sus actividades del sacerdote irlandés. Cuando los alemanes descubrieron el paradero de O’Flaherty, rodearon el palacio. Todo estaba perdido o eso parecía. Mientras los guardias alemanes destruían los protones de acceso al palacio, el principie, por medio de un pasadizo secreto hizo bajar al monseñor al sótano y, por pura casualidad, el suministro de carbón del invierno estaba siendo entregado a través de un conducto al sótano. Se quitó la túnica clerical y se cubrió de hollín, O’Flaherty le susurró a uno de los carboneros su situación. Unos minutos después, salió caminando junto a las tropas de las SS, cubierto de carbón y hollín, mientras los soldados se abrían paso para no ser ensuciados por estos obreros totalmente llenos de carbón y tizne. Encarbonado y sucio. O’Flaherty se dirigió a la iglesia de santa María in vía Lata, la cual está al lado del palacio. Era tan convincente que a las monjas les costó reconocerlo. Kappler realizó varios intentos infructuosos de capturar a O’Flaherty fuera del territorio del Vaticano, pero fue imposible.
La ayuda ofrecida no era al azar. La “línea di fuga di Roma”, poseía una organización clara y precisa. Las listas de los nombres y lugares de escondites están muy bien clasificadas y todas las noches estos registros eran puestos dentro de cofres de latón y depositados en un hueco en la gruta de la Virgen de Lourdes en los jardines vaticanos.
O´Flaherty tenía un don para esconder a judíos o perseguidos y los escondía en los lugares más insólitos e impensados. Ya comentamos que uno de los lugares fue al lado del cuartel de la Gestapo de Roma. Otro fueron las dos iglesias más importantes que se encuentran dentro del antiguo Gueto de la ciudad eterna: Santa María in Pórtico in Campitelli y Sant’Angelo in Pescheria.
Después de la guerra
Alemania firmó en Reims, el 7 de mayo de 1945, la rendición incondicional en el cuartel general del general estadounidense Dwight D. Eisenhower, comandante de las fuerzas aliadas en el noroeste de Europa. La rendición entra en vigor el 8 de mayo a las 11:01 p.m. Naturalmente que el Papa Pio XII, sabía de las acciones del sacerdote irlandés y el día 10 de mayo es convocado por el Papa para agradecer al noble sacerdotes sus hechos heroicos, lo felicitó y le comentó su admiración por lo realizado, tanto él como toda la red de laicos, sacerdotes y monjas.
El coronel Kappler fue condenado a cadena perpetua por crímenes de guerra, en particular por su papel principal en la masacre de las Fosas Ardeatinas en Roma. El único visitante de Kappler durante sus años de cautiverio en la prisión militar de Gaeta al sur de Roma fue su antiguo enemigo número uno: monseñor Hugh O’Flaherty, que acabó recibiéndolo en la Iglesia católica y bautizándolo en 1959.
Según los registros de la “Línea di fuga di Roma” fueron ayudados 3925 fugitivos. Pero se presupone que colateralmente se salvaron alrededor de 6000 personas.
Mons. Hugh O’Flaherty murió el 20 de octubre de 1963, a los 65 años y fue sepultado en el cementerio “Daniel O’Connell Memorial Church” en Cahersiveen, en donde también hay una escultura que le recuerda al ingreso del cementerio.
El heroísmo de Monseñor O’Flaherty fue retratado en la película “Escarlata y negro” de 1983, protagonizada por Gregory Peck como Monseñor O’Flaherty, con Christopher Plummer como el coronel Kappler y Sir John Gielgud como el Papa Pío XII.
El 8 de mayo de 2016 se inauguró en el Colegio Alemán del Vaticano una placa en honor al sacerdote irlandés por su labor de rescate de soldados aliados y judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Tras ser bendecida por el rector del colegio, se colocaron dos coronas de laurel al pie de la placa en nombre de las embajadas irlandesa y británica ante la Santa Sede.