—No me arrepiento de mi amor por Uladislao, mi conciencia está tranquila —expresa con voz firme Camila O’Gorman vestida de blanco aquella gélida mañana del 18 de agosto de 1848. Lleva toda una noche previa en un calabozo con sus manos presas de grilletes fabricados por el mayor Vicente Torcida.
Afuera, del otro lado de los muros ya se oyen los pasos de los soldados que se acercan fusil en mano. En otra celda está el cura Uladislao Gutiérrez vestido con levita y pantalón negro cuando se acerca Antonino Reyes, feroz edecán de Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires. El sacerdote intuye lo que se viene y ruega saber si su amada será ejecutada como él e intenta torcer ese destino. Reyes demora la respuesta y Uladislao suplica conocer el final.
—Prepárese usted a oír lo más terrible. Camila va a morir también —le dice en voz baja. Así lo cuenta él mismo en “Vindicación y memorias de don Antonino Reyes”, de Manuel Bilbao.
Gutiérrez escribe raudo una misiva para su compañera y le ruega que se la entregue: “Camila mía: Acabo de saber que mueres conmigo. Ya que no hemos podido vivir en la tierra, unidos, nos uniremos en el cielo, ante Dios”, reza el escrito.
De inmediato ambos son trasladados al patio trasero del campamento militar de los santos lugares de la localidad de San Andrés, municipio de General San Martín, con los ojos vendados, cada uno en una silla sostenida en lo alto por varios hombres. Apenas si pueden llegar a hablarse en voz tenue. A Camila le dan a beber agua bendita. Mientras, el cura alcanza a gritar con desesperación: “Asesínenme a mí sin juicio, pero no a ella, y en ese estado ¡miserables...!”.
Se refiere a que la joven presuntamente está embarazada, estado que luego algunos confirmarán y otros negarán. Se escucha el “preparen, apunten ¡fuego!” y el pelotón de soldados le descerraja a Uladislao cuatro disparos.
Enseguida Camila recibe tres, y otro más, el ultimo, directo al corazón. Su familia, apartada del lugar pero dentro del cuartel presencia la ejecución y se desgarra en llanto, padres y hermanos de Camila están allí, a varios metros pero presentes.
Luego el horror continúa, ambos son sepultados en un mismo cajón separados por un tablón en el camposanto ubicado en la antigua iglesia de Jesús Amoroso, donde hoy se encuentra la Catedral de San Martín. Con el correr del tiempo, sus restos tienen distintos destinos...
Es la historia de un amor...
Ella, María Camila O’Gorman, nacida el 9 de julio de 1825 en Buenos Aires, fue una joven de una familia porteña aristocrática de ascendencia irlandesa, apasionada por la música, el arte, curiosa de los libros que descubría a cada paso, entre los que aparecen algunos prohibidos en la librería de don Mariano, prohibidos en aquellos años por el mismísimo gobernador Juan Manuel de Rosa, que cuando supo la audacia del comerciante y ordena ejecutarlo sin piedad. No es todo, su cabeza fue mostrada con absoluta intención en los accesos a la iglesia del lugar.
Su abuela, Marie Anne Périchon de Vandeuil, más conocida como “Perichona”, madre de Adolfo O’Gorman, papá de Camila, lo avergonzaba a él porque había sido amante del Virrey Santiago de Liniers, y semejante audacia pesaba sobre toda la familia.
Él, Uladislao Gutiérrez, nacido en 1823, fue sobrino del General federal Celedonio Gutiérrez, gobernador de Tucumán y partidario de Rosas, de donde llegó para continuar la carrera eclesiástica. Se había ordenado sacerdote en 1847 y fue asignado como párroco de la iglesia de la Virgen del Perpetuo Socorro, ubicada en Juncal y Socorro, hoy Suipacha.
Allí, casualmente, Eduardo O’Gorman, hermano de Camila, los presentó, ya que era compañero de estudios para la misión sacerdotal. El flechazo fue instantáneo. Se vvolvieron a encontrar en el confesionario. Y Camila reconoció y se fascinó con su voz. La vida continuó para ambos, pero se reencontraron en una fiesta, mientras Camila era protagonista del juego del “gallito ciego” y él llegó sin avisar, tal como lo refleja la película Camila, dirigida por María Luisa Bemberg y protagonizada por Susú Pecoraro e Imanol Arias, estrenada el 17 de mayo de 1984.
Camila dió unos pasos con los ojos vendados y se topó con Uladislao. Se acercó, se sacó el pañuelo, lo vio. Los diálogos entre ellos fueron creciendo en intensidad.
—Me muero de amor, Padre —expresa ella.
—Eso no es pecado, “¿qué voy a hacer contigo?” —agrega él
-—Lo que usted quiera, arriesga Camila.
El romance creció y el 12 de diciembre de 1847 decidieron huir para vivir su historia de amor sin miradas ni opiniones ajenas. Primero pasaron por Luján y dijeron llamarse Florentina y José. Pero en febrero de 1848, de paso por Santa Fe aseguraron haber perdido sus documentos y lograron obtener pasaportes falsos a nombre de Valentina Desan y Máximo Brandier. Luego se instalaron en Goya, Corrientes, donde se desempeñron como maestros.
Mientras tanto, Adolfo O’Gorman, padre de Camila, estaba furioso y transcurridos días de la ausencia de su hija escribió una carta lapidaria dirigida a Rosas, a quien lo unían coincidencias políticas, en la que hablaba de “el acto más atroz y nunca oído en el país” y afirmaba que sabía que “un clérigo tucumano llamado Uladislao Gutiérrez, la había seducido bajo la capa de la religión, y la ha robado abandonando el curato el 12 del presente... la herida que este acto ha hecho es mortal para mi desgraciada familia, el clero en general... Así señor, suplico a V.E. de orden para que se libren requisitorias a todos los rumbos para precaver que esta infeliz se vea reducida a la desesperación y conociéndose perdida, se precipite en la infamia”.
Para colmo las denuncias que llegaban de los unitarios aseguraban que el cura había huido con Camila luego de que autoridades de la iglesia le facilitaron algunas onzas de oro, y además lo acusaban de sustraer las alhajas de la parroquia.
Juan Manuel de Rosas acorralado por la situación, la presión de la iglesia que era su aliada y de los unitarios que no cesaban en repudio y críticas a su adversario ordenó que fueran hallados, trasladados y luego fusilados, más allá de los ruegos de su propia hija, Manuelita, de una estrecha amistad con Camila que forjaron cuando ella asistía a reuniones y fiestas que la hija del gobernador celebraba en su propia casa.
Rosas logró encontrarlos cuando Camila y Uladislao concurrieron a una fiesta y fueron reconocidos por el sacerdote irlandés Michael Gannon, que dió el alerta. Allí fueron detenidos e interrogados. Camila no se dejó amedrentar por la situación y afirmó que simplemente se fue con el sacerdote por amor y que él nunca la incentivó para fugarse.
Antonino Reyes, edecán de Rosas, fue el encargado de recibirlos en el cuartel de los Santos Lugares y destinarlos a fríos calabozos hasta que fueran ejecutados. En sus memorias, relatadas por Manuel Bilbao, detalla respecto a Camila: “Se observaba una incipiente panza. Si estaba preñada era muy reciente”. Y cuenta que ella le expresó mientras corría su camisa: “¿No ven en qué estado vengo?”.
La polémica por el embarazo se instaló aún más cuando el periódico de Montevideo Comercio del Plata publicó la noticia del fusilamiento, y entonces aprovechó para destacar sin vueltas que Camila llevaba un embarazo de ocho meses. Por supuesto los rosistas negaron la versión con contundencia argumentando que tal especulación era fomentada por los unitarios para desprestigiar a Rosas.
¿Descansan en paz?
Una mezcla de incertidumbre y polémica surgió y aun se mantiene viva luego del fusilamiento de ambos. Se escribió y se sostuvo que Camila y Uladislao en principio fueron inhumados en un mismo féretro separados por un tablón en la antigua iglesia de Jesús Amoroso en San Martín, donde hoy se ubica la Catedral Jesús Buen Pastor. Y luego tuvieron distintos destinos por separado. Aquí radican las controversias relacionadas con su derrotero.
La profesora de historia y guía en el Museo Histórico José Hernández de San Martín Verónica Fernanda González detalló a Infobae al respecto: “Después del fusilamiento los enterraron a los dos juntos frente a Jesús Amoroso. Pasado el año la familia O’Gorman retiró el cuerpo de Camila. Del cura no se hizo cargo nadie. Quedó ahí, y cuando se hizo la reconstrucción de la iglesia y el traslado al nuevo cementerio en 1857, seguramente fue ubicado en la Cruz Mayor como todos los que permanecían allí y no tenían lápida allí además de Uladislao. Nadie lo reclamó. El cementerio antes estaba contiguo a la antigua Parroquia. Era solo para los buenos vecinos pudientes, altos funcionarios y los curas”.
Romina Vázquez, otra guía con trayectoria de San Martín, coincide con la versión de su colega: “Cuando ellos son fusilados fueron enterrados en lo que era el antiguo cementerio de los Santos Lugares, donde hoy está la Plaza San Martín. Después retiraron los restos de Camila y los de Uladislao quedaron hasta que se supone que en 1857 cuando se funda el cementerio actual fueron trasladados allí. Hay que tener en cuenta que hubo varias modificaciones en lo que hoy es nuestra plaza. Se decía que él estaba en el atrio de la parroquia de Jesús Amoroso, pero después se hizo ahí la Nueva Catedral”.
A sus 94 años, Roberto Conde, además de autor de veinte libros y vecino de San Martín es una permanente fuente de consulta sobre el tema. Y asegura: “Los dos fueron enterrados en el atrio de la iglesia de Jesús Amoroso. Después cuand cayó Rosas, la familia retiró el cadáver de Camila y quedó ahí el de Uladislao. Cuando se demolió esa iglesia, el padre Stella encontró dos cadáveres y los llevó a la Cruz Mayor del cementerio de San Martín. Lo que no sabemos es a quién pertenecían esos restos. A lo mejor Uladislao todavía permanece ahí, donde ahora está la Catedral del Buen Pastor. No hay documentación ni existe nada que lo certifique”.
Gerardo Di Fazio, cronista de historias como él mismo se define y hombre de confianza y cercano al papa Francisco, además de conocedor del tema —su familia es de San Martín de toda la vida—, dice: “según los comentarios de parroquianas que asistían a la vieja parroquia tales como Flora Deive de López, Carmen Oubiña, Felisa Lorenzo Deive, María del Carmen Lorenzo y otras, en las tertulias de tiempo atrás hablaban acerca que debajo de algunas de las lápidas descansaban los restos de Uladislao. Yo Tengo entendido que luego, cuando la iglesia fue demolida allá por1979 , dichos restos fueron trasladados durante la época de la dictadura militar al Cementerio del Oeste en la provincia de Tucumán, de donde era oriundo”.
Para Esteban Enrique Loustaunau, otro vecino del partido y especialista en cuestiones relacionadas con Camila, también es así: “Respecto a Uladislao, para mí el destino final fue el Cementerio del Oeste en Tucumán. El cajón donde fueron enterrados los dos juntos en principio estaba en el atrio de la Iglesia de Jesús Amoroso bajo una baldosa de color verde. Hay una historia que dice que en 1878 un sobrino de Camila de parte de Enrique, el hermano de ella, sabía donde estaba el féretro, pero con Camila nada más, no con el cura. Lo encontró y quemó esos restos y los llevó al mausoleo familiar del cementerio de la Recoleta”.
Héctor De Arriba, historiador, docente y autor de Camila O’Gorman-Uladislao Gutiérrez, un fusilamiento polémico a través de las disciplinas artísticas, explica: “Según las memorias de Antonino Reyes los cuerpos de ambos fueron puestos en un cajón, pero no se sabe si se los inhumó a los dos juntos. Hay un documento que dice que el cadáver de Camila debe ser trasladado a la estancia de Luna. Pero no se sabe dónde estaba ubicada. Dónde permaneció hasta la entrada al cementerio de la Recoleta, no se sabe. En el libro de inhumaciones de Recoleta solo dice que proviene de Palermo, tan solo eso, donde estaba la casa de Rosas. Los restos de Uladislao por dichos de un periodista que se acercó a la iglesia de Jesús Amoroso y habló con el párroco, confirmó que estaban en la entrada en las escalinatas, bajo una piedra verde. Luego allí se construyó la Catedral de Jesús Buen Pastor”.
Mientras la polémica promete continuar, Pilar O’Gorman, sobrina chozna de Camila, sigue luchando para que el mausoleo donde permanecen hoy los restos de Camila sea declarado patrimonio histórico y reparado porque debido a las filtraciones ocurridas corre riesgo de derrumbe. Hace muy poco con la presencia de Infobae que registró las acciones, fue abierta la bóveda familiar y retiradas varias urnas, pero no se pudo seguir avanzando con las obras por el estado de la construcción.
Pese a las dificultades, los trabajos de infraestructura seguirán su curso. Pilar entretanto no baja los brazos y continúa con su tarea para lograr el objetivo de la reconstrucción que se propuso hace años, contando lo que significa Camila en su vida y en la de toda su familia. El próximo 30 de agosto a las 19 horas fue invitada por la productora de radio Iris Gallardo y la presidenta del Círculo de Periodistas local, Amelia Franchi, a dar una charla con entrada libre y gratuita que se realizará en el Salón Victoria Pueyrredón de la Municipalidad de San Martín, y confiesa que está muy conmovida y emocionada por tan importante convocatoria.
Entretanto siempre continúan resonando las últimas palabras de los protagonistas de aquella historia de amor que terminó en tragedia:
-¿Uladislao estás ahí?
-A tu lado, Camila.