En la noche del jueves 13 de diciembre de 1832, en Chez Grignon, el restorán de moda de la burguesía parisina, todo era alegría. José de San Martín, un general de 54 años, radicado en Francia, había invitado a cenar a sus íntimos para celebrar el casamiento de su hija, Mercedes Tomasa de 17 años con Mariano Severo Balcarce, de 24.
La novia había nacido en Mendoza el 24 de agosto de 1816 en una casa perteneciente a la familia Álvarez, que el Cabildo alquilaba para San Martín. El militar la usó cuando fue gobernador de Cuyo y desde allí preparó el cruce de los Andes. Estaba sobre la calle Corrientes al 300, desapareció con el terremoto de 1861 y actualmente en el predio funciona un museo y una biblioteca sobre el prócer.
Josefa Álvarez de Delgado fue la que asistió en el parto a Remedios, la joven madre de Mercedes, de 18 años. Ella y José Antonio Álvarez de Condarco fueron los padrinos de bautismo, realizado el 31 de agosto por el padre Lorenzo Güiraldes, quien también bendijo la bandera del Ejército de los Andes.
Al emprender San Martín su campaña a Chile, madre e hija regresaron a Buenos Aires, y fueron a vivir a la casa de los Escalada, los abuelos maternos. Él las volvería a ver en 1818 cuando las llevó a vivir a la Chacra Los Barriales. Cuando la tisis de Remedios de Escalada se agravó, debieron volver a Buenos Aires.
El médico aconsejó que Remedios tomase aire de campo, y entonces los Escalada se trasladaron a la quinta de su hermano Bernabé, ubicada en lo que hoy es avenida Caseros y Monasterio, en Parque Patricios. Allí Remedios falleció el 3 de agosto de 1823 esperando en vano despedirse de su marido. Tenía 25 años.
San Martín le había dejado el campo libre a Simón Bolívar y había regresado a Mendoza. Esperaba obtener las garantías de que no atentarían contra su vida. Cuando al fin llegó el 4 de diciembre, su esposa ya había fallecido. Su suegra, que nunca lo quiso, siempre se refirió a él como “el soldadote” o “el plebeyo”, creía que había descuidado a su esposa.
Lo último que hizo en Buenos Aires fue encargar al francés Felipe Bertrés, militar, guerrero de la independencia y agrimensor, un mármol de 1,20 de alto, 0,70 de ancho y 0,03 de espesor para la tumba de su esposa, al que hizo grabar la leyenda que se puede leer hasta hoy: “Aquí descansa Remedios de Escalada, esposa y amiga del General San Martín”.
A bordo del navío “Le Bayonnais”, partió a Francia el 10 de febrero de 1824. Como le encontraron paquetes de diarios antimonárquicos que llevaba a amigos y conocidos que vivían en Europa, no lo dejaron desembarcar. Entonces, San Martín siguió viaje hacia Inglaterra, donde dejó a su hija en el Hamsptead College. El General, en tanto, fue a vivir a Bélgica. Allí escribió las famosas máximas para Mercedes.
En 1828 intentó un regreso a Buenos Aires para arreglar la administración de sus propiedades, pero la inestabilidad política reinante -la revolución de Juan Lavalle contra Manuel Dorrego y su posterior fusilamiento- lo convenció de que lo mejor era regresar a Europa.
Con su hija y su fiel criado peruano Eusebio Soto se instalaron en una casa de la calle Provence número 32, en París. Al estallar una epidemia del cólera, estimaron conveniente tomar distancia y se establecieron en Montmorency, un pueblito de 1600 habitantes, a veinte kilómetros al norte de la capital. A pesar de todo, en marzo de 1832, Mercedes contrajo la enfermedad y San Martín, tres días después. Al mes, ambos estaban repuestos, pero a su papá lo atacó una enfermedad gástrica intestinal que lo tuvo a maltraer.
Quien los cuidó y se ocupó de los trámites fue el argentino Mariano Severo Balcarce, hijo del general Antonio González Balcarce, que había fallecido en 1819. Mariano se desempeñaba en la legación argentina en París. Sobre su yerno -le contaba por carta a su amigo O’Higgins- que “su juiciosidad no guarda proporción con su edad de 24 años; amable, instruido, aplicado, ha sabido hacerse amar y respetar de cuantos lo han tratado”.
Entre cuidados y atenciones nació el amor entre la pareja, se casaron y se embarcaron hacia Buenos Aires por los negocios del flamante esposo. El propio San Martín estuvo por acompañarlos, pero no se sentía del todo bien.
En 1834 adquirió una casa de campo de tres plantas en un terreno de una hectárea, en Grand Bourg, a treinta kilómetros de París. Allí solía pasar desde Semana Santa hasta el día de los difuntos.
En 1836 volvieron Mercedes y Mariano; en Buenos Aires había nacido el 14 de octubre de 1833 su hija María Mercedes y el 14 de julio de 1836 Josefa Dominga. Su primer nombre fue en honor a su abuelo materno; el segundo, por su abuela paterna. En la familia le decían Pepita.
La revolución que estalló en 1848, que provocó la renuncia del rey Luis Felipe I y que dio paso a la Segunda República, lo convenció a San Martín de buscar ámbitos más tranquilos. Ese lugar fue Boulogne sur Mer, una población costera frente al Canal de la Mancha. Alquiló un segundo piso de una vivienda en el número 5 de la rue Grande en Boulogne-sur-Mer, propiedad de Henry Adolphe Gerard, abogado, periodista y además el bibliotecario del pueblo. Se hicieron amigos y el militar le contó detalles de su vida que Gerard publicó un tiempo después.
El general, nacido en Yapeyú murió en esa localidad francesa el sábado 17 de agosto de 1850, a las 15 horas.
Cuatro años más tarde, Mariano Balcarce adquirió, en el pueblo de Brunoy, a veinte kilómetros de París, una mansión que había pertenecido, entre otros, al conde de Provenza, hermano de Luis XVI y quien luego sería el rey Luis XVIII. Desde tiempos inmemoriales, era el “Petit Chateau”. A lo largo del tiempo, había sufrido varias modificaciones, especialmente cuando fue parcialmente destruida durante la Revolución Francesa.
En 1861, a los 27 años, murió una de sus nietas, María Mercedes. La sepultaron en una bóveda en el cementerio local y también llevaron los restos de su abuelo. Ese mismo año, Josefa se casó con Eduardo María de los Dolores Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, embajador de México en Francia. No tuvieron hijos.
Mercedes falleció en Brunoy el 28 de febrero de 1875, a los 58 años; su esposo Mariano lo haría diez años después, el 20 de febrero de 1885.
En 1951 los restos de Mercedes Tomasa, Mariano Balcarce y la hija María Mercedes fueron repatriados y sepultados en la Basílica de San Francisco, en Mendoza. No pudieron traer los de la otra nieta, Josefa, quien para Francia era una heroína de guerra, por haber acondicionado la mansión familiar como hospital para soldados franceses y alemanes durante la primera guerra mundial, lo que le valió ser condecorada con la Legión de Honor, la distinción más alta otorgada a un civil. Además destinaría esa vivienda para un hogar de ancianos y, como única descendiente directa del Libertador, dispuso de sus bienes: el mobiliario de la habitación donde había fallecido lo donó, junto con un croquis que detallaba la disposición de cada mueble, al Museo Histórico Nacional, y mucha de la documentación que atesoraba su abuelo se la cedió a Bartolomé Mitre.
Por una ley provincial, en Mendoza se celebra el día del padre el 24 de agosto, en conmemoración al nacimiento de Mercedes, quien fue criada por su abuela y la destinataria de las máximas que la convertiría en una de las hijas más famosas de la historia argentina.