En la edición de La Gaceta del viernes 24 de enero de 1812, Manuel Belgrano figuraba como donante de 86 obras distribuidas en 49 volúmenes, que cedía para la Biblioteca Pública. Así se lo había prometido al difunto Mariano Moreno, autor de la iniciativa. La biblioteca, con ocho mil volúmenes, abrió sus puertas la tarde del 16 de marzo de ese año.
Ese mismo día a las cuatro de la tarde partía al frente de su regimiento hacia la villa del Rosario, distante unas sesenta leguas.
Era complicado hablar con este hombre de 41 años, regular estatura, de pelo rubio, cutis claro, sin barba, porque daba las indicaciones y órdenes mientras caminaba dando grandes trancos.
Esa mañana ordenó que partieran a San José de Flores las 16 carretas con municiones, tiendas de campaña, vestuarios y enseres, además del ganado, para las diez compañías del regimiento n° 5. Al subteniente Anglada le indicó que se adelantase para tener leña para esa noche, y el capitán Forest, acompañado por el cadete Díaz, debía fijar el campamento, así cuando llegase el grueso de la tropa, cerca de las nueve de la noche, estuviera todo listo.
Allí lo aguardaba el alcalde Juan Pablo Cruz y el cura Miguel García, quienes tenían orden del gobierno de auxiliarlo en lo que necesitaba para la misión que había emprendido. Sus órdenes eran la de instalar baterías costeras sobre el Paraná a fin de impedir que los buques realistas cargasen ganado y provisiones para la ciudad de Montevideo, que estaba en su poder, y que era sitiada por tierra.
A las 6 de la mañana del 25 se reinició la marcha y esa noche acamparon cerca de la panadería de Francisco Rodríguez, en la Cañada de Morón. A la mañana siguiente hubo misa y volvieron a partir a primera hora de la tarde. Cruzaron el puente de Márquez y a las 9 del 28 entraron en Luján. Al alcalde le pidió cuatro carretas, porque no tenía dónde llevar a la gente que se enfermaba. Acampó al oeste del puente y los soldados tuvieron prohibido ir al poblado, salvo los designados para buscar provisiones. La única novedad de ese día fue el fuerte chaparrón que se largó entre las dos y tres de la tarde.
Retomaron el 30 y camino a la Cañada de la Cruz, cercano a Capilla del Señor, un mensajero le llevó la orden del gobierno de que debía hacerse cargo del mando militar de Rosario. Le mandó una carta al comandante del Fortín de Areco para que le preparase 14 carretas. En la cañada de Giles hicieron campamento.
El 7, a una legua de Rosario, mandó a formar la tropa y marchando con las banderas desplegadas, fueron recibidos por el comandante capitán Moreno, el alcalde y vecinos prominentes. A Belgrano le habían asignado una casa, mientras que la tropa se dirigió al campamento que había armado el capitán Álvarez, en un terreno cercano al río, bajo la sombra de árboles, para protegerse del calor del verano.
Debía levantar dos baterías frente al Paraná para defender Rosario. La obra quedó a cargo de Ángel Augusto de Monasterio, un español que había adherido a la Revolución de Mayo y que tenía conocimientos de ingeniería y artillería. Una se posicionó en las barrancas de la villa, muy cerca de la actual catedral y la llamó Libertad. La otra la emplazó, cruzando el río, en la isla del Espinillo, y a esa le impuso el nombre de Independencia.
Belgrano venía de hacer la campaña al Paraguay, y una de las cuestiones que notó era que sus hombres, vestidos con distintos uniformes o con lo que tenían a mano, no disponían de un distintivo para identificarse en el campo de batalla.
El 13 le mandó una carta al gobierno, ejercido entonces por el Primer Triunvirato. “Parece que ha llegado el momento en que se deba declarar la escarapela nacional que debemos usar para que no se equivoque con la de nuestros enemigos y que no haya situaciones en que nos pueda ser de perjuicio. Por otra parte, observo que hay cuerpos de ejército que la llevan diferente, de modo que casi se convierte en una señal de división; situación que debe evitarse. Por tal motivo me tomo la libertad de pedir la declaratoria que antes expuse”.
El Triunvirato decretó su uso y así se incorporó como distintivo, aclarando que quedaba abolido el distintivo rojo que, hasta entonces, estaba incorporado al uniforme patriota. El 21 los vecinos de Buenos Aires conocieron la indicación de lucir la escarapela en los sombreros.
Para Belgrano fue un paso más “en la firme resolución en que estamos de sostener la independencia de América”.
¿Cuál es el origen de sus colores? Así como sostienen que el original del acta de la Independencia desapareció, no hay constancia cierta del porqué de la elección y varias son las versiones. ¿Reproduce el color del cielo? ¿Es cierto que responden al color característico de la casa de los Borbones? ¿Es un homenaje al color que usaron los regimientos de Patricios y Húsares en la segunda invasión inglesa? ¿O hay que buscar una explicación en las cintas que French y Beruti repartieron en los convulsionados días de mayo de 1810 para identificar a su gente?
Cuando recibió la respuesta satisfactoria del gobierno por la escarapela, se entusiasmó con la enseña patria. “Siendo preciso enarbolar la bandera, y no teniéndola, la mandé hacer celeste y blanca, conforme a los colores de la escarapela nacional…” explicó.
Al gobierno no le gustó nada la iniciativa. Es que entonces contábamos con el auxilio de Gran Bretaña para lograr el retiro de las tropas portuguesas de la Banda Oriental, siempre y cuando no disgustemos a España, aliada entonces de los ingleses. No era el momento oportuno para tener bandera propia.
Rivadavia le pidió que la escondiese. “La situación exige que nos conduzcamos con la mayor circunspección y medida; haga pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente…”
Belgrano no recibió a tiempo la respuesta. El 1 de marzo había partido para hacerse cargo del Ejército del Norte, en reemplazo de Juan Martín de Pueyrredón.
El 25 de mayo, aprovechando el segundo aniversario de la Revolución, la hizo bendecir en Jujuy por el cura Juan Ignacio Gorriti. Luego, le respondió al gobierno que la destruiría.
Pero los vientos políticos estarían a su favor. El 8 de octubre de 1812 por obra de la Logia Lautaro y de la Sociedad Patriótica cayó el gobierno y asumió el Segundo Triunvirato, que dio un nuevo impulso al movimiento independentista. Entonces el abogado devenido en general, a orillas del río Pasaje, la hizo jurar a las tropas. Desde entonces ese río se llama Juramento. La bandera flamearía en el campo de batalla de Salta y de ahí en más se convertiría en nuestra insignia celeste y blanca. Como la escarapela.