El trágico final de María Antonieta en la guillotina: la condena a “la reina frívola” y su última carta

El 16 de octubre de 1793, hace 230 años, era asesinada la esposa del rey Luis XVI a la entrada de la Plaza de la Revolución -hoy Plaza de la Concordia- ante diez mil personas que esperaban la ejecución. El maltrato que recibió y la desesperación por no poder ver a sus hijos

Guardar
María Antonieta había nacido en Austria y a los 14 años se casó con el futuro rey de Francia
María Antonieta había nacido en Austria y a los 14 años se casó con el futuro rey de Francia

Tenía 37 años pero parecía una mujer de 60. De sus ojos azules y cabellera rubia, atributos de mujer espléndida, centro indiscutido en reuniones y bailes del jolgorio cortesano sin fin, ya nada quedaba. Ahora era una mujer avejentada, resignada, desesperada porque no le permitían ver a sus hijos. Despojada de su vida de lujos, una mesa, dos sillas y un catre era el único mobiliario en la celda miserable sin ventilación en la que la habían encerrado.

Era la antecámara de la muerte. La Conciergerie, o Palais de la Cité, que en otros tiempos había sido residencia de los reyes de Francia, el gobierno revolucionario la había transformado en el centro de reclusión más importante de la ciudad.

Pasaba el tiempo leyendo los diarios de viaje del capitán Cook, que le había alcanzado uno de los carceleros que se había apiadado de ella.

El rey Luis XVI, esposo de María Antonieta. Fue coronado muy joven y sería una víctima más de los revolucionarios
El rey Luis XVI, esposo de María Antonieta. Fue coronado muy joven y sería una víctima más de los revolucionarios

María Antonieta Josefa Ana de Austria, reina a los 18 años, esa “perra austríaca” detestada por la corte, esperaba comparecer ante el tribunal para conocer el veredicto inevitable de muerte. La “sanguijuela de los franceses”, como también le decían, era vigilada constantemente a través de un biombo por guardia cárceles obscenos y borrachos que hacían lo imposible por denigrarla y humillarla.

Había nacido el 2 de noviembre de 1755. Era la hija del emperador Francisco I y de María Teresa. Para los maestros de idioma y de música que acudían al Palacio de Schoenbrunn era un suplicio mantener la atención de esa niña consentida, que ningún capricho se le negaba y que enseguida se aburría. Había una razón para esa educación. A sus 12 años, se la debía formar para ser futura reina de Francia.

Antiguamente un palacio real, los revolucionarios transformaron a La Conciergerie en la cárcel más grande de París. Alli estuvo encerrada María Antonieta
Antiguamente un palacio real, los revolucionarios transformaron a La Conciergerie en la cárcel más grande de París. Alli estuvo encerrada María Antonieta

El 16 de mayo de 1770 se casó en Versalles con Luis Augusto de Francia, Duque de Berry, futuro Luis XVI, al que le faltaban tres meses para cumplir los 16 años. Ella tenía 14.

Los hijos habían demorado en llegar por una imposibilidad física del marido. Primero fue María Teresa, luego Luis José, que murió de tuberculosis a los 7 años; Luis Carlos sería el heredero de la dinastía y por último Sofía Beatriz, que falleció al año de nacer.

Ella frecuentaba diversas amistades, con las que pasaba el tiempo en bailes y en juegos. Se había hecho fama de frívola y derrochadora. Acusaban a la pareja real de estar alejada de la realidad, que cuando el pueblo pasaba hambre ella se empolvaba sus pelucas con harina. Lo cierto es que la pareja era consciente de que eran demasiado jóvenes para reinar.

La llevaron al patíbulo en una carreta, y soportó altiva los insultos y el griterío de una multitud que se había congregado para presenciar su ejecución
La llevaron al patíbulo en una carreta, y soportó altiva los insultos y el griterío de una multitud que se había congregado para presenciar su ejecución

Una estafa urdida por la condesa de La Motte para quedarse con un espléndido collar de diamantes, rubíes y esmeraldas –hecho para madame Du Barry, la favorita del rey Luis XV- alcanzó a salpicarla. Pero a pesar de que era inocente de esta maniobra y los culpables fueron condenados, no se terminarían de despejar las sospechas sobre ella.

Los reyes no dimensionaron la magnitud ni los alcances de la revolución que estalló el 14 de julio de 1789. Al quedar como meros instrumentos de los revolucionarios, planearon fugarse de París, en una iniciativa en la que María Antonieta habría tenido mucho que ver.

La noche del 20 de junio de 1791, siguiendo un plan elaborado por el conde Axel de Fersen, vestidos como una familia aristocrática rusa, huyeron de París por las Tullerías usando una puerta secreta. Pero al día siguiente, en Varennes, fueron descubiertos y encarcelados.

El rey terminó juzgado y guillotinado el 21 de enero de 1793, lo que marcó el comienzo del período más radical de la Revolución Francesa. María Antonieta y sus hijos fueron a prisión en el Temple, donde en los años de fiesta y frivolidad había residido el conde de Artois, hermano del rey.

Le habían permitido estar con su hijo Luis Carlos. Sus carceleros vivían en estado de alerta permanente. En la prisión había partidarios realistas, y temían una fuga. En febrero de 1793 hubo una tentativa de evasión; otra, la del 11 de julio casi culmina en éxito, pero con consecuencias nefastas para la mujer: la separaron de su hijo, al que pusieron en custodia del zapatero Antoine Simón, quien tuvo un trato cruel con la criatura. Cuando el niño era llevado, suplicó a sus captores: “¡Perdonen a mi madre!”. El 8 de agosto la trasladaron a La Conciergerie.

Siempre se mostró altiva, le pidió perdón a su verdugo por pisarle el pie. Cuando fue ejecutada, el verdugo exhibió la cabeza de la mujer a la multitud
Siempre se mostró altiva, le pidió perdón a su verdugo por pisarle el pie. Cuando fue ejecutada, el verdugo exhibió la cabeza de la mujer a la multitud

Allí esperó el juicio: el 3 de octubre había sido acusada de conspirar e intrigar contra Francia, además de arruinar las finanzas del país. El 14 de octubre de 1793 comenzó el proceso que duraría tres días corridos. Hasta la acusaron de incesto y de incluir en perversiones sexuales a su hijo Luis Carlos.

Cuando a las cuatro de la mañana del 16 leyeron el veredicto de condena a muerte, le preguntaron si tenía algo que decir. Ella negó con un simple movimiento de su cabeza.

Fue llevada a la sala fúnebre, donde los condenados esperaban el momento de partir al cadalso. Con una navaja le cortaron los cabellos y el verdugo Henri Sanson -el hijo de quien había ejecutado al rey- se quedó con un mechón.

Se las arregló para escribir una última carta, dirigida a su cuñada: “Es a vos, hermana mía, a quien yo escribo esta última vez. Acabo de ser condenada, no exactamente a una muerte vergonzosa, eso es para los criminales, sino que voy a reunirme con vuestro hermano. Inocente como él, yo espero mostrar la misma firmeza que él en sus últimos momentos. Estoy tranquila como se está cuando la conciencia no tiene nada que reprocharnos, tengo un profundo dolor por abandonar a mis pobres hijos, vos sabéis que yo no vivo más que para ellos, y vos, mi buena y tierna hermana, vos que por amistad habéis sacrificado todo por estar con nosotros, ¡en qué posición os dejo!”

Luego de cerrar el sobre, la colmó de besos e indicó a quién debía ser entregada. Ella no pudo saber que nunca llegaría a su destinatario.

Se negó a confesarse con sacerdotes juramentados con la revolución ya que ninguno le inspiraba confianza. Se lamentó con el abate Girard: “Siento en el alma no poder recibir por vuestro conducto el perdón de Dios, a pesar de que le necesito muy mucho porque soy una humilde pecadora; voy recibir un glorioso sacramento”. “Si, el martirio”, respondió el sacerdote.

Cuando el cura de la prisión le preguntó si deseaba que la acompañase, respondió: “Como usted quiera”. Se quitó su vestido de luto y se lo cambió por uno sencillo de color blanco, una pañoleta del mismo color; una cinta negra que se ató en la frente señalaba su condición de viuda.

A las 11 de la mañana fueron a buscarla. Ella ofreció sus manos y se las ataron a la espalda. Caminando tranquilamente subió a un carro que la llevaría hasta el lugar de ejecución. Una multitud se había apropiado de azoteas, balcones, árboles y calles para verla pasar, insultarla al grito de “muera la austríaca”, en medio de vivas a la República. A lo largo del trayecto, soldados armados mantenían a raya a la gente. Cada ejecución era todo un espectáculo, en el que pululaban vendedores callejeros, comediantes que se burlaban de la condenada y curiosos.

Le costó mantenerse sentada por el bamboleo de la carreta, tirada por un solo caballo, y el viento hizo que sus cabellos fueran como flotando y sus ojos se tornasen rojizos por el frío. “Por lo demás, la muy bribona se mantuvo hasta el final audaz e insolente”, escribieron en un diario al día siguiente.

Desde la terraza del café La Régence en la calle Saint-Honoré, el artista Jacques-Louis David hizo un dibujo de ella. David, amigo de Robespierre, usó su arte para denunciar la injusticia social durante el reinado de Luis XVI.

A la entrada de la Plaza de la Revolución -hoy Plaza de la Concordia- diez mil personas esperaban la ejecución. Vio a un costado las Tullerías y en otro, el cadalso.

Al pie de la escalera, le pidió perdón al verdugo por pisarle el pie. Giró su mirada hacia la torre del Temple, donde estaban encerrados sus hijos, de quienes no le permitieron despedirse. “Adiós, queridos hijos, voy a reunirme con vuestro padre”, dijo.

Sola se arrodilló y el verdugo la empujó hasta que su cuello quedase sobre la báscula. La cuchilla se liberó, la cabeza saltó lejos de su cuerpo y el verdugo, tomándola de los pelos, dio una vuelta por el cadalso, exhibiéndola a la multitud.

Eran las 12 y cuarto. Los restos fueron llevados en una carretilla, con la cabeza entre las piernas, al cementerio de la Magdalena.

Alguien, en la fosa común donde fueron arrojados los cuerpos de la pareja real, plantó dos árboles para poder ubicarlos. Con el regreso de los borbones al poder, desenterraron lo poco que la cal no había desintegrado. Junto a muchos monarcas franceses, descansan en la catedral de Saint Denis, al norte de París, los restos de esa mujer que murió sin poder ver a sus hijos.

Guardar

Últimas Noticias

La batalla de Ayohuma: el error de Belgrano, su renuncia al ejército y la valentía de María Remedios del Valle

Este combate fue un duro revés para el creador de la bandera, que motivó que fuera reemplazado por José de San Martín. Intentó sobreponerse a la derrota en Vilcapugio, pero una mala lectura de los movimientos del enemigo selló su suerte
La batalla de Ayohuma: el error de Belgrano, su renuncia al ejército y la valentía de María Remedios del Valle

Cotagaita: el pánico del jefe de la artillería y un intercambio de disparos en el primer combate por la Independencia

Se produjo el 27 de octubre de 1810, durante cuatro horas, entre tropas del Ejército del Norte y fuerzas realistas. La refriega terminó cuando se agotaron las municiones. Aún así Cotagaita, que sucedió doce días antes de Suipacha, es considerado el primer encuentro armado en las luchas por declararnos independientes
Cotagaita: el pánico del jefe de la artillería y un intercambio de disparos en el primer combate por la Independencia

El sangriento combate de Trafalgar: la muerte de Nelson, el trágico final de Villenueve y el premio al futuro virrey Cisneros

Frente a las costas de Cádiz se desarrolló el 21 de octubre de 1805 una batalla naval de proporciones entre la flota británica contra una francesa y española. Napoleón se jugaba el predominio de toda Europa y Gran Bretaña estaba dispuesta a desbaratar sus planes
El sangriento combate de Trafalgar: la muerte de Nelson, el trágico final de Villenueve y el premio al futuro virrey Cisneros

El final de Roca, lejos de la política: los viejos romances que extrañaba y sus últimos tiempos dedicados a la familia y amigos

Fue dos veces presidente y pasó sus últimos años con largas temporadas en Europa. Cuando regresaba se recluía en alguna de sus estancias para esquivar al ambiente político a sabiendas de que, muerto Bartolomé Mitre, era la figura de mayor relevancia en el país. El último Julio A. Roca, a 110 años de su muerte
El final de Roca, lejos de la política: los viejos romances que extrañaba y sus últimos tiempos dedicados a la familia y amigos

De poblado precario a ciudad próspera: los difíciles comienzos de los gauchos judíos en la “Jerusalén Argentina”

Los habitantes de Moisés Ville cuentan orgullosos que es la primera colonia judía agrícola organizada de nuestro país. Sin embargo, antes de su transformación, en sus inicios sus pobladores sufrieron toda clase de privaciones y abandonos. Historia de una verdadera epopeya de quienes escapaban de los progroms de Rusia
De poblado precario a ciudad próspera: los difíciles comienzos de los gauchos judíos en la “Jerusalén Argentina”