El viaje que Domingo Faustino Sarmiento realizó a los Estados Unidos por 1847 fue fundante en varios sentidos. Allí se vinculó con Horace Mann, un reconocido político y educador, impulsor de la escuela pública y creador de la escuela normal, sistema que el sanjuanino aplicaría años después en nuestro país. Gracias a Mann y a su esposa Mary Peabody, Sarmiento conoció a personalidades de la talla de Ralph Waldo Emerson y Henry Longfellow.
Cuando Horace Mann falleció en 1859 víctima de la fiebre tifoidea, el futuro presidente continuó contando con la ayuda de la viuda. Fue ella la que impulsó el reclutamiento de maestras norteamericanas que llegaron a Argentina a trabajar. En una reunión celebrada en Cambridge, en 1865, Mary le presentó a una persona muy particular llamado Benjamin Althrop Gould.
Era un hombre fuera de lo común. Nacido en Boston el 27 de septiembre de 1824, a los tres años Gould ya leía de corrido, a los cinco recitaba de memoria textos en latín y su formación hizo honor a su profesión: fue meteórica. A los 19 años ya se había graduado en Física y Matemática en la Universidad de Harvard. Se transformaría en director del primer observatorio astronómico que tuvo la Argentina, el tercero en todo el mundo, y manejaría también, en una dependencia adyacente, la primera Oficina Meteorológica, votada por el Congreso.
Cuando en 1863 el presidente Abraham Lincoln creó la Academia de Ciencias, Gould fue uno de sus 50 miembros. Conocerlo a Sarmiento, mientras el argentino se desempeñaba como ministro plenipotenciario en Estados Unidos, marcaría buena parte de su vida profesional.
El científico, que ya contaba con algunos años de estudio y perfeccionamiento en Europa, le pidió ayuda para armar una expedición al cono sur de América. El argentino estuvo de acuerdo pero con la condición de que instalase, en el país un observatorio nacional, lo que dejaba en claro que la preocupación del futuro presidente no se limitaba a la educación, sino que incluía el conocimiento científico, el desarrollo industrial y las ciencias.
Desde 1866 insistía en la necesidad de que el país contase con un observatorio y eligió a Córdoba para instalarlo. Esa provincia sería clave en la política de desarrollo sarmientino. El 15 de octubre de 1871 inauguró la primera exposición industrial, ya que la ciudad de Buenos Aires estaba jaqueada por la epidemia de fiebre amarilla. Entonces se expusieron productos argentinos y se comenzó a hablar de la minería como una industria de progreso. Ese mismo mes se habilitó la línea ferroviaria entre la capital provincial y el centro minero de La Calera. Una semana después empezó a funcionar el observatorio astronómico.
El científico norteamericano descubrió, mientras se dedicaba al estudio de los planetas y las estrellas, que las mediciones climáticas en el país eran casi desconocidas y no existían datos para desarrollar estudios. Así se lo explicó por carta a Nicolás Avellaneda, ministro de Instrucción Pública de Sarmiento. El gobierno le encargó que armase un proyecto.
Fue así que el 4 de octubre de 1872, en una dependencia del observatorio, abrió la primera oficina meteorológica, precursora del actual Servicio Meteorológico Nacional. Era el tercero en todo el mundo. El primero era el de Hungría, de 1870 y el segundo el de Estados Unidos, de 1871.
La Oficina Meteorológica se creó a través de la ley 559, “con el objeto de formar un sistema regular de observaciones en toda la República”. Gould fue su primer director, quien había llegado en 1869 y se estableció en su país junto a su familia. Antes de radicarse, estuvo en Europa donde adquirió el instrumental necesario. Lo secundó un secretario, encargado de los trabajos de cálculo.
Trabajaba con cuatro ayudantes -Eugenio Bachmann, Walter Gould Davis, su sobrino y asistente, Chalmers William Stevens, que moriría por un rayo en 1884, y Egelberto Guterman- con los que se dedicó a la determinación de la posición y brillo de las estrellas visibles a simple vista. De esta investigación nació el trabajo Uranometría Argentina, publicado en 1877.
“Ruda labor de crearlo todo en Córdoba”, lo elogió Sarmiento. “El observatorio es el benjamín de la astronomía moderna”, aseguró el entonces presidente.
El gobierno destinó 6500 pesos para la compra de equipos, 300 pesos para la instalación y un presupuesto mensual de treinta pesos fuertes.
La Oficina Meteorológico dependía del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Cubrían un área de 16 grados de latitud y 13 de longitud. Las observaciones se realizaban tres veces por día, a las siete, a las dos de la tarde y a las nueve de la noche. Se medía la temperatura, la presión atmosférica, la dirección y la fuerza del viento, el caudal de lluvias y el grado de nubosidad.
El termómetro, orientado al sur, estaba al aire libre, en un espacio abierto y lejos de obstáculos que impidiesen la circulación del aire. También se contaba con un psicrómetro, o termómetro mojado, que medía la humedad; un barómetro había sido ubicado cerca de una ventana aunque alejado del sol y de las corrientes de aire, y una veleta, a unos tres metros de altura, que marcaba los puntos principales de la rosa náutica. Completaba el equipamiento un pluviómetro con una capacidad entre tres y cuatro litros.
En 1901 la Oficina Meteorológica se trasladó a la ciudad de Buenos Aires, a pesar de las protestas y presiones para que permaneciese en Córdoba. En 1902 se elaboró la primera carta del tiempo, dos años después el primer pronóstico que a partir de 1915 tendrían una frecuencia semanal y en 1912 abrió una dependencia encargada de la estadística de lluvias.
Para 1875 la oficina contaba con una veintena de observadores y planeaban entonces duplicar ese número.
La estadía de Gould en el país se vio empañada por dos hechos desgraciados: en 1874 murieron ahogadas en el río Suquía sus dos hijas mayores y en 1883 falleció su esposa.
El 24 de enero de 1885 renunció, y fue reemplazado por su sobrino Davis. Falleció en Boston el 26 de noviembre de 1896.
Cuando Charles Darwin falleció en 1882, Sarmiento pronunció una conferencia el 30 de mayo de ese año, defendiendo la teoría de evolución de las especies. Se habían conocido muy de jóvenes, cuando el naturalista estuvo en estas tierras por 1833 y cruzó a Chile, donde el joven sanjuanino estaba exiliado. Ambos se admiraron.
En varios pasajes de esa conferencia, Sarmiento no ahorró elogios hacia Gould: “honor a nuestro astrónomo Gould, que ha terminado el inventario de Hiparco, y restablecido su movimiento a las estrellas, como Copérnico a la tierra”, expresó. Lejanos tiempos en que las cosas se veían con mayor claridad.
Fuentes: Tomo Progresos Generales – Visitas Económicas – Domingo F. Sarmiento; Instrucciones para Observaciones Sistemáticas, 2ª ed, Buenos Aires 1875; Repositorio Digital Universidad Nacional de Córdoba; Museo Histórico Sarmiento.