La tarde del 5 de julio de 1807 los británicos ya habían aceptado la capitulación. El teniente coronel Henry Cadogan, del 95 de Rifleros, preguntaba a cuál regimiento pertenecían los soldados que llevaban un escudo de paño grana en su brazo izquierdo, que se habían batido con increíble arrojo desde los techos y ventanas del Real Colegio de San Carlos. Eran los hombres de Legión de Patricios Voluntarios Urbanos de Buenos Aires y habían tenido su bautismo de fuego.
Cuando se reconquistó la ciudad el 12 de agosto de 1806, se llamó a todas las fuerzas vivas de la ciudad porque se descontaba que los británicos tomarían revancha de la derrota. Lo primero era organizar una junta de guerra que debía evaluar el número de tropas con que se debería contar para defender como correspondiese la ciudad.
Además se resolvió que el virrey delegase el mando militar en Santiago de Liniers, el héroe del momento, cosa que SobreMonte debió hacer a regañadientes el 28 de agosto.
Liniers sabía que no podía contar con muchos de los oficiales. Con el prestigio por el piso por el papelón de permitir que 1400 ingleses se apoderasen de una ciudad de 40 mil habitantes, se le ocurrió aprovechar el entusiasmo contagioso de la victoria que había en la población.
El 6 de septiembre alentó a los vecinos a agruparse en cuerpos según sus provincias de origen. Tres días después expresaba que “ninguna persona en estado de tomar las armas dejará de asistir sin justa causa a la citada reunión, so pena de ser tenida por sospechosa y notada de incivismo”.
Cada uno debía presentarse un día y a una hora determinada, según su lugar de procedencia, siguiendo la convocatoria que se hizo desde la Fortaleza. Miles se anotaron.
De esta forma nacieron varias unidades militares. Con un poco más de 1200 hombres se conformaron tres batallones y se le dio forma a la “Legión de Patricios Voluntarios Urbanos de Buenos Aires”. Formado por hombres de la ciudad, jornaleros, artesanos y gente humilde, armados con fusiles de avancarga y bayoneta, mientras que los oficiales usaban sable. San Martín de Tours fue su patrono.
El uniforme estaba compuesto de una casaca azul, pantalón blanco y botas altas a la rodilla. Bandoleras para llevar el talí del lado izquierdo y la de la derecha una canana para los cartuchos del fusil. Completaba un moño rojo y la característica galera con pluma blanca.
La tradición cuenta que cuando se incautó un barco inglés, su bodega estaba repleta de galeras y pantalones, y que alguien decidió que fueran para los Patricios.
La bandera que los identificaría es un paño blanco con una cruz roja de San Andrés. En cada uno de sus extremos el escudo de la ciudad de Buenos Aires.
También nacieron los Arribeños, donde 540 hombres del interior, de las provincias “de arriba” se repartieron en nueve compañías; Patriotas de la Unión, de 455 hombres, costeado por el cabildo; el de Indios, Pardos y Morenos destinado a la artillería pesada; los Húsares, con tres escuadrones. Completaba la fuerza militar el Escuadrón del Cuerpo de Carabineros de Carlos IV, el de Migueletes, el de la Maestranza de Artillería, el Cuerpo de Quinteros, el de Esclavos, a los que se armó con lanzas y cuchillos, la Compañía de Granaderos de Infantería y el Batallón de Marina. Los integrantes de estas unidades eran americanos.
Por su lado, los españoles formaron cinco tercios o cuerpos, y cada uno tenía el nombre de la provincia de dónde eran originarios: Gallegos, Andaluces, Catalanes o Miñones, Vizcaínos y Montañeses o Cántabros de la Amistad.
Todo se hizo a los ponchazos, ya que las arcas estaban prácticamente vacías. Los ingleses, cuando se apoderaron de Buenos Aires en 1806, se habían llevado a Londres los más de cuatro millones de pesos fuertes y demás fondos que el virrey SobreMonte intentó poner a salvo.
Gracias a las gestiones del cabildo, tanto de Lima como de Chile vinieron armas, municiones y pólvora. Había que reemplazar a los viejos cañones que se tenía, que los había usado Pedro Cevallos en 1777.
De buenas a primeras la ciudad parecía un gran campamento militar, donde veían adiestrarse los ciudadanos en los rudimentos del arte de la guerra.
En Patricios, como cuerpo de milicia, fue la misma tropa quien tenía la prerrogativa de votar por quienes serían sus jefes, decisión que entusiasmó a los hombres. Hubo una primera votación en la sede del Consulado, donde resultaron los más votados Cornelio Saavedra, Esteban Romero y José Domingo Urien. Al día siguiente, en el patio del fuerte, con la presencia de Santiago de Liniers, hubo otra, donde los electos el día anterior fueron reconfirmados.
De esta forma Saavedra pasó ser el comandante del primer batallón, Romero del segundo y Urien del tercero. Por una vieja tradición, el jefe del primer batallón era el de la unidad. Llegaron a ser 1395 hombres, repartidos en 23 compañías de cincuenta hombres cada una.
Cornelio Saavedra había nacido en Potosí el 15 de septiembre de 1759 y pertenecía a una familia de holgada posición económica. En 1788 se había casado con su prima hermana, María Francisca Cabrera y Saavedra, una viuda que heredó una fortuna. En 1798 cuando su esposa falleció se casó con María Saturnina Bárbara Otárola del Ribero, cuyo padre era uno de los comerciantes más ricos de Buenos Aires.
En 1797 Saavedra, que no tenía antecedentes en la milicia, comenzó su carrera política cuando ingresó al Cabildo y construyó una trayectoria que era respetada por los milicianos. “Patricios de Buenos Aires, nuestro espíritu no tiene hermandad con el abatimiento y en valor y lealtad ante nada ceden”, decía.
Esteban Romero, 52 años, comandante del segundo batallón, era un comerciante que había combatido en la reconquista. En el nacimiento de Patricios, colaboró no solo en su organización, sino también en su financiación. Se alejó del regimiento cuando se negó a reprimir a su propia gente durante el motín de las trenzas. Y José Domingo Urien, 36 años, había sido militar en sus inicios y que luego también se dedicó al comercio.
En esa unidad sobraban los nombres que iban a sobresalir en los años siguientes: Manuel Belgrano, que fue sargento mayor y luego su jefe; Medrano, Chiclana, Díaz Vélez, Montes de Oca, Pico, Alberti, López y Planes, quien era un joven teniente de la tercera compañía del primer batallón.
Su primer cuartel fue en el de la Ranchería, en la esquina de las actuales calles Perú y Moreno.
Desde la segunda invasión inglesa, Patricios estuvo en todas. Desde la represión de la revuelta en Chuquisaca en 1809; hizo sentir su peso en la semana de Mayo de 1810; estuvo en las campañas al Paraguay y a la Banda Oriental. Integró el Ejército del Norte y peleó en innumerables combates como Suipacha, Tucumán, Salta, Vilcapugio. También se batió en la guerra del Brasil, en el bloqueo anglo francés al Río de la Plata y su valor fue reconocido en el combate de la Vuelta de Obligado, y peleó en la guerra de la Triple Alianza.
En el Atlántico Sur
Durante la guerra de Malvinas, la Compañía de Infantería A, que fue agregada al Regimiento de Infantería Mecanizado 6, como Compañía C de esa unidad, llegó a las islas el 13 de abril. La segunda y tercera Sección se integraron al Regimiento de Infantería 25, y la Primera, y la sección Apoyo, fueron asignadas a la defensa del aeropuerto. Su jefe era el capitán Humberto Pascualetti.
En la noche del 8 de junio enviaron una unidad de mortero 120 mm a Monte Harriet y un grupo de ametralladoras a Monte Longdon, al mando del cabo primero Ramírez. Las ametralladoras se sumaron a la tercera sección de la compañía B del Regimiento de infantería 7. Ellos enfrentaron el grueso del ataque del Regimiento 3 de Paracaidístas. En un bombardeo en la madrugada del 12 de junio murió el soldado Claudio Bastida, y fue herido su compañero Daniel Orfanotti mientras operaban una de las ametralladoras.
Bastida, que había nacido en Hurlingham en 1963, pudo exceptuarse ir a la guerra por ser único sostén de familia -su papá había fallecido en 1979- pero eligió ir a Malvinas, como abastecedor de ametralladora.
Sus restos, identificados en 2018, descansan en el sector B fila 3 tumba 6 en el cementerio de Darwin. Su rostro forjado en hierro es el centro de un monumento erigido en su honor en el regimiento, que fue inaugurado el 12 de junio de 2009.
El actual jefe del regimiento, el coronel Martín Baroni destacó a Infobae que “Patricios estuvo desde Cotagaita, en el Alto Perú hasta en la Antártida, cuando en la reciente visita presidencial estuvo el sargento primero músico Nicolás Cudemo. Es la primera vez que un integrante de la unidad participó en visita oficial en el continente blanco”.
Baroni acotó que en el regimiento se conserva el bastón de mando de Saavedra, su billetera y una réplica del sable de Belgrano, quien siempre tuvo un especial aprecio por los Patricios, ese regimiento que apenas formado, llamó la atención del invasor inglés por su bravura y arrojo.