Iba de un lado para el otro como si el tiempo no le alcanzase. Caminaba casi corriendo y los que le querían hablar debían acostumbrarse a hacerlo a paso vivo a su lado. En marzo de 1812 Manuel Belgrano se había hecho cargo del Ejército del Norte, en reemplazo de Juan Martín de Pueyrredón, y sabía que no había tiempo para perder. Su ejército estaba mal armado, y fuerzas españolas, que se habían apoderado de Cochabamba, marchaban hacia La Quiaca.
Según había ordenado el virrey José Fernando de Abascal, las fuerzas del peruano Pío Tristán -compañero de estudios de Belgrano en Salamanca- debían avanzar hacia Salta con 2.000 hombres, dejar 1.000 en Suipacha y con destacamentos de 500 soldados realizar incursiones en Tucumán.
Lo primero que hizo el creador de la bandera fue poner orden a su ejército. Organizó la infantería en dos batallones, el 6°, el Cazadores del Perú y el cuerpo de Pardos y Morenos; unió a los Dragones y a los Húsares de la Patria y armó la Caballería Provisional del Río de la Plata. Además, al mando de Eustoquio Díaz Vélez, su segundo comandante de 29 años, formó el Escuadrón de caballería Patriotas Decididos compuesto por unos 200 voluntarios jujeños, en edades que iban de los 16 a los 35 años. Completaban ese ejército unos sesenta jinetes de la Partida de Observación a cargo de Martín Miguel de Güemes. Creó una compañía de Guías, un hospital y un tribunal militar. La artillería era muy limitada y suplió la falta de bayonetas con lanzas.
Sus pedidos de armas y equipamiento que insistentemente hacía a la lejana Buenos Aires caían en saco roto. “¿Se puede hacer la guerra sin gente, sin armas, sin municiones, sin pólvora siquiera?”, se preguntó en una de las cartas a Bernardino Rivadavia, secretario del Primer Triunvirato.
Como respuesta, obtuvo la orden de replegarse hacia el sur y que se hiciese fuerte en Córdoba. La frontera norte quedaría desprotegida.
Para levantar el ánimo de los hombres, el 25 de mayo de ese año hizo bendecir por el cura Juan Ignacio Gorriti, capellán del ejército, la bandera que había creado en las barrancas del río Paraná a comienzos de ese año. El 3 de junio Belgrano cumplió 42 años.
Ante la amenaza del ejército español, y su inminente incursión sobre la quebrada de Humahuaca, Belgrano dispuso evacuar las poblaciones de Salta y Jujuy, llevándolas hacia el sur, junto con el ganado, alimentos, cosechas y todo lo que pudiera ser de utilidad al enemigo. Ya lo había padecido en carne propia cuando hizo la campaña al Paraguay, cuando en su marcha solía hallar solo tierra arrasada.
El 29 de julio de 1812 puso en marcha su plan que todo el mundo conoció como el éxodo, un término acuñado décadas más tarde. Belgrano se refería a esta operación como “retirada” o “marcha retrógrada”.
A las cinco de la tarde del domingo 23 de agosto de 1812 se retiró el ejército. Belgrano fue el último en abandonar la ciudad, al filo de la medianoche y alcanzaría al grueso de su fuerza a las tres de la mañana.
Fueron días extenuantes de marcha, por un camino cercano a la actual traza de la ruta nacional 34. Cubrieron unos 300 kilómetros hasta llegar a Tucumán.
Mientras tanto, los realistas ya habían transitado la quebrada de Humahuaca y dispusieron que los coroneles Llanos y Huici persiguieran al ejército de Belgrano para aniquilarlo.
Todos los días la retaguardia patriota, al mando del mayor general Díaz Vélez, que tenía la orden de no dar combate, sufría las escaramuzas con fuerzas españolas.
El choque en serio se produjo el jueves 3 de septiembre a las dos de la tarde, cuando las fuerzas de Díaz Vélez, que estaban a dos leguas del grueso del ejército, fueron atacadas por una avanzada española. El jefe patriota ordenó desmontar y defenderse en un bosque cercano, cosa que en un primer momento dio resultado.
Pero los españoles, al mando del coronel Agustín Huici volvieron a atacar con unos 600 hombres –”con tanta furia”, describiría Belgrano- que a los patriotas no les quedó otra que escapar, dejándole al enemigo diez carretas, un par de cañones y un centenar de fusiles. Además perdieron cien hombres, entre muertos y prisioneros.
Rápido de reflejos, Belgrano decidió enfrentar al enemigo en la margen sur del río Las Piedras. Sabía que no tenía tiempo.
Huici no esperó refuerzos y encabezó una arremetida en los que se confundían sus soldados con los patriotas que volvían corriendo luego de la escaramuza anterior. Cuando Belgrano los vio venir, los recibió con fuego de artillería, que estaba al mando del militar y botánico austríaco Barón de Holmberg, de 34 años, y los españoles detuvieron su avance.
Decidió pasar a la ofensiva con tres columnas. La de la derecha al mando del capitán de origen francés Carlos Forest, de 25 años, con 100 cazadores y dos cañones; la de la izquierda el comandante Miguel Aráoz estaba al frente de 100 fusileros del batallón de Pardos y Morenos, y en el centro mandó la caballería de dragones al mando de Gregorio Aráoz de La Madrid, un tucumano de 17 años.
Las fuerzas arremetieron de tal forma que provocaron un avance arrollador donde los españoles terminaron siendo los perseguidos dejando, según el parte elaborado por Belgrano -que aparentemente agrandó los números- 60 muertos en el campo de batalla. Tuvieron 40 prisioneros y perdieron 150 fusiles. Los patriotas acusaron nueve muertos, entre ellos el capitán Manuel Mendoza.
El coronel Huici escapó por el Camino de las Postas y viendo que el trayecto estaba despejado, entró al poblado de Trancas, ubicado en el norte de Tucumán. Cuando a las cuatro de la tarde junto a un portaestandarte y un capellán desmontaban para entrar en una casa, fueron tomados prisioneros. Antes que llegasen los españoles, se apuraron a llevarlo a San Miguel de Tucumán, donde llegaron a medianoche.
Huici tenía la fama de ser cruel y despiadado. Por eso Pío Tristán le escribió el 15 a Belgrano solicitándole que fuera tratado correctamente, y le mandó 50 onzas de oro para cubrir los gastos. La carta estaba encabezada con la ampulosa denominación de “Campamento del Ejército Grande”.
Belgrano le respondió dos días después. Dijo que el oficial sería tratado con consideración, como lo hacían con todos los prisioneros, y le devolvió el dinero. Encabezó la respuesta con un “Campamento del Ejército Chico”.
Huici fue trasladado detenido a la provincia de San Luis. Luego de algunas tentativas de escape, falleció en prisión en 1816.
El enfrentamiento de Las Piedras -que es mencionado en el Himno escrito por Vicente López y Planes- sirvió para levantar la moral de las tropas y que los españoles se muevan con más cautela. El 24 de septiembre derrotaría a los españoles en la batalla de Tucumán y luego del triunfo de Salta, en febrero del año siguiente, aseguraría la frontera norte.
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