San Antonio de Padua: “el azote de los corruptos” y el día que miles de peces escucharon su sermón

Nació en Lisboa como Fernando Martins de Bulhões. Cómo fue su acercamiento a la Iglesia y su contacto con San Francisco de Asís. Y e texto de oración de exorcismo grabado en la base del obelisco de la plaza San Pedro de Roma

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Su nombre de pila era Fernando Martins de Bulhões, su ciudad natal Lisboa y sus orígenes adinerados y aristocráticos
Su nombre de pila era Fernando Martins de Bulhões, su ciudad natal Lisboa y sus orígenes adinerados y aristocráticos

Para los fieles católicos (y para otras denominaciones cristianas también) la figura de san Antonio de Padua es alguien cercano y fácilmente reconocible. Es celebrado con grandes fiestas el 13 de junio de cada año fecha de su fallecimiento. Genera más devoción que el santo fundador de la orden a la que perteneció: san Francisco de Asís, quien goza de reconocimiento aún entre los no cristianos. San Antonio, para el imaginario colectivo, es un santo lleno de bondad y compasión, lo cual sin duda lo fue. Pero esa es solo una pequeña parte de la historia, Antonio fue el azote de los corruptos de su tiempo sean clérigos o laicos. Su prédica era incansable.

Pocas cosas se conocen con certeza sobre la infancia de Antonio de Padua conocido en Portugal como Antonio de Lisboa o también, en algunas regiones como Antonio de Forlí. Su nombre de pila era Fernando Martins de Bulhões, su ciudad natal Lisboa y sus orígenes adinerados y aristocráticos. Su madre se llamaba María Teresa Taveira y su padre Martino Alfonso de Buglioni (Martim o Martinho Afonso de Bulhões), caballero del rey y, según algunos, descendiente de Goffredo di Buglione.

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Los historiadores disputan la fecha de su nacimiento, aunque la mayoría está de acuerdo en el 15 de agosto de 1195. Esto se calcula restando a la fecha de la muerte, 13 de junio de 1231 que son los años mencionados en el “Liber miraculorum” un escrito de mediados del siglo XIV. La biografía más antigua fue compilada por un fraile anónimo en 1232 sobre la base de información recibida del obispo Soeiro Viegas, obispo de Lisboa desde 1210 hasta 1232. Esta obra, conocida como “Vita prima” o “Assidua” da cuenta de la poca información disponible sobre sus primeros años.

Antonio de Padua arranca su camino en la Iglesia

En 1210, a la edad de quince años, decidió incorporarse a los canónigos regulares de san Agustín de la Santa Cruz del monasterio de São Vicente de Fora en Lisboa. Prefiriendo un mayor recogimiento, obtuvo el traslado al monasterio de la Santa Cruz en Coímbra, capital de Portugal tenía solo 17 años. El monasterio era muy grande y habitaban en él unos setenta canónigos. Aquí probablemente fue ordenado sacerdote y como era versado en las Sagradas Escrituras y en la predicación se le pronosticó una carrera dentro de la Orden. Permaneció en el monasterio unos ocho años y se dedicó al estudio teológico. Pero dos hechos cambiaron en curso de la historia de Fernando para siempre: en encuentro con unos mártires y una tormenta.

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En 1219 Francisco de Asís preparó una expedición misionera a Marruecos, con la intención de convertir a los musulmanes de África. Los miembros de la expedición eran Berardo, Ottone, Pietro, Accursio y Adiuto, los tres primeros sacerdotes y los otros dos hermanos legos. Estos fueron martirizados en África y trasladaron sus restos a Europa, ingresando por Portugal. Ahí Fernando pudo comprobar que la entrega debe ser total, al punto del martirio, ese fue el primer golpe y comenzó a pensar en ingresar en esta nuevo orden creada por el hermano Francisco en Asís el cual presentaba una nueva y revolucionaria manera de vivir el evangelio y la vida comunitaria.

Una escultura de San Antonio de Padua de Jiutepec, México (Foto: SRE)
Una escultura de San Antonio de Padua de Jiutepec, México (Foto: SRE)

Los primeros discípulos de Francisco, llegarán a Portugal y se instalaran en las cercanías de la ermita de Olivais en Coimbra dedicada a san Antonio Abad, el padre del monacato oriental. Fernando siente un impulso tan grande que no puede ya estar más en el monasterio de la santa Cruz y solicita salir de la orden agustina, para ingresar a los franciscanos. Hablará para ello con Fray Giovani Parenti, el cual era el superior de los franciscanos en Portugal, y es recibido en esta comunidad, pero cambiará su nombre, como un claro signo del cambio de vida y tomará el nombre de la ermita donde se encontraban los franciscanos: Antonio.

Con inusitado entusiasmo solicita que lo envíen a misionar a Marruecos, y así lo hace acompañado de Filippino di Castiglia. Al llegar a tierra cae gravemente enfermo y debe volver. El barco con el cual regresaban a Portugal, topó con una tormenta que lo lleva hasta la costa de Italia, al este de Sicilia donde naufraga. Rescatados por unos pescadores, son llevados al convento más cercano de los franciscanos, y allí se anoticia que Francisco desea reunir a todos los hermanos, con motivo de Pentecostés y allí irá Antonio.

Era la fiesta de Pentecostés de 1221 y Antonio participó junto con unos 3000 frailes del capítulo general de Asís, Allí vio y escuchó en persona a Francisco. Esta reunión pasará a la historia como “El capítulo de las esteras” dado que eran tanto los frailes que tuvieron que dormir sobre la tierra. El Capítulo duró toda la octava de Pentecostés del 30 de mayo al 8 de junio de 1221. Cuando casi todos habían partido para regresar a sus lugares de origen, Antonio fue el único que quedaba sin destino específico, pero su personalidad no pasó inadvertida por fray Graziano, quien apreciando sobre todo la humildad y profunda espiritualidad de Antonio, decidió llevárselo consigo y lo destinó a la ermita de Montepaolo, no lejos de Forlí, donde ya vivían seis frailes.

Llegó aquí en junio de 1221 con los demás cohermanos y permaneció allí durante un año dedicándose a la vida sencilla, al trabajo humilde, a la oración y a la penitencia. En la segunda mitad de 1222 la comunidad franciscana descendió al valle para asistir a las ordenaciones sacerdotales en la catedral de Forlí. Y fue allí donde, no por gusto sino por obediencia, tuvo que predicar dado que nadie de los sacerdotes presentes se animaba. Al hacerlo todos admiraron su don para la predica, la cual había ocultado hasta ese momento.

Su vuelco a predicar

Viniendo de Montepaolo, comenzó su nuevo destino predicando en los pueblos y ciudades de la Romaña en un momento marcado por la continua guerra de guerrillas. Junto a las instancias morales, Antonio se dedicó a predicar contra los cristianos heterodoxos, herejes. En ese momento, los movimientos más importantes considerados heréticos fueron los cátaros (es decir, los puros), también llamados albigenses, por el nombre de la ciudad de Albi en el sur de Francia.

Una imagen de San Antonio de Padua en las manos de un creyente (HILDA RIOS /CUARTOSCURO.COM)
Una imagen de San Antonio de Padua en las manos de un creyente (HILDA RIOS /CUARTOSCURO.COM)

Llegando a Bolonia Antonio recibe una carta del mismo Francisco de Asís. Le pedía que predique y enseñe teología: “A fray Antonio, fray Francesco desea salud. Me gusta que enseñes teología a nuestros hermanos, con tal de que, por tal estudio, no se apague en ellos el espíritu de santa oración y devoción, como está prescrito en la regla”. Según la tradición o la leyenda aurea fue en Bolonia donde uno de sus alumnos le escondió su libro de Salmos sin que se enterara, para hacerle una broma. Antino, como no daba con el libro para realizar sus oraciones, rezó para encontrarlo. El joven lo vio rezando con tanta unción por el libro de salmos, que le dijo donde lo había escondido para hacerle una broma”. Ese libro se conserva en la actualidad en el convento franciscano de Bolonia. Desde entonces, los creyentes rezan al Santo de Padua para encontrar objetos perdidos.

Antonio prosiguió su camino de predica y recorrió sitios como l’Emilia- Romaña, la Marca Trevigiana, la Lombardia y la Liguria. Aparentemente será en Rimini, donde había una gran comunidad cátara que no desea escuchar la predica de Antonio. Observa que los templos están vacíos y que nadie desea escucharlo, entonces va a la orilla del mar, la gente lo sigue pensando que ante el fracaso de su prédica se suicidaría tirándose al agua. Pero no ocurrió eso, ante los ojos atónitos de los habitantes incrédulos de Rimini Antonio grita frente al mar: “Convoco a todos ustedes peces del mar y del río, a oír la palabra de Dios, ya que nadie de este pueblo desea hacerlo”.

Apenas hubo dicho estas palabras, de repente una multitud tan grande de peces se acercó a la orilla en la que se encontraba, que nunca antes se habían visto tantos ni en ese mar ni en ese río. Todos mantuvieron la cabeza fuera del agua y miraron con atención el rostro de Antonio. Todos estaban dispuestos en perfecto orden y de la forma más tranquila, los más pequeños al frente cerca de la orilla, después de ellos venían los un poco más grandes, y por último, donde el agua era más profunda, los más grandes.

El sermón de los peces

Antonio prosiguió el sermón a los peces y concluyó el mismo diciendo: “Bendito sea el Dios eterno, porque los peces del mar le glorifican más que los hombres sin fe, y los animales sin razón escuchan su palabra con mayor atención que los habitantes de esta ciudad”. Al ver este prodigio, loa habitantes de Rimini, suplicaron que en nombre de Dios le perdonara y Antonio se quedó con ellos el tiempo necesario para que la ciudad vuelva a la fe. También en esta ciudad ocurrido el “milagro de la Mula” y Donato Bramante construirá en 1578 una pequeña capilla octogonal marcando el lugar del milagro. Antonio llegó a Francia a finales del otoño de 1224 y en Toulouse y Bouges, según narra la tradición, se replicará el milagro de la Mula en su lucha contra los albigenses y la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

En noviembre de 1225, es convocado por el primado de Aquitania, el arzobispo Simone d Sully para evaluar la situación de la Iglesia francesa y pacificar las regiones del sur. Grande fue la sorpresa del arzobispo que el lugar de escuchar de Antonio constantes reproches para el pueblo, el sermón es solo dirigido para el arzobispo al cual le dice: “…ahora tengo que decirte una palabra arzobispo Simone, que estás sentado mitrado en esta catedral... El ejemplo de vida debe ser el arma de persuasión; sólo los que viven según lo que enseñan echan la red con éxito...”.

Llegando a Bolonia Antonio recibe una carta del mismo Francisco de Asís. Le pedía que predique y enseñe teología
Llegando a Bolonia Antonio recibe una carta del mismo Francisco de Asís. Le pedía que predique y enseñe teología

No se sabe cómo llego Antonio de Francia a la actual Italia, pero llegó a Asís el 30 de mayo de 1227, fiesta de Pentecostés y día de apertura del Capítulo general, en el que se elegiría al sucesor de Francisco, quien había fallecido el 4 de octubre de 1226. Y será elegido como sucesor Fray Giovanni Parenti, que fue quien le diera el hábito Franciscano en Portugal. Lo nombró ministro provincial para el norte de Italia; en la práctica, la segunda posición en importancia después de la suya.

Antonio tenía 32 años. Los próximos cuatro serán los más importantes para su legado espiritual. Aunque el encargo significó para Antonio la visita de los ya numerosos conventos del norte de Italia; Milán, Venecia, Vicenza, Verona, Ferrara también visito Trento, Brescia, Cremona y Varese. Entre todas estas ciudades, sin embargo, Antonio eligió el convento de Padua como su residencia permanente cuando no estaba de viaje.

Seguirá predicando contra la decadencia del clero de esa época. En uno de sus sermones Antonio hace referencia a l vida de los obispos: “La vida del prelado debe resplandecer con íntima pureza, debe ser pacífica con sus súbditos, a quienes el superior debe reconciliar con Dios y entre ellos; modesto, es decir, de moral intachable; lleno de bondad hacia los necesitados. En efecto, los bienes de los que dispone, salvo lo necesario, pertenecen a los pobres, y si no los da con generosidad, es un ladrón, y como ladrón será juzgado. Debe gobernar sin duplicidad, es decir, sin parcialidad, y cargarse con la penitencia que correspondería a otros... Los prelados platean sus palabras con la humildad de Cristo, mandando con bondad y amabilidad, con previsión y entendimiento. Porque no en el viento fuerte, no en la sacudida del terremoto, no en el fuego está el Señor, sino en el susurro de una brisa suave está el Señor”.

Y continuo su prédica contra usura: “Raza maldita, se han hecho fuertes e innumerables sobre la tierra, y tienen dientes de león. El usurero no respeta ni al Señor ni a los hombres; sus dientes están siempre en movimiento, atentos a robar, mutilar y tragar los bienes de los pobres, huérfanos y viudas... Y mira las manos que se atreven a dar limosna, manos que chorrean la sangre de los pobres. Hay usureros que ejercen su profesión en secreto; otros abiertamente, pero no en gran manera, para parecer misericordiosos; finalmente, otros, pérfidos, desesperados, son muy abiertos y hacen su trabajo a la luz del sol”

La gente concurría por cientos a escucharle al punto tal que tuvo que predicar desde un árbol, dado que no había ningún templo tan grande para poder recibir a tanta gente. Y la fama de Antonio era tal que el mismo papa Sixto V hizo grabar el texto de la oración del exorcismo recitada por Antonio en la base del obelisco levantado en el centro de la Plaza de San Pedro en Roma.

Agotado, aquejado de hidropesía y asma y quizás síntomas de enfermedades del corazón, a veces incluso le resultaba difícil caminar morirá en las cercanías de Padua en un distrito llamado Arcella, junto a un monasterio de las hermanas clarisas. Era el viernes 13 de junio de 1231 depositado en la tierra y habiendo recibido la unción de los enfermos, escuchó a los hermanos cantar su himno mariano favorito, “O gloriosa Domina”; luego, habiendo pronunciado las palabras “Video Dominum meum” (Veo a mi Señor) murió. Tenía 36 años.

La notica de la muerte de Antonio, corrió como reguero de pólvora. Y comenzó una disputa por el cuerpo del que ya consideraban “El Santo”. Las monjas clarisas querían que su cuerpo quedara allí, donde falleció, pero luego de disputas la misa de exequias se ofició en Arcella y luego fue transportado al convento de Santa María Mater Domini en Padua. Al llegar la noticia a Roma del fallecimiento de Antonio, el Papa Gregorio IX, quería canonizarlo súbitamente, sin mediar tiempo, casi “in corpore insepulto” dad la fama de santidad tan grande de Antonio, pero fue persuadido y fue canonizado solo 11 meses después de su muerte el 30 de mayo de 1232 Catedral de Spoleto por el papa Gregorio IX, luego de la lectura de los cincuenta y tres milagros aprobados. Fue la segunda canonización más rápida efectuada por la Iglesia católica, solo precedida por la de san Pedro mártir, de Verona. En 1946 la Iglesia proclama a san Antonio de Padua “doctor de la Iglesia universal”, con el título de “Doctor Evangelicus”.

San Antonio de Padua es uno de los santos más venerados y reconocidos en todo el mundo y posee miles de templos levantados en su memoria.

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