El padre Giuseppe tenía, en esos comprimidos diez metros cuadrados en Nápoles, todo lo que quería. Su estudio, su casa, sus libros y esa ventana por la que podía contemplar en toda su magnitud el volcán Vesubio, que se recortaba imponente en la bahía. Apasionado desde niño por las ciencias naturales, se había transformado en un experto en terremotos y fue de los primeros en desarrollar la teoría de que algunos de ellos se producían a partir de una erupción volcánica.
Se había propuesto el desafío de estudiar la fuerza natural más destructiva de la Tierra, fenómeno que era objeto de análisis e investigaciones a lo largo de la historia, por su impacto en el medio ambiente y en la sociedad. Posiblemente el terremoto que provocó el mayor desastre natural fue el ocurrido en Shensi, China, el 23 de enero de 1556, con la muerte de 830 mil personas.
Mercalli había nacido en Milán, en 1850, cuando aún era el reino de Lombardía. Perteneciente a una familia de comerciantes católicos, a los 22 años se ordenó sacerdote y, siguiendo su pasión por las ciencias naturales, estudió la evolución de los glaciares. Era discípulo del abad Antonio Stoppani, un reconocido geólogo y paleontólogo, considerado el padre de la geología italiana.
Cuando a las nueve y media de la noche del 28 de julio de 1883 un violento terremoto de 13 segundos arrasó con la ciudad de Casamicciola Terme y poblados aledaños, en la isla de Ischia, Mercalli viajó para estudiar las consecuencias producidas. El fenómeno provocó la destrucción del 80% de los edificios y la muerte del 30% de los habitantes. Fue llamado “el terremoto de los ricos”, porque muchas de las víctimas eran turistas de buena posición económica. Ese mismo año, el sacerdote escribió un libro sobre este suceso, como lo haría con otros similares. Denunció la irresponsabilidad de la clase política que no hizo nada a pesar de los avisos que la Tierra había dado días atrás.
Comenzó enseñando en la Universidad de Monza y produjo diversas publicaciones sobre los volcanes y sus efectos sobre los temblores de Tierra. Se formó en geología y minerología en la Universidad de Catania y en 1882 enseñó vulcanología y sismología en la Universidad de Nápoles.
En 1885 publicó “Los volcanes y los fenómenos volcánicos en Italia”, que es un completo mapa sísmico de ese país, y fue una obra de referencia científica en Europa. Incluso relacionó a los maremotos con movimientos sísmicos.
Entre 1884 y 1906 trabajó en la elaboración de una escala para medirlos, a partir de la diseñada por Rosi-Forel.
Cuando uno se enteró de las investigaciones del otro, el suizo François Alphonse Forel y el italiano Michele Stefano de Rosi decidieron unir esfuerzos. Elaboraron una escala del 1 al 10 que Mercalli perfeccionó luego del terremoto producido en Musino, y la amplió a 12 grados.
Lo que mide su escala es el nivel de destrucción que un terremoto provoca.
Su escala está dividida en dos tramos. Los cuatro primeros referencian la percepción subjetiva de las personas sobre el terremoto y los ocho restantes dimensionan los daños producidos.
Docente en el Real Colegio de Reggio Calabria y en la Universidad de Catania, en abril de 1906 fue el primero en fotografiar al Vesubio justo después de una erupción, que fue particularmente destructiva, al expulsar gran cantidad de lava y provocar más de un centenar de muertos.
En 1911 fue nombrado director del Observatorio Vesubiano de Nápoles, ciudad donde se había radicado.
Su escala fue perfeccionada por diversos científicos y actualmente se la conoce como Escala Mercalli Modificada. Uno de los que la estudió fue el norteamericano Charles F. Richter.
Este investigador siempre usó el apellido de soltera de su madre divorciada. Su bisabuelo era un cervecero alemán que en 1848 por cuestiones políticas abandonó el país y viajó a Estados Unidos. Se estableció en Ohio, donde Charles nació el 26 de abril de 1900. Nueve años después toda la familia se afincó en California, donde los movimientos sísmicos siempre estuvieron a la orden del día.
Mientras se ganaba la vida como mensajero en el museo de Los Ángeles, ingresó en Stanford para estudiar química, pero al tiempo se dio cuenta que no era para él, y se volcó a la física.
Cuando trabajaba en su doctorado en el Instituto de Tecnología de California, recibió una oferta impensable: el laboratorio sismológico estaba buscando un físico. Luego de consultarlo con un par de colegas, entró a trabajar en 1927.
En un principio, la labor era por demás rutinaria: revisar sismogramas y localizar terremotos, con cuya información se elaboraban registros, entre los que se consignaban epicentros, hora y duración.
A partir de 1929 trabajó codo a codo con el doctor Beno Gutenberg, un sismólogo alemán quien definió el diámetro del núcleo terrestre y su límite con el manto.
En un momento Richter sugirió comparar los terremotos en términos de las amplitudes medidas registradas en las estaciones que los monitoreaban. A partir de un trabajo de un profesor japonés, en el que comparaba grandes terremotos trazando el movimiento máximo del suelo frente a la distancia al epicentro, el norteamericano hizo lo mismo. Cuando se encontró ante la disyuntiva sobre cómo trabajar los datos, Gutenberg propuso graficarlos en una escala logarítmica.
La escala Richter representa medidas expresadas en números ordinarios y decimales, indicados durante un terremoto. Estos números surgen del registro del sismógrafo, y Richter aclaraba que no existía un límite explícito. Señalaba que las magnitudes más altas atribuidas a los terremotos son alrededor de 9, pero responden a una limitación en la Tierra, no en la propia escala.
A partir de los datos suministrados por los aparatos, se mide la amplitud de la mayor onda y luego la distancia hasta el foco del terremoto mediante el intervalo de tiempo entre las ondas. La línea que une la escala de distancia con la amplitud, brinda la magnitud del sismo.
Este método les permitió clasificar los terremotos uno encima del otro. Como ya existía la Escala Mercalli, que medía la intensidad del terremoto, el físico norteamericano propuso diferenciarla, llamándola de “magnitud”.
En un principio, se la conoció como Escala de Magnitud y por varios años se reprimió a nombrarla con su apellido.
La primera tabla la publicó en 1935, configurada solo para el sur de California y para los tipos particulares de sismógrafos que se usan allí. Al año siguiente, junto a Gutenberg, se inició la extensión de la escala a los terremotos de todo el mundo.
Richter fue reconocido en la comunidad científica por muchas otras contribuciones a la sismología, incluidos sus libros Sismología elemental (1958) y Sismicidad de la Tierra, en coautoría en 1954 con su colega alemán, en el que se propusieron estudiar los secretos que encierra las entrañas de nuestro planeta. En 1970 fue distinguido profesor emérito en sismología. Falleció el 30 de septiembre de 1985.
El fin de Mercalli fue trágico. El 19 de marzo de 1914 murió quemado en su casa. Aparentemente se debió a que una lámpara de parafina se volcó e incendió su habitación. Encontraron su cuerpo aferrado a una manta y suponen que la usó para cubrirse de las llamas. Nunca quedaron claras las causas del incendio, si fue por un accidente doméstico o por la acción de un ladrón que, en su afán de borrar cualquier tipo de rastro, quemó el lugar. Tenía 64 años.
Sobrevive su escala y también el “síndrome de Mercalli”, que describe las reacciones fisiológicas y de comportamiento de los animales instantes antes de producirse un terremoto, teoría que tiene tantos defensores como detractores.
Richter y Mercalli, aún sin haberse conocido, se han convertido en una dupla natural cuando un desastre llama a la puerta del mundo y que contribuyeron con precisiones y certezas en el peor de los momentos, cuando todo comienza a temblar.
Fuentes: Inpres; Biblioteca del Instituto de Tecnología de California; Earthquake Information Bulletin; Edward Tarbuck y Frederick Lutgens - Ciencias de la Tierra. Una introducción a la geología física.
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