Las increíbles aventuras por los mares del mundo de Hipólito Bouchard, el prócer olvidado

Nació en Francia y llegó a Buenos Aires en 1809, donde pronto sintió interés por los movimientos independentistas, ya que era liberal y antimonárquico. Su bautismo de fuego ante una escuadrilla realista. Los elogios de San Martín, la patente de Corsario obtenida y el día que impidió que zarparan cuatro buques de esclavos con destino a Inglaterra y Estados Unidos

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Hipólito Bouchard, de importante actuación
Hipólito Bouchard, de importante actuación por la guerra de corso que desarrolló en distintos puntos del globo.

Uno de los próceres más olvidados de nuestra historia es Hipólito Bouchard. Ciertamente que su vida es increíble y casi cinematográfica.

Nació el 15 de enero de 1780 en la localidad de Bormes-les-Mimosas, cerca de Saint Tropez, al sur de Francia y sobre las costas del Mediterráneo. Fue bautizado con el nombre de André Paul, pero al morir su hermano mayor decidió cambiarlo y adoptar el del fallecido, Hippolyte. Hijo de André Louis Bouchard y Thérese Brunet, desde muy pequeño se embarcó en buques pesqueros y mercantes. En 1799 se puso al servicio de la marina francesa contra los ingleses, iniciándose así en la dura vida del mar. Tras realizar varias campañas en Egipto y en Haití, bajo las órdenes de Charles-Victor-Emmanuel Leclerc, en 1809 llegó a Buenos Aires en un barco francés, solo unos meses antes del comienzo de la Revolución de Mayo.

Queda atrapado por el ideal de los movimientos independentistas de la región dado que era liberal y antimonárquico. Hipólito se pone al servicio de estos nuevos gobiernos y encuentra una rápida aceptación así es que se podrá bajo el mando de Juan Bautista Azopardo con el cargo de 2do. Comandante de la flota naval recientemente creada. El 2 de marzo de 1811 en San Nicolás de los Arroyos, al mando del bergantín 25 de Mayo tuvo su bautismo de fuego al enfrentarse a la escuadrilla realista comandada por el capitán de navío Jacinto de Romarate. Después del Combate de San Nicolás, Bouchard tuvo una destacadísima actuación enfrentándose a las naves españolas que bloquearon Buenos Aires entre los meses de julio y agosto de 1811.

En 1812 se alistó en el Regimiento de Granaderos a Caballo creados por el Gral. San Martin, y así es que en la batalla de San Lorenzo, logró capturar banderas enemigas. El mismo Gral. San Martín en el parte de guerra escribirá sobre la hazaña de Hipólito: “Dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas, y una bandera que pongo en manos de V. E. y la arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial D. Hipólito Bouchard.”

Por estos méritos la asamblea constituyente le concedió la ciudadanía de las provincias unidas del Rio de la Plata. En 1813 contrajo matrimonio con Norberta Merlo.

En 1815, emprendió la campaña de corso con el Almirante Brown por las costas del Pacífico, con el fin de entorpecer el comercio marítimo español y reducir su poder naval en el Pacífico.

Brown obtuvo la “patente de Corso”, que le fue otorgada por el gobierno de las provincias unidas del Río del Plata. ¿Qué era un corsario?, según la definición de la Enciclopedia es un “marinero que recibe la autorización que el Estado en guerra concede al propietario de un buque privado para actual bélicamente contra el país enemigo a fin de causarle pérdidas en su comercio y entorpecer sus relaciones con los países neutrales. Los barcos corsarios están obligados a conducirse conforme a las leyes y usos de la guerra y observar las instrucciones contenidas en la patente que los autoriza”

La patente de corso que
La patente de corso que el gobierno de Buenos Aires otorgó a Bouchard.

Y el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, expidió el reglamento provisional para el Corso, que especificaba la situación legal de los corsarios bajo bandera argentina, que contenía 45 artículos y comenzaba especificando:

“Art. 1. El Gobierno concederá patente de corso a todo individuo que solicite armar algún buque contra bandera enemiga, previa la fianza que estime conveniente ante la Comisaria de Marina, explicando en la instancia la clase de embarcación que tuviese destinada, su porte, armas, pertrechos, y gente de dotación.

Art. 2. Concedido el permiso para armar en corso, facilitará el Comandante de Marina la pronta habilitación del buque por todos los medios que dependan de sus facultades, consintiéndole reciba toda la gente que quisiere á excepción de la que estuviere nombrada para servicio del Estado, o actualmente en él. (…)

Art. 3. Los oficiales de los buques corsarios quedan bajo la protección de las leyes del Estado, y gozarán aunque sean extranjeros de los privilegios e inmunidades, que cualquier ciudadano americano mientras permanezca en servicio. (…)

En octubre de ese año, zarparon rumbo a las costas chilenas y apresaron fragatas españolas, luego bloquearon y atacaron el puerto de El Callao, que era la plaza más poderosa que España tenía en América. En aguas ecuatorianas atacaron fortificaciones cercanas a Guayaquil. Lo pusieron al mando de la corbeta Halcón en la que era casi todos franceses. La flota estaba compuesta por la Hércules, al mando de Guillermo Brown; la Santísima Trinidad, al mando del hermano de Brown, Miguel y la goleta Constitución, al mando de Oliverio Russell.

Para llegar la Pacífico los barcos debieron bordear toda la Argentina hasta el Cabo de Hornos. Fue en ese lugar donde los azotó una terrible tormenta, que hizo naufragar el Constitución con su carga de cañones de grueso calibre.

El recorrido de la fragata
El recorrido de la fragata Consecuencia, capitaneada por Hipólito Bouchard

El 7 de febrero de 1816 arribaron a la isla Puná, en las cercanías de Guayaquil. Al llegar, Guillermo Brown les ordenó a Bouchard y a su hermano Miguel Brown que permanecieran fondeados para proteger a las siete presas que habían tomado anteriormente. Brown pensaba en ingresar a Guayaquil y para eso, tomó el fuerte de Punta Piedra, cercano a la ciudad. Pero al llegar al fuerte del castillo de San Carlos de Guayaquil, Brown fue apresado por los realistas. Los españoles, solicitaron a Bouchard y al hermano de Brown, Miguel, canjearlo por los barcos que este había capturado mientras navegaba por el Pacifico. Y así fue que Guillermo Brown obtuvo su libertad entregando a los realistas la fragata Candelaria, tres bergantines y cinco cajones de correspondencia que transportaba la fragata Consecuencia. Al retirarse, los corsarios se llevaron las fragatas Hércules y Consecuencia, la corbeta Halcón y la goleta Carmen

A los tres días, Bouchard le informó a Brown de que su nave hacía agua y que sus oficiales habían decidido regresar a Buenos Aires, por lo que solicitaba la liquidación del botín. En el reparto, Bouchard obtuvo la fragata Consecuencia y la goleta Carmen, pero tuvo que dejar la Halcón.

Durante el regreso al puerto de Santa María de los Buenos Aires, Bouchard tuvo un motín, y los amotinados tomaron la goleta Carmen y se dirigieron a las islas Galápagos.

El 9 de septiembre de 1816 el Gobierno lo ascendió a sargento mayor de marina. Bouchard junto a su armador, Vicente Anastasio de Echevarría, decidieron utilizar para la campaña que pensaban realizar a la fragata La Consecuencia, a la que cambiaron el nombre por La Argentina. Tras una gran tarea de reconstrucción ésta llegó a pesar 464 toneladas de desplazamiento y 100 metros de quilla y su arsenal era de 34 piezas de artillería, 18 cañones de a ocho y 16 carronadas de a doce, 4 cañones de bronce y 12 de hierro, 128 fusiles, 800 balas de cañón de a doce y 900 de a ocho, 3000 balas de a veinticuatro, que al no poder ser utilizadas en combate servían junto a 300 lingotes de lastre. No llevaban ni pistolas ni sables, ya que no había en el depósito de arsenales del fuerte de la ciudad de la Santísima Trinidad (actual Buenos Aires). La tripulación era de 180 hombres, muchos de las regiones de Corrientes, Entre Ríos y la campaña de Buenos Aires; entre los miembros de la tripulación se encontraba Tomas Espora.

El 27 de junio de 1817 Bouchard obtuvo la patente de corsario por parte del gobierno de las Provincia Unidas, y el 9 de julio de 1917, al cumplirse el primer aniversario de la Independencia, la fragata “La Argentina” zarpó del puerto del fuerte de Barragán al mando de su capitán, quien poseía la patente de corso Nº 116.

La nave puso proa hacia el Cabo de Buena Esperanza a fin de perseguir a los buques de la “Real Compañía de Filipinas”. Llegaron al océano Índico y la nave se dirigió hacia el nordeste hasta alcanzar la isla de Madagascar. Tras dos meses de viaje, el 4 de septiembre La Argentina ancló en Tamatave (actual Toamasina), al este de la isla.

Las fragatas de Hipólito Bouchard
Las fragatas de Hipólito Bouchard

En Tamatave, un británico se acercó a Hipólito Bouchard para solicitarle ayuda para que impidiera zarpar a 4 buques llenos de esclavos y así lo hizo, de esa manera logró liberar a cientos de esclavos que irían a Inglaterra y a los Estados unidos. Antes de zarpar, tomó todas las provisiones que estos barcos poseían, así no podrían volver a zarpar una vez que La Argentina, se fuere. A raíz de esta acción muchos marineros se fueron junto a Bouchard.

La embarcación retomó el rumbo nordeste en ese lapso la tripulación sufrió de escorbuto y disentería, muchos murieron. La Argentina siguió navegando rumbo a las islas Filipinas, resistiendo varias tempestades que la acompañaron hasta el estrecho de Sunda, que separa las islas de Java y Sumatra. El 7 de noviembre decidió fondear en la isla Nueva de la Cabeza de Java (isla de Peucang. Allí, muchos de los tripulantes tuvieron que ser internados en el hospital y para curar el escorbuto, la terapia era por demás extraña: enterrar al paciente hasta la cabeza, y parece que dicha terapia funcionó; muchos se curaron pero 40 fallecieron.

En la península de Macasar fueron atacados por piratas malayos. Sobre este hecho, Bouchard escribe en su bitácora:

“A la hora y media de fuego y del golpe de las armas, el capitán de la proa, viendo frustrados sus designios, se dio dos puñaladas y se arrojó al agua. Lo mismo hicieron otros cinco, y el resto de la tripulación se defendió muy poco tiempo después, desmayada sin duda por la desesperación de su jefe y de los que le siguieron, no menos que por la multitud de muertos y heridos que tenían sobre cubierta, y cuyos gritos debían consternarlos.”

Los piratas huyeron, muchos se suicidaron, y Bouchard continuó relatando el hecho en la bitácora:

“…Sentenciar a los tripulantes de las proas no identificadas con nombre ni pabellón de nación conocida, a la pena correspondiente a quienes cometen intentos o actos de piratería en el mar. (...) La pena consistirá en el hundimiento de las naves piratas dedicadas al pillaje, con su tripulación a bordo debidamente amarrada, por parte de esta fragata de guerra. A bordo de la Fragata Corsaria “La Argentina” al servicio del Superior Gobierno de las P.U.R.P. sobre el estrecho de Macasar, a los siete días del mes de Diciembre del año de Mil Ochocientos Diecisiete. Ejecútese.”

Hipólito Bouchard, el prócer olvidado
Hipólito Bouchard, el prócer olvidado

El 31 de enero de 1818 La Argentina se encontraba en las proximidades del puerto del estrecho de Manila, que da entrada a la bahía de Manila. Ahí quedo atracado el barco, y desde ese mismo lugar, antes de ingresar a la bahía la cual se encontraba protegida por la infranqueable fortaleza de Santiago pudo capturar 16 barcos. Viendo su misión cumplida. Bouchard zarpó el 31 de marzo hacia el canal de los Galeones al norte de la isla de Luzón, ante la imposibilidad de conseguir mejores presas. Emprendieron viaje a la isla de Santa Cruz, y allí capturaron una goleta que se dirigía a la Isla de Batán, cargada de objetos precisos.

Allí se enteró que los buques de la Real Compañía de Filipinas hacía 3 años que ya no se dirigían a Manila y que algunos buques operaban, en cambio, en las cercanías de Cantón. Por tanto decidió ir hacia la China y partió un 21 de mayo. Pero los enfermos a bordo, el mal tiempo y el agotamiento de la tripulación hizo que se alejaran de la ruta hacia la China y tomara rumbo hacia el Pacífico norte, rumbo a las Islas Sándwich (actualmente Hawái). Acuña un dato de color, en su bitácora Bouchard no anota “islas Sándwich” sino “islas San Duche”. Se dice que en esos días, el capital pensó en liberar a Napoleón que estaba en Santa Helena, para llevarlo a las Provincias Unidas.

Esta increíble historia continuará, en la próxima entrega.

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