El 7 de octubre de 1571 se libraba en aguas del Mar Jónico, en el Golfo de Patrás (Grecia), una enorme batalla naval que quedó inmortalizada en la historia con el nombre de Lepanto, en referencia al cercano puerto de Navpaktos o “Lepanto”, según los italianos.
La conquista de Constantinopla por los turcos otomanos (1453) provocó la desaparición del Imperio Bizantino y fortaleció al islam en el Mediterráneo Oriental. El mundo islámico, a través del Imperio Turco Otomano, continuó su expansión por todo el frente mediterráneo y europeo: ocupó Hungría (1526) y sitió Viena, Capital del Sacro Imperio Romano Germánico y baluarte de la dinastía Habsburgo. La integridad y la existencia misma del Occidente europeo cristiano se hallaban así gravemente amenazadas.
Los turcos otomanos ocuparon posesiones del Mediterráneo pertenecientes a Venecia y a las órdenes militares religiosas cristianas. España, bastión cristiano regido también por los Habsburgo, sufrió ataques de los otomanos (gracias al pragmático apoyo brindado por Francia), y de los piratas berberiscos musulmanes del Norte de África.
En 1565 los otomanos atacaron, sin éxito, la isla cristiana de Malta, que ocupaba una estratégica posición en el Mediterráneo central. La Europa Occidental cristiana vio allí la primera maniobra de la ofensiva final del islam sobre Italia y España.
El Mediterráneo corría el peligro de quedar bajo dominio islámico. Roma era sede del Estado Pontificio, conducido por el Papa, cabeza de la cristiandad, quien recordaba el deseo final del sultán otomano: entrar a caballo en la mismísima Basílica de San Pedro. España poseía Nápoles y Sicilia en Italia, a la que consideraba barrera defensiva. Venecia veía afectado su comercio, aun cuando los astutos venecianos habían firmado acuerdos con la potencia islámica.
Para contener la expansión islámica y defender al Occidente europeo cristiano, el Papa Pío V (1566-1572) desplegó una compleja maniobra diplomática, política y militar para crear una alianza entre las potencias cristianas más importantes de Europa. La iniciativa no era nada sencilla, ya que eran frecuentes las desconfianzas y los enfrentamientos entre dichas potencias. En tanto, los turcos atacaban la isla de Chipre (1570).
El 25 de mayo de 1571 se estableció la Liga Santa, integrada por el Estado Pontificio del Papa Pío V, la España de Felipe II (1556-1598), Venecia, Génova y los Caballeros de Malta. Tres meses después, los turcos otomanos conquistaron Chipre a Venecia. La Liga Santa organizó una flota naval combinada, que fue puesta al mando de Don Juan de Austria (1545-1578), hijo ilegítimo del emperador Carlos V y medio hermano del rey español Felipe II.
Don Juan de Austria era un prestigioso y valiente militar español, con experiencia en la lucha contra los musulmanes en el Mediterráneo. Era un profundo católico, un auténtico cruzado de la modernidad. Su habilidad política y militar permitió mantener unida a una flota numerosa y multinacional, donde convivían españoles, venecianos, genoveses, romanos. Fueron sus subordinados los venecianos Sebastián Veniero y Agustín Barbarigo; Marco Antonio Colonna (representante pontificio); el genovés Andrea Doria; y los españoles Álvaro de Bazán, Juan de Cardona y Gil de Andrade.
La flota naval de la Liga Santa se componía de 208 galeras, 6 galeazas y 100 naves para usos múltiples, atendidas por 50.000 tripulantes. La artillería sumaba 1.215 piezas. Contaba con 31.000 soldados de infantería embarcados, entre los cuales se destacaban los Tercios españoles, armados con picas, espadas, alabardas y arcabuces, considerada la mejor infantería del mundo.
Para expandirse por el Mediterráneo, los turcos otomanos formaron una flota naval de 275 galeras y 66 naves menores, con 58.000 tripulantes y 750 piezas de artillería. A bordo se hallaban 34.000 soldados de infantería (principalmente arqueros y lanceros, con algunos arcabuceros), donde se distinguía la fuerza de elite: los temibles jenízaros. Alí Pashá era el comandante supremo de la flota, y Mahomed Sirocco y Ulugh Alí sus principales subordinados.
El buque de guerra principal de ambas flotas era la galera, nave impulsada a remo, con complemento de velas. Su armamento consistía en un poderoso y sólido ariete o espolón colocado en la proa. En el siglo XVI incorporaron artillería. Las galeras de Lepanto seguían el modelo de las utilizadas en la antigüedad y en el medioevo. Servían como plataformas para transportar la infantería embarcada a la batalla. Otro buque protagonista en Lepanto fue la galeaza, nave pesada, lenta y fuertemente artillada.
La guerra naval de la época consistía en batallas libradas sobre la cubierta de los buques: la guerra terrestre a flote, proyectada al mar. Se usaba la táctica de formación en línea de frente para embestir y golpear al enemigo con el espolón, y permitir el abordaje de la infantería embarcada para la lucha cuerpo a cuerpo. Así se luchó en el mar durante siglos. En Lepanto, el fuego de cañones y arcabuces preparó los abordajes.
La flota cristiana zarpó de Messina (Sicilia) para encontrarse con la flota turca otomana, fondeada en el Golfo de Patrás, al Oeste de Grecia. Tras un consejo de guerra donde algunos jefes aconsejaron prudencia, Don Juan de Austria respondió terminante: “Caballeros, no es hora de deliberar sino de combatir”.
La cita de honor fue el 7 de octubre de 1571. Para los cristianos, la lucha reproducía una cruzada religiosa medieval contra el islam; así lo demostró la memorable arenga de Don Juan de Austria: “Hijos, a morir hemos venido, a vencer, si el cielo así lo dispone. No deis ocasión a que, con arrogancia impía, os pregunte el enemigo: ¿dónde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre que, muertos o victoriosos, gozaréis de la inmortalidad”.
La batalla naval de Lepanto comenzó hacia el mediodía de aquel 7 de octubre de 1571. Las galeazas recibieron al centro de la flota turca con nutrido fuego de artillería que, sumado a las maniobras para evitarlo, desorganizaron el esquema otomano.
La lucha fue tremenda, cruel y sangrienta. Se recurrió en la lucha al espolón, al aferramiento de buques, al fuego de artillería y arcabuces, a los abordajes y a los choques cuerpo a cuerpo sobre la cubierta de las naves. Cristianos y musulmanes estuvieron sobradamente a la altura del compromiso, y pelearon con enorme coraje y valentía.
Las veloces galeras turcas de los flancos rodearon y atacaron por retaguardia a las formaciones cristianas, pero la reacción de los jefes navales de la Liga Santa y la oportuna intervención de la escuadra de reserva frustraron las operaciones otomanas y volcaron la lucha en favor de los cristianos. Sobre los comandantes otomanos, Mahomed Sirocco murió en combate, y Ulugh Alí, quien casi rompe el dispositivo cristiano, se retiró al puerto de Lepanto.
En el centro, las galeras “Real” de Don Juan de Austria y “Sultana” de Alí Pashá chocaban en un durísimo enfrentamiento casi individual. Tras varios intentos de mutuo abordaje y encarnizado combate, la infantería cristiana encabezada por Don Juan de Austria, abordó y capturó a la “Sultana”. Alí Pashá murió junto a sus hombres y fue decapitado.
En Lepanto luchó un soldado español, luego famoso en la literatura universal: Miguel de Cervantes Saavedra, autor del “Quijote de la Mancha”, quien, aun enfermo, igual combatió, recibiendo un disparo que le inutilizó la mano izquierda de por vida. Así pasó a la historia como el “Manco de Lepanto”. Cervantes siempre recordó orgulloso su actuación en Lepanto, “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”, según sus palabras.
Hacia las cuatro de la tarde, la tremenda batalla naval de Lepanto había concluido. La flota turca otomana resultó derrotada. Fue el último enfrentamiento naval entre galeras de la historia, y marcó el fin de la forma de guerra naval que se practicaba desde la Antigüedad y la Edad Media. Por dimensiones y desarrollo, constituyó una de las mayores batallas navales de la historia. Los turcos perdieron 220 galeras y tuvieron 30.000 bajas; los cristianos perdieron 12 galeras y sufrieron 10.000 víctimas.
Lepanto tuvo un profundo significado religioso, como las cruzadas cristianas medievales. Su carga simbólica se proyectó al siglo XXI: ¿acaso fue casualidad que la ofensiva de Estados Unidos sobre Afganistán, como represalia por los atentados del 11 de septiembre de 2001, se haya iniciado el 7 de octubre de ese año?
La Liga Santa se disolvió en 1572. Si bien el Imperio Turco Otomano realizó algunas incursiones exitosas en el Mediterráneo, su ofensiva ya no tuvo la fuerza de siglos anteriores e inició una lenta declinación como potencia.
La victoria de la Liga Santa en Lepanto contuvo la expansión islámica en el Mediterráneo, y contribuyó de manera decisiva a la defensa e integridad de la Europa Occidental y cristiana. De haber triunfado los turcos otomanos, seguramente el Papado, Italia y España, bastiones fundamentales del cristianismo, se hubieran derrumbado y caído en poder del islam, lo cual hubiese provocado una crisis prácticamente mortal en el cristianismo, con la instauración del islam como nuevo y principal referente religioso, espiritual y cultural para Europa y el Mediterráneo.
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