Con el próximo estreno de Judy, la maravillosa Renée Zellweger vuelve a dar muestras de que es una de las actrices más versátiles de su generación. Maneja todos los registros, pasa del drama a la comedia, del romanticismo al western sin jamás dejar de ser creíble y componer con precisión sus personajes. Acepta todos los desafíos actorales con la seguridad del que se lanza a una pileta sabiendo que sabe nadar, bucear y encima, hacer saltos ornamentales.
Así cambia su marcado acento texano por otro bien british para El diario de Bridget Jones, aprende a cantar para el musical Chicago y a disparar para el drama Cold Mountain lo que le valió un premio Oscar a la mejor actriz de reparto. Su capacidad de cambiar de piel sin dejar su esencia, la llevaron a ser una de las preferidas de los directores.
A los 50 años le llegó el desafío de encarnar a otra actriz que en su época maravilló al mundo: Judy Garland. Entre ambas mujeres existen varios puntos en común: un talento descomunal y una capacidad muy humana de vivir amores ingratos.
El primer gran amor de Renée o al menos el de mayor repercusión mediática fue el que mantuvo con Jim Carrey. Estuvieron juntos apenas un año. Se habían visto varias veces en eventos y por amigos en común pero cuando coincidieron en el set de la película Yo, yo mismo e Irene, el hombre de las mil caras quedó inmediatamente enamorado de la muchacha de los pómulos salientes. La actriz aseguraba que no salía con compañeros de trabajo así que Carrey tuvo que “remarla” hasta que finalmente Renée aceptó una cita.
La relación recién comenzó cuando terminaron de filmar y la actriz se dio cuenta que extrañaba a su compañero. Libres y felices no dudaron en mostrar su amor: se dejaban ver y fotografiar sin problemas en eventos y presentaciones.
Zellweger hablaba de su noviazgo como una “cosa inesperada y maravillosa” y Carrey definía a su novia como “una joya de ser humano”. Y para demostrarlo le regaló un anillo de diamantes de 60 mil dólares. Pero cuando parecía que la historia terminaría en boda y antes de cumplir el año de relación, los actores anunciaron su separación. Aparentemente los compromisos laborales impedían que compartieran mucho tiempo y ambos prefirieron priorizar sus carreras a su relación.
Después de Carrey, llegó el músico Jack White. Venían de rubros distintos, él era una estrella de rock, cantante de los White Stripes y Renée una estrella de Hollywood. Empezaron la relación cuando coincidieron en las grabaciones de Cold Mountain, en la que White se encargó de la banda sonora e interpretó un breve papel.
Zellweger quedó fascinada con el músico, el flechazo fue inmediato y la relación duró de dos años. En los medios trascendió que la actriz preparaba una magnífica boda en su mansión de Hollywood, para la Navidad, pero a dos meses de la fecha, la relación se rompió.
Algunos rumores no comprobados afirmaban que White no estaba contento con la nueva figura que Zellweger había adquirido para rodar la segunda parte de Bridget Jones y otros que el cantante tenía problemas de ira. Ante las versiones, la actriz prefirió el silencio aunque aclaró que su ex pareja era “una excelente persona”. Cuando los periodistas insistieron sobre si sentía como Bridget Jones, frustrada por no encontrar un gran amor, ella respondió de un modo tan sabio como contundente: “No me obsesiono porque creo que no se puede predecir cuando uno encontrará a alguien. No estoy apurada. Las cosas suceden cuando uno no las espera”.
En el año 2005, Renée conoció al cantante de música country Kenny Chesney. Coincidieron en el Concierto de la Esperanza organizado por la MBC para ayudar a las víctimas del tsunami en Indonesia. El noviazgo fue corto y a los pocos meses se casaron. Parecía que Renée había encontrado su gran amor, pero no.
La ceremonia duró quince minutos y el matrimonio cuatro meses. Renée pidió el divorcio no por las consabidas “diferencias irreconciliables” sino por “fraude”. Ni la actriz ni el músico explicaron a qué se refería con esa palabra. “No había otra alternativa que dejarlo ir. Cometí el mayor error personal de mi vida. Me sentí como una tonta” admitió Renée una de las pocas veces que se refirió a su fugaz matrimonio.
Los trascendidos aseguraban que Chesney era homosexual. En una entrevista con The Advocate, Zellweger expresó lo que sentía ante esas versiones. “Me entristeció que de alguna manera la gente usara eso como una forma de ser cruel y llamar a alguien gay como peyorativo, lo que tiene consecuencias fatales. Por supuesto, existe el problema general de por qué alguien tuvo que inventar una historia”. Y aclaró que usó la palabra “fraude” porque era parte del lenguaje legal y no un reflejo del carácter de su ex marido.
Terminada su breve experiencia matrimonial, Renée vivió una relación de “amigovia” con Bradley Cooper. La estrella de Bridget Jones y el protagonista de ¿Qué paso ayer? nunca confirmaron su romance pero tampoco lo desmintieron. Comenzaron a mostrarse juntos en 2009. Se los veía caminar por Nueva York como amigos pero besarse en España como novios. Si un periodista preguntaba si eran pareja, el actor respondía con un “ni”: “No puedo decir suficiente sobre ella. Simplemente la amo. Me encanta actuar con ella porque puedo aprender mucho”.
Solía verse a la actriz en la mansión que Bradley posee en Pacific Palisades, en Los Ángeles. También acompañó al actor cuando murió Bradley Cooper, su padre. Pero luego de dos años, dejaron de mostrarse juntos. Nunca se supo por qué rompieron su noviazgo aunque tampoco nunca se supo si estaban de novios…
Y llegó a la vida de Renée, Doyle Bramhall, músico y guitarrista que acompañó a Eric Clapton y Roger Waters. Se conocieron en Texas a principios de los 90 cuando ambos estudiaban en la Universidad y se reencontraron en el 2012 cuando el músico atravesaba su divorcio. Entonces ocurrió una situación extraña cuando la ex del músico y ex pareja de Prince, Susannah Melvoin supo del romance exigió que el padre de sus hijos aumentara su cuota alimentaria porque argumentaba que si estaba de novio con la megaestrella su estilo de vida sería mejor. Es que Bramhall se había instalado en la mansión de la actriz en Santa Bárbara y ella se hacía cargo de los gastos de su tarjeta de crédito que rondaban los 5 mil dólares. Pero el juez desestimó el pedido porque “los ingresos de la actriz no tienen ninguna relación con lo que el músico paga de manutención a sus hijos”.
Zellweger, en cambio, lejos de considerar a su novio un mantenido aseguraba que agradecía la relación porque le permitía “estar tranquila, querer a alguien, aprender cosas nuevas, crecer como una persona creativa y finalmente crecer por dentro”. El año pasado le pidió a sus amigos que no hicieran planes para agosto porque habría boda, algo que finalmente no se concretó. Tiempo después y sin anuncios oficiales ni escándalos, fiel a su estilo de mantener su vida privada en privado, la relación se disolvió.
Hoy el nombre de la actriz figura como “número puesto” para llevarse un Oscar por su maravillosa interpreción de Judy Garland. Asegura que pudo encarnarla porque “Entiendo la gran brecha entre lo que está escrito sobre esa persona y la verdad de su vida”.
La actriz consagrada pero también la mujer juzgada y burlada por sus cirugías, y que se animó a admitir que estaba “deprimida y agotada” en un mundo que le exige a sus estrellas solo finales felices, vuelve y vuelve con todo.
Sin pareja, disfruta de su vida alejada de los flashes, pero cerca de sus afectos en su casa en Los Ángeles.
Vive con dos perros a los que mima y cuida y los que reconoce la ayudaron a salir de la depresión y le recuerdan “lo que es realmente valioso".
Porque para las grandes estrellas de Hollywood, como para la mayoría de los mortales el amor puede ser esquivo, pero eso no implica que no se lo siga buscando.
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