Boulogne-sur Mer, en la costa del Canal de la Mancha, en el norte de Francia, es un lugar con gran simbolismo para los argentinos, porque allí pasó los últimos días de su vida el general San Martín, desde marzo de 1848, hasta su fallecimiento, el 17 de agosto de 1850, rodeado de su familia.
Los restos del Libertador reposaron durante once años en la cripta de la Catedral de Boulogne-sur-Mer hasta su traslado a Brunoy en 1861. Luego serían repatriados en 1880.
La casa donde vivió en la localidad costera, en la Grande Rue 113, aún se conserva, es propiedad del Estado argentino y allí funciona un Museo dedicado a la vida y obra del Libertador, visitado por argentinos casi como un sitio de peregrinación.
En 1909, y por iniciativa de la ciudad de Boulogne, a solicitud de los argentinos Tomás Viera y Jorge Navarro, se inauguró una estatua ecuestre del general San Martín, en la zona portuaria de la localidad, en el boulevard Sainte Beauve, frente al mar.
La obra es creación del artista Henri Allouard (1844-1929), nacido en París, destacado pintor, acuarelista y escultor de su tiempo. Como apostilla, podemos decir que otras seis esculturas realizadas por este artista francés se hallan en el Observatorio Astronómico de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de La Plata. Representan a seis notables científicos: Aragó, Bessel, Kepler, Galilei, Laplace y Newton. De la estatua de San Martín existe una réplica en el país. También está ubicada en La Plata.
La estatua de Boulogne fue la primera erigida en honor a José de San Martín en territorio europeo. Para tan importante homenaje, se decidió el envío de un escuadrón de Granaderos a Caballo, conformado por 120 hombres, seleccionados entre los distintos escuadrones que componían el Regimiento, que viajaron con sus cabalgaduras. Estos soldados y sus caballos viajaron en el barco de transporte “Pampa”, junto a una sección de fusileros de la marina, materiales, y algunas personalidades que participarían de los actos. También integraron la delegación la Fragata Presidente Sarmiento, y las cañoneras Paraná y Rosario.
<b>Las celebraciones</b>
El sábado 23 de octubre también habían llegado a Boulogne-sur-Mer dos trenes con familias argentinas procedentes de París. El domingo 24 se sumaría el tren oficial.
El ambiente fue de confraternidad entre los marinos y soldados argentinos y franceses. Como es habitual en esa localidad marítima, caía una lluvia suave, con neblina. La ciudad, sin embargo, lucía grandiosa con sus calles embanderadas, como también las tres bellas naves engalanadas en la dársena.
A pesar de la garúa, el público vibraba de entusiasmo. Por la noche una procesión de antorchas iluminaba el desfile y a la multitud presente que gritaba: ¡Vive la France! ¡Viva la Argentina! En plena calle nuestros soldados danzaban con las mujeres locales para luego concurrir a una gala en el Casino brindada por la municipalidad de Boulogne a los marinos y granaderos.
A las 11 de la mañana del domingo 24 llegó la comitiva oficial encabezada por el ministro de Guerra de Francia, el general Brun, quien según el cronista de Caras y Caretas era un hombre bajo y grueso con el ancho pecho militar cargado de cruces, medallas, insignias y cicatrices…Con él llegaron autoridades e invitados especiales.
Más de diez mil personas participaron de los festejos y celebraciones. Coraceros franceses y granaderos argentinos desfilaron codo a codo por las calles de la ciudad. La gente se manifestó con algarabía, desbordando muchas veces los cordones policiales. Las bandas de música de la Fragata Sarmiento y del Regimiento de Granaderos a Caballo tocaron sucesivamente la Marsellesa y el Himno Nacional Argentino.
Una de las invitadas especiales fue Josefa “Pepa” Dominga Balcarce San Martín de Gutiérrez Estrada, la nieta menor del General San Martín, que recibió elogios y honores.
Al mediodía la municipalidad ofreció un banquete a las delegaciones del que participaron alrededor de 500 personas. La cabecera de la mesa fue ocupada por el ministro de Guerra de Francia, general Brun; por el ministro argentino, Ernesto Bosch; por el intendente de Boulogne, Charles Vincent Péron; por el Embajador de los Estados Unidos, Henry White; por el subsecretario de Guerra, Albert Sarraut; por el ministro argentino en Roma, Roque Sáenz Peña; por el ministro argentino en Bruselas, Enrique Moreno; además de senadores y diputados de esa región francesa, los jefes de la Sarmiento y del Regimiento de Granaderos a Caballo. También había representantes de las colectividades chilena, uruguaya y peruana. Entre los muchos invitados especiales, se encontraban Francisco P. Lavalle y Marcelo T. de Alvear con sus familias.
Luego la multitud se congregó frente al monumento a orillas del mar, en la playa, junto a las aguas que el viejo soldado glorioso contemplaba añorando su patria.
A las tres de la tarde del 24 de octubre de 1909, fue descorrido por fin el velo que cubría la estatua, y el público estalló en vítores y aplausos. En ese momento, el poeta Belisario Roldán, orador oficial del gobierno argentino, pronunció aquellas palabras guardadas para la eternidad, que llevan como título “Padre nuestro que estás en el bronce”.
“Padre nuestro que estás en el bronce... cuando sobre el polvo de todos nosotros haya pasado rodando la caravana implacable de los años y al beso de los soles y las lunas haya envejecido esa frente de bronce, aquellos hijos de nuestros hijos que recorran Europa sientan descubierta la cabeza y arrodillada el alma, que tiembla en sus corazones la plegaria sin palabras de todas las gratitudes…”
Finalizados los actos, los Granaderos y un equipo de fútbol local jugaron un partido, que terminó empatado 5 a 5.
Los caballos llevados por los Granaderos fueron regalados al Ejército de Francia, en prueba de la amistad franco-argentina. Aún se siguen criando los descendientes de aquellos nobles animales.
Es necesario recordar también a uno de aquellos Granaderos que viajaron a la inauguración de la Estatua del General. No pudo participar de los actos y desfiles, porque llegó a Francia enfermo de neumonía, dolencia mortal en aquellos años. Se llamaba Juan Rabuffi y era un soldado conscripto clase 1888, natural de Chacabuco, provincia de Buenos Aires. Fue internado en el hospital “Pierre Bertrand”, donde falleció el 9 de noviembre de ese año, cuando ya sus camaradas se embarcaban de regreso en el puerto de Southampton, donde se enteraron de la infausta noticia. Rabuffi fue sepultado con honores militares en una tumba en el cementerio local, donada por la Municipalidad de Boulogne Sur-Mer. Sus restos estuvieron allí, hasta 1968, cuando fueron repatriados a bordo de la Fragata “Libertad”.
De aquella magnífica inauguración se cumplen hoy ciento diez años.
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