El invierno de 1976 empezaba más frío que otros para el escritor y crítico de arte Daniel Panchito Molina. Estaba en el penal militar de Magdalena desde fines de 1974 cuando lo detuvieron siendo soldado conscripto acusado de colaborar con el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Estaba solo en su celda y sintió un poco más de frío cuando empezaron los ruidos metálicos del candado. Solo los guardiacárceles pueden abrir en segundos un candado con tanta destreza.
-Me encontré frente a un tipo alto –bah, para mí todos pueden ser altos con lo petiso que soy- vestido con ropa militar. Pero no con ropa de combate. Tenía breeches o algo así y una campera de fajina –recuerda Molina pasados 46 años-. El hombre se presentó como el jefe de la Policía Federal y me dijo: 'Soy el general Arturo Corbetta, buenos días'.
La conversación duró apenas unos minutos. Lo suficiente para que Molina supiera que Corbetta había ido de visita al Regimiento de Tanques número 8 de Magdalena, lindero al penal militar donde además de Molina y otros ex soldados presos en otros pabellones ya estaban figuras relevantes como el ex gobernador de La Rioja Carlos Menem o el líder metalúrgico Lorenzo Miguel.
-Me preguntó cómo estaba. Le dije que encerrado todo el día, que recién desde hacía poco nos dejaban leer algún diario, pero que no teníamos libros, que los recreos eran esporádicos… en fin, le conté la verdad. Lo que recuerdo es que me dijo: "La única manera legítima de combatir a la subversión es con la Constitución en la mano".
Molina pasó seis inviernos más en la cárcel y recuperó la libertad una semana antes de que Raúl Alfonsín asumiera la Presidencia. Al año siguiente se puso a estudiar Letras, sacó medalla de honor y se convirtió en un crítico de arte, periodista y profesor de Literatura de alto nivel.
El general Corbetta, en efecto, era alto, atlético y con pinta de galán. Pasó apenas 17 días al frente de la Policía Federal, pero parece increíble que ese paso resulte ajeno a la historia política argentina. El 18 de junio de 1976 una bomba colocada por un comando montonero terminó con la vida del general Cesáreo Cardozo, quien estaba al frente de la Federal. Corbetta era compañero de promoción (la número 76, por coincidencia del año de estos acontecimientos), y era del arma de Caballería, al igual que Albano Harguindeguy, el ministro del Interior de la dictadura que puso al frente de esa institución a Corbetta.
Quien facilitó algunos datos que están en esta crónica es el general (RE) Gustavo Giacosa, quien conoció a Molina porque lo tuvo de profesor en el Centro Cultural Rojas de la UBA y refirió a estos cronistas que Molina había tenido un encuentro fugaz con Corbetta.
-Yo lo tuve de subdirector del Colegio Militar a Corbetta –dice Giacosa- y una vez lo llevó nada menos que a Jorge Luis Borges a darnos una charla. En otra oportunidad, nos dijo algo así como que "todos los militares deberíamos leer a Borges".
Consultado sobre la fecha en que ocurrió eso, Giacosa no recordaba con precisión. Sin embargo, otro general, Martín Balza, aportó algunos datos que ayudan tanto a la cronología como a repensar cómo vemos los argentinos (al menos muchos) a través de la grieta en cambio de desempolvar los fantasmas y descubrir conductas que, en los peores momentos de la dictadura de Jorge Videla, había militares que no estaban dispuestos a reprimir de modo ilegal ni a ser parte de la crueldad de la desaparición de personas.
-Eso (Borges en el Colegio Militar) pudo haber sido en 1974 –dice Balza- porque mi suegro, el general Antonio Serrano, era director del Colegio Militar cuando Corbetta era subdirector. Serrano siempre me habló bien de Corbetta. Entre otras cosas, porque a mediados de ese 1974, Serrano renunció al Colegio Militar y pidió el pase a retiro por una pelea con Guillermo Suárez Mason, que era director de Institutos Militares por entonces.
Entre Serrano y Suárez Mason no había la más mínima empatía. Balza cuenta que, sabiendo que se enfrentaba al mismísimo Suárez Mason, Corbetta hizo despedir a Serrano con todos los cadetes cantando el himno de ese instituto.
17 días de furia y muertes
Corbetta era, además, abogado recibido en la UBA. De su promoción (76, egresado en 1947) tuvo Orden de Mérito entre sus 223 compañeros. Llegó al mando de la Federal y muchos jefes policiales lo veían como a un enemigo.
No bien asumir, reafirmó que "la lucha contra la subversión debe hacerse con la Constitución y el Código Penal en las manos".
El periodista norteamericano Martin Andersen tuvo acceso a los cables que enviaba el embajador de Estados Unidos de entonces Robert Hill al Departamento de Estado. Hill escribió: "Corbetta no iba a tolerar –aparentemente dijo eso a sus subalternos- cualquier arresto ilegal, la tortura o el asesinato".
El 2 de julio otro atentado montonero, esta vez a la Superintendencia de Seguridad Federal produjo 23 muertos. Ante semejante desafío, Corbetta no cambió su proceder. Es más, un grupo de policías quiso ir a la cárcel de Villa Devoto, donde había presos políticos para sacarlos y, probablemente, matar algunos. El propio Corbetta, acompañado de un puñado de oficiales de Ejército se interpuso ante los policías en la sede de la jefatura policial y evitó que salieran.
El 3 de julio la plana mayor de la Federal amenazó con renunciar. Lo hicieron saber a través de distintos medios afines a la dictadura. Dos días después, Corbetta firmó el pase a retiro de los jefes policiales que estaban a cargo de Seguridad Federal y Seguridad Metropolitana, los comisarios Evaristo Basteiro y Ángel Scarsella.
Fue el último acto de servicio: al día siguiente el ministro Harguindeguy le pidió la renuncia a Corbetta. Lo reemplazó el general Edmundo Ojeda quien, por pura coincidencia, había sido compañero de promoción de Corbetta. Sin embargo, no profesaba la misma fe constitucional que su compañero de promoción.
El 5 de julio, desde autos de civil, bajaron cuerpos sin vida de tres personas y los dejaron en el Obelisco porteño. El 6 de julio, en el interior de un automóvil estacionado cerca del Congreso había un auto con cuatro personas asesinadas. Una fuente militar confiable aseguró a Infobae que se trató de "un mensaje" de jefes policiales al propio Corbetta.
Aníbal Troilo, Brandoni y Marta Bianchi
Si alguien tuvo noche porteña, además de un talento infinito, fue Aníbal Troilo. En Nocturno de mi barrio, ese maestro de la música, ensayó la fina poesía: "Alguien dijo que me fui del barrio… ¿cuándo? ¿Pero cuándo…? Si siempre estoy llegando". Pues hubo una vez en la que, según recogió la leyenda urbana tanguera, Pichuco un día casi no vuelve al barrio.
Fue precisamente en esos pocos días en que Corbetta era jefe de la Federal. Una patrulla policial paró a un grupo de gente en la calle y, por descuido o por supina ignorancia, no reconocieron al rey del bandoneón. Cuando les pidieron documentos, Troilo les advirtió que no tenía y lo llevaron a la comisaría. Al enterarse, Corbetta ordenó que se fuera de inmediato.
Habían pasado apenas cuatro días de la brevísima jefatura de Corbetta al frente de la Policía Federal. En ese día, cuando se cumplían 160 años de la declaración de la Independencia, los actores Luis Brandoni y Marta Bianchi fueron capturados por una patota de la Policía Federal con la participación de civiles procedentes de la Triple A como el temible Aníbal Gordon.
Brandoni era una figura relevante en la Argentina de esos años. Su papel en La Patagonia Rebelde, donde encarnó nada menos que al Gallego Antonio Soto –el anarquista que logró zafar de los fusilamientos de la Estancia Anita- parecía que tenía una segunda vuelta. En efecto, junto con Bianchi y Brandoni estaba el humorista Gila, quien fue dejado de lado por los paramilitares, quizá por considerarlo un perejil. Sin embargo, el humorista madrileño tenía sangre torera y, rápido de reflejos, se comunicó con otro actor conocido, Emilio Alfaro, quien pudo llegar a Corbetta.
Automotores Orletti funcionaba a cargo de Superintendencia de Seguridad Federal, de modo que este general, lejos de justificarse por no estar más en el cargo, movió las influencias como para que en pocas horas, el matrimonio de actores fuera liberado. Según contó años después Brandoni, el propio Gordon le dijo: "Festejá tu cumpleaños el 9 de julio. Hoy volviste a nacer".
Olavarría y retiro
El nuevo destino de Corbetta fue el regimiento de Tanques de Tanques 2 con sede en Olavarría. Era un destino mucho más tranquilo. Cerca de esa unidad militar está la cárcel de Sierra Chica, donde por entonces había una cantidad de militantes de organizaciones revolucionarias. Corbetta se presentó un día en el penal para conversar con varios de ellos. Uno, muy conocido, era Juan Carlos Dante Gullo, jefe de la Regional I de la Juventud Peronista y militante montonero que había propiciado el Operativo Dorrego, un intento fugaz, efímero, de cooperación entre militares y militantes juveniles en una inundación ocurrida en junio de 1973 en el oeste del conurbano bonaerense. La propuesta fue al calor del triunfo de Héctor Cámpora en las urnas. Por esas coincidencias curiosas, el entonces coronel Albano Harguindeguy fue uno de los partícipes del Operativo Dorrego.
Corbetta habló con varios detenidos de Sierra Chica para saber cómo estaban y para, una vez más, reafirmar que él era partidario de la Constitución y las leyes. Ese fue el último destino. El 16 de marzo de 1978 pasó a retiro.
El general Arturo Corbetta murió 14 de agosto de 1983, menos de tres meses antes de las elecciones generales que dictaminaron que aquella dictadura sangrienta sería la última.
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