Es una de las grandes paradojas de esta sanguinaria contienda: el despliegue de millones de efectivos en todos los frentes creó el terreno propicio para decisivos adelantos médicos, gracias a la experimentación y el desarrollo de aplicaciones prácticas de anteriores descubrimientos, como los rayos X.
El estado de la ciencia y de la técnica a comienzos del siglo XX permitió hacer más "sofisticado" el armamento -es decir, más letal- y a la vez experimentar a gran escala con medicamentos, nuevas curas, prótesis… La misma guerra proveía heridos en masa para estas prácticas.
También surgieron o se masificaron inventos que facilitan la vida cotidiana, como la afeitadora recargable y la toalla higiénica femenina. Muchas creaciones de la Primera Guerra Mundial son hoy objetos de uso corriente, tan "normales" que parece que hubieran existido desde siempre.
Prácticas, higiénicas, baratas: la contienda le permitió a Gillette Company vender un millón de afeitadoras manuales y unos 120 millones de hojitas de afeitar. La ocasión para la apertura de este inmenso mercado fue la entrada en guerra de los Estados Unidos en 1917. El empresario King Camp Gillette firmó un contrato con el ministerio de Defensa de ese país para la provisión de afeitadoras a las tropas.
Nacía el acero inoxidable con el que se fabricarían cuchillos, tijeras y, más importante aún, motores de avión e instrumental quirúrgico
Un año antes de la guerra el laboratorio de la firma británica Firth Brown Steels descubrió una aleación metálica indeformable, resistente a las altas temperaturas y a la humedad: nacía el acero inoxidable con el que se fabricarían cuchillos, tijeras y, más importante aún, motores de avión e instrumental quirúrgico.
Lana de oveja, hojas de papiro, telas… a lo largo de la historia, las mujeres se fueron adaptando a los materiales disponibles para mantener su higiene durante el sangrado mensual. Poco antes de la Primera Guerra, la empresa norteamericana Kimberly-Clark, productora de papel, descubrió en papeleras de Alemania, Austria y Escandinavia la celulosa de algodón, un nuevo material cinco veces más absorbente que el algodón y la mitad de barato. Trajo muestras del producto y, cuando Estados Unidos entró en guerra, Kimberly-Clark empezó a fabricar apósitos para el ejército. Fueron las enfermeras las que descubrieron otro uso muy práctico para estos apósitos. Dos años después, aparecía en las farmacias de los Estados Unidos el producto higiénico específico: las toallitas higiénicas femeninas, vigentes aún hoy.
La gimnasia Pilates
El método Pilates de gimnasia y rehabilitación, tan popular en nuestros días, fue también en cierta forma un producto de la guerra.
Joseph Pilates era un entrenador deportivo alemán, nacido en 1883, que, habiendo sufrido raquitismo, asma y reumatismo en su infancia, había practicado mucha gimnasia desde pequeño para ganar fuerza muscular, con tanto éxito que a los 15 años posaba como modelo para las ilustraciones de libros de anatomía.
En 1912, se mudó a Inglaterra donde practicó boxeo profesional y dio cursos de autodefensa a los efectivos de Scotland Yard. Allí se encontraba cuando estalla la guerra.
Un aspecto poco tratado de la guerra es la suerte de los residentes en el extranjero cuando tienen la mala suerte de estar en el país beligerante. Esto le pasó a Pilates. Como era alemán, fue internado preventivamente en la isla de Man y pasó los cuatro años de la guerra en un campo de concentración.
Pero esta circunstancia fortuita tuvo una interesante secuela. Pilates no desaprovechó el encierro: fue en ese período cuando inventó su propio método de entrenamiento que combinaba varias disciplinas como gimnasia, esquí, yoga, acrobacia, danza y pesas.
También entonces fabrica sus primeras "camas" para gimnasia con los elementos que tenía a mano, como por ejemplo el elástico de metal de las literas. En esos años de confinamiento, el método Pilates mostró su eficacia: no sólo le permitió a su creador mantenerse en el mejor estado posible sino también a sus camaradas de infortunio.
Al concluir la guerra, Pilates vuelve a Alemania donde será entrenador de policías y soldados. En 1925 se instala en Nueva York y abre una escuela ligada al Ballet de Nueva York, a la que concurren celebrities como la bailarina Martha Graham o los actores Gregory Peck y Katharine Hepburn. El lugar se volverá muy popular en los años 30-40. Pero la verdadera fama internacional del método Pilates será post mortem de su creador, cuando la bailarina Romana Kryzanowska lo desarrolla en Los Ángeles en una escuela en la que se entrenan ni más ni menos que John Travolta y Madonna.
La Guerra de los inventos y las palomas espías
En un siniestro paralelo, la contienda trae, por un lado, nuevo y más letal armamento, y por el otro adelantos médicos para salvar vidas o lidiar con las secuelas que dejan las horribles heridas que padecen los soldados.
La aviación de combate se desarrolla en esta contienda. Los aviones son nuevas máquinas de guerra esenciales en este conflicto. Para acercarlos a ciertos escenarios de batalla surgen los portaaviones.
También en estos años surge el control de tráfico aéreo y la comunicación por radio con los pilotos. Los mares son surcados por acorazados, esos enormes buques de guerra equipados con cañones. Y los primeros modelos de submarinos.
Para la guerra terrestre: carros blindados y ametralladoras.
Y toda una parafernalia de instrumentos de muerte: balas trazadoras y balas explosivas, lanzallamas y gases venenosos. Es el comienzo de la guerra química: cloro, fosgeno, gas mostaza.
También se inventan los sistemas de escucha y otros gadgets del espionaje, incluyendo uno que combina tradición con modernidad: las palomas fotógrafas.
La tradicional paloma mensajera es adaptada a una nueva función: el reconocimiento aéreo. De este modo, podían fotografiar, desde arriba y a no demasiada altura edificios e instalaciones en un pueblo o zonas rurales, para detectar instalaciones militares y movimientos enemigos.
La Guerra como laboratorio
La medicina hace grandes adelantos, lamentablemente a costa de las horribles heridas que causaba el nuevo armamento -en especial las bombas de fragmentación-, heridas que en otro estadío de la ciencia hubieran causado la muerte, ya no eran letales: sobrevivían los soldados con deformaciones y mutilaciones que había que tratar, disimular o compensar.
Se desarrolla fuertemente la cirugía plástica -surgen los primeros injertos de piel- y la ortopedia. Todo tipo de prótesis, para reemplazar miembros o incluso una parte del rostro, y otros instrumentos como los cascos de Darcisssac que se usaban para volver a soldar el cráneo manteniendo inmovilizadas las partes y otros dispositivos para reacomodar huesos, como por ejemplo la mandíbula.
Marie Curie adapta los aparatos de Rayos X para volverlos portátiles y los monta en camionetas que recorren el frente como verdaderos laboratorios de radiología portátil. Es crucial para detectar las balas y los fragmentos de bombas. Los bautizan "Petites Curies".
La antisepsia y la vacunación en masa de los soldados previene infinidad de enfermedades antes letales.
Otra innovación es la transfusión sanguínea, que se practica por primera vez en octubre de 2014, posible porque poco antes, en 1900, un médico austríaco había identificado los grupos sanguíneos.
También la psiquiatría conocerá un gran auge porque los traumas provocados por la guerra no terminaban con la cura física. La vuelta a casa de los soldados era todo un desafío que muchos, aun habiendo sobrevivido a la guerra, no lograban superar.
De la fosa común a la tumba individual
Finalmente, otra innovación de la guerra del 14 fue el tránsito de la fosa común a la tumba individual. Por primera vez, conscriptos y voluntarios tendrán derecho a una lápida que los identifique -en la medida de lo posible- y sus deudos un sitio en el cual honrarlos.
"Antes de 1914, el destino de los cuerpos de los soldados muertos en el campo de batalla era la inhumación en una fosa común, por lo general sin distinción de nacionalidad o de grado. Sólo algunos príncipes y generales tenían derecho a una sepultura que eternizara su recuerdo", escribe el historiador Stéphane Tison, en un artículo titulado "Morir en 14-18: de la fosa común a la tumba individual", en la revista Hérodote.
Los primeros cambios se dieron durante la guerra de Crimea: franceses y británicos separan a los muertos por unidad.
En el tratado que pone fin a la guerra franco-prusiana de 1871 las partes se comprometen a agrupar las sepulturas y a ocuparse de su mantenimiento. Pero se trata todavía de fosas comunes.
También en los Estados Unidos, durante la guerra de Secesión, el Congreso decide en 1862 que los soldados de la Unión deben ser inhumados en tumbas individuales. Y es entonces cuando se crea el cementerio militar de Arlington en Virginia.
El Reino Unido toma una decisión análoga respecto de sus soldados caídos en África en la guerra de los Boers, en 1899-1902.
"La conscripción y la 'democratización de la guerra' llevan a la preocupación por identificar a los difuntos a fin de facilitar el trabajo de duelo de sus familiares", escribe Tison.
Es en el transcurso de las guerras citadas -Secesión, Prusia, etcétera. que se empieza a distribuir placas de identificación que los soldados llevan al cuello….
Al calor de la fuerte reacción popular que genera la descomunal cantidad de muertos de la guerra del 14 se completará la transición de la fosa común a la fosa individual. En Francia, la ley que así lo establece se vota en diciembre de 1915: se reconoce el derecho a una tumba individual e identificada. Se establece un mecanismo para informar a las familias y se sugiere que, en lo posible, el funeral respete la religión de cada soldado.
El 11 de noviembre de 1920, a dos años de firmado el armisticio, el féretro conteniendo los restos de un soldado no identificado, pero reconocido francés, es sepultado bajo el Arco de Triunfo de la Estrella en París: se inaugura así la tumba del soldado desconocido como sitio donde se honra a todos los muertos por Francia a lo largo de la historia.
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