San Martín: el derrotero de una reliquia histórica

Por Roberto Colimodio y Martín Francisco Blanco

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El célebre sable corvo de José de San Martín llegó al Río de la Plata junto con su dueño, cuando este retornó a la Patria, en marzo de 1812. Lo había adquirido un año antes en Londres, de segunda mano, y no se separó de él en toda su campaña libertadora hasta que dejó de ser hombre público en 1822.

En 1823, San Martín, ya retirado en Mendoza, se trasladó a Buenos Aires, con la decisión de viajar a Europa para tomar a su cargo la educación de su única hija. Diversos efectos personales del Libertador, entre ellos el sable, permanecieron en Mendoza bajo el cuidado de Josefa de Ruiz Huidobro.

En 1835, Mariano Balcarce, cumpliendo un encargo de su suegro, recobró las pertenencias -entre ellas el Estandarte de Pizarro que le habían obsequiado en Perú- y las condujo al reencuentro con su dueño, quien tenía la intención de legar su sable corvo a "algún nietecito, si es que lo tengo".

El 23 de enero de 1844 el general San Martín hizo su testamento en París y en virtud de la cláusula tercera legó su histórico sable a Juan Manuel de Rosas, motivado por la actitud de éste en el marco del conflicto suscitado con Inglaterra y Francia, que reclamaban la libre navegación de los ríos interiores: "El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla".

Estas pretensiones desembocaron en el bloqueo Anglo Francés al Río de la Plata y la llamada Guerra del Paraná.

Acaecido el fallecimiento de San Martín, y conocida la citada cláusula testamentaria meses después, se generó un gran revuelo y reacciones encontradas en las filas antirrosistas, quienes hasta pusieron en duda el testamento y la lucidez del Libertador. Este descontento ante la voluntad del Gran Capitán perduró por décadas e incluyó las críticas de personajes encumbrados como Sarmiento.

Desconocemos de qué modo llegó el sable a su heredero testamentario; si Rosas lo recibió antes de la batalla de Caseros que tuvo lugar el 3 de febrero de 1852, o si le fue entregado directamente en su chacra de Southampton por el propio Balcarce o por algún otro enviado. Lo cierto es que el sable quedó en poder del Restaurador en el exilio y que éste dispuso en la cláusula décimo octava de su extenso testamento, fechado el 28 de agosto de 1862, lo siguiente:

"A mi primer amigo el Señor Dn. Juan Nepomuceno Terrero, se entregará la espada que me dejó el Excelentísimo Señor Capitán General Dn. José de San Martín ("y que lo acompañó en toda la guerra de la Independencia") "por la firmeza con qué sostube (sic) los derechos de mi Patria". Muerto mi dicho amigo, pasará a su Esposa la Señora Da. Juanita Rábago de Terrero, y por su muerte a cada uno de sus hijos, e hija, por escala de mayor edad".

Detalle del sable corvo de San Martín
Detalle del sable corvo de San Martín

Cuentan los cronistas que al morir Rosas en 1877 el sable corvo engalanó el féretro en su sepelio.

Habiendo fallecido Juan Nepomuceno Terrero y su esposa, el emblemático sable quedó en manos de Máximo Terrero, hijo mayor del matrimonio, y esposo de la hija de Rosas, Manuela.

En 1887, los Terrero enviaron la fotografía del sable a Bartolomé Mitre. Como fondo se observa la bandera tomada por el general Arenales en la batalla de Pasco, donada por éste en 1832 a Rosas.

La fotografía del sable corvo de San Martín, recientemente hallada por los autores de esta nota en el Museo Mitre, tomada por Máximo Terrero, yerno de Rosas
La fotografía del sable corvo de San Martín, recientemente hallada por los autores de esta nota en el Museo Mitre, tomada por Máximo Terrero, yerno de Rosas

Por gestiones iniciadas en 1896 por Adolfo P. Carranza, director del Museo Histórico Nacional, los Terrero aceptaron donar el sable sanmartiniano a la Nación Argentina expresando su deseo de que fuera depositado en el Museo.

El presidente José Evaristo Uriburu nombró una comisión militar integrada en parte por varios generales entonces en actividad, a efectos de participar en la recepción y depósito del sable corvo en el Museo Histórico; el coronel retirado Donato Álvarez fue el encargado de presidir la comisión y llevar a cabo el encargo.

Apenas seis meses después del inicio de las gestiones, el 28 de febrero de 1897, "la espada redentora de un mundo" -en palabras de Carranza- retornaba a la Patria siendo depositada el 4 de marzo en el Museo Histórico Nacional, que entonces funcionaba en lo que hoy es el Jardín Botánico de nuestra Capital Federal.

Máximo Terrero y Manuelita Rosas donaron el sable corvo de San Martín a la República Argentina
Máximo Terrero y Manuelita Rosas donaron el sable corvo de San Martín a la República Argentina

Las crónicas periodísticas de la época refieren que, lamentablemente, un acontecimiento de tal envergadura no tuvo el acompañamiento ni la repercusión que verdaderamente ameritaba, tratándose nada más y nada menos que de la espada libertadora del Padre de la Patria. Un hecho de tanta trascendencia se vio así ensombrecido por disensiones políticas, por la inevitable vinculación entre Juan Manuel de Rosas y el sable corvo. A diferencia de 1880, cuando la repatriación de sus restos mortales, San Martín o, mejor dicho, su sable, no fue prenda de unión entre los argentinos en esa ocasión.

Por otra parte, como veremos, la valiosa reliquia no quedó al margen de las vicisitudes que jalonan nuestra historia.

El 1º de octubre de 1897 fue trasladada a la nueva sede del Museo, donde todavía funciona actualmente, en la calle Defensa al 1600, en Parque Lezama.

Durante la década del 60, el sable fue sustraído en dos ocasiones por miembros de la Juventud Peronista, y fue debido a estos robos que, por decreto Nº 8756/67, se transfirió la responsabilidad de su alojamiento y custodia al Regimiento de Granaderos a Caballo en Palermo.

Finalmente, por otro decreto, el 843 de 2015, se dispuso que el sable corvo fuera devuelto a su emplazamiento original. El traslado se realizó el 24 de mayo de ese mismo año, por lo que, actualmente, en una sala del Museo Histórico Nacional en Parque Lezama, se exhibe a todo el público la espada del Libertador.

 

*Los autores son historiadores

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