El 1º de julio de 1974 moría el general Juan Domingo Perón luego de una corta agonía. "¡Esto se acabó!", fueron sus últimas palabras, según la enfermera que lo atendía en esas circunstancias. Ese lunes fatídico se iba una de las figuras políticas más controvertidas de la historia argentina. Aunque a fuerza de ser honesto no más que la del general Justo J. de Urquiza, el general Bartolomé Mitre, el general Julio A. Roca, el doctor Hipólito Yrigoyen o el general Agustín P. Justo, por citar presidentes que cavaron hondas huellas en el paisaje económico, social y político del país. Al igual que aquellos, ejerció una influencia extendida en el tiempo, por lo tanto su mirada o visión política es inclasificable e indeterminada en virtud de lo extenso de su gobernancia y de los cambios de época que le tocó vivir.
El Urquiza que acompañó a don Juan Manuel de Rosas no fue el mismo que promovió la sanción de la Constitución de 1853 o el del Tratado de Cepeda. El Mitre que en 1855 propuso hacer de Buenos Aires la República del Plata no es el mismo que unificó la nación luego de la batalla de Pavón, en 1861. El general Roca que enfrentó al mitrismo en 1874 y 1880 no es el mismo que acordó con él, en 1891, o el de la Convención de Notables que nominó como presidente al doctor Manuel Quintana, antiguo mitrista. El doctor Yrigoyen no fue siempre el mismo. Cuando estaba en el Partido Autonomista porteño, participó del fraude violento de aquellos años para luego batallar por el voto y la participación política sin fraude ni violencia. Tampoco el general Agustín P. Justo escapa a esta regla. Ministro del doctor Marcelo T. de Alvear y su gabinete de liberales, se comportó como tal. Siendo presidente, intervino la economía e inició el proceso de industrialización sustitutiva del país.
Bien, el general Perón no ha sido una excepción a esta característica. Su extensa actuación determinó una adecuación a los tiempos que le tocaron en suerte. El mentado pragmatismo del General ha tenido que ver más con una escala de valores o cuerpo de ideas precisas que con la ligereza de las necesidades políticas, que no dejan de ser importantes. Esta singularidad del pensamiento de Perón, su contenido epistemológico, por decirlo de alguna manera, no constituye el núcleo del presente artículo.
Abordaré, sí, los inicios políticos de Perón en los acontecimientos cívico-militares de 1930, no sin antes observar los gruesos errores cometidos y que siguen cometiendo historiadores ligeros, periodistas con inclinaciones narrativas y todo tipo de loro barranquero que repite y repite siempre lo mismo, desde hace más de setenta años, sin abordar documentos al alcance de todos y aligerarse de prejuicios. Mucha obcecación abunda, pero lo que sobra es ignorancia, falta de estudio, carencia de lecturas e investigación. Ochenta y cinco años después, sigue reiterándose lo que pensadores como Ezequiel Martínez Estrada o historiadores de fuste como José Luis Romero o la dirigencia cultural del Partido Comunista y Socialista plantearon en la década de 1950, esto es, el carácter nazi-fascista de Perón y la influencia de esos movimientos europeos en su imaginario político a partir de su participación en el golpe del 30. Pues allí estaba la marca de la bestia.
La ofuscación que el peronismo generó en las emociones de estos intelectuales, apegados al formalismo liberal decimonónico, explica su posición histórica. ¡Pero han pasado muchos años! Todavía en 1995, Tulio Halperín Donghi, aseguraba: "La cuestión no es tan sencilla, el peronismo no fue, sin duda, una forma de fascismo; fue por lo menos el resultado o más bien el residuo, inesperado para todos y también para su creador y beneficiario, de una tentativa de reforma fascista de la vida política argentina" (Argentina en el Callejón). Lo mismo, pero al estilo abstruso de Donghi.
En la actualidad sigue repitiéndose lo mismo a derecha e izquierda del arco intelectual. Hay infinidad de ejemplos que harían muy extensa la nota. Citaré algunos que tienen gran difusión por estos días. El psicoanalista devenido en historiador, Federico Andahazi, baja la misma línea recurrentemente desde radio Mitre; el diputado Fernando Iglesias, espada antiperonista del PRO, afirma vehementemente en sus artículos periodísticos el carácter nazi-fascista del peronismo de origen; desde Italia, el ex comunista devenido liberal iluminista, Loris Zanatta, apuesta a la misma fórmula, sumando a la Iglesia Católica. Beatriz Sarlo, mujer inteligente pero a la que le faltan saberes, afirma, en un libro del 2001: "La originalidad del peronismo consistía en ser una especie de fascismo basado en la clase obrera" (La Batalla de las Ideas). Sin embargo el banquete no está servido sin la frutilla del postre: se hace necesario el pensamiento de izquierda, que estimula y sienta bien. Juan Carlos Portantiero afirmaba, en 1995: "El populismo de Perón entre 1945 y 1955 representó en Occidente el máximo de tolerancia a un discurso semejante al del fascismo", para señalar la matriz mussoliniana de Perón (Menemismo y Peronismo). El kirchnerismo arrimó sus petates y por intermedio de Felipe Pigna, sin el talento de los antes nombrados, aseguró en el 2007 a un periodista de Le Monde Diplomatique, sobre la participación de Perón en el golpe del 30, lo siguiente: "La verdad exacta es que se retira dos días antes del golpe. Participa activamente, pero se baja un par de días antes". Luego veremos que esta afirmación es un disparate colosal. Pero lo más desopilante de la entrevista es cuando asegura que el entonces capitán Perón "había participado de las logias militares y nacionalistas". Y agrega: "Como dije, su lectura y su formación venían más de la derecha católica, y aquello de Dios, Patria y Hogar". Habría que cobrar un impuesto a la ignorancia.
Perón y el golpe de Estado de 1930
Perón participó del golpe del 6 de septiembre, como la totalidad de los partidos políticos, incluido el gobernante y muchos de sus ministros. Pero no, como afirman la mayoría de los cronistas que lo ubican en el sector pro-nazi del Ejército y la política, esto es, el general José Félix Uriburu y fascistas como Carlos Ibarguren, Leopoldo Lugones, Juan Carulla, entre otros. Lo hizo junto al grupo de oficiales justistas, como el general José María Sarobe y el teniente coronel Bartolomé Descalzo, de quien era amigo personal, y naturalmente con Agustín P. Justo. ¿Las razones? Las explica luminosamente el mismísimo Perón, que no acuerda con el proyecto de Uriburu de derribar la ley Sáenz Pena y clausurar la vida política: "De manera que la única salvación era el pueblo y los estudiantes", afirmó en su libro Tres Revoluciones.
Para que los liberales participaran del golpe, la proclama redactada por Leopoldo Lugones debía ser anulada. Así se hizo y la redactó el general Sarobe. Perón buscó adherentes en la Escuela Superior de Guerra para el sector liberal y tuvo notable éxito. "Quedó todo arreglado, al día siguiente buscamos adherentes y se llegó según creo al número de trescientos. Ello prueba que los oficiales estaban francamente decididos por las lógicas ideas que surgían al margen de los que querían una dictadura divorciada con el pueblo de la Nación, que haría odioso al Ejército y encontraría una gran resistencia en la población" (Perón, Tres Revoluciones). ¿La dictadura divorciada con el pueblo? ¿Cuál era? ¿La que proponía Uriburu o la que impulsaba el general Justo? Pregunta que deben hacerse todos los que escriben sin leer o sin entender. Falta comprensión de texto, no solo en las escuelas.
El nexo con los partidos políticos lo realizó Bartolomé Descalzo y su ayudante, el capitán Perón, quienes a partir del excelente vínculo con Mariano de Vedia y Mitre, docente y liberal justista, autor de una notable biografía del general Roca, organizaron una reunión con los principales dirigentes para sumarlos al movimiento y condicionar al general Uriburu y su proyecto nazi-fascista. Asistieron Leopoldo Melo, radical antipersonalista; Antonio Santamarina, conservador de Buenos Aires; Carlos Astrada, demócrata de Córdoba; Rodolfo Moreno, conservador bonaerense, y Antonio de Tomaso, del socialismo independiente. Frente a esta incorporación, los nacionalistas ardían de furia; decía uno de ellos, Ernesto Palacios: "La desgracia fue la necesidad de la alianza con los partidos políticos de la oposición que querían todo lo contrario a lo que buscábamos y que triunfaron al fin".
La participación de Perón del lado liberal del golpe no solo la confirman los hechos señalados, sino que, en una carta al diario La Nación (12/9/2012) a propósito de un artículo mío sobre la participación en los hechos del futuro general del pueblo, el nieto de De Vedia y Mitre confirmaba: "El señor Claudio Chaves en su carta Perón Liberal, menciona a mi abuelo, Mariano de Vedia y Mitre, a quien relaciona con Perón. Quiero aclarar que la 'relación' a que hace referencia fue tan solo en dos oportunidades en que Perón, visitándolo en su casa de la avenida Quintana y según el propio relato de mi abuelo hizo de nexo entre las fuerzas armadas y los políticos mientras se consolidaba la Concordancia, coalición que llevó a la presidencia de la República al general Justo". Claro como el agua clara. Como dice María Elena Walsh: "Cuando llueve, llueve y cuando hay luz, se ve".
Otro aspecto a resaltar de aquellos años fue la intensa relación de Perón con Sarobe y Descalzo, exponentes del liberalismo militar y sus maestros, como le aseguró a su biógrafo Enrique Pavón Pereyra.
El caso del general Sarobe es notable. Se trató de un militar liberal heredero cultural del roquismo y de una finísima personalidad orientada a la historia nacional. Escribió una extraordinaria biografía del general Urquiza donde reivindica la figura del caudillo entrerriano en contraposición a la dictadura rosista, como correspondía a un roquista hecho y derecho. No caben dudas de la influencia de Sarobe en el pensamiento de Perón. En su libro Ibero América, mensaje a la juventud americana, Sarobe empieza bien desde el título, "Iberoamérica" en vez de "Latinoamérica". Luego dice: "Mucha tinta y muy amarga se ha vertido en acusaciones contra la conducta española para con los aborígenes. Pero los hechos demuestran que, tanto en la teoría como en la práctica, España colonizó de modo superior a como lo hubieran hecho los demás gobiernos contemporáneos". Coteje el lector estos argumentos con el discurso de Perón del 12 de octubre de 1947.
"La Patria de los americanos debe ser una sola. De espaldas a su tradición y su destino se convirtió en un conglomerado de estados, de precaria personalidad internacional". Un liberalismo iberoamericano heredero del pensamiento sanmartiniano, de Monteagudo y de Alberdi. Sin embargo, uno de los aspectos más interesantes de las cavilaciones de Sarobe, que heredó Perón, fue comprender que la unidad iberoamericana debía comenzar con un acuerdo entre Argentina y Brasil. Escribía Sarobe: "La amistad argentino-brasileña es el eje de la política continental. Las economías del Brasil y de la Argentina son complementarias en lo fundamental y es tan importante el comercio entre ambas naciones que se lo puede considerar como el eje sobre el cual rota todo el plan revisionista sudamericano". Esta forma de entender la relación con Brasil que Perón hizo suya con su política del ABC jamás puede venir de fuentes culturales nacionalistas que siempre vieron a Brasil como un enemigo a temer. La alianza con Brasil es afín al pensamiento liberal. Urquiza, Mitre, Roca y Figueroa Alcorta son un ejemplo.
Otro hombre que contribuyó a la formación del pensamiento de Perón, en lo que hace a la alianza con Brasil, fue el historiador cordobés y dos veces gobernador de la provincia de Córdoba, liberal provinciano y amigo de Juárez Célman, don Ramón J. Cárcano, de quien Perón decía que era su cofrade desde 1926, llevándolo ya anciano a la Secretaría de Trabajo y Previsión. Cárcano desde sus funciones ordenó a su Partido Demócrata de Córdoba votar a Perón en el 46. Todo un programa político ignorado por la intelectualidad citada e infinidad de difamadores que continúan con la monserga del Perón fascista. Cárcano y Sarobe, y muchos otros que harían demasiado extensa esta nota venían a demostrar que había un liberalismo popular capaz de entender al pueblo como un fenómeno colectivo. ¡Un liberalismo amigo del Coronel del Pueblo! De Roca a Perón sin estaciones intermedias.
Dejo para otra nota la actuación de Perón a lo largo de la década del 30, sus ascensos y compromisos militares obtenidos por su relación con el ala liberal del ejército justista hasta la muerte de don Agustín, en enero de 1943, momento en el que Perón, sin padrino, decide incorporarse en febrero de ese año al GOU. Este Perón explica y da sentido al último Perón que como león herbívoro volvió a sus fuentes: el acuerdo político y la valoración de las instituciones y los partidos. Será para otro artículo.
El autor es historiador. Escribió "El Perón liberal" (1998).