Mi encuentro con el general británico que enfrenté en Malvinas

Catorce años después de la finalización del conflicto en las islas, mi reunión en Londres con Sir Jeremy Moore me recordó que tu adversario en la guerra puede ser luego un camarada por el cual sentir respeto

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Jeremy Moore y Martín Balza en Londres en 1996
Jeremy Moore y Martín Balza en Londres en 1996

Al término de una visita oficial, el 2 de noviembre de 1996 tuve la oportunidad y la satisfacción de recibir en el hotel Berkeley de Londres al general victorioso del conflicto del Atlántico sur, sir Jeremy Moore. Antes de ese encuentro, habíamos mantenido un intercambio epistolar.

El día citado, en horas de la mañana, lo esperé en la puerta del hotel y me acerqué mientras el general descendía de un típico taxi londinense. Hasta ese momento tenía la imagen fotográfica y televisiva de un general despeinado, con huellas de la fatiga del combate, con su uniforme mimetizado y embarrado, en contraste con el atildado general Mario Benjamín Menéndez, que el 14 de junio de 1982, firmando la rendición, lucía impecable, aparentemente descansado, usando algunas prendas civiles en su uniforme y su bastón, símbolo de un mando que nunca ejerció. La escena era elocuente.

En esta oportunidad, Moore vestía un traje negro a rayas blancas, camisa a rayas blancas y azules, portaba el clásico paraguas y lucía en el ojal de su saco la Poppy, el pin de una especial amapola, emblema de la Legión Británica, que constituye la mayor organización de caridad del Reino Unido para veteranos y apoya a ex militares y veteranos de todas las guerras. Era la primera vez que lo veía en persona. En Malvinas, con el grado de general, él fue el comandante de las fuerzas terrestres británicas y había sido convocado desde su retiro. En ese entonces yo era un ignoto teniente coronel jefe del Grupo de Artillería 3.

Catorce años después de la guerra, en Londres, me impactó por su modestia, su franqueza y su serenidad. Bebimos té y charlamos distendidamente durante casi una hora, recordando acciones vividas en las islas. Sus conceptos eran los de un camarada con el que la política y la guerra nos llevaron a enfrentarnos. Nuestra conversación giró en torno a decisiones tomadas por ambos adversarios, errores cometidos, valor de los soldados, la humanidad que se ve afectada en la guerra y algunas anécdotas graciosas. Trataré de sintetizar lo expresado y conservar el tono de prudencia con que fueron considerados.

Como excelente profesional, es un estudioso de la historia militar, conoce y aborrece la guerra. Coincidimos en ello. Le sorprendió que hubiéramos combatido hasta el final en una situación desfavorable, convencidos de la legitimidad de hacerlo por un sentimiento. Le recordé que, con referencia al comportamiento de nuestros soldados, dos autores británicos (M. Hasting y S. Jenkins) expresaron: "Los cuentos sobre un ejército fascista (sic) argentino cometiendo monstruosidades no tenían fundamento".

Reconoció que ambos bandos cometieron errores. Los británicos pudieron cerrar el cerco terrestre sobre Puerto Argentino sin atacar Darwin-Pradera del Ganso, y sin realizar el desembarco en Bahía Agradable, donde tuvieron importantes pérdidas. Los errores nuestros, para él, que compartí, fueron no haber disputado y cedido el control del mar; optar por atacar durante el desembarco a naves escoltas y fragatas en lugar de los transportes y las naves anfibias; creer que no vendrían o que tendrían limitaciones en sus abastecimientos; ir al combate con un importante número de soldados con mínimo adiestramiento a enfrentar a un ejército profesional. No hizo hincapié en la edad, pues ellos tenían soldados más jóvenes que los nuestros. Reconoció que en el ataque final enfrentó a una excelente unidad de infantería (BIM 5) y a una dura artillería.

Risueñamente contó que en uno de sus desplazamientos su Sección de Seguridad se dispersaba en una zona mayor a la normal y, cuando interrogó al jefe de esta sobre ese extraño comportamiento, recibió como respuesta: "Sorry, sir, but you must be a jinx" ('Disculpe, señor, pero usted debe ser un yetatore'), aduciendo que su presencia en el frente de combate atraía los proyectiles de la artillería argentina. Le respondí que me alegraba que no se hubiera concretado, y ahora poder conversar con él en Londres.

No obvió relatarme, también risueñamente, que antes del desembarco su oficial de inteligencia le había proporcionado un informe detallado de la personalidad del comandante enemigo en las islas: "un tal Menéndez", pero después del desembarco el mismo oficial le dijo: "Señor, le di un informe equivocado que responde a otro Menéndez, que está retirado y pesan sobre él acusaciones de delitos contra los derechos humanos", se refería a Luciano B. Menéndez, primo de Mario B. Menéndez, el de Malvinas.

Jeremy Moore (izquierda) aceptando la rendición del jefe militar argentino en Malvinas, Mario Benjamín Menéndez
Jeremy Moore (izquierda) aceptando la rendición del jefe militar argentino en Malvinas, Mario Benjamín Menéndez

Confirmó que los nepaleses, los famosos gurkhas, nunca entraron en combate, que el objetivo de ellos era el Monte William, pero cuando llegaron los efectivos del BIM 5 que lo ocupaban, ellos ya se habían replegado; sin embargo, sufrieron bajas por el fuego de nuestra artillería.

Elogió, con sinceridad, la capacidad de los oficiales y los suboficiales del Ejército, lo que aprecié como un gesto hacia mí, pero también resaltó el valor y la profesionalidad de la aviación, de los infantes de marina y de los soldados que, en algunos casos, llegaron a combatir cuerpo a cuerpo.

Por mi parte, expresé que pudimos apreciar la calidad humana y el alto nivel profesional de los soldados británicos. En ningún momento abordamos, ni siquiera tangencialmente, temas relacionados con la política ni con la soberanía. Enfatizó que, si lo hacíamos, seguramente no nos pondríamos de acuerdo. Pero sí coincidimos en que el diferendo debe solucionarse por medios diplomáticos. Destacamos como materialización de la superación del conflicto el intercambio de oficiales y suboficiales entre nuestras fuerzas, las reuniones bilaterales de Estado Mayor y, fundamentalmente, el hecho de que desde 1993 estábamos participando juntos en una misión de mantenimiento de la paz en Chipre, en el marco de las Naciones Unidas.

Finalmente, le agradecí su esquela, manuscrita y en inglés, que me había enviado el 11 de junio de 1992 por la muerte de dos suboficiales en una Misión de Mantenimiento de Paz en Croacia. Entre otros términos, expresaba: "Estimado general Balza (…) deseo expresarle a usted y a su Ejército mis condolencias por las pérdidas sufridas por ustedes durante las operaciones de apoyo a las Naciones Unidas en Yugoeslavia (…) Es uno de los penosos riesgos de ser soldado, a menudo me ha parecido que estas tragedias tan frecuentemente parecen cernirse sobre nuestros esfuerzos (…) Junto con mis condolencias, deseo ofrecerle una vez más mis mejores deseos. Lo saludo atentamente. Jeremy Moore". No recibí una muestra similar de mis compatriotas.

Nuestra charla finalizó con un cordial apretón de manos. Previamente, yo le había obsequiado como recuerdo de nuestro encuentro un puñal de los que usan las tropas de montaña. El general subió a un taxi y se alejó por las calles londinenses.

Durante la guerra ningún alto mando de las Fuerzas Armadas argentinas pisó las islas. A su término, el incompetente Nicolaides, que convalidó disparatadas decisiones de Galtieri, ascendió al máximo grado, asumió el mando del Ejército y hasta nombró un presidente de la república, Reynaldo B. Bignone. Ambos fueron los responsables del ignoto y humillante recibimiento de los combatientes de Malvinas. Por su desempeño en el conflicto, Galtieri fue condenado por la Justicia Federal a "12 años de reclusión, más la accesoria de destitución y baja"; también fue imputado en diez causas por delito de lesa humanidad. Posteriormente fue indultado por el Poder Ejecutivo Nacional. Falleció el 12 de enero de 2003, a los 77 años; se le rindieron los máximos honores militares con la mención de "un soldado ejemplar".

Mi recuerdo del general Jeremy Moore es el de un digno, valiente y excelente profesional. A fines del conflicto de Malvinas, se reintegró a un austero y merecido retiro. Falleció el 15 de septiembre de 2007, a los 79 años. Acorde con el protocolo del ejército británico, no se le rindieron honores militares.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), fundado en Ginebra en 1863, ha reconocido la observancia de los usos y las leyes de la guerra en el conflicto de 1982 por parte de ambos adversarios.

El autor es ex jefe del Ejército argentino, veterano de la guerra de Malvinas y ex embajador en Colombia y Costa Rica.

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